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ropas indias, pero no en la oficina


[Juan Forero] Soplan nuevos vientos en Bolivia, el país con más población india de América. Pero aunque aumentan los festivales folclóricos, las chicas ya no usan la tradicional pollera.
La Paz, Bolivia. No hace mucho tiempo, Esther Rodríguez se transformó en el tópico de conversación de La Paz cuando con su delicada belleza y espléndido atuendo, completo con sombrero hongo y una falda de varias capas, ganó el concurso de belleza de mujeres indígenas de la ciudad.
Su coronación como Miss Cholita Paceña fue celebrada en todos los diarios. Pero poco después los mismos diarios ‘desenmascararon' a Rodríguez al revelar que nunca usó la pollera, la tradicional y suelta falda que llevan las mujeres indias, en la universidad.
"Nadie está obligado a vestirse de alguna manera particular", dijo Rodríguez, 23, defendiéndose enérgicamente.
El episodio llamó la atención sobre una tendencia poco comentada pero significativa en el país más indio de América Latina: una nueva generación de mujeres indígenas, urbanas y profesionales, que respetan las tradiciones del pasado pero aceptan la moderna Bolivia, incluyendo su ropa occidental.
"Mi madre lleva una pollera; también mi abuela", explicó Rodríguez, vestida para la entrevista con la pollera verde que llevó durante el concurso, en el mercado donde trabaja. "No la llevo porque estudio aquí en la ciudad".
La ropa llevada por las mujeres indias del altiplano data de los tiempos coloniales, cuando los españoles obligaron a los indios a abandonar sus atuendos tradicionales y usar las ropas entonces populares en España. La práctica continuó incluso después de que los revolucionarios abolieran la monarquía a principios del siglo 19, y ha evolucionado de acuerdo a las modas del día.
Hoy, muchas indias ven la adopción de las anticuadas faldas y sombreros como un acto de poder que se extiende cada vez más ahora que en los últimos años la cultura india de Bolivia ha dejado ver su poder político.
"La llevamos porque es parte de nuestra cultura", dijo María Eugenia Roque, en sus treinta y que a menudo lleva una pollera. "Es de donde venimos. Esa nuestra historia, nuestra identidad".
Pero incluso en este país, donde quizás el 70 por ciento de sus 9 millones de habitantes el de origen indio, el futuro de la pollera y del sombrero hongo está lejos de estar asegurado.
Nadie predice el abandono de la tradición. De hecho, las ventas están más altas que nunca, gracias a la creciente popularidad de los festivales indígenas y los concursos de polleras. Pero ahora que las mujeres indígenas viven crecientemente en las ciudades y un número cada vez más alto estudia en las universidades y se introduce en la clase profesional, la ropa del pasado se reserva a menudo para ceremonias y fiestas especiales.
"Si una joven quiere otra vida, si quiere sacar un diploma en derecho o ir a la facultad de medicina, no puede ir vestida como chola", explicó David Mendoza, director del museo cultural de La Paz, Tambo Kirkincho, que incluye una exposición de atuendos indios. "La mayoría de las mujeres que han tenido éxito, dejan de usar la pollera".
Para algunas mujeres indígenas es una cuestión de estilo y de moda. "Yo no me vestiría así", se burla Alison Cruz, 17, que trabaja en la tienda de su padre, Sombreros Princesa, que vende sombreros hongo tradicionales. "A veces me lo pongo para mirarme en el espejo, pero nunca saldría a la calle de esa manera. No quiero que la gente me vea vestida así. Me gusta como me veo ahora".
Los costes también son un problema. Si una chola se quiere vestir para causar impacto, el precio puede ser prohibitivo.
Un sombrero de primera calidad cuestas 200 dólares, más de lo que la mayoría de los bolivianos gana en un mes. Y una pollera a la moda puede llegar a costar 50 dólares. Todas las cholitas saben además que el atuendo debe ir acompañado de las más refinadas joyas de oro, haciéndolo aún más caro.
"Es como llevar un traje de Armani", dice Patricia Yujra, una tendera que vende todo tipo de polleras. "Tienes que tener las mejores joyas, asegurarte de que todo esté bien. Es muy importante".
Los sombreros son probablemente los más intrincados, y ciertamente los accesorios más notables. Hechos de lana con un ribete de cuero por artesanos indígenas, son tan valiosos que las mujeres los envuelven en bolsas de plástico para protegerlos de la lluvia.
"Las cholitas quieren la pollera, los zapatos, el peinado correcto", explica Julio Cruz, el propietario de Sombreros Princesa. "Quieren verse como princesas. Quieren verse guapas".
Sin embargo, mientras que los negocios marchan bien, sabe que puede no durar toda la vida, como le dijo su hija. En realidad, si hablas con cualquier chola de edad mediana y su hija, verás que hay una brecha generacional.
"Nosotros nos vestimos así", dice Juana Pérez, 55, que se ve impecable con su sombrero hongo, fino chal negro, zapatos blancos y pollera burdeos. Sus seis hijas, dijo, llevan la pollera sólo en fiestas.
"Las chicas no quieren usar esta ropas hoy", dijo. "¿Y sus hijos? No creo que les guste llevarlas, tampoco".
Pero Rodríguez, la reinante Miss Cholita Paceña, dice que las mujeres de su generación respetan esa tenida. En las fiestas y en los festivales, dijo, usará encantada la pollera y el sombrero hongo.
Empero, los tiempos han cambiado, y un buen par de vaqueros y un suéter son las opciones favoritas para ir a clases o caminar por las empinadas calles de La Paz.
"Alguna gente no quiere dejarlo atrás", dijo Rodríguez. "Pero si vas a la universidad, no verás a ninguna chica con pollera".

14 de octubre de 2004
15 de octubre de 2004
©new york times
©traducción mQh

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