salvando las elecciones en iraq
Un editorial del New York Times se suma a la petición de los partidos sunníes, kurdos y seculares a aplazar las elecciones de enero.
El gobierno de Bush ha dicho a los iraquíes que ni siquiera piensen en retrasar la serie de elecciones nacionales que debe empezar el 30 de enero. Retrasar el esquema electoral como pidieron el mes pasado varios partidos sunníes, kurdos y seculares amenaza con retrasar el esquema de una eventual retirada de las tropas norteamericanas, de modo que lo que se dice a los iraquíes es que deben votar en enero, estén o no preparados para ello.
No es un buen consejo, especialmente porque un área fundamental del país -el norte y oeste de Bagdad, que son predominantemente sunníes- no estará con toda probabilidad preparada para participar adecuadamente en la votación de enero. Sin embargo, posponerla puede provocar una oposición chií, en especial de los bien organizados partidos religiosos chiíes, que esperan sacar los mayores beneficios de las elecciones de enero. Sería mucho mejor que Washington se apartara y alentara a las varias facciones iraquíes a que buscasen una solución propia sobre la fecha de las elecciones. Sería una buena práctica para el tipo de negociación entre comunidades que se necesitará para crear un gobierno iraquí legítimo una vez que terminen las elecciones.
Ahora el Pentágono tiene planes para subir el nivel de tropas en Iraq a 150.000 en enero, para aumentar la seguridad de las elecciones. Sería mejor enviar más tropas. A pesar de haber recuperado Faluya, gran parte del norte y oeste, junto al llamado triángulo de la muerte al sur de Bagdad, sufren todavía el azote de una insurrección armada.
Entretanto, Faluya está en ruinas. Si los más de 200.000 habitantes que huyeron antes de los combates pudieran de algún modo volver a asentarse en la ciudad para fines de enero, claramente las elecciones no serán una de sus preocupaciones principales. Incluso si lo fueran, los grupos nacionalistas sunníes, con los que se identifica la mayoría de los habitantes de Faluya, han permanecido en gran parte ajenos a las preparativas electorales.
Líderes sunníes moderados, como Adnan Pachachi, esperan que un aplazamiento de tres a cuatro meses allanaría el camino de una mayor participación sunní. Seguir adelante ahora, creen, sólo lograría atrincherar y profundizar la resistencia armada sunní. Un grupo cada vez mayor de partidos e individuos reafirmaron ayer esa posición. La posición kurda es comprensiblemente más ambigua. Si las elecciones de enero se realizaran con una subrepresentación de los nacionalistas sunníes resultaría en más sillas para los principales partidos kurdos. Sin embargo, la asamblea constituyente que resultara de esas elecciones estaría ciertamente dominada por los partidos religiosos chiíes que se oponen a las preferencias kurdas por un estado más secular y por más autonomía regional.
La solución más prometedora sería alentar a los sunníes moderados y a los kurdos a dejar de lado sus temores de que las elecciones de enero serán directamente ventajosas para el gran ayatollah Ali al-Sistani, el ampliamente respetado líder de la comunidad chií. En el pasado, el ayatollah Sistani se ha mostrado capaz de reconocer los más amplios intereses nacionales en tener paz y legitimidad. Negociar un consenso iraquí sobre la fecha de la votación haría más en el fomento de esos intereses que aferrarse a un esquema arbitrario que amenaza con producir resultados peligrosamente distorsionados.
6 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
No es un buen consejo, especialmente porque un área fundamental del país -el norte y oeste de Bagdad, que son predominantemente sunníes- no estará con toda probabilidad preparada para participar adecuadamente en la votación de enero. Sin embargo, posponerla puede provocar una oposición chií, en especial de los bien organizados partidos religiosos chiíes, que esperan sacar los mayores beneficios de las elecciones de enero. Sería mucho mejor que Washington se apartara y alentara a las varias facciones iraquíes a que buscasen una solución propia sobre la fecha de las elecciones. Sería una buena práctica para el tipo de negociación entre comunidades que se necesitará para crear un gobierno iraquí legítimo una vez que terminen las elecciones.
Ahora el Pentágono tiene planes para subir el nivel de tropas en Iraq a 150.000 en enero, para aumentar la seguridad de las elecciones. Sería mejor enviar más tropas. A pesar de haber recuperado Faluya, gran parte del norte y oeste, junto al llamado triángulo de la muerte al sur de Bagdad, sufren todavía el azote de una insurrección armada.
Entretanto, Faluya está en ruinas. Si los más de 200.000 habitantes que huyeron antes de los combates pudieran de algún modo volver a asentarse en la ciudad para fines de enero, claramente las elecciones no serán una de sus preocupaciones principales. Incluso si lo fueran, los grupos nacionalistas sunníes, con los que se identifica la mayoría de los habitantes de Faluya, han permanecido en gran parte ajenos a las preparativas electorales.
Líderes sunníes moderados, como Adnan Pachachi, esperan que un aplazamiento de tres a cuatro meses allanaría el camino de una mayor participación sunní. Seguir adelante ahora, creen, sólo lograría atrincherar y profundizar la resistencia armada sunní. Un grupo cada vez mayor de partidos e individuos reafirmaron ayer esa posición. La posición kurda es comprensiblemente más ambigua. Si las elecciones de enero se realizaran con una subrepresentación de los nacionalistas sunníes resultaría en más sillas para los principales partidos kurdos. Sin embargo, la asamblea constituyente que resultara de esas elecciones estaría ciertamente dominada por los partidos religiosos chiíes que se oponen a las preferencias kurdas por un estado más secular y por más autonomía regional.
La solución más prometedora sería alentar a los sunníes moderados y a los kurdos a dejar de lado sus temores de que las elecciones de enero serán directamente ventajosas para el gran ayatollah Ali al-Sistani, el ampliamente respetado líder de la comunidad chií. En el pasado, el ayatollah Sistani se ha mostrado capaz de reconocer los más amplios intereses nacionales en tener paz y legitimidad. Negociar un consenso iraquí sobre la fecha de la votación haría más en el fomento de esos intereses que aferrarse a un esquema arbitrario que amenaza con producir resultados peligrosamente distorsionados.
6 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
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