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INCOMPETENCIA DEL SERVICIO SECRETO HOLANDÉS - janny groen


No deciden algunos si el servicio secreto holandés es simplemente incompetente o si ayuda al gobierno a mantener un estado de falsa alerta terrorista para atribuirse más poderes y dinero bajo la excusa de la amenaza terrorista, y para continuar acosando a las comunidades musulmanas.
Ámsterdam, Holanda. A mediados de septiembre el ministro de Justicia, Donner, anunció pontificalmente en el programa de televisión Buitenhof que se había detenido a cuatro supuestos terroristas. Pero el ministerio fiscal OM no ha podido probar la acusación de que los detenidos, de los cuales dos habían hecho filmaciones de video en La Haya, planeaban actividades terroristas.
En los últimos meses se han comunicado regularmente actividades terroristas, que más tarde el ministerio ha debido desmentir. Aparentemente, esas declaraciones tenían por objeto crear la impresión de unas autoridades alertas y en primera línea en la lucha contra el terrorismo. Pero el resultado no ha sido más que crear desconcierto en la opinión pública y aumentar en la comunidad musulmana un creciente sentimiento de ansiedad e inseguridad.
¿Meten los servicios secretos constantemente la pata en la lucha contra el terrorismo, o más bien se comunican torpemente? Lo último, opinan tanto el experto en inteligencia Cees Wiebes, de la Universidad de Ámsterdam, como el director de Forum, Sadik Harchaoui. Ambos dicen que se ha prestado insuficiente atención a los efectos negativos de que las autoridades propaguen informaciones vagas.
Harchaoui: "Poner en conocimiento del público las detenciones y condenas tiene por objetivo despertar confianza, como quien dice: vamos bien encaminados. Los malhechores han sido capturados, están tras las rejas y en los próximos quince años no podrán causar explosiones. Pero las detenciones equivocadas o los avisos prematuros, que más tarde resultan ser erróneos, golpean como un bumerang el rostro de las autoridades".
Wiebes: "La comunicación debe mejorar, por difíciles que sean los dilemas". Pide comprensión para las arduas tareas de los servicios policiales y de inteligencia. De la constatación de que los ‘terroristas del video' no pueden ser vinculados con actividades terroristas, no se puede concluir, según Wiebes, que no pasaba nada. Quizás se han visto frustrados en una operación en preparación, quizás la intención de las detenciones es servir como un aviso de advertencia. Los sospechosos saben ahora que están siendo vigilados por el servicio secreto, dice Wiebes.
Tiene la impresión de que el AIVD, debido a la amenaza terrorista, entrega los casos más rápidamente al OM. Pero la difícil consideración de en qué momento el servicio secreto debe transmitir información delicada es algo de todas las épocas. Wiebes da el ejemplo de la Juventud Holandesa Roja/Ayuda Roja [Nederlandse Rode Jeugd/Rode Hulp] que, según el antiguo servicio secreto BVD, estaba a punto de entregar armas o explosivos a la RAF [Ejército Rojo Alemán] en Alemania. "Entonces el dilema era: o intervenimos inmediatamente, o seguimos investigando y tratamos de detener a todos los miembros de la red". En ningún caso se puede correr el riesgo de que los explosivos sean usados, dice Wiebes. Encuentra justificado que la Policía Nacional haya actuado haciendo gala de tanto poder en el caso de Bucheliusstraat en Utrecht, aunque cree que los destrozos causados por la policía fueron desmedidos.
Según Wiebes, la lucha ahora es más compleja que entonces. "Grupos como la RAF, Septiembre Negro, Hamas y Baader Meinhof tenían una estructura piramidal. Era relativamente fácil de infiltrar. Los agentes secretos podían concentrarse en guardaespaldas y colaboradores, u observar sus cuarteles generales". El terrorismo musulmán es fragmentado. En el caso de Al Qaeda se trata más bien de la propagación de una ideología más que de una organización estructurada. Wiebes habla de una ‘estructura de panqueque'. Hay decenas de grupos sueltos, que comparten la ideología de Al Qaeda, pero que operan independientemente. Hay células pequeñas que son activas y están dispersas en todo el mundo. "Es muy difícil, sino imposible infiltrar esas células. A menudo los servicios secretos mismos cuentan con información muy deficiente".
Los fragmentos de información son apenas valiosos cuando se les coloca en un contexto más amplio, dice. "Un alto funcionario de la CIA bosquejó una vez la imagen de un puzzle. Tienes miles de piezas y sabes que puedes usar cien. Después de mucho buscar encuentras esas cien piezas y entonces te das cuenta de que las piezas del puzzle que faltan están en otros países". Según Wiebes es un gran reto para las autoridades formular una política de comunicación que despierte confianza en este complejo proceso de búsqueda". ¿Quién da qué información y en qué momento? Las autoridades no lo tienen claro, aunque con el nombramiento de un coordinador nacional contra el terrorismo se ha dado un paso en la dirección correcta, arguye.
"En cualquier caso, el ministro naturalmente se apresuró demasiado en dar ese aviso en el programa Buitenhof", dice Harchaoui. "Si tienes que dejar en libertad a los sospechosos, todo lo que consigues es asustar a los ciudadanos. Estos dirán, ya lo ves, esta lucha no la podemos ganar". A las comunicaciones sobre terrorismo deben exigirse "criterios muy altos", opina. "No podemos dedicarnos a construir mitos sobre el terrorismo. La amenaza no debe ser subestimada, ni exagerada".
Para cuando la Vierdaagse de Nijmegen los ciudadanos estaban tan asustados que ellos mismos empezaron a colgar carteles con el logo del ayuntamiento, que decían: "Se pide a los paseantes que vigilen a la gente gorda, que pueden ocultar explosivos debajo de la ropa".
La comunidad musulmana puede comprender un allanamiento como el de la casa de los Mbarki en Utrecht, dice. "Pero la torpe información que se dio después del allanamiento sólo aumenta la ansiedad y la inseguridad entre los marroquíes". Recuerda las conmovedoras imágenes de televisión con la desolada familia, y el hecho de que las autoridades se negaran a ofrecer excusas. Harchaoui mismo está convencido de que no se trata de una caza de brujas entre los musulmanes, aunque así lo creen cada vez más muchos círculos de marroquíes. "Pero los extremistas utilizan esas imágenes para introducir una cuña. Ya ves, dicen los jóvenes, es a nosotros a los que quieren atacar".
En la comunicación sobre terrorismo las autoridades no se pueden permitir demasiadas fallas, opina Harchoui. "Es necesario que todos los ciudadanos participen unidos en esta lucha, incluyendo a los musulmanes. Ellos son los primeros en recibir señalas de radicalización". Wiebes: "Sin el apoyo de la comunidad marroquí no será posible resolver el puzzle".

24 de octubre de 2004
©volkskrant
©traducción mQh
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