de las zalamerías al infierno
Un desconocido se acercó a ella y le ofreció ocuparse de los costes del tratamiento del bebé. Incluso le ofreció un "trabajo fácil y limpio", en Japón, para pagar la deuda.
La chica, una campesina de 23 años, dice que, a excepción del asesinato o el robo, habría aceptado cualquier cosa. No tenía que cometer esos delitos, pero su simple vida en América del Sur se trocó rápidamente en el infierno de Tokio.
El hombre que había salvado a su bebé era un traficante de blancas.
Cuando María llegó a Osaka, una mujer llamada Cristina la llevó a Tokio, donde la colombiana fue obligada a teñirse el pelo de rubio, a usar ropas picantes y a pararse en la calle a ofrecer sexo por dinero.
"No puedo olvidar lo que me hicieron hace dos años", dice María (no es su nombre verdadero), ahogándose en lágrimas.
María y miles de otras han sido víctimas de grupos de delincuentes ansiosos por expandir sus negocios de esclavas sexuales en Japón, declaran grupos de derechos humanos.
Sin embargo, los del otro lado dicen que algunas mujeres se meten a sabiendas en la industria sexual japonesa con la idea de hacer dinero rápido y fácil. Aunque no están conscientes de la exorbitante deuda que significa, ni de la violencia que conlleva.
El libro blanco de la Agencia de Policía Nacional, de 2002, informan que mil 193 mujeres extranjeras fueron sospechosas o testigos en casos de tráfico de blancas en 2001.
"Creo que hay una gran cantidad de casos que no conocemos",dijo un funcionario de la Agencia de Policía Nacional.
María participó en enero en un simposio realizado en el Shibuya Ward de Tokio. Los participantes pidieron más colaboración internacional para terminar con el tráfico de seres humanos.
Más tarde habló con un periodista del Herald Tribune/Asahi en la embajada de Colombia, donde había buscado refugio.
El caso de María es un ejemplo del método que los gangsters usan para seducir a sus víctimas.
Los reclutadores prometen trabajo en fábricas, o como criadas en Japón, a mujeres necesitadas de varios países. Pero una vez que llegan allá, son obligadas a trabajar en burdeles o hacer la prostitución en la calle para pagar una deuda -de un promedio de 5 millones de yenes- para cubrir los costes de los "trámites" de la operación, dicen los grupos de derechos humanos.
Un Primer Paso
El gobierno dio pasos para resolver el problema casi dos décadas después de que se detectara aquí.
En diciembre del pasado año, Japón firmó un tratado sobre el tráfico de seres humanos, en respuesta a críticas de que el gobierno no hacía lo suficiente para terminar con las escandalosas prácticas de coacción y engaño en el reclutamiento de estas mujeres.
Otra colombiana, de 17 años, fue engañada de este modo. Embarazada y necesitada de dinero, la adolescente recibió una llamada de un colombiano en Japón ofreciéndole un trabajo seguro y cubrimiento de los gastos del parto.
Llegó al Japón con tres meses de embarazo y terminó bailando en un club de strip-tease en la región de Kanto.
También fue una esclava sexual de alrededor de 40 hombres. Le pagaban 10 mil yenes al día, según Kaori Muto, del refugio para mujeres Saalaa, en la prefectura de Kanagawa.
Todo lo que comía la adolescente eran fideos instantáneos. Compraba a sus empleadores todas sus necesidades diarias, tales como zoquetes, a razón de mil yenes cada cosa.
Por subir de peso, o tratar de escapar, le cobraban una multa.
Cuando su embarazo se hizo evidente, fue obligada a hacer la calle.
Una vez que las mujeres no pueden cumplir con sus cuotas, son a menudo vendidas, y el coste es agregado a sus deudas, dice Muto.
María también se enteró rápidamente de los manejos financieros de este sórdido negocio.
"Mi nuevo patrón dijo que me había comprado por tres millones de yenes", dice. "Es un hombre malo. Tengo miedo, de verdad".
María dice que si no abonaba 200 mil yenes de su deuda dentro de diez días, su patrón, en castigo, la entregaría a unos gangsters para que la violaran. Aunque los "clientes" de María usaban condones, los gangsters no lo hacían, dijo. La golpeaban si pedía anticonceptivos o si se negaba a satisfacerlos.
María escapó con vida y volvió a Colombia para reunirse con su bebé, que había dejado al cuidado de su familia.
Viviendo Con Miedo
Pero otras no se atreven a escapar, en parte porque las leyes japonesas penalizan a los trabajadores extranjeros ilegales, dice Keiko Otsu, de HELP, el Refugio Para Mujeres asiático.
"No se castiga a los clientes. Son siempre las prostitutas las que deben pagar", dice Otsu.
La mayoría de las mujeres siguen en la industria para pagar las deudas. Para entonces, han abusado tanto de su cuerpo que no pueden casarse o tener hijos, dice Muto (Saalaa). Las mujeres también sufren de falta de apetito, insomnio e inestabilidad mental.
Es difícil identificar a los cabecillas y mercaderes del sexo si las víctimas se niegan a hablar, dice Muto.
"Las mujeres están heridas y tienen miedo. Todo lo que quieren es escapar y llegar seguras a casa", dice ella.
Funcionarios de inmigración y detectives de la policía están ahora colaborando con refugios como Saalaa y HELP.
Y en diciembre del año pasado, la policía detuvo a un personaje clave en el negocio de la trata de blancas.
Pero el miedo y el dolor perduran.
´Noi´, una tailandesa de menos de 15 años, cayó en la trampa en mayo pasado.
Sus padres estuvieron de acuerdo en que trabajara en una panadería industrial de Japón, como les había prometido un reclutador. En lugar de eso, un desconocido le quitó su virginidad en un burdel.
Noi escapó y volvió a Tailandia, pero antes de su viaje a casa tenía pesadillas sobre gangsters que perseguían a su familia.
"Quiero irme a casa. Pero todavía tengo miedo", dijo Noi.
©iabolish.com ©traducción mQh
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