¿tiene kerry un plan?
[Sebastian Mallaby] Los dos candidatos prometen imponerse en Iraq. Pero Kerry no lo intentará si no cuenta con un mayor apoyo internacional.
La campaña de Kerry, que promete re-activar la diplomacia estadounidense, no confunde este objetivo con ser amable con los extranjeros. Richard Holbrooke, uno de los favoritos para ocupar una posición importante en política exterior en caso de que John Kerry gane la presidencia, usó mano de hierro en los Balcanes y guante de terciopelo durante los noventa. Y la semana pasada, el senador Joe Biden, el principal rival de Holbrooke, reprendió al presidente francés Jacques Chirac por tener "un ego más grande que esta habitación", agregando que los franceses "han sido un dolor de cabeza".
Sobre los otros apreciados aliados europeos, Biden dijo: "En los 30 años que llevo como senador, ha habido rara vez una iniciativa generada en la comunidad europea que se ponga efectivamente en práctica".
¿Quizás como futuro funcionario del gabinete, Biden nos de sermones sobre la irrelevancia de la Vieja Europa'?
Los comentarios de Biden, en una sesión pública del Comité de Relaciones Exteriores, también arrojó alguna luz sobre la tensión central en la posición de Kerry sobre Iraq. Kerry ha dicho repetidas veces que quiere "ganar" en Iraq, queriendo decir que busca estabilidad y alguna forma de democracia. Pero también ha dicho simultáneamente que (a) el presidente Bush ha socavado la misión de Iraq al no enviar suficientes tropas y (b) que el gobierno de Kerry espera traer a las tropas de vuelta a casa en los primeros seis meses de su mandato. Para salir de esta contradicción se necesita que las tropas aliadas compartan el peso de la carga norteamericana. Lo que hace surgir una pregunta para el ministro de Relaciones Exteriores aspirante de un gobierno de Kerry: ¿Cómo convencerá a los aliados para que aporten lo suyo?
La respuesta de Biden llegó bajo la forma de una larga anécdota (que sirva de aviso para los corresponsales del ministerio de Asuntos Exteriores: muchas de las respuestas de Biden vienen bajo la forma de largas anécdotas). La anécdota presentaba a un presidente europeo que le dice a Biden que quiere que Kerry sea elegido, a lo que Biden replica: "Tenga cuidado con lo que pide". A dos semanas de la votación, continúa el senador, le estará pidiendo a su amigo que lo ayude más en Iraq. Qué si decimos que no, pregunta el europeo. Biden replica: "Si ustedes no hacen nada, le aconsejaré a Kerry que abandone Iraq".
Esta es política arriesgada bastante arriesgada. Biden tiene razón en que los europeos tienen mucho que perder en Iraq y que deberían contribuir más de lo que lo han hecho hasta el momento. Pero también es como decir que los norteamericanos no pueden pagar sus programas de ayuda social, y por tanto hay que reformarlos. Las dos proposiciones son verdaderas, pero la lógica no siempre implica acción directa.
Es casi seguro que el ultimátum de Biden no producirá resultados en Francia. La política exterior anti-norteamericana de Chirac es apoyada por el 76 por ciento de sus compatriotas, incluso si sólo el 36 por ciento de ellos aprueba su gobierno. Recientemente el Economist preguntó a Michel Barnier, el ministro francés de Asuntos Exteriores, si enviaría soldados franceses a Iraq en caso de que ganara Kerry. "Nunca", dijo, de plano.
Otros aliados son todavía menos prometedores. El primer ministro socialista español ha aumentado su popularidad retirando a los soldados españoles de Iraq. Los líderes del Reino Unido, Polonia e Italia hacen frente a crecientes presiones de la opinión pública para que se retiren de Iraq, y no van a ampliar sus compromisos. "No, por la 368 vez, no enviaremos tropas a Iraq", dijo el viernes a la Associated Press el ministro alemán de Asuntos Exteriores.
En suma, parece improbable que el gobierno de Kerry convenza a sus aliados que contribuyan substancialmente con más tropas. Así, ¿qué tal si adiestramos a más soldados iraquíes? Eso, ciertamente, ayudaría, pero desafortunadamente construir a las fuerzas de seguridad toma tiempo: La semana pasada el prestigioso Instituto Internacional para Estudios Estratégicos [International Institute for Strategic Studies] estimó que se requieren cinco años para adiestrar a las fuerzas iraquíes como para que puedan retomar el control de manos norteamericanas. Además, las unidades iraquíes no serán nunca punta de lanza en las duras misiones contra la insurgencia. Si envías unidades chiís a atacar a los sunníes, sólo profundizarás la profunda escisión religiosa de Iraq. Si envías unidades sunníes a atacar a sunníes, no puedes confiar en que las órdenes sean acatadas.
Si no hay no tropas extranjeras ni iraquíes que acudan al rescate, el presidente Kerry estará frente a un dilema: Retirar su promesa electoral de que traerá a los soldados de vuelta a casa, o retractarse de su promesa de que ganará la guerra. Kerry es un líder responsable rodeado de un competente equipo en relaciones exteriores, y en los últimos días he llegado a la conclusión de que no abandonará Iraq precipitadamente. Pero si su equipo realmente presenta a los europeos un ultimátum al estilo de Biden -o se meten en Iraq o nos vamos-, corre el riesgo de crear una dinámica que conduciría a la retirada de las tropas norteamericanas y una aterradora anarquía.
Apoyar a un candidato a la presidencia no es nunca algo sin riesgo, y la posibilidad de que Kerry esté menos determinado a ganar en Iraq es el riesgo más importante que representa. Por otro lado, los riesgos que plantea George W. Bush son claramente más pequeños, pero casi demasiado numerosos como para ser contados. Su política fiscal es despiadada, su postura de acomodo sobre los fondos fiscales con el Congreso no tiene substancia; sus instintos sobre el medio ambiente, el matrimonio homosexual, el derecho al aborto y las libertades civiles son inquietantes. Y aunque su determinación a ganar en Iraq parece más firme que la de Kerry, su capacidad para lograrlo es menos que obvia. A veces su equipo para estar aprendiendo de sus errores en Iraq. Pero a veces son duros de oído. La semana pasada, y contra toda evidencia, un portavoz del Pentágono insistió en que la política exterior de su ministerio no tenía relación alguna -ninguna en absoluto- con el escándalo de la cárcel de Abu Ghraib.
Al autor se le puede escribir en la siguiente dirección:mallabys@washpost.com
26 de octubre de 2004
©washington post
©traducción mQh
Sobre los otros apreciados aliados europeos, Biden dijo: "En los 30 años que llevo como senador, ha habido rara vez una iniciativa generada en la comunidad europea que se ponga efectivamente en práctica".
¿Quizás como futuro funcionario del gabinete, Biden nos de sermones sobre la irrelevancia de la Vieja Europa'?
Los comentarios de Biden, en una sesión pública del Comité de Relaciones Exteriores, también arrojó alguna luz sobre la tensión central en la posición de Kerry sobre Iraq. Kerry ha dicho repetidas veces que quiere "ganar" en Iraq, queriendo decir que busca estabilidad y alguna forma de democracia. Pero también ha dicho simultáneamente que (a) el presidente Bush ha socavado la misión de Iraq al no enviar suficientes tropas y (b) que el gobierno de Kerry espera traer a las tropas de vuelta a casa en los primeros seis meses de su mandato. Para salir de esta contradicción se necesita que las tropas aliadas compartan el peso de la carga norteamericana. Lo que hace surgir una pregunta para el ministro de Relaciones Exteriores aspirante de un gobierno de Kerry: ¿Cómo convencerá a los aliados para que aporten lo suyo?
La respuesta de Biden llegó bajo la forma de una larga anécdota (que sirva de aviso para los corresponsales del ministerio de Asuntos Exteriores: muchas de las respuestas de Biden vienen bajo la forma de largas anécdotas). La anécdota presentaba a un presidente europeo que le dice a Biden que quiere que Kerry sea elegido, a lo que Biden replica: "Tenga cuidado con lo que pide". A dos semanas de la votación, continúa el senador, le estará pidiendo a su amigo que lo ayude más en Iraq. Qué si decimos que no, pregunta el europeo. Biden replica: "Si ustedes no hacen nada, le aconsejaré a Kerry que abandone Iraq".
Esta es política arriesgada bastante arriesgada. Biden tiene razón en que los europeos tienen mucho que perder en Iraq y que deberían contribuir más de lo que lo han hecho hasta el momento. Pero también es como decir que los norteamericanos no pueden pagar sus programas de ayuda social, y por tanto hay que reformarlos. Las dos proposiciones son verdaderas, pero la lógica no siempre implica acción directa.
Es casi seguro que el ultimátum de Biden no producirá resultados en Francia. La política exterior anti-norteamericana de Chirac es apoyada por el 76 por ciento de sus compatriotas, incluso si sólo el 36 por ciento de ellos aprueba su gobierno. Recientemente el Economist preguntó a Michel Barnier, el ministro francés de Asuntos Exteriores, si enviaría soldados franceses a Iraq en caso de que ganara Kerry. "Nunca", dijo, de plano.
Otros aliados son todavía menos prometedores. El primer ministro socialista español ha aumentado su popularidad retirando a los soldados españoles de Iraq. Los líderes del Reino Unido, Polonia e Italia hacen frente a crecientes presiones de la opinión pública para que se retiren de Iraq, y no van a ampliar sus compromisos. "No, por la 368 vez, no enviaremos tropas a Iraq", dijo el viernes a la Associated Press el ministro alemán de Asuntos Exteriores.
En suma, parece improbable que el gobierno de Kerry convenza a sus aliados que contribuyan substancialmente con más tropas. Así, ¿qué tal si adiestramos a más soldados iraquíes? Eso, ciertamente, ayudaría, pero desafortunadamente construir a las fuerzas de seguridad toma tiempo: La semana pasada el prestigioso Instituto Internacional para Estudios Estratégicos [International Institute for Strategic Studies] estimó que se requieren cinco años para adiestrar a las fuerzas iraquíes como para que puedan retomar el control de manos norteamericanas. Además, las unidades iraquíes no serán nunca punta de lanza en las duras misiones contra la insurgencia. Si envías unidades chiís a atacar a los sunníes, sólo profundizarás la profunda escisión religiosa de Iraq. Si envías unidades sunníes a atacar a sunníes, no puedes confiar en que las órdenes sean acatadas.
Si no hay no tropas extranjeras ni iraquíes que acudan al rescate, el presidente Kerry estará frente a un dilema: Retirar su promesa electoral de que traerá a los soldados de vuelta a casa, o retractarse de su promesa de que ganará la guerra. Kerry es un líder responsable rodeado de un competente equipo en relaciones exteriores, y en los últimos días he llegado a la conclusión de que no abandonará Iraq precipitadamente. Pero si su equipo realmente presenta a los europeos un ultimátum al estilo de Biden -o se meten en Iraq o nos vamos-, corre el riesgo de crear una dinámica que conduciría a la retirada de las tropas norteamericanas y una aterradora anarquía.
Apoyar a un candidato a la presidencia no es nunca algo sin riesgo, y la posibilidad de que Kerry esté menos determinado a ganar en Iraq es el riesgo más importante que representa. Por otro lado, los riesgos que plantea George W. Bush son claramente más pequeños, pero casi demasiado numerosos como para ser contados. Su política fiscal es despiadada, su postura de acomodo sobre los fondos fiscales con el Congreso no tiene substancia; sus instintos sobre el medio ambiente, el matrimonio homosexual, el derecho al aborto y las libertades civiles son inquietantes. Y aunque su determinación a ganar en Iraq parece más firme que la de Kerry, su capacidad para lograrlo es menos que obvia. A veces su equipo para estar aprendiendo de sus errores en Iraq. Pero a veces son duros de oído. La semana pasada, y contra toda evidencia, un portavoz del Pentágono insistió en que la política exterior de su ministerio no tenía relación alguna -ninguna en absoluto- con el escándalo de la cárcel de Abu Ghraib.
Al autor se le puede escribir en la siguiente dirección:mallabys@washpost.com
26 de octubre de 2004
©washington post
©traducción mQh
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