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perdiendo la fe y la vida con la intifada


[Laura King] Mientras continúan los terribles ataques israelíes contra militantes palestinos, a medida que la insurrección palestina contra la ocupación entra en su quinto año, algunos palestinos la califican de grave desastre político y económico.
Ramala, Palestina. Cuando Abu Fahdi se unió a un grupo militante palestino y tomó las armas contra Israel, pensó que estaba sirviendo a su pueblo. Ahora cree que sólo le ha causado daño.
"No hemos alcanzado nada en todo este tiempo, y hemos perdido mucho", dijo el hombre de 29 años con cara de bebé, el que, debido a su condición de fugitivo, insistió en ser identificado por su apodo, que significa ‘padre de Fahdi'. "La gente nos odia por eso y nos prefieren muertos".
El joven militante, miembro de las Brigadas Al Aqsa, no es el único que piensa así. Entre palestinos de toda condición social hay una discreta pero creciente sensación de que la intifada -que estalló hace cuatro años- ha en gran parte fracasado como lucha armada y perdido su carácter de movimiento de resistencia popular.
Además, muchos palestinos temen que lo que ha sido, en realidad, una derrota militar a manos del primer ministro israelí Ariel Sharon, les ha dejado sin influencia para obtener concesiones políticas y territoriales que podrían ayudarles al establecimiento del tan anhelado estado palestino.
La postura palestina oficial es que la lucha continúa. El veterano presidente Yasser Arafat y viejos miembros de su facción Fatah insisten en que los palestinos de a pie no han sido sometidos por el abrumador nivel de fuerza que ha utilizado Israel en las ciudades y pueblos de la Franja de Gaza y Cisjordania.
Grupos militantes palestinos como Hamas, la Yihad Islámica y las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, que han sido responsables de los más de cien atentados con bomba kamikazes de los últimos cuatro años, también insisten en que ellos continuarán atacando blancos israelíes con todo el poder de que disponen.
Pero los implacables golpes israelíes contra los líderes y combatientes de los grupos militantes, junto con la construcción parcial de una valla de seguridad cuya intención es aislar a Cisjordania, han reducido esos ataques dentro de Israel en un 80 por ciento.
Desde hace algún tiempo, influyentes figuras de la sociedad palestina -intelectuales, diputados, analistas, profesionales y funcionarios locales de prestigio- han estado planteando, casi como si fuera algo evidente, que el enfrentamiento violento con las tropas israelíes ha alcanzado un callejón sin salida y que la gente debe mirar hacia el futuro.
"Hemos presenciado la destrucción de la sociedad palestina -sus instituciones cívicas, su economía, su infraestructura", dijo Zuhair Manasra, gobernador de Belén. "El resultado ha sido un completo desastre para los palestinos, a todo nivel. Ahora debemos pensar en cómo reconstruirla".
Este mes, un sondeo encargado por la Universidad de An Najah en la norteña ciudad de Nablús en Cisjordania -tradicionalmente una plaza fuerte de los militantes- reveló que más dos tercios de los palestinos encuestados apoyan la búsqueda de una tregua con Israel. En el pasado, una proporción similar había apoyado la continuación de la lucha armada.
El primer ministro palestino Ahmed Korei leyó una declaración la semana pasada que fue extraordinaria por su implícita aceptación de que la fase post-conflicto ya ha comenzado. Entrevistado por Radio Israel, Korei habló de la necesidad de rehabilitar a los miembros de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, una organización armada de la facción política de Arafat.
"Las Brigadas Al Aqsa son parte de Fatah, y estamos listos para absorberlas y neutralizarlas, pero antes que esto ocurra debo pedir que Israel garantice su seguridad", dijo. "Si Israel continúa cazándolos y matándolos y haciéndoles la vida imposible, eso no ocurrirá".
Abu Fahdi es un ejemplo. Se unió a Al Aqsa unos cinco meses después del estallido de la insurrección -motivado, dijo, por un oleaje de muertes de civiles durante operaciones militares israelíes en su ciudad natal en Cisjordania, que no quiso que fuera nombrada.
"Los israelíes comenzaron todo esto, invadiendo nuestras ciudades y hogares", dijo.
Los reclutadores eran veteranos, en su infancia o en sus primeros años de adolescencia, de la primera insurrección palestina, que se extendió de 1987 a 1993. En ese conflicto, los jóvenes palestinos que se defendían con piedras -no grupos militantes fuertemente armados ni kamikazes- fueron la fuerza principal.
A comienzos de 2001, Abu Fahdi participó en una decena de ataques contra israelíes, principalmente disparando contra coches en las carreteras de Cisjordania que son usadas fundamentalmente por colonos israelíes. Aunque él ha disparado contra vehículos de manera indiscriminada, recuerda que se horrorizó cuando uno de sus colegas pistoleros logró matar a tres personas de una familia israelí.
Ni él ni la mayoría de sus camaradas en armas, insiste, había pensado que el conflicto se arrastraría durante tanto tiempo ni que causaría tanto dolor en los dos bandos. Las estadísticas sobre las bajas son controvertidas, pero durante la intifada han muerto más de mil israelíes y tres mil palestinos, dejando un número de heridos diez veces mayor.
Desde el principio los civiles se encontraron atrapados en el centro de las tácticas de los militantes palestinos. Abu Fahdi describió el uso de áreas densamente pobladas como coberturas para sus ataques.
"Me incomoda usar la casa de alguien para disparar contra blancos israelíes porque sé que el ejército atacará a las familias de la región o destruirán sus casas", dijo. "Pero pensábamos que era algo que teníamos que hacer a corto plazo, para poder atacar [a los colonos]".
Durante el primer año de la intifada, Israel empezó a usar por primera vez de manera rutinaria armas de guerra tales como tanques, artillería pesada, helicópteros de combate y aviones de guerra F-16 en áreas densamente pobladas de la Franja de Gaza y de Cisjordania. Se las utilizaba según Israel para atacar a militantes palestinos, pero los costes en bajas civiles fueron enormes.
Entretanto, los civiles israelíes fueron los más afectados por los atentados con bomba kamikazes, que alcanzaron un punto álgido en la primavera de 2002 y provocaron la ocupación militar por los israelíes de casi todos los centros poblacionales de Cisjordania.
Con la campaña israelí de detenciones y ‘asesinatos selectivos' que diezmaron las filas de las organizaciones militantes, las organizaciones comenzaron a reclutar cada vez más a adolescentes y mujeres para llevar a cabo ataques. Una joven de 19 años se hizo volar en Jerusalén la semana pasada, matando a dos guardias fronterizos. La semana pasada, las autoridades israelíes anunciaron que habían abortado dos atentados con bomba en el que estaban implicados niños palestinos de 15 años.
Altos oficiales del Ejército israelí dicen que a menos que mantengan un control férreo de las ciudades palestinas se arriesga un recrudecimiento de los atentados kamikaze. Al mismo tiempo, están agudamente conscientes del peligro a largo plazo de mantener a la población en condiciones de opresión.
El general de división Dan Halutz, el vice-jefe del estado mayor del Ejército israelí, fue entrevistado la semana pasada por el diario Yediot Aharonot sobre si Israel mantendría su postura militar -con despliegue de tropas en Cisjordania- en el quinto año de insurrección.
"Sí, y si me pregunta sobre el 2006, también, porque no tengo ninguna indicación de que el conflicto no se alargará hacia un sexto año", respondió.
Aunque encarnizada resistencia a la ocupación israelí ayudó a mantener viva la esperanza de un estado palestino en el centro de la atención mundial, muchos ahora creen que el apoyo público de los atentados con bombas fue un error crucial.
"En el mundo post-11 de septiembre de 2001, eso sólo podría perjudicar a nuestra causa", dijo Manasra, el gobernador de Belén.
Analistas israelíes atribuyen a las ramas militares y de espionaje del gobierno la contención de una altamente motivada insurrección de guerrillas -lo que no es un logro pequeño, como han aprendido las tropas norteamericanas en Iraq-, pero advierten que no hay un substituto de las soluciones políticas de largo plazo.
Dos prominentes periodistas israelíes, Amos Harel y Avi Issacharoff, autores de un polémico libro reciente sobre la intifada, sacaron conclusiones similares sobre los escollos de una victoria de corto plazo. El título del libro es significativo: ‘Cómo ganamos y perdimos la guerra contra los palestinos'.
El conflicto ha coincidido con una serie de fracasadas iniciativas diplomáticas, más notablemente la ‘hoja de ruta' para la paz que fue propuesta con una tremenda fanfarria por el gobierno de Bush, entre otros. En este momento, las conversaciones entre los israelíes y los palestinos se encuentran completamente estancadas, y Sharon no es presionado por Estados Unidos para que vuelva a la mesa de negociaciones.
A pesar del devastador paisaje social que han dejado cuatro años de intentos combates, algunas figuras políticas palestinas creen que la intifada finalmente allanará el camino de reformas fundamentales.
"La primera intifada dio origen a Hamas", dijo el doctor Mustafa Barghouti, dirigente de la Iniciativa Nacional Palestina. "La segunda intifada dará vida a una nueva opción, a una tendencia democrática... Ya se está consolidando una nueva dirigencia".
Pero a pesar de toda esta confusión Arafat ha logrado mantener un firme control del poder y conserva su estatus simbólico a los ojos de muchos palestinos. Sharon continúa amenazando con derrocarlo, pero Estados Unidos ha impedido hasta ahora que ordene su expulsión o asesinato.
El año próximo será crucial para el éxito o fracaso del plan de Sharon de retirarse de la Franja de Gaza. Ambos lados ven posibilidades y peligros en el plan: Una retirada israelí podría proporcionar sea el prototipo de un estado palestino o conducir a una caótica lucha interna entre facciones palestinas.
Pero en Gaza, que es tradicionalmente una región más radical que Cisjordania, grupos tales como Hamas están buscando la manera de transformarse a sí mismos en movimientos políticos antes que continuar como milicias guerrilleras.
Los soldados rasos de la intifada están también re-evaluando sus vidas. La semana pasada, Abu Fahdi estaba hablando con un periodista cuando pasaron por la televisión noticias sobre un atentado con bomba kamikaze. Sacudió la cabeza.
"Yo pensaba que ataques como este acelerarían nuestra victoria", dijo. "Ahora creo que estos atentados sólo acelerarán mi detención o mi muerte".

3 de octubre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh

1 comentario

edú -

Me tiene bastante preocupado la suerte de los arabes en ISRAEl ....niet dus!!!!!