bush contra las tiranías
[Andrés Oppenheimer] La nueva cruzada del Presidente George W. Bush contra las tiranías ha sido recibida con previsible escepticismo en América Latina, donde muchos creen que será utilizada para imponer los intereses de Estados Unidos en el mundo a punta de pistola. Me temo que, si Bush no le hace algunos retoques a su discurso, puede terminar siendo contraproducente.
En el discurso inaugural de su segundo mandato, Bush introdujo un nuevo elemento en su política al señalar que el futuro de la democracia en Estados Unidos está ligado a la expansión de la libertad en el resto del mundo. O sea, convirtió la causa de la libertad en el exterior en una prioridad de la seguridad nacional de Estados Unidos. Llámenlo internacionalismo democrático, si quieren.
''La sobreviviencia de la libertad en nuestro país depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras'', dijo Bush. ``Los intereses vitales de Estados Unidos y sus creencias más profundas son ahora una sola cosa''.
Para ser justos, Bush especificó más adelante en su discurso que ''Estados Unidos no impondrá nuestro estilo de gobierno a quien no lo quiera''. Pero esa línea quedó totalmente eclipsada por sus repetidos llamados a propagar las libertades fundamentales a todo el planeta.
''S.O.S.: Hay un loco en la casa Blanca'', tituló el periódico de izquierda argentino Página 12. El diario O Globo, de Brasil, encabezó su primera plana con el título ''Bush admite usar armas para terminar con la tiranía''. Los periódicos conservadores de la región titularon con leyendas más sobrias, como ``Bush lanza cruzada contra la tiranía''.
Pero mientras la nueva doctrina de Bush era aplaudida en Colombia, América Central y muy posiblemente por una buena parte del pueblo venezolano y cubano que no comulga con sus respectivos gobernantes, probablemente producirá más ansiedad que buena voluntad en otros países latinoamericanos.
En primer lugar, al poner los reflectores del mundo en su nueva doctrina, Bush ha aumentado los temores en los países, que ya lo veían como un cowboy, de que podría iniciar acciones militares unilaterales contra otros países en nombre de la libertad.
Hasta hace poco, pocos países democráticos se inquietaban cuando Estados Unidos criticaba a dictadores trogloditas como los que gobiernan en Cuba, Corea del Norte o Irán. Pero la decisión de Bush de ir a la guerra contra Irak sin la luz verde de las Naciones Unidas cambió las cosas. Ahora, hasta socios de Estados Unidos como México y Chile están en guardia permanente contra cualquier cosa que huela a posibles medidas unilaterales norteamericanas.
''Esto va a producir una reacción defensiva en la región'', me comentaba un republicano bien situado, que se describe como un ''halcón pragmático'', poco después del discurso de Bush. ``Va a hacer que todas nuestras propuestas políticas suenen sospechosas''.
Como ejemplo, el conservador pragmático que me hizo el comentario señaló que ahora será más difícil para el gobierno de Bush conseguir apoyo para su candidato a secretario general de la Organización de Estados Americanos, el ex presidente salvadoreño Francisco Flores.
Flores, un reformador de ideas modernas, es visto por muchos países latinoamericanos como demasiado cercano a Bush. Sus adversarios argumentarán ahora que se hace más imperativo que antes elegir un jefe de la OEA que pueda ponerle frenos al presidente de Estados Unidos.
En segundo lugar, al centrar la atención mundial sobre la necesidad de terminar con la opresión en países como Irán o Cuba, Bush se expone a mayores críticas por no tratar con similar dureza a socios totalitarios de Estados Unidos como Pakistán o Arabia Saudí.
La prensa mundial pondrá más atención que nunca a las contradicciones en la política norteamericana. Si Bush no denuncia los abusos a los derechos humanos en Pakistán como lo hace en Irán, habrá más presidentes que lo acusarán de hipocresía y cuestionarán la totalidad de su ofensiva por la democracia.
Bernard Aronson, ex jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado a principios de la década de los noventa, no comparte mis temores. ''La principal crítica de los latinoamericanos será que, desde su propia experiencia, la democracia es necesaria, pero no suficiente, y de que nos estamos olvidando de la agenda antipobreza'', me señaló.
Puede ser. Quizás me esté tomando el discurso de Bush demasiado a pecho y la nueva doctrina no sea más que una combinación de propuestas idealistas con un intento de justificar la guerra de Iraq retroactivamente para que quede mejor en los libros de historia.
Pero la percepción en el mundo es que Bush ha lanzado una cruzada. Si no la lleva a cabo con coherencia --y dejando bien claro que lo intenta hacer mediante la diplomacia multilateral-- podría terminar devaluando ante los ojos del mundo los conceptos de ''libertad'' y ''democracia'' que nos han guiado por varias generaciones.
30 de enero de 2005
©nuevo herald
''La sobreviviencia de la libertad en nuestro país depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras'', dijo Bush. ``Los intereses vitales de Estados Unidos y sus creencias más profundas son ahora una sola cosa''.
Para ser justos, Bush especificó más adelante en su discurso que ''Estados Unidos no impondrá nuestro estilo de gobierno a quien no lo quiera''. Pero esa línea quedó totalmente eclipsada por sus repetidos llamados a propagar las libertades fundamentales a todo el planeta.
''S.O.S.: Hay un loco en la casa Blanca'', tituló el periódico de izquierda argentino Página 12. El diario O Globo, de Brasil, encabezó su primera plana con el título ''Bush admite usar armas para terminar con la tiranía''. Los periódicos conservadores de la región titularon con leyendas más sobrias, como ``Bush lanza cruzada contra la tiranía''.
Pero mientras la nueva doctrina de Bush era aplaudida en Colombia, América Central y muy posiblemente por una buena parte del pueblo venezolano y cubano que no comulga con sus respectivos gobernantes, probablemente producirá más ansiedad que buena voluntad en otros países latinoamericanos.
En primer lugar, al poner los reflectores del mundo en su nueva doctrina, Bush ha aumentado los temores en los países, que ya lo veían como un cowboy, de que podría iniciar acciones militares unilaterales contra otros países en nombre de la libertad.
Hasta hace poco, pocos países democráticos se inquietaban cuando Estados Unidos criticaba a dictadores trogloditas como los que gobiernan en Cuba, Corea del Norte o Irán. Pero la decisión de Bush de ir a la guerra contra Irak sin la luz verde de las Naciones Unidas cambió las cosas. Ahora, hasta socios de Estados Unidos como México y Chile están en guardia permanente contra cualquier cosa que huela a posibles medidas unilaterales norteamericanas.
''Esto va a producir una reacción defensiva en la región'', me comentaba un republicano bien situado, que se describe como un ''halcón pragmático'', poco después del discurso de Bush. ``Va a hacer que todas nuestras propuestas políticas suenen sospechosas''.
Como ejemplo, el conservador pragmático que me hizo el comentario señaló que ahora será más difícil para el gobierno de Bush conseguir apoyo para su candidato a secretario general de la Organización de Estados Americanos, el ex presidente salvadoreño Francisco Flores.
Flores, un reformador de ideas modernas, es visto por muchos países latinoamericanos como demasiado cercano a Bush. Sus adversarios argumentarán ahora que se hace más imperativo que antes elegir un jefe de la OEA que pueda ponerle frenos al presidente de Estados Unidos.
En segundo lugar, al centrar la atención mundial sobre la necesidad de terminar con la opresión en países como Irán o Cuba, Bush se expone a mayores críticas por no tratar con similar dureza a socios totalitarios de Estados Unidos como Pakistán o Arabia Saudí.
La prensa mundial pondrá más atención que nunca a las contradicciones en la política norteamericana. Si Bush no denuncia los abusos a los derechos humanos en Pakistán como lo hace en Irán, habrá más presidentes que lo acusarán de hipocresía y cuestionarán la totalidad de su ofensiva por la democracia.
Bernard Aronson, ex jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado a principios de la década de los noventa, no comparte mis temores. ''La principal crítica de los latinoamericanos será que, desde su propia experiencia, la democracia es necesaria, pero no suficiente, y de que nos estamos olvidando de la agenda antipobreza'', me señaló.
Puede ser. Quizás me esté tomando el discurso de Bush demasiado a pecho y la nueva doctrina no sea más que una combinación de propuestas idealistas con un intento de justificar la guerra de Iraq retroactivamente para que quede mejor en los libros de historia.
Pero la percepción en el mundo es que Bush ha lanzado una cruzada. Si no la lleva a cabo con coherencia --y dejando bien claro que lo intenta hacer mediante la diplomacia multilateral-- podría terminar devaluando ante los ojos del mundo los conceptos de ''libertad'' y ''democracia'' que nos han guiado por varias generaciones.
30 de enero de 2005
©nuevo herald
1 comentario
Aitor -