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EL DISCURSO DE ACEPTACIÓN DE BUSH


El discurso de aceptación de Bush desilusiona y preocupa a la prensa liberal, especialmente los intolerables insultos contra el candidato Kerry, al que los pistoleros de Bush no han dudado en calificar de maricón por criticar la política exterior de Estados Unidos. Bush, que no se caracteriza exactamente por su inteligencia ni buenas maneras, corre el riesgo de enajenarse el voto de los votantes indecisos.
Cuando la pasada noche del jueves el presidente Bush aceptó la nominación de su partido, se presentó enérgicamente como el hombre que mantendrá a Estados Unidos seguro en un tiempo de terrorismo internacional. Sus partidarios creen que es la clave para su re-elección. Pero si Bush quiere obtener un segundo mandato, necesitará hacer algo más -especialmente si quiere ganar con más de 500 votos esta vez. El presidente necesita dirigirse a un gran número de votantes moderados que creen que las cosas han marchado mal estos últimos cuatro años, y convencerles de que tiene la capacidad de aprender de los errores cometidos y desempeñarse mejor. En ese sentido, su discurso de aceptación se queda corto.
A pesar de los enormes cambios que ha sufrido Estados Unidos desde las últimas elecciones, desde los ataques terroristas a la recesión, Bush se ha aferrado resueltamente a las prioridades que llevó al despacho presidencial en 2001. Ganó en el tema de los recortes presupuestarios y en sus planes en la enseñanza. La política exterior norteamericana terminó concentrándose en el mismo país que ha sido la obsesión de Bush y sus asesores desde el inicio de su mandato.
Por cada una de esas políticas el país ha pagado un alto precio: los recortes presupuestarios han hecho explotar el déficit del presupuesto, Bush no ha logrado financiar su programa educativo y la guerra en Iraq se ha manejado torpemente desde el día mismo en que cayó Bagdad. Nadie espera que el presidente admita que sus iniciativas han sido menos que éxitos rotundos, pero los votantes indecisos podrían haber sido mantenidos a mano por al menos un indicio de que el gobierno se da cuenta de que su administración necesita ajustes.
En lugar de eso, el presidente ofreció iniciativas conflictivas y a medio terminar como si -como su programa de prescripción de medicamentos- fuesen planes logrados, del mismo modo que presentó la peligrosa y caótica situación de Iraq como una política exterior exitosa a la par que el Plan Marshall. Lanzó una combinación de conceptos extremadamente vagos -como crear una sociedad de propietarios- junto con ideas latosas como becas universitarias adicionales. La combinación de ideas de poca monta y generalizaciones porosas también caracterizó el discurso de la convención de John Kerry. Pero la contribución de Bush no eleva en nada las esperanzas en lo que se refiere al nivel de los debates de campaña que vendrá.
El presidente, que abandonó su loable intento de comenzar una reforma de la inmigración tan urgentemente necesaria tan pronto como encontró resistencia política, ni mencionó el tema en su discurso. Tampoco hay indicios de que se da cuenta de su voto de que es un "unificador y no alguien que trae divisiones" se ha encallado por la insistencia del gobierno en nombrar jueces de derechas y su falta de flexibilidad en temas sociales tales como la investigación genética.
No hubo nada en el discurso de la noche pasada que sugiera una nueva era de franqueza en la Casa Blanca, ni esperanzas de que se enfoque esos problemas fundamentales de otro modo que con la política de Bush de aplicar "mi punto de vista o nada", que ha caracterizado la postura del gobierno en asuntos como los recortes presupuestarios o la guerra de Iraq.
Si Bush se muestra rígido en sus medidas, es extraordinariamente flexible a la hora de comercializarlas. Una vez más, la convención republicana ha sido dirigida por su izquierda, con un desfile de oradores de máxima audiencia de lo que puede llamarse el lado más moderado de su partido. Aparte de un vicioso y bizarro ataque contra Kerry a cargo del senador Zell Miller, un demócrata, las palabras duras fueron dejadas en manos del vice-presidente.
Fue deprimente oír a Dick Cheney, que habló el miércoles noche, repetir -para satisfacción de la audiencia- sus tijeretazos contra el llamado del senador Kerry para un "enfoque más inteligente de la guerra contra el terrorismo". Fue una crítica falsa, ya que Bush ha usado en el pasado un lenguaje casi idéntico. Lo que es peor es que indicó que Cheney y otros pistoleros de la administración gastarán los próximos dos meses tratando de convencernos de su fracasada política exterior, y tratarán de animar a los estadounidenses a creer que cualquiera que acepte la idea de que Estados Unidos debe adoptar un enfoque más paciente y humilde del mundo está en colusión hombres afeminados.

4 de septiembre de 2004
©newyorktimes
©traducción mQh

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