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FUSIÓN TURCO-ALEMANA ENCUENTRA EXPRESIÓN EN RAP - jeffrey fleishman


Hijos de inmigrantes se vuelven hacia el hip-hop para hacer el inventario de las amenazas a que debe hacer frente la más populosa minoría étnica de Alemania cuando lucha con su identidad.
Berlín, Alemania. Él es un poeta agudo, y fue, en épocas pasadas, un maleante.
Él improvisa en alemán. Sus rimas son en turco. Se mueve como si estuviera hecho de agua, tiene las articulaciones de un fantasma. Es un rapero intercultural en una Europa inquieta por su identidad. Su hip-hop es una lluvia de palabras en staccato retumbando entre dos mundos, y las contradicciones inherentes, te dirá Ali Cinak, pueden ser perturbadoras cuando eres un musulmán que gusta de las salchichas.
Cinak pertenece al creciente número de raperos que destilan agudas líricas desde la diáspora turca. Huyendo de la miseria en su país de origen, sus padres llegaron a Alemania como ‘trabajadores invitados' en los años sesenta y setenta. Formaron familia y construyeron vidas paralelas en un país que desconfía de los extraños. Y hoy sus hijos mezclan Berlín y el Mar Negro, condimentando una chirriante percusión europea con el gorjeo de los instrumentos de cuerda turcos.
"Vivo en un solo lugar, Alemania", dice Cinal, 30, cuyo nombre de guerra en la escena hip-hop es Azra. "Pero mi vida es un poco esquizofrénica. De vez en cuando como embutidos de curry. Eso lleva carne de puerco. No podría comer eso en Turquía. Pero cuando voy a Turquía es como una aventura amorosa, es como un pájaro que sabe en que temporada volar. Me veo como todo el mundo".
Los dos millones de turcos de Alemania son la minoría más grande del país. Pero no están integrados. Miles de turcos de primera y segunda generación no hablan alemán. Cuando mueren, a menudo sus ataúdes son embarcados hacia cementerios ancestrales desparramados por el campo turco.
La tercera generación de turcos alemanes, como el más joven colaborador hip-hop de Cinak, Eko Fresh, se siente fuertemente atado a Colonia, más que a Ancara, pero tiene pocas oportunidades: 30% de los turcos alemanes abandonan la escuela, y un 40% no tiene empleo.
"Creo que mi a padre se lo comió llevar esas dos vidas", dice Fuat Ergin, rapero e hijo de una costurera y un sastre que emigraron desde la costa del Mar Negro de Turquía.
"Nunca se integró en Alemania. Se sentía fuera de lugar. No quería que yo me tuviera que tragar lo mismo. Estoy tratando de ser más universalista".
La lengua corriente de Ergin y otros raperos turcos -que solamente en Berlín han subido de diez a más de cuarenta en la última década- se insinúa a sí misma en el habla de la calle de Alemania. Lenguas entrelazadas e imágenes hechas con retazos de culturas dispares están animando y expandiéndose en el diminuto mercado rap, donde del más exitoso disco compacto hip-hop se vendieron 150.000 ejemplares.
"La lengua turca está sobrecargada de imágenes", dice Marcis Staiger, presidente de la discográfica Royal Bunker Records, que publicó el último álbum de Cinak. "El idioma alemán gira más sobre detalles. Los turcos le dan color al alemán, de modo que la nueva jerga alemana está perdiendo terreno. Pero la lengua y la cultura son también un problema. Tenemos problemas en llegar a la audiencia turca en Alemania. Las antenas de sus parabólicas están orientadas hacia Turquía".
El otro día Cinak barajó un asombroso mosaico de identidades en su mesita de café: un pasaporte alemán, una tarjeta rosada que le otorga la condición de turco residente, un documento blanco liberándolo del servicio militar turco y dos carnés de identidad nacionales. En algunas fotos aparece con mostacho, en otras con barbilla de chivo. Con los años se ha transformado en una quimera, un hombre de lealtades labradas.
"Alemania es mi patria", insiste.
Los padres de Cinak llegaron a Alemania desde la ciudad turca de Erzincan en 1970. Su padre encontró trabajo como electricista y Cinak nació no muy lejos del Muro de Berlín en 1974, durante la Guerra Fría. La familia se mudó a Kreuzberg, un gueto de inmigrantes donde artistas y estafadores se mezclan con tropas estadounidenses jugando al balonmano con niños turcos. Cinak fue aceptado en una escuela en un barrio mejor, preponderantemente alemán, pero la abandonó después de sacar malas notas en alemán.
"El sistema me dijo que yo no era lo suficientemente bueno para la escuela alemana", dice Cinak, todavía mareado después de una noche de parranda y sentado debajo de sus dos loros en un edificio sin ascensor de color crema al otro lado de la calle del bar Be-Bop. "Me dijeron que volviera a Kreuzberg. Pero fue un error. Mi alemán era perfecto".
"Los chicos en Kreuzberg no iban a la escuela. Estaban metidos en negocios. Terminé con los perdedores. Empecé a falsificar cheque a los catorce. Mis amigos eran unos mafiosos violentos. Pero yo nunca hice daño a nadie. Yo era un mafioso que usaba el cerebro".
Cinak se enamoró y descubrió que las sospechas religiosas y tribales del antiguo país habían sido trasladadas al nuevo. Su novia, Hilal, era sunní. Cinak era miembro de otra secta, los alawitas. "Ella cambió mi vida. Dejé la delincuencia. Trabajé como peón. Pero su padre tenía ideas anticuadas", dice Cinak. "Traté de convencerlo. Le dije: ‘Llevas treinta años viviendo en Alemania. Olvídate de las cosas viejas'. Pero no lo hizo. Y no pude casarme con ella".
Comenzó a escribir sus problemas en versos raperos. Escribió sobre el amor perdido y fue rápidamente reprendido por sus amiguetes, que le dijeron: ‘'Eso no es rap. ¿Te has olvidado de LL Cool?" Chinak dijo que él no quería glorificar la violencia y los gangsters. Prefirió las cosas que conocía: la pobreza, el desempleo y la discriminación. Se ha transformado en una especie de rapero sabio, un joven cuyas líricas callejeras advierten a los turcos sobre el crimen y la rabia de preguntarse adónde pertenecen.
"Soy como tú, un extraño en el exilio", canta Cinak en ‘Niño Turco', una canción sobre el nuevo álbum de él y Eko. "Vengo de Turquía como tú, tengo un pasaporte alemán en mi mano, una tarjeta rosada en mi bolsillo y llevo la visera de frente. Soy malicioso, tengo sangre vomitada. Me quedé callado".
La cubierta del álbum muestra una luna creciente turca desangrándose sobre una bandera alemana. Varios de los números tienen que ver con política, incluyendo una improvisación sobre el matrimonio entre una mujer turca y el hijo del antiguo canciller Helmut Kohl, y de los esfuerzos de Turquía por ingresar en la Unión Europea.
"Kohl es consiguió una nuera en Alemania. La UE está cerrando sus puertas y los turcos tienen que quedarse fuera", sigue la canción ‘Quemaduras de Cigarrillos en Mi Jersey'. "Se está quemando. Pensé que me estaba quemando. Pero no era yo, era sólo mi camiseta".
El álbum "habla no solamente de los problemas de los jóvenes turcos", dice Staiger, que co-produjo el cedé.
"Es universal. Es un álbum sobre problemas de todos los días con énfasis en gente que mira diferente".
Los turcos alemanes "todavía no han llegado a formar una cultura mix de integración", dice. "Lo puedes ver en Cinak, que tiene 30, y en Eko, de 20. Cambiaron un montón de cosas en los diez años que los separan. Cinak todavía quiere una esposa turca. No puede imaginarse casándose con una alemana. Pero Eko ni piensa en esas cosas. Su generación es mucho más asimilada".
Eko se llama a sí mismo ‘El Sueño Alemán'. Sin embargo, él y Cinak serían felices si vendieran veinte o treinta mil copias de su cedé. Hay problemas de publicidad. Las líricas alemanas de Eko se pueden comercializar, pero cuando se las entrelaza con las líneas turcas de Cinak las canciones se transforman en un handicap para alcanzar a una audiencia alemana más amplia. Y el sello Staiger's Royal Bunker ha estado implicada en pleito tras pleito después de acusar a una emisora radial de racista por negarse a emitir canciones rap turcas.
Sentado debajo de una fotografía de Kemal Ataturk, el padre de la Turquía moderna, Fuat Ergin dice que está preocupado por cómo es visto por los alemanes. Hay una falla, una brecha, dice el popular letrista hip-hop, algo que divide, incluso con su pulcro alemán y su admiración de Europa.
"Cuando voy a Berlín oriental con mi bolsa de las compras, me miran como si fuera uno de los secuestradores que estaba en el avión que se estrelló contra el World Trade Center", dice Ergin, 32. "Estoy tan cansado de discriminación. En los medios de comunicación, en todas partes".
Su álbum de 1999, ‘Hassickdir?' -que, traducido de la jerga de Berlín quiere decir: ‘¿Te odio?'- mostraba un arma en la cubierta. El mundo del hip-hop no le ha hecho rico -todavía paga sus cuentas trabajando como mensajero en una consulta médica. No puede pagarse un apartamento; vive con su familia y amigos y lleva sus cedés en una bolsa.
No quiere que se lo comercialice. Quiere ser entendido. Alguna gente, dice, cree que es un profeta.
Ergin visita Turquía y a menudo siente la pasión que su padre, que nunca sucumbió a los encantos de Europa, vivió en su ciudad natal de Sile, en el Mar Negro. Pero es su nueva vida: escindida y empalmada, y sin embargo cree en sí mismo.
"Soy un turco viviendo en Europa", dice. "Conozco mi lengua, cultura y pasado. Pero necesito aprender alemán para integrarme. Puedes colocar cualquier cosa debajo del alero del rap. Mis letras son caóticas. Reflejan mi vida. Comencé a escribir versos hip-hop en inglés. Pero no soñaba en inglés. Traté de escribir alemán, pero no sabía nada de literatura alemana. Me puse a escribir turco una noche y fue como si algo explotara y la lengua fluyó".
Sabe que muchos de la generación posterior a la suya no hablan turco. Los nombres de los pueblos y el folclore del antiguo país son todavía susurrados por los abuelos, pero no encuentran eco entre los jóvenes, cuyos meandros interculturales se desarrollan en efímero zumbido y revoloteo del ciberespacio. La luz sol del sol y el sonido del tráfico pasa a través de la ventana de Ergin.
"Es como ir a Turquía", dice. "Yo pasé allá 55 días en 2000 y en 2000. Pero eché de menos a Alemania, y cuando volví me sentí feliz de ver que los autobuses pasaban a tiempo".

8 de agosto de 2004
©losangelestimes

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