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OTRA CIUDAD IRAQUÍ AL BORDE DEL CAOS - alissa j. rubin


Las tropas norteamericanas han tratado de ganarse la simpatía de los habitantes de Ramadi, pero un aumento de los secuestros y asesinatos la ciudad puede transformarse en otra Faluya.
Ramadi, Iraq. Los insurgentes están secuestrando y asesinando a funcionarios de gobierno, agentes de policía y miembros de la guardia nacional iraquí en una aparente campaña de desestabilización de esta ciudad dominada por los sunníes, la capital de la provincia de Al Anbar, al oeste de Bagdad.
La erupción de atentados amenaza con acabar con el control de Ramadi por el gobierno interino iraquí, a pesar de la presencia, justo en las afueras de la ciudad, de miles de marines y soldados norteamericanos, que respaldan la autoridad del gobierno.
Los tres hijos del gobernador de la provincia fueron secuestrados y liberados sólo después de su renuncia. Más recientemente, el vice-gobernador fue secuestrado y asesinado; su cuerpo fue encontrado este mes. El rector de la universidad regional y los directores provinciales de los ministerios que se ocupan del alcantarillado nacional y de las comunicaciones fueron secuestrados, y diez guardias privados que trabajaban para Estados Unidos han sido asesinados.
Luego están los ominosos carteles que aparecieron en las paredes de las mezquitas hace dos semanas. Dirigidos contra la policía iraquí y los guardias nacionales, decían: "Renuncien o les mataremos".
El objetivo aparente es transformar a Ramadi en un área ingobernable, como la vecina Faluya, donde los insurgentes tienen rienda suelta. De acuerdo a estimaciones norteamericanas, en Ramadi y Faluya vive el 70 por ciento de la población de Al Anbar.
La erosión del orden público en Ramadi ilustra el éxito de los métodos de los insurgentes y los serios problemas que enfrenta el gobierno interino y sus defensores norteamericanos en mantener la estabilidad en Iraq. También amenaza con frustrar los planes de convocar a elecciones nacionales en enero, al menos en las principales ciudades de Al Anbar. Una elección que omita centros poblaciones claves en la región llamada el ‘triángulo suní' perdería una gran parte de su credibilidad.
"No sabemos quiénes son los agresores, ni quién les apoya", dijo el gobernador interino de Ramadi, Mohammed Abid Awad. "¿Son apoyados desde fuera? Nadie lo sabe".
Algunas víctimas han desaparecio sin decir palabra; otras han sido asesinadas, y sus cuerpos han sido abandonados en la calle. Otros aun han renunciado a sus trabajos, temerosos de sufrir un destino similar al de sus colegas.
"Ha habido un montón de secuestros, un montón de asesinatos, en las últimas semanas", dijo el coronel Jerry L. Durrant, de la 1ª Fuerza Expedicionaria de la Infantería de Marina, que supervisa la coordinación de los militares norteamericanos con las fuerzas de seguridad iraquíes. "Nadie en Al Anbar reconoce al gobierno de Bagdad".
Durrant dijo que los jefes de la guardia nacional iraquí se niegan a encontrarse con él en público o a viajar en vehículos militares. Muchos de ellos no llevan el uniforme por temor a ser identificados con las fuerzas de seguridad del gobierno interino.
Ramadi aún no está perdida, aunque se tambalea. Los marines, conscientes de lo que se juega, están tratando de dar apoyo al gobierno loca. Pero están atados de pies y manos, porque asumir un papel muy visible podría poner en peligro las vidas de los funcionarios iraquíes. En su colaboración con el Ejército, los marines están también tratando de realizar pequeños proyectos de reconstrucción que puedan completar rápidamente -un método que espera que haga la diferencia en vecindarios todavía abiertos a la presencia norteamericana.
A diferencia de Faluya, donde las tropas norteamericanas están unos 90 metros dentro de la línea de fuego de la ciudad, hay áreas en Ramadi donde los marines y soldados pueden descender de sus vehículos y hablar con los habitantes y responder a sus preguntas.
"Ramadi tiene un ambiente mucho más positivo", dijo el teniente coronel Mike Cabrey, que dirige una unidad de artillería del Ejército estacionada en Ramadi. "Me gustaría decir que son los trabajos en proyectos civiles los que han hecho la diferencia".
Dijo que en Ramadi se han gastado entre ocho y diez millones de dólares.
También puede deberse al duro trabajo de Cabrey y sus colegas soldados en algunos vecindarios tranquilos. Aunque es un experto de artillería por misión y adiestramiento, Cabrey se ha impuesto la tarea de iniciar proyectos que sean una combinación de dinero y contactos personales. Visita los proyectos en curso tres veces a la semana, de modo que mantiene una relación con la gente a la que su unidad está tratando de ayudar.
No obstante, el control militar norteamericano parece tenue, la insurgencia es persistente y parece que las tropas nadan contracorriente para mantener los vínculos que han forjado con la comunidad.
Como capital provincial con una universidad, Ramadi ha desarrollado una insurgencia de carácter muy diferente a la de Faluya, donde hay muchos más extremistas islámicos, incluyendo wahhabíes y salafistas. Pero Ramadi está bajo la fuerte influencia de las tribus, que piensan que hay muy poco que ganar de la colaboración con los marines.
"Un montón de esos tipos han leído historia", dijo Durrant, recordando un reciente encuentro con los jeques tribales, profesores y hombres de negocios de Ramadi. "Me dijeron que el gobierno de Bagdad es como el gobierno de Vichy en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, y me llamaron nazi varias veces".
El gobierno de Vichy fue instalado por las tropas de la ocupación nazi alemana y controló una enorme región de Francia.
Los ataques han desalentado los esfuerzos por imponer el orden de parte de la policía iraquí y de la guardia nacional, dijeron oficiales de inteligencia de los marines.
"En muchos casos, la intimidación y la presión provoca una falta de acción. Quizás simplemente no te apareces cuando has oído que algo puede pasar en ese lugar", dijo el teniente coronel George Bristol, un oficial de inteligencia de la 1ª División de Infantería de la Marina.
La policía de Ramadi niega que haya problemas. "Las cosas marchan bien en la provincia", dijo el subdirector de la policía, el brigadier Jassim Mohammed Baddaa.
Agentes reclutados, que estaban hace poco podando los arbustos secos en las afueras del cuartel de la policía, dijeron que eran intimidados regularmente pero que no estaban autorizados para hablar con los medios de comunicación.
Tampoco significa que la ciudad no tenga esperanzas.
En el pequeño vecindario conocido como Tamin, o Cinco Kilos, en los lindes occidentales de Ramadi, los vecinos parecen satisfechos con los proyectos norteamericanos para renovar las escuelas, construir una cancha de fútbol y dos clínicas, ampliar la comisaría de policía y reparar una mezquita seriamente dañada.
Hace poco, siete todoterrenos blindados norteamericanos entraron al barrio. No fueron atacados con armas pequeñas, ni explotaron bombas en la calle, y cuando las tropas descendieron de los vehículos, la gente los observó brevemente y continuó con sus actividades de todos los días.
Cabrey llevó consigo a un instructor de la policía militar para que se reuniera con el comandante de la comisaría local, y llevó sacos con medicinas para una de las clínicas.
En la comisaría de policía, a la que los militares estadounidenses proporcionaron 15 vehículos, el comandante, que se identificó a sí mismo como el jefe Saleh, pidió a Cabrey que posara para una fotografía cortando la cinta de la comisaría renovada, de modo que la utilización del edificio fuera oficial.
Se quejó de que las tropas norteamericanas hubieran detenido a algunos de sus hombres cuando estos se encontraban en servicio en las afueras del barrio de Tamim y de haberles requisado las armas. "Es muy delicado ofender la dignidad de un hombre", dijo Saleh.
Cabrey asintió y antes de retirarse se aseguró de que el instructor de policía se comunicara con el subdirector de la policía para obtener más detalles sobre el incidente. "Trataremos de traérselos de vuelta", dijo.
Saleh reconoció que ha habido secuestros de policías en su jurisdicción en el último año, pero dijo que se derivaba de "asuntos tribales". También dijo que se había reunido con varios líderes tribales e imanes y les había explicado por qué aceptaba la ayuda norteamericana.
Cabrey asintió y agregó: "El coronel Saleh se fue a hablar directamente con la comunidad. No sé si otra gente que ha sido atacada está haciendo lo mismo".
Cuando los soldados y marines llegaron a una mezquita, que también está siendo reparada con un subsidio del equipo de Cabrey, no había nadie. Sin embargo, Cabrey reconoció a una niña que cruzaba la calle corriendo. "Es la hija del imán -pregúntele dónde está su padre", dijo.
Unos minutos más tarde el imán salió de su casa, saludó a Cabrey en medio de la calle donde todos los vecinos lo podían ver, y los dos se dirigieron hacia la mezquita. Acordaron que Cabrey dejara ahí las medicinas para que los doctores de la clínica las recogieran al día siguiente.
El imán enseñó a Cabrey el minarete, alto y elegante con azulejos blancos y turquesa y casi terminado. El imán quería que la mezquita y el minarete fueran reparados de modo que fuera lo primero que vieran los viajeros al entrar a Ramadi por el oeste.
De momento, parece que los esfuerzos de Cabrey han dado frutos. Con una población estimada en 6.500 personas en el barrio de Tamim -en una ciudad de unos 400.000 habitantes- es también una medida de los medios que se necesitarán en las aldeas y barrios del Triángulo Sunní si Estados Unidos quiere mantener la confianza y atemperar la insurgencia.
Raheem Salman contribuyó este reportaje.

28 de septiembre de 2004
7 de octubre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh

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