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pequeñas faluyas


[Datrick j. McDonnell y Suhail Ahmed] A mediados de julio estallaron fieros combates en Buhriz, Iraq, cuando las tropas norteamericanas atacaron la ciudad para capturar a dos peligrosos jefes insurgentes. Pero los vecinos dicen que uno, que murió, era un lunático inofensivo, y el otro un tendero en el paro.

Buhriz, Iraq. Su unidad de artillería tuvo que atrincherarse para defenderse del ataque de unos cincuenta insurgentes, recuerda el capitán Matt Davenport, y las descargas de grandas lanzadas por lanzadores y los estallidos de ráfagas de ametralladoras no paraban. En un momento, en una batalla de dos días, recuerda, "llegó a haber una explosión cada cinco segundos".
La batalla fue tan feroz que pudo haber ocurrido en los momentos más álgidos esta primavera durante el sitio de Faluya, una ciudad que se ha hecho famosa en el mundo como un eje de la resistencia a las fuerzas norteamericanas y aliadas. Pero la lucha estalló hace apenas unas semanas en este pueblo agrícola al nordeste de Bagdad.
Sólo hay una Faluya, pero, desafortunadamente para las tropas norteamericanas y sus aliados, pueblos furiosos como Buhriz salpican el enorme Triángulo Suní, de Iraq. Son el hogar de poblaciones tribales tradicionales resentidas con las fuerzas norteamericanas en su país -y desconfiadas de un gobierno iraquí instalado por extranjeros.
Arrear a estas ‘pequeñas Faluyas' de nuevo al redil de la sociedad civil iraquí es uno de los grandes retos que enfrenta el nuevo gobierno y sus aliados norteamericanos. Un ciclo de violencia, desconfianza y radicalismo se ha apoderado durante un año del Iraq sunní y no es probable que desaparezca fácilmente.
La estrategia de Estados Unidos ha sido una variante del enfoque de usar incentivos: aplastar a la oposición armada, pero ofreciendo al mismo tiempo millones de dólares en fondos de desarrollo para gobiernos locales cooperativos.
"Hay una relación inversa entre proyectos exitosos y bajas norteamericanas", dijo el coronel Dana Pittard, que encabeza la brigada de la Primera División de Infantería y patrulla Buhriz y el resto de la provincia de Diyala. "Si se acaba el dinero, tendremos que abrirnos camino a balazos para salir de aquí".
En el caso de Buhriz y otras ciudades sunníes agitadas, los líderes locales calificaron de provocación la presencia de tropas norteamericanas y exigieron que se mantuvieran fuera de la ciudad.
"Eso es exactamente lo que debería ocurrir aquí", dijo el alcalde de Buhriz, Awf Abdul Rida Ahmad cuando le pregunté si los norteamericanos debían quedarse fuera y dejar las cosas en manos de la policía local. "La gente de aquí es muy tranquila y todo lo que quieren es estabilidad y paz".
Pero oficiales norteamericanos ya han rechazado la posibilidad de otros arreglos de seguridad como el de Faluya, donde las fuerzas norteamericanas aceptaron retirarse de la ciudad en abril y la entregaron a una colección de antiguos oficiales del ejército iraquí con estrechos lazos con los insurgentes. Desde entonces Faluya se ha transformado en una zona prohibida para los marines norteamericanos y un santuario de los milicianos insurgentes, reconocen los comandantes.
"Una cosa es cierta: No es un plantilla para el futuro", dijo el teniente general Thomas F. Metz, jefe operacional de las tropas norteamericanas en Iraq, sobre el proyecto Faluya. "Es decepcionante".
No fue coincidencia que las ciudades más problemáticas fueran aquellas donde el Partido Baaz dominado por los sunníes, del antiguo dictador Saddam Hussein, goza todavía de gran estima y donde mucha gente prosperó durante el régimen de Hussein. En pueblos aislados como Buhriz muchos consideran a la ahora disuelta estructura baaz como una especie de dictadura benévola que protegía los intereses de la minoría musulmana sunní de sus rivales chiís y otros.
"Los viejos baazistas están en todas partes en Iraq... ¿Qué quieren hacer los norteamericanos con ellos", dijo Ahmad, un ingeniero agrícola de 44 años que fue gerente de la planta de irrigación de Buhriz durante el régimen de Hussein.
"Los baazistas de aquí son gente muy buena. Ellos han mantenido la seguridad y el orden después de la caída del régimen. Organizaron los controles en la ciudad y evitaron los robos y otros delitos".
El alcalde no lo dice, pero los antiguos baazistas de Iraq ayudaron a organizar algo más: una rebelión contra la ocupación que ha luchado contra los militares norteamericanos hasta forzar un estancamiento y desbaratado los ambiciones planes del gobierno de Bush de reconstruir el país. Los milicianos fedayines de Saddam, vestidos de negro, eran los fanáticos vigilantes del régimen -y los primeros soldados de infantería de la oposición armada.
Los insurgentes han encontrado un terreno fértil en lugares como Buhriz, una ciudad de cuarenta mil habitantes. Aquí, como en otros lugares, la resistencia armada se ha liado con el nacionalismo anti-norteamericano, la militancia religiosa y en algunos casos, dicen oficiales norteamericanos, milicianos de otros países árabes.
Las redadas del ejército norteamericano han resultado de decenas de miles de detenciones en todo el país -incluyendo más de doscientas en Buhriz, dijo el alcalde- han alimentado el resentimiento.
Una tendencia particularmente preocupante, desde el punto de vista norteamericano, es la entremezcla de la ideología religiosa conservadora y la insurgencia. Los milicianos son normalmente aclamados como mujahedines, o guerreros sagrados, y sus hechos celebrados en salones de té, recibos y mezquitas.
Las conservadoras doctrinas salafi, wahhabi y sufí que han proliferado en el Iraq sunní desde la caída del régimen el año pasado ha proporcionado una base moral a la oposición armada.
"Sí, ha aumentado la devoción religiosa de la gente, porque los teólogos a menudo condenan a los ocupantes como la causa de todos nuestros problemas", dijo un hombre barbudo en atuendo tribal, que dijo que su nombre era Abu Mohammed, dijo mientras caminaba cerca de la mezquita principal. "Nuestra doctrina religiosa nos llama a luchar contra los ocupantes, especialmente si no son musulmanes".
En enclaves sunníes empedernidos como Buhriz -ciudades de palmeras junto al río, chozas de barro, casas de cemento y el omnipresente minarete de mezquitas -parece a menudo no haber nada de común entre norteamericanos e iraquíes.
Veánse por ejemplo las batallas que se libraron aquí a mediados de junio. Todos están de acuerdo en algo: fue un choque vicioso que causó daños masivos a Buhriz y dejó más de una docena de iraquíes muertos y cientos de heridos. En la refriega murió un soldado norteamericano.
Entre los muertos se hallaba Ali Hussein Septi, un hombre al que el ejército norteamericano calificó de peligroso líder de una célula insurgente. El ejército declaró que fue baleado en el estómago durante el allanamiento de su casa en la madrugada del 17 de junio, un incidente que aparentemente desencadenó las tensiones. Septi disparó con su AK-47 contra las tropas norteamericanas, los intentos médicos por salvarle la vida fueron inútiles y murió bajo custodia norteamericana, declaró el ejército.
"Septi era uno de los dos jefes insurgentes de Buhriz", dijo Pittard.
Vecinos dijeron que Septi era un lunático inofensivo y un antiguo prisionero de guerra de Irán.
El otro supuesto líder de la resistencia, conocido por las tropas norteamericanas como Abu Zooz, fue descrito aquí como un tendero en el paro que había pasado recientemente por el Ayuntamiento a pedir trabajo como guardia nocturno.
El alcalde Ahmad dijo que había llamado recientemente a Abu Zooz y otros supuestos insurgentes a su despacho para informarles de las acusaciones del ejército, que también circularon en boletines de prensa en la cercana Baqubah.
"Les dije: ‘Los diarios dicen que ustedes son líderes terroristas'", contó el alcalde. "Tenían lágrimas en los ojos cuando les dije eso".
El día después de la captura de Septi, las fuerzas norteamericanas visitaron el Ayuntamiento para hablar sobre los muy necesarios proyectos hidráulicos y re-desarrollo.
"Nos pusimos muy contentos y felices, y toda la gente en Buhriz se entusiasmó al oír las buenas noticias", recordó Ahmad. Se quejó de que no se ha invertido "ni un solo centavo" en la ciudad, a pesar de sus muchas necesidades, especialmente de agua potable.
Pero la reconciliación no estaba entre sus cartas del días.
El ejército que sus fuerzas fueron atacadas con granadas y armas de fuego ligeras. Testigos en Buhriz dijeron que las fuerzas norteamericanas se retiraron repentinamente después de descubrir un coche bomba. Más tarde se determinó que no se trataba de explosivos, dijo el alcalde, que agregó que el coche pertenecía a un sobrino suyo que era agente de policía.
De cualquier modo, el ejército volvió más tarde a sus posiciones en la ciudad, y pronto volvió a estallar un feroz enfrentamiento.
"Estuvieron lanzándonos RPGs todo el día", recordó Davenport. "Fue fuego continuo".
Vecinos dijeron que las tropas norteamericanas abrieron el fuego sin provocación, causando extensos daños en la ciudad y matando a más de una docena de civiles.
El jeque Mehdi Salih Jeghaidi, 52, miembro del consejo de la ciudad, acusó a las fuerzas norteamericanas de usar "escudos humanos" cuando ocuparon posiciones en casas particulares.
"Obligaron a las familias a quedarse dentro... para asegurarse de que los atacantes no les dispararan porque había familias iraquíes con ellos", dijo Jeghaidi.
Los norteamericanos dijeron que usaron fuego de precisión y el ejército evitó el uso de la artillería para evitar daños colaterales. La mayoría de los destrozos evidentes en la ciudad fueron causados, dijo el ejército, por rondas de morteros y granadas de los insurgentes, mal apuntadas. "Los insurgentes son completamente irresponsables a la hora de disparar", dijo Pittard.
Según el alcalde, murieron trece vecinos y 57 otros resultaron heridos en las batallas de junio. El ejército no discute las cifras, pero culpa de las muertes al fuego enemigo y declaró que habían muerto 19 insurgentes y cientos quedaron heridos.
Los comandantes norteamericanos dijeron que la batalla de Buhriz pudo haber atraído a milicianos extranjeros, incluyendo a seguidores de Abu Musab Zarqawi, el jefe terrorista jordano del que se dice que está activo en Iraq. Pero residentes dijeron que los únicos extranjeros que vieron eran norteamericanos.
"Nuestros mujahedines no tienen ninguna relación con nadie fuera de la ciudad", dijo Muthanna Azzawi, 40, un cabo retirado del difunto ejército iraquí.
Las cosas se han calmado algo en Buhriz. Un equipo de reconstrucción del ejército volvió a fines de junio y no fue atacado -un signo que todos consideran prometedor.
El ejército ha aceptado que fuerzas policiales iraquíes patrullen la ciudad, pero -a diferencia del acuerdo de seguridad en Faluya- los soldados conservan el derecho a entrar toda vez que lo crean necesario.
El 22 de junio, en Baquba, oficiales de la Primera División de Infantería rindieron un tributo al soldado de primera clase Jason Nathanial Lynch, 21, un apuntador de St. Croix, las Islas Vírgenes norteamericanas, que murió en una balacera cuatro días antes en Buhriz. Un sombrío Davenport aceptó las condolencias por su "mejor apuntador", pero se expresó pesimista sobre la ciudad.
"Si entráramos ahora, pasaría lo mismo", dijo mientras miraba el rifle y las botas ordenadas en torno al ataúd del soldado. "Buhriz es un lugar difícil".

1 de agosto de 2004
©traducción mQh
©losangelestimes

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