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muerte comestible en méxico


[Antonio Ortega Ávila] A la muerte se le come en México como dulce, chocolate y pan; en las famosas calaveritas que año con año, los días uno y dos de noviembre en la celebración de Día de Muertos, inundan los mercados populares.
Ciudad de México, México. El antropólogo Jorge Valencia Díaz comentó a Univision Online que se trata de una "reverencia por los difuntos", que por razones "folklóricas se ha mencionado como culto a la muerte, pero no es válido".
Es un asunto de vida que se "identifica fácilmente en el aspecto material de las ofrendas (dedicadas a los muertos) y en el marco en que se realiza el festejo, en el que siempre está presente la vida, por el colorido, los alimentos, es en suma la prolongación de la vida después e la muerte", enfatiza.
Antes de la llegada española y católicos, ya se recordaba a Fieles Difuntos, pero "no es por azar que después se dé uno y dos de noviembre, porque son los días en que la iglesia católica dedica a Todos Santos", dice el especialista.
Pero más allá de sus raíces el Día de Muertos es una fiesta, tanto el dedicado a los Santos Inocentes, niños, como e de los Fieles Difuntos,. Es una de las fiestas de mayor tradición en México, producto de un sincretismo, que funde las tradiciones culturales indígena y española, une el sentido cosmogónico de los indígenas con los factores de la religión católica, según la historiadora, Davayani Amaro.
Para el Día de Muertos los mercados y las panaderías se visten especialmente para homenajear a la muerte, se vende el famoso "pan de muerto" y las calaveritas de azúcar con el nombre de a quien se le va a regalar o del muerto que vendrá de visita a compartir la mesa que los vivos le han preparado para obsequiarle la comida y bebida que más le gustaba, sin olvidar la sal, el agua y, por supuesto, las veladoras que no han de apagarse durante los días que duren estas fiestas.
El aroma del copal (incienso) se mezcla con los olores de los tamales y el mole, dispuestos en una mesa, en medio de los vistosos altares naranjas compuestos de la flor de día de muertos, la flor de cempasúchil y papel picado con motivos alusivos a esta fiesta, tal vez el rasgar de una guitarra, o por lo menos la música del estéreo, acompañe a los homenajeados y a sus anfitriones.
Estos días los panteones se llenan de música y alegría, de flores y comida, de pláticas del recuerdo, y de brindis en honor de los que "solo se nos adelantaron, porque para allá vamos todos", dice la investigadora.
En muchos pueblos aún pervive la tradición de ir a festejar a los muertos al panteón y compartir con ellos una noche de devoción y de fiesta: se reza, se come, se canta, se recuerda, se añora, se toma y se ríe.
De entre los festejos más vistosos del Día de Muertos sobresalen el de Janitzio y el de Mixquic, donde se forman verdaderas romerías y miles de veladoras iluminan mágicamente el lugar, los sonidos lánguidos y alegres de las guitarras se entremezclan con los cantos de los visitantes.
De norte a sur, de oriente a poniente, no hay región donde deje de celebrarse, y se oigan por allí versos como: "La calavera tiene hambre, / ¿no hay un pancito por ai?/ no se lo acaben todo, / dejen a la mitad, / pan, pan, pan, pa'la calavera, / pan, pan, pa'la calavera./ Poquito molito pa´ las ánimas, /poquito molito para el campanero."

30 de octubre de 2004
©univisión

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