fuerzas especiales quitan terreno a la cia
[Greg Miller] El Pentágono obtiene autorización para dotar a las tropas de elite de millones de dólares en efectivo o en armas a repartir entre combatientes extranjeros.
Washington, Estados Unidos. Metiéndose en el terreno de las actividades clandestinas que han sido tradicionalmente el dominio de la CIA, el Pentágono se ha asegurado nuevos poderes que permiten a los equipos de las misiones especiales norteamericanas repartir millones de dólares en efectivo, equipos y armas entre señores de la guerra internacionales y combatientes extranjeros.
Según la nueva medida, el Comando de Operaciones Especiales norteamericano podrá gastar hasta 25 millones de dólares al año para "apoyar a fuerzas extranjeras, tropas irregulares, grupos o individuos" que colaboren en la lucha norteamericana contra el terrorismo y otros objetivos. Hasta ahora, las unidades militares no podían proporcionar armas o dinero a grupos extranjeros.
Funcionarios del Pentágono dijeron que los nuevos poderes eran fundamentales en la guerra contra el terrorismo, ya que permiten a los soldados de elite norteamericanos sobornar a líderes tribales o armar a milicias locales durante las operaciones de captura de operativos de Al Qaeda y otras operaciones.
Pero la idea de confiar a los soldados una actividad que se ha reservado tradicionalmente a espías ha despertado la preocupación de que la disposición pueda ser mal usada. Incluso aquellos que apoyan la medida dicen que están preocupados de que pueda utilizarse para fundar y armar a elementos extranjeros indecentes que podrían usar más tarde el armamento y los equipos proporcionados por los norteamericanos para atacar intereses estadounidenses.
"En las circunstancias correctas, como Iraq y Afganistán, la medida tiene sentido", dijo un funcionario parlamentario, que habló a condición de mantener el anonimato. "En el peor de los casos podría implicarnos en asuntos muy dudosos".
Oficiales en servicio activo y jubilados de la inteligencia observaron que las unidades militares no estaban sometidas a las mismas exigencias que la CIA, que normalmente debe obtener previamente una directiva presidencial para proporcionar ayuda o armar a grupos extranjeros. También expresaron preocupación de que la medida pueda ser un primer paso hacia un mayor cercenamiento del terreno de la CIA de parte del ministro de Defensa y de las fuerzas armadas.
"Debería tratarse en primer lugar si estas corresponden a preocupaciones o problemas válidos de la seguridad interior", dijo Jim Pavitt, que se acogió a retiro en agosto de la función de director de operaciones de la CIA. "Si es un primer paso en un intento de duplicar lo que ya existe en los servicios clandestinos de la CIA, no creo que el país lo necesite, y no creo que podamos pagarlo".
La nueva disposición está contenida de una apenas advertida provisión de una moción a la ley de atribuciones del ministerio de Defensa firmado el viernes por el presidente Bush.
Las modificaciones tienen por objeto reducir la dependencia de la CIA de las unidades de las Fuerzas Especiales a la hora de asegurarse el apoyo -también mediante el suministro de armas- de individuos y milicias, incluyendo a milicias no controladas por gobiernos extranjeros.
El Pentágono ha estado exigiendo esos cambios desde el fin de la guerra en Afganistán, donde la fuerte dependencia de los militares de la CIA se transformó en una fuente de frustración para el ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld y jefes de operaciones especiales.
Oficiales de alto rango elogiaron los cambios, diciendo que fortalecerán al Comando de Operaciones Especiales norteamericano -conocido como SOCOM-, que tiene su cuartel general en la Base de Fuerza Aérea MacDill en Florida.
"Creemos que es muy importante", dijo un funcionario del ministerio de Defensa implicado en operaciones especiales. "Eso aumentará la capacidad del SOCOM para llevar a cabo una de sus misiones claves: la guerra no convencional".
El nuevo poder se corresponde con la decisión de Rumsfeld de hace dos años de otorgar a las fuerzas de operaciones especiales un papel directivo en las misiones militares anti-terroristas.
Los 25 millones de dólares apartados para el proyecto es sólo una fracción del presupuesto anual de la CIA de unos 450 billones de dólares. Pero los oficiales dijeron que las actividades previstas por las Fuerzas Especiales -las unidades militares de elite que incluyen a los Boinas Verdes del Ejército y Seals de la Marina- no requieren grandes presupuestos.
"Para el tipo de cosas que deben hacer -comprar AK-47, camiones, cosas como esas-, eso es un montón de dinero", dijo el general retirado del Ejército, Wayne Downing, el antiguo comandante en jefe del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos. "Si ellos pueden pagarle 100.000 dólares a alguien a cambio de información o asegurarse el apoyo [de individuos o grupos extranjeros], será muy útil".
Varios oficiales dijeron que esa posibilidad habría sido particularmente útil en Afganistán, donde la CIA pagó unos 70 millones de dólares en dinero, pertrechos y armas a la Alianza del Norte y otros grupos aliados. Las Fuerzas Especiales no podían hacer lo mismo. Aunque los agentes de la CIA trabajaron a menudo con los equipos del comando, hubo fallas cuando la agencia secreta no estuvo a la mano.
La coronel Kathryn Stone, que se desempeñó como asesora legal de los comandantes de la 10ª División de Montaña en Afganistán durante la primera parte de la guerra, describió un caso en que un señor de la guerra local exigió condiciones que los militares no pudieron satisfacer.
El señor de la guerra, el general Abdul Rashid Dostum, había capturado a miles de prisioneros en Mazar-i-Sharif, y estaba dispuesto a dejar que las fuerzas norteamericanas los interrogaran. A cambio, quería que los norteamericanos pagaran para adquirir uniformes para épocas frías y otros atuendos para sus soldados, y el alimento de los prisioneros.
Cuando un agente de operaciones especiales preguntó si los militares podían llegar a ese acuerdo, "le tuve que decir a ese agente que no teníamos la autoridad fiscal para hacerlo", dijo Stone. "Le dije: Tendrás que contactar la otra agencia del gobierno, a ver si ellos te pueden sacar de apuros'". El término "otra agencia del gobierno" OGB, se usa normalmente para referirse a la CIA.
Stone dijo que el nuevo poder de las Fuerzas Especiales era una "importante herramienta", pero señaló los problemas que habían surgido cuando Estados Unidos armó a grupos extranjeros en el pasado. Las tropas americanas en Afganistán debieron luchar contra los talibanes y milicianos de Al Qaeda que habían sido armados por la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, dijo.
Stone advirtió que los señores de la guerra tratarían sin ninguna duda de doblar la mordida -tratando de obtener al mismo tiempo pagos de la CIA y de las Fuerzas Especiales. También se preguntó quién serviría como arbitrador en situaciones en que la CIA y comandantes de las fuerzas especiales no se pusieran de acuerdo sobre si un combatiente extranjero o una milicia irregular debía recibir apoyo norteamericano.
Michael Vickers, un analista militar que prestó servicio como operativo de la CIA y agente de las Fuerzas Especiales, dijo que el nuevo poder corregiría un grave falla en las capacidades norteamericanas. Antes, dijo, el único modo que tenían los grupos extranjeros para obtener armas era a través de la CIA o de un sstema aparte "ridículamente engorroso" del ministerio de Asuntos Exteriores.
"Si me mandas a una guerra de guerrillas y no tienes mecanismos para proporcionar armas a una guerrilla, es que tienes un sistema defectuoso", dijo Vickers.
Sin embargo, la historia de fechorías de la CIA, incluyendo fracasados intentos de asesinar a presidente extranjeros que datan de cuarenta años, ha alimentado esas preocupaciones.
"El peligro es cuando haces estas cosas en tiempos de paz -como lo hace la CIA- y te desprendes de tus jefes políticos, sea del ejecutivo o, todavía más importante, del Congreso", dijo Vickers.
Un antiguo agente de la CIA destacado en el extranjero agregó otra cautela. "Si ocurre un desastre, o un lío, o si alguos hacen algo idiota, esto tendrá repercusiones", dijo.
Anticipándose a esas preocupaciones el Congreso incluyó una cláusula en la moción en el sentido de que esta "no constituye una autorización para realizar operaciones encubiertas", con lo que se quiso decir que el Pentágono no podía usar el dinero para operaciones al estilo de la CIA en las que el gobierno niega su implicación.
Los legisladores también introdujeron algunas salvaguardas: La nueva disposición expirará en septiembre de 2007 a menos que el Congreso vote para prolongarla; la petición del Pentágono de 50 millones de dólares al año fue reducida a la mitad; y el ministro de Defensa debe notificar al Congreso dentro de 48 horas toda vez que se utilice ese mandato.
Desde los atentados del 11 de septiembre, Rumsfeld y los jefes de la CIA han elogiado con frecuencia la cooperación entre los militares y la agencia. Pero también ha habido fricciones entre los dos lados, y considerables disputas sobre los recursos y las misiones.
El Pentágono montó su propia unidad de análisis de inteligencia cuando los funcionarios encargados de análisis militares se irritaron con la evaluación de la CIA, la que consideraron muy cauta sobre los vínculos de Bagdad con Al Qaeda y otros grupos terroristas. Muchos de los análisis de las unidades del Pentágono han sido disputados y desacreditados.
Hace poco la comisión que investigó los atentados del 11 de septiembre recomendaron que la responsabilidad de las operaciones paramilitares encubiertas debería ser retirada de la CIA y traspasada al ministerio de Defensa.
Funcionarios de la CIA se opusieron a la idea, argumentando que la división de actividades especiales de la CIA es más que ágil que las Fuerzas Especiales de los militares y tiene la responsabilidad de las misiones encubiertas que no son reconocidas por Estados Unidos.
Con Rumsfeld, el Pentágono ha codiciado las capacidades de espionaje de la CIA, y algunos funcionarios han dicho que a Rumsfeld le gustaría crear su propio cuadro de espías en el extranjero.
Un antiguo funcionario de la inteligencia norteamericana, que habló a condición de conservar el asesinato, dijo había visto esos planes esbozados en una diapositiva durante una sesión informativa hace unos años. Sin embargo, cuando la CIA llamó la atención sobre esa diapositiva particular durante la presentación, los funcionarios del Pentágono la minimizaron y pasaron rápidamente a la siguiente imagen.
El despacho de Rumsfeld redactó recientemente una directriz -una copia de la cual fue obtenida por el Times- que instaba a expandir el papel de los militares en el recabamiento de informaciones de inteligencia.
La directriz pidió una "transformación de las capacidades de inteligencia del ministerio de Defensa para mantener una cobertura e infiltración sostenidas y profundas" en países donde Estados Unidos deba realizar operaciones militares en el futuro.
Otro objetivo explícito del Pentágono era "reducir la dependencia" de la práctica de la CIA de destinar rápidamente agentes de terreno a zonas de guerra como Afganistán, desarrollando capacidades similares dentro de las fuerzas armadas.
Mark Mazzetti en Washington contribuyó a este informe.
31 de octubre de 2004
3 de noviembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
Según la nueva medida, el Comando de Operaciones Especiales norteamericano podrá gastar hasta 25 millones de dólares al año para "apoyar a fuerzas extranjeras, tropas irregulares, grupos o individuos" que colaboren en la lucha norteamericana contra el terrorismo y otros objetivos. Hasta ahora, las unidades militares no podían proporcionar armas o dinero a grupos extranjeros.
Funcionarios del Pentágono dijeron que los nuevos poderes eran fundamentales en la guerra contra el terrorismo, ya que permiten a los soldados de elite norteamericanos sobornar a líderes tribales o armar a milicias locales durante las operaciones de captura de operativos de Al Qaeda y otras operaciones.
Pero la idea de confiar a los soldados una actividad que se ha reservado tradicionalmente a espías ha despertado la preocupación de que la disposición pueda ser mal usada. Incluso aquellos que apoyan la medida dicen que están preocupados de que pueda utilizarse para fundar y armar a elementos extranjeros indecentes que podrían usar más tarde el armamento y los equipos proporcionados por los norteamericanos para atacar intereses estadounidenses.
"En las circunstancias correctas, como Iraq y Afganistán, la medida tiene sentido", dijo un funcionario parlamentario, que habló a condición de mantener el anonimato. "En el peor de los casos podría implicarnos en asuntos muy dudosos".
Oficiales en servicio activo y jubilados de la inteligencia observaron que las unidades militares no estaban sometidas a las mismas exigencias que la CIA, que normalmente debe obtener previamente una directiva presidencial para proporcionar ayuda o armar a grupos extranjeros. También expresaron preocupación de que la medida pueda ser un primer paso hacia un mayor cercenamiento del terreno de la CIA de parte del ministro de Defensa y de las fuerzas armadas.
"Debería tratarse en primer lugar si estas corresponden a preocupaciones o problemas válidos de la seguridad interior", dijo Jim Pavitt, que se acogió a retiro en agosto de la función de director de operaciones de la CIA. "Si es un primer paso en un intento de duplicar lo que ya existe en los servicios clandestinos de la CIA, no creo que el país lo necesite, y no creo que podamos pagarlo".
La nueva disposición está contenida de una apenas advertida provisión de una moción a la ley de atribuciones del ministerio de Defensa firmado el viernes por el presidente Bush.
Las modificaciones tienen por objeto reducir la dependencia de la CIA de las unidades de las Fuerzas Especiales a la hora de asegurarse el apoyo -también mediante el suministro de armas- de individuos y milicias, incluyendo a milicias no controladas por gobiernos extranjeros.
El Pentágono ha estado exigiendo esos cambios desde el fin de la guerra en Afganistán, donde la fuerte dependencia de los militares de la CIA se transformó en una fuente de frustración para el ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld y jefes de operaciones especiales.
Oficiales de alto rango elogiaron los cambios, diciendo que fortalecerán al Comando de Operaciones Especiales norteamericano -conocido como SOCOM-, que tiene su cuartel general en la Base de Fuerza Aérea MacDill en Florida.
"Creemos que es muy importante", dijo un funcionario del ministerio de Defensa implicado en operaciones especiales. "Eso aumentará la capacidad del SOCOM para llevar a cabo una de sus misiones claves: la guerra no convencional".
El nuevo poder se corresponde con la decisión de Rumsfeld de hace dos años de otorgar a las fuerzas de operaciones especiales un papel directivo en las misiones militares anti-terroristas.
Los 25 millones de dólares apartados para el proyecto es sólo una fracción del presupuesto anual de la CIA de unos 450 billones de dólares. Pero los oficiales dijeron que las actividades previstas por las Fuerzas Especiales -las unidades militares de elite que incluyen a los Boinas Verdes del Ejército y Seals de la Marina- no requieren grandes presupuestos.
"Para el tipo de cosas que deben hacer -comprar AK-47, camiones, cosas como esas-, eso es un montón de dinero", dijo el general retirado del Ejército, Wayne Downing, el antiguo comandante en jefe del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos. "Si ellos pueden pagarle 100.000 dólares a alguien a cambio de información o asegurarse el apoyo [de individuos o grupos extranjeros], será muy útil".
Varios oficiales dijeron que esa posibilidad habría sido particularmente útil en Afganistán, donde la CIA pagó unos 70 millones de dólares en dinero, pertrechos y armas a la Alianza del Norte y otros grupos aliados. Las Fuerzas Especiales no podían hacer lo mismo. Aunque los agentes de la CIA trabajaron a menudo con los equipos del comando, hubo fallas cuando la agencia secreta no estuvo a la mano.
La coronel Kathryn Stone, que se desempeñó como asesora legal de los comandantes de la 10ª División de Montaña en Afganistán durante la primera parte de la guerra, describió un caso en que un señor de la guerra local exigió condiciones que los militares no pudieron satisfacer.
El señor de la guerra, el general Abdul Rashid Dostum, había capturado a miles de prisioneros en Mazar-i-Sharif, y estaba dispuesto a dejar que las fuerzas norteamericanas los interrogaran. A cambio, quería que los norteamericanos pagaran para adquirir uniformes para épocas frías y otros atuendos para sus soldados, y el alimento de los prisioneros.
Cuando un agente de operaciones especiales preguntó si los militares podían llegar a ese acuerdo, "le tuve que decir a ese agente que no teníamos la autoridad fiscal para hacerlo", dijo Stone. "Le dije: Tendrás que contactar la otra agencia del gobierno, a ver si ellos te pueden sacar de apuros'". El término "otra agencia del gobierno" OGB, se usa normalmente para referirse a la CIA.
Stone dijo que el nuevo poder de las Fuerzas Especiales era una "importante herramienta", pero señaló los problemas que habían surgido cuando Estados Unidos armó a grupos extranjeros en el pasado. Las tropas americanas en Afganistán debieron luchar contra los talibanes y milicianos de Al Qaeda que habían sido armados por la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, dijo.
Stone advirtió que los señores de la guerra tratarían sin ninguna duda de doblar la mordida -tratando de obtener al mismo tiempo pagos de la CIA y de las Fuerzas Especiales. También se preguntó quién serviría como arbitrador en situaciones en que la CIA y comandantes de las fuerzas especiales no se pusieran de acuerdo sobre si un combatiente extranjero o una milicia irregular debía recibir apoyo norteamericano.
Michael Vickers, un analista militar que prestó servicio como operativo de la CIA y agente de las Fuerzas Especiales, dijo que el nuevo poder corregiría un grave falla en las capacidades norteamericanas. Antes, dijo, el único modo que tenían los grupos extranjeros para obtener armas era a través de la CIA o de un sstema aparte "ridículamente engorroso" del ministerio de Asuntos Exteriores.
"Si me mandas a una guerra de guerrillas y no tienes mecanismos para proporcionar armas a una guerrilla, es que tienes un sistema defectuoso", dijo Vickers.
Sin embargo, la historia de fechorías de la CIA, incluyendo fracasados intentos de asesinar a presidente extranjeros que datan de cuarenta años, ha alimentado esas preocupaciones.
"El peligro es cuando haces estas cosas en tiempos de paz -como lo hace la CIA- y te desprendes de tus jefes políticos, sea del ejecutivo o, todavía más importante, del Congreso", dijo Vickers.
Un antiguo agente de la CIA destacado en el extranjero agregó otra cautela. "Si ocurre un desastre, o un lío, o si alguos hacen algo idiota, esto tendrá repercusiones", dijo.
Anticipándose a esas preocupaciones el Congreso incluyó una cláusula en la moción en el sentido de que esta "no constituye una autorización para realizar operaciones encubiertas", con lo que se quiso decir que el Pentágono no podía usar el dinero para operaciones al estilo de la CIA en las que el gobierno niega su implicación.
Los legisladores también introdujeron algunas salvaguardas: La nueva disposición expirará en septiembre de 2007 a menos que el Congreso vote para prolongarla; la petición del Pentágono de 50 millones de dólares al año fue reducida a la mitad; y el ministro de Defensa debe notificar al Congreso dentro de 48 horas toda vez que se utilice ese mandato.
Desde los atentados del 11 de septiembre, Rumsfeld y los jefes de la CIA han elogiado con frecuencia la cooperación entre los militares y la agencia. Pero también ha habido fricciones entre los dos lados, y considerables disputas sobre los recursos y las misiones.
El Pentágono montó su propia unidad de análisis de inteligencia cuando los funcionarios encargados de análisis militares se irritaron con la evaluación de la CIA, la que consideraron muy cauta sobre los vínculos de Bagdad con Al Qaeda y otros grupos terroristas. Muchos de los análisis de las unidades del Pentágono han sido disputados y desacreditados.
Hace poco la comisión que investigó los atentados del 11 de septiembre recomendaron que la responsabilidad de las operaciones paramilitares encubiertas debería ser retirada de la CIA y traspasada al ministerio de Defensa.
Funcionarios de la CIA se opusieron a la idea, argumentando que la división de actividades especiales de la CIA es más que ágil que las Fuerzas Especiales de los militares y tiene la responsabilidad de las misiones encubiertas que no son reconocidas por Estados Unidos.
Con Rumsfeld, el Pentágono ha codiciado las capacidades de espionaje de la CIA, y algunos funcionarios han dicho que a Rumsfeld le gustaría crear su propio cuadro de espías en el extranjero.
Un antiguo funcionario de la inteligencia norteamericana, que habló a condición de conservar el asesinato, dijo había visto esos planes esbozados en una diapositiva durante una sesión informativa hace unos años. Sin embargo, cuando la CIA llamó la atención sobre esa diapositiva particular durante la presentación, los funcionarios del Pentágono la minimizaron y pasaron rápidamente a la siguiente imagen.
El despacho de Rumsfeld redactó recientemente una directriz -una copia de la cual fue obtenida por el Times- que instaba a expandir el papel de los militares en el recabamiento de informaciones de inteligencia.
La directriz pidió una "transformación de las capacidades de inteligencia del ministerio de Defensa para mantener una cobertura e infiltración sostenidas y profundas" en países donde Estados Unidos deba realizar operaciones militares en el futuro.
Otro objetivo explícito del Pentágono era "reducir la dependencia" de la práctica de la CIA de destinar rápidamente agentes de terreno a zonas de guerra como Afganistán, desarrollando capacidades similares dentro de las fuerzas armadas.
Mark Mazzetti en Washington contribuyó a este informe.
31 de octubre de 2004
3 de noviembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
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