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EL ARTE DE ROBAR LAS ELECCIONES - robert kuttner


El grave peligro de que Bush nuevamente se robe las elecciones, como en 2000, ha alertado a grupos civiles y a parte de la prensa. Para evitarlo, Kerry debería ganar con una más que holgada diferencia de votos.
Los republicanos se han propuesto robar las elecciones de 2004 -antes, durante y después del día de la votación. Antes, empleando trucos mañosos como las purgas maliciosas de las listas de votantes, el uso de grupos de inscripción compuestos por matones para destruir las inscripciones demócratas y la represión de las iniciativas demócratas para inscribir a votantes, especialmente negros y estudiantes.
En el día de la elección mismo, los republicanos intentarán intimidar a los electores de la minoría instalando a observadores que les amenazarán con llevarles a tribunales si ocurre algún desperfecto técnico con sus carnés de identidad, y volverán a usar fallas técnicas para sacar ventaja partidista.
Pero el más serio ataque contra la democracia misma es probable que ocurra después del día de la elección. He aquí mi simple predicción: si ninguno de los dos candidatos gana concluyentemente, el equipo de campaña de Bush reunirá suficientes amenazas de recusación en suficientes estados para que no sepamos, ese día por la noche, quién ganó las elecciones.
La derecha descubrió una estratagema en el 2000, que se puede transformar en un trámite normal en elecciones reñidas: lograr que la elección termine en tribunales, ya que todos los tribunales conducen a la Corte Suprema, y la Corte Suprema, como nos enteramos en 2000, puede anular los veredictos de los tribunales y nombrar ella misma al presidente.
Este año se presta incluso mejor para el fraude, porque la Ley de 2000 ‘Ayuda a Estados Unidos a Votar', una ‘reforma' escrita en lo fundamental según propósitos republicanos, hizo más duros los requisitos del carné de identidad. También dio a los votantes la posibilidad de depositar papeletas ‘provisionales' si sus nombres no aparecen en las listas. Es una buena idea, pero alguien, y en última instancia un tribunal, debe decidir si pueden votar, y eso es casi imposible de resolver el día de las elecciones.
Además, los estados están experimentando con una variedad de nuevos sistemas de votación para evitar que se repitan los malfuncionamientos técnicos que facilitaron que los republicanos se robaran los votos de Florida en el 2000. Y digo bien al usar la palabra ‘experimento', ya que gran parte de esta tecnología no estará lista para el día de la elección.
En nuestros sistemas de votación ahora tenemos una mezcla de amateurismo brujeril del siglo diecinueve y tecnología del siglo 21 que aún no es fiable. Los embrollos técnicos funcionan como una palanca para el asalto contra la votación.
Hubo una época en que eran los demócratas los que de vez en cuando se robaban las elecciones. Lyndon Johnson muy probablemente se robó la victoria de 1948 en las primarias demócratas de Tejas, que lanzaron su carrera senatorial. El presidente Kennedy incluso hacía bromas sobre el notorio amaño de votos en Chicago, que muy posiblemente inclinó la balanza de Illinois a su favor en 1960. (Sin Illinois habría ganado en la Junta Electoral por un margen muy estrecho).
Fue Richard Nixon, ese canalla entre los canallas, el que resistió la tentación de iniciar una recusación de los resultados de Illinois porque pensó que el país no lo toleraría. Me imagino anhelando en esos días en que teníamos líderes republicanos tan éticos como Nixon.
Pero los días en que la máquina demócrata urbana hacía votar a gente muerta pertenecen al pasado. La prensa ha informado de casos aislados de fraude, tales como unos pájaros migratorios que han tratado de inscribirse en varios estados. Pero una comparación objetiva de los abusos electorales este año revela que mientras un partido está gastando energía para inscribir a tantos partidarios como sea posible y asegurarse de que sus votos sean contabilizados, el otro está también inscribiendo a sus partidarios pero al mismo tiempo tratando de manera sistemática de impedir que la oposición deposite sus votos en las urnas. No hay una trama demócrata comparable de supresión de votos.
Quizás deberíamos invitar a observadores electorales de Afganistán e Iraq.
Corremos el riesgo de no saber quién ganó las elecciones sino hasta que se reúna la Junta Electoral en diciembre, y quizás ni siquiera entonces, si los resultados de las elecciones terminan en los tribunales. No está ni siquiera claro si el árbitro supremo será la Corte Suprema o la Cámara de Diputados.
Si los tribunales usurpan el derecho de la gente a elegir al presidente, y George Bush nuevamente se roba las elecciones, se producirá con toda seguridad una crisis constitucional y una crisis de legitimidad.
Pero ¿qué pasaría si tenemos una crisis constitucional y nadie se aparece? El resultado más terrible de todos sería la pasividad del público, como en 2000. Eso confirmaría que el robo de nuestra democracia ha sido definitivo.
Llámenme, si quieren, partidista, pero el mejor seguro contra este terrible resultado sería que Kerry ganara con tanta diferencia de votos que ni siquiera Karl Rove se animara a montar una conspiración. Una carrera apretada invitaría al desastre. Y si Bush gana con holgura, entonces la democracia tendrá otros problemas.

Robert Kuttner es el coeditor de The American Prospect. Su columna aparece regularmente en Globe.

20 de octubre de 2004
©boston globe
©traducción mQh

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