las chicas torturadoras
[Maureen Dowd] Para cuando los republicanos de la Cámara habían terminado con él, Bill Clinton debe haber pensado que la tanga era un instrumento de tortura. Para el gobierno de Bush, lo es.
Washington, Estados Unidos. Un ex sargento del Ejército norteamericano que trabajó como intérprete de árabe en Guantánamo, ha escrito un libro que descorre el velo de las increíbles maneras en que las interrogadoras usaron una tóxica combinación de sexo y religión para tratar de quebrar a los detenidos musulmanes en el campo de prisioneros estadounidense en Cuba. No es solamente repugnante. Es increíble.
El gobierno de Bush no se preocupa nunca de nada. Pero estas misioneras y celosas defensoras de los valores deberían preocuparse del alma estadounidense. El presidente nunca menciona a Osama, pero sigue utilizando el 11 de septiembre como una justificación de políticas estadounidenses que violan las reglas y muestran lo peor de nuestros instintos.
"Realmente he tenido problemas con esto porque los detenidos, sus familias y gran parte del mundo piensan que esta es una guerra de religión basada en algunas de las técnicas usadas, aunque no es así", dijo a la Associated Press AP el antiguo sargento Erik R. Saar, de 29 años. La AP obtuvo una copia del manuscrito de su libro, considerado clasificado y pendiente de una revisión del Pentágono.
Para qué sirve que el presidente Bush hable con respeto del islam e insista en que la de Iraq no es una guerra religiosa si el Pentágono denigra la ley musulmana -permitiendo a sus interrogadoras que traten de hacer hablar a los hombres musulmanes en sesiones de interrogatorio nocturnas con tocamientos sexuales, muestras de falsa sangre menstrual y desfilando en minifaldas, camisetas apretadas, sujetadores y tangas eróticas?
Es como una película mala, The Geneva Monologues'. Nada más que sadismo, sin masoquismo.
La AP observó que "algunos prisioneros de Guantánamo que han sido dejados en libertad dicen que fueron atormentados por prostitutas'".
Saar escribe sobre lo que llama prácticas "inquietantes" durante su período en Guantánamo de diciembre de 2002 a junio de 2003, incluyendo esta anécdota contada por Paisley Dodds, reportera de la AP.
Una interrogadora que quería subir la temperatura de un detenido saudí de 21 años que había supuestamente seguido un curso de pilotaje en Arizona antes del 9 de septiembre se sacó el uniforme para mostrar una ajustada camiseta. Empezó a insultar al prisionero -que estaba rezando con los ojos cerrados- mientras se tocaba los senos, los aplastaba contra la espalda del saudí y comentaba su aparente erección.
Después de que el prisionero la escupiera en la cara, salió del cuarto y le preguntó a un intérprete musulmán cómo podía quebrar la confianza en Dios del prisionero. El lingüista sugirió que le dijera al prisionero que ella tenía la regla, que lo tocara y luego cortara el agua de su celda de modo que no se pudiera asear.
"La idea era hacer sentir al detenido que después de hablar con ella se había quedado sucio y por eso no podía dirigirse a su Dios para pedirle fortaleza", dijo Saar, agregando: "Entonces ella empezó a meterse las manos en sus pantalones cuando caminaba por detrás del detenido. Cuando se hizo ver, el detenido vio que se estaba sacando la mano del pantalón. Cuando se hizo evidente que el detenido había visto lo que parecía ser sangre en sus manos, le preguntó: "¿Quién te envió a Arizona?" Él la miró con un profundo odio. Ella entonces se limpió la tinta roja en su cara. Él la insultó a todo pulmón, la escupió y trató de arrojársele encima", rompiendo el grillete de su tobillo.
"Comenzó a llorar como un bebé", escribe el autor, agregando que la frase de despedida de la interrogadora fue: "Diviértete en tu celda. No tendrás agua para asearte".
Una guardia privada guardaba su "uniforme" -tangas y minifalda- en la parte de atrás de la puerta del cuarto de interrogatorios, dice el autor.
¿Quiénes son estas mujeres? ¿Quién permite que ocurra esto? ¿Por qué los oficiales que lo permiten no tienen problemas? ¿Por qué conservan Rummy y Paul Wolfowitz todavía sus posiciones?
Los militares no negaron los detalles, pero dijeron que los prisioneros eran tratados de manera "humana" y de un modo consistente "con las obligaciones legales que prohíben la tortura". Aunque la Casa Blanca de Bush está en estos días redefiniendo la tortura, el punto es que esos tratos degradan a las mujeres que los hacen, también degradan a los hombres a los que tratan así y degradan al país en cuyo nombre lo hacen.
No hay nada malo con tratar de sacar información de los detenidos. Pero ¿no es simplemente más efectivo aislarlos y tratar de crear algún tipo de relación?
Dudo que las tangas funcionen tan bien sobre los reclusos de Guantánamo como sobre Bill Clinton en el Despacho Oval.
30 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
El gobierno de Bush no se preocupa nunca de nada. Pero estas misioneras y celosas defensoras de los valores deberían preocuparse del alma estadounidense. El presidente nunca menciona a Osama, pero sigue utilizando el 11 de septiembre como una justificación de políticas estadounidenses que violan las reglas y muestran lo peor de nuestros instintos.
"Realmente he tenido problemas con esto porque los detenidos, sus familias y gran parte del mundo piensan que esta es una guerra de religión basada en algunas de las técnicas usadas, aunque no es así", dijo a la Associated Press AP el antiguo sargento Erik R. Saar, de 29 años. La AP obtuvo una copia del manuscrito de su libro, considerado clasificado y pendiente de una revisión del Pentágono.
Para qué sirve que el presidente Bush hable con respeto del islam e insista en que la de Iraq no es una guerra religiosa si el Pentágono denigra la ley musulmana -permitiendo a sus interrogadoras que traten de hacer hablar a los hombres musulmanes en sesiones de interrogatorio nocturnas con tocamientos sexuales, muestras de falsa sangre menstrual y desfilando en minifaldas, camisetas apretadas, sujetadores y tangas eróticas?
Es como una película mala, The Geneva Monologues'. Nada más que sadismo, sin masoquismo.
La AP observó que "algunos prisioneros de Guantánamo que han sido dejados en libertad dicen que fueron atormentados por prostitutas'".
Saar escribe sobre lo que llama prácticas "inquietantes" durante su período en Guantánamo de diciembre de 2002 a junio de 2003, incluyendo esta anécdota contada por Paisley Dodds, reportera de la AP.
Una interrogadora que quería subir la temperatura de un detenido saudí de 21 años que había supuestamente seguido un curso de pilotaje en Arizona antes del 9 de septiembre se sacó el uniforme para mostrar una ajustada camiseta. Empezó a insultar al prisionero -que estaba rezando con los ojos cerrados- mientras se tocaba los senos, los aplastaba contra la espalda del saudí y comentaba su aparente erección.
Después de que el prisionero la escupiera en la cara, salió del cuarto y le preguntó a un intérprete musulmán cómo podía quebrar la confianza en Dios del prisionero. El lingüista sugirió que le dijera al prisionero que ella tenía la regla, que lo tocara y luego cortara el agua de su celda de modo que no se pudiera asear.
"La idea era hacer sentir al detenido que después de hablar con ella se había quedado sucio y por eso no podía dirigirse a su Dios para pedirle fortaleza", dijo Saar, agregando: "Entonces ella empezó a meterse las manos en sus pantalones cuando caminaba por detrás del detenido. Cuando se hizo ver, el detenido vio que se estaba sacando la mano del pantalón. Cuando se hizo evidente que el detenido había visto lo que parecía ser sangre en sus manos, le preguntó: "¿Quién te envió a Arizona?" Él la miró con un profundo odio. Ella entonces se limpió la tinta roja en su cara. Él la insultó a todo pulmón, la escupió y trató de arrojársele encima", rompiendo el grillete de su tobillo.
"Comenzó a llorar como un bebé", escribe el autor, agregando que la frase de despedida de la interrogadora fue: "Diviértete en tu celda. No tendrás agua para asearte".
Una guardia privada guardaba su "uniforme" -tangas y minifalda- en la parte de atrás de la puerta del cuarto de interrogatorios, dice el autor.
¿Quiénes son estas mujeres? ¿Quién permite que ocurra esto? ¿Por qué los oficiales que lo permiten no tienen problemas? ¿Por qué conservan Rummy y Paul Wolfowitz todavía sus posiciones?
Los militares no negaron los detalles, pero dijeron que los prisioneros eran tratados de manera "humana" y de un modo consistente "con las obligaciones legales que prohíben la tortura". Aunque la Casa Blanca de Bush está en estos días redefiniendo la tortura, el punto es que esos tratos degradan a las mujeres que los hacen, también degradan a los hombres a los que tratan así y degradan al país en cuyo nombre lo hacen.
No hay nada malo con tratar de sacar información de los detenidos. Pero ¿no es simplemente más efectivo aislarlos y tratar de crear algún tipo de relación?
Dudo que las tangas funcionen tan bien sobre los reclusos de Guantánamo como sobre Bill Clinton en el Despacho Oval.
30 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
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