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MIRANDO LAS COSAS CON SADDAM HUSSEIN - bob drogin


Un informe de la CIA dice que el presidente iraquí asumió que la agencia sabía que él no tenía armas prohibidas. Hussein pensaba que Estados Unidos e Iraq podían ser aliados en Oriente Medio.
Washington, Estados Unidos. Saddam Hussein estaba convencido de que había ganado la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.
Y cuando después de la guerra destruyó sus armas de destrucción masiva, estaba convencido de que la CIA lo sabía.
Como resultado, consideró los 12 años de resoluciones de Naciones Unidas, de sanciones comerciales y amenazas de guerra como una farsa para humillarlo.
En opinión de Hussein, Washington y Bagdad deberían haber sido aliados. Podría haber ayudado a poner freno a las ambiciones nucleares de Irán y a resolver el conflicto palestino-israelí. Ofreció transformarse en el "mejor amigo de Estados Unidos en la región". Estaba seguro de que las tropas norteamericanas no invadirían nunca Iraq.
La visión distorsionada del mundo de Saddam Hussein es descrita en vívidos detalles en el informe publicado la semana pasada, de Charles A. Duelfer, el jefe de los inspectores de armas de la CIA. El documento se basa en una variedad de fuentes, incluyendo interrogatorios a Hussein mismo. Una detenida lectura del informe, junto con entrevistas con agentes del servicio secreto y expertos externos, arroja nuevas luces sobre qué pensaba Hussein en los prolegómenos de la invasión estadounidense en 2003.
Duelfer dice que para que los norteamericanos entiendan la desconcertante decisión de Hussein de desafiar las resoluciones de Naciones Unidas y enfrentarse a la posibilidad de un desastre, deben "mirar el universo desde el punto de vista de Saddam".
Sin embargo, lo inverso es también verdad. Si Hussein no entendió a Occidente, está claro que desde 1991 sucesivos gobiernos en Washington proyectaron sus propios prejuicios y errores sobre Hussein. También ellos tenían una visión distorsionada. Vieron evidencias de armas prohibidas donde no las había. No percibieron señales que ahora parecen obvias. El presidente Bush, por ejemplo, insistió antes de la guerra que el fracaso de los equipos de Naciones Unidas en encontrar alguna evidencia de armas químicas, biológicas o nucleares a pesar de 731 inspecciones en los cuatro meses previos a la invasión simplemente probaban que Hussein las estaba escondiendo -no que ellas no existieran.
"A veces me pregunto qué región del mundo sí entendemos", filosofó un funcionario del Pentágono que ha estudiado durante largo tiempo el régimen de Hussein.
Claramente Duelfer batalló con el rompecabezas de años de comunicaciones distorsionadas entre dos adversarios. Buscando claridad entre realidades alternates en Washington y Bagdad, su informe se lee a veces como una entrega de ‘La dimensión desconocida'.
Para entender a Hussein, escribe Duelfer, uno debe dar un paso atrás en "la realidad y en el tiempo. Podríamos recabar el flujo de imágenes, sonidos, sentimientos e incidentes que pasaron por la mente de Saddam y proyectarlas en un planetario... Los incidentes fluirían ante el lector, como fluyeron ante Saddam".
Duelfer exhorta al lector olvidar las imágenes que retratan a Hussein como un payaso. En la mente del dictador, él era el último de una línea de grandes líderes, tales como Hammurabi, Nabucodonosor y Saladino.
"Saddam veía admiración en las multitudes que lo vitoreaban cuando disparaba un rifle por sobre sus cabezas -no lo que nosotros, occidentales, no vemos de la misma manera, y lo que vemos es a un tipo con un sombrero ridículo y disparando un arma insensatamente", escribe Duelfer. Imagine lo que pensaba el dictador, agrega, cuando él veía a Bush en televisión "llamándolo loco".
Duelfer lleva una década estudiando a Hussein, primero como jefe adjunto del equipo de inspección de armas de Naciones Unidas y luego como investigador jefe de Estados Unidos en Iraq. Su informe de 960 páginas se basa en 16 meses de trabajo en Iraq, entrevistas con Hussein y la mayoría de sus principales asesores y científicos, y una revisión de unos 40 millones de páginas de documentos requisados en Iraq.
Un solo agente del FBI realizó todos los interrogatorios norteamericanos a Hussein desde que este fuera capturado en diciembre y recluido en régimen de confinamiento solitario en una celda de una base militar estadounidense en las afueras de Bagdad. Según los informes, Hussein se ha mostrado lúcido, racional y reflexivo durante meses de sesiones.
"Sería más fácil de entender si realmente estuviera chiflado", dijo un antiguo funcionario de inteligencia que ha leído muchos de los informes y que habló a condición de conservar el anonimato. "No hay nada de lo que puedas leer en las entrevistas que te haga pensar que este tipo tiene un tornillo suelto".
Pero el antiguo funcionario dijo que los interrogatorios a Hussein eran frustrantes para aquellos que estaban tratando de entender los motivos y decisiones del derrocado dictador -así como el recurso del régimen a la tortura, los asesinatos y las matanzas.
"Tú esperarías que explicara por qué hizo lo que hizo, o qué estaba pensando cuando hizo todas esas cosas estúpidas", dijo. "Pero no nos entrega información sobre esas cosas. No nos ha revelado mucho... Es como tener a Hitler en el diván, sin que te diga nada sobre los campos de concentración".
El antiguo agente dijo que la CIA no entendió nunca que Hussein estaba blufeando sobre sus armas, que había abandonado hacía largo tiempo, principalmente con la intención de disuadir a Irán, el enemigo de toda la vida de Iraq. Para Hussein, las supuestas actividades de Teherán para obtener armas nucleares que se le negaban a él, representaban un peligro inaceptable para su país y una amenaza a su legítimo lugar en la historia.
Agentes de la CIA oyeron atroces amenazas en los bombásticos discursos de Hussein. Asumieron que las armas prohibidas estaban en camiones y en edificios a los que no tenían acceso. Creyeron en desertores con nombres en clave como ‘Curveball' y ‘Red River', que les dijeron lo que querían oír. Razonaron que Hussein no estaría aguantando las sanciones de Naciones Unidas y perdiendo un estimado de 100 billones de dólares de intercambios comerciales, si no tuviera nada que ocultar.
Al final, el bluf de Hussein le salió por la culata. La incapacidad de Washington de darse cuenta de que era un bluf tendría un enorme impacto para ambos países.
El error de Hussein "fue uno de los errores de cálculo más garrafales de la historia", dijo el antiguo agente. "Incluso peor que el nuestro al no comprender lo que estaba haciendo... Nosotros estamos acostumbrados a gente que hacen lo imposible para pretender que no tienen cosas malas. Pero no habíamos conocido nunca antes a alguien que hiciera lo imposible para pretender que sí las tenía. Sé que decía que no las tenía [las armas prohibidas], pero todas sus acciones apuntaban a que sí las tenía".
En opinión de Hussein, la prioridad de Estados Unidos en la región era asegurarse de que la Revolución Islámica de Irán no se extendiera a otros países y entregar a los radicales clérigos chiíes el poder completo sobre el suministro global de petróleo. Estaba convencido de que los intereses nacionales de Washington consistían en contener el programa de armas nucleares de Irán, no en derrocar su régimen. En realidad, dependía de eso.
David Kay, que precedió a Duelfer como jefe de los sabuesos de armas de Naciones Unidas, dijo que preguntó a Tarik Aziz, el antiguo primer ministro adjunto de Iraq, en un interrogatorio el año pasado, por qué Hussein no conservó sus armas ilícitas si le preocupaban tanto los proyectos de Irán de fabricar una bomba atómica. "Dijo que cada vez que trataron este asunto con Saddam, él dijo: ‘No debemos preocuparnos de Irán, porque si resulta ser lo que pensamos, los israelíes o los americanos se ocuparán de ellos'", dijo Kay. "En otras palabras, esperaba que nosotros diéramos cuenta de su enemigo".
Azis dijo que Hussein obtenía sus noticias de los servicios de radio en lengua árabe de la BBC y de Voz de América. Pero Hussein mostraba más interés en libros y en noticias sobre líderes árabes rivales. Resentía especialmente a los gobernantes saudíes por sus lazos con los norteamericanos.
La propia visión de Hussein sobre Estados Unidos era encontrada. En su opinión, él era un líder heroico que había ganado prestigio en el mundo árabe por haber retado a la única superpotencia. Pero Hussein dijo a sus asesores que sería igualmente prestigioso transformarse en un aliado de Estados Unidos. Por eso utilizó a diplomáticos de Naciones Unidas, periodistas y otros para llevar de vuelta ofrecimientos para mejorar las relaciones con Washington.
"Pensaban realmente que se podía llegar a un acuerdo", dijo un antiguo agente de la CIA que fue contactado por un importante oficial iraquí poco antes de la invasión en marzo de 2003. "Pensaba que el juego de poder terminaría. No podía creer que eliminaríamos a su país del mapa. Así es como lo veía él".
Todos los intentos de Hussein fueron rechazados y es imposible saber si era serio acerca de cooperar con Washington. Pero se quejó ante un interrogador de que "no le dieron ninguna oportunidad porque Estados Unidos se negó a escuchar lo que Iraq tenía que decir".
El doctor Jerrold M. Post, un psiquiatra que ha hecho un retrato de Hussein para la CIA, dijo que Hussein "no es psicótico". Pero dijo que el dictador tenía pocas experiencias recientes fuera de Iraq y tenía una visión distorsionada del mundo.
"Pensaba que las amenazas reales que profería Occidente eran un tipo de hipérbole de las que a menudo se profieren en el mundo árabe", dijo Post. "Y estaba rodeado de aduladores que le decían lo que él quería oír, no lo que debía saber".
Un interrogatorio de Ali Hassan Majid, un alto directivo conocido como ‘Alí el Químico' por su supuesto rol en el uso de gas venenoso para masacrar a los kurdos iraquíes en 1988, ilustró el punto. Cuando le preguntaron cómo había reaccionado Hussein ante las malas noticias, Majid indicó que él "no conocía ningún ejemplo de nadie que le llevara malas noticias a Saddam", de acuerdo al informe de Duelfer.
El segundo hijo de Hussein y su heredero aparente, Qusai, no era mejor. El antiguo comandante de la división Nabucodonosor de la Guardia Republicana dijo a un interrogador de Estados Unidos que Qusai "pensaba que la mayoría de nosotros éramos payasos. Pretendíamos que estábamos ganando y nunca dimos informaciones verdaderas sobre lo que estaba pasando en este planeta... Todo comandante que dijera la verdad perdería la cabeza".
Irónicamente, Saddam Hussein mal interpretó las intenciones de Estados Unidos en parte porque creía que la CIA era un mejor servicio secreto de lo que demostró ser. Altos personeros dijeron a interrogadores que Hussein estaba convencido de que el servicio secreto estadounidense sabía que él no tenía armas ilegales.
Hussein dio por sentado que la CIA había infiltrado su régimen, del mismo modo que su propio servicio de inteligencia usaba escuchas telefónicas, cámaras ocultas e informantes para espiar a los equipos de inspección de armas de Naciones Unidas.
Estaba equivocado. En julio, el Comité para la Inteligencia del Senado informó que la CIA no había tenido informantes ni espías en Iraq durante los cinco años previos a la guerra.
"Saddam creía en el mito de la CIA", dijo Robert Baer, un antiguo agente de la CIA que trabajó en el norte de Iraq. "Realmente pensaba que sabíamos lo que estaba pasando en su régimen. No podía creer que no tuviéramos fuentes".
Otros iraquíes también creyeron en la CIA. Duelfer cuenta cómo un alto funcionario del régimen, Abdel Tawab Mullah Huweish, comenzó a preocuparse de que Hussein estuviera escondiendo armas prohibidas después de que Bush mencionara a Iraq como parte del ‘eje del mal' en enero de 2002.
"Huweish no podía entender cómo Estados Unidos podría amenazar a Iraq en términos tan severos y amenazantes a menos que tuviera informaciones irrefutables", escribe Duelfer.
Por otro lado, los iraquíes entendían demasiado bien las ideas de Estados Unidos. Los líderes más importantes del régimen "tenían una mejor comprensión de cómo veía Occidente sus proyectos, que al revés", concluye Duelfer.
En los años noventa, cuando las tensiones entre Iraq y la comunidad internacional vivían altibajos, analistas de Estados Unidos estudiaron imágenes de satélites espías e identificaron edificios prominentes del régimen como blancos potenciales para ser atacados con misiles de crucero. Estados Unidos lanzó ataques limitados ocasionalmente, apuntando a instalaciones balísticas y supuestamente laboratorios de armas.
Pero funcionarios iraquíes entendieron rápidamente la estrategia estadounidense y desocuparon muchos de los sitios de los equipos y archivos clave antes de los ataques, según Duelfer.
Más de una década de bombardeos periódicos estadounidenses y británicos de instalaciones anti-aéreas iraquíes, instalaciones militares y de comunicaciones en las zonas prohibidas en el norte y sur de Iraq valían la pena para Hussein. Tarde o temprano, pensaba el dictador, derribaría a algún avión.
"Era una batalla que estaba librando con resultados muy favorables", escribe Duelfer. "Le costaba a Estados Unidos un montón, y él no incurría casi en ningún coste, y podía librar la batalla indefinidamente".
En otros casos, funcionarios estadounidenses simplemente interpretaron erróneamente los datos de inteligencia de alta tecnología de que disponían.
El 5 de febrero de 2003, por ejemplo, el ministro de Asuntos Exteriores, Colin L. Powell, apareció ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para defender la argumentación del gobierno para hacer la guerra. Hizo escuchar una cinta de una llamada telefónica que dijo que había sido interceptada el 30 de enero entre un oficial de la Guardia Republicana y un subalterno en el terreno. De acuerdo a Powell, el oficial dio órdenes de "limpiar todas las áreas, las áreas de desechos, las abandonadas. Asegúrense de que no quede nada".
Powell dijo que la cinta probaba que Hussein estaba ocultando "la presencia de armas de destrucción masiva". Los investigadores estadounidenses nunca encontraron a esos oficiales. Pero concluyeron que Powell había interpretado mal la cinta. La llamada giraba sobre materiales del programa de armas largo tiempo caduco de 1991 de Iraq, no de armas nuevas.
De hecho, el 25 de enero, cinco días antes de que la llamada fuera interceptada, un importante funcionario del régimen se reunió con los líderes militares de la Guardia Republicana y les advirtió que "el gobierno los haría responsable" si los inspectores de Naciones Unidas encontraban algunos de los viejos materiales en sus áreas "o si quedaba ahí algo que arrojara dudas sobre la cooperación de Iraq".
Hasta los últimos meses, Hussein estuvo convencido de que Bush no invadiría. Le dijo a sus asesores que Estados Unidos todavía estaba sufriendo del "síndrome de Vietnam".
"Probablemente no pensaba que estaría vivo a esta altura", dijo Kay, el antiguo inspector de armas de Estados Unidos. "Probablemente se interroga todos los días sobre qué salió mal".

13 de octubre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh

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