policía mexicana en desgracia
[Richard Boudreaux] El cuerpo originalmente exclusivo, ahora demasiado grande y poco efectivo, está bajo investigación federal.
Ciudad de México, México. ¡Miren al cielo! ¡Son los federales bajando de los rascacielos para combatir a los delincuentes!
Ese era al menos el retrato en los divertidos reclames de televisión ensalzando a la Policía Federal Preventiva de México y sus habilidades de Spiderman. Concebida hace seis años como un cuerpo de elite de jóvenes agentes con educación universitaria y muy bien pagados, se fanfarroneaba de estar al margen de la corrupción y comprometido con un ideal: "Inteligencia y disciplina contra la delincuencia".
Esta imagen auto-complaciente fue consumida por las llamas el mes pasado. Una multitud rodeó y desarmó a tres agentes encubiertos del cuerpo, aparentemente al confundirlos con secuestradores, y quemaron vivos a dos de ellos mientras eran filmados por cámaras de televisión. Los pelotones de refuerzo tardaron tres horas y media en llegar -la realidad de una fuerza policial incapaz de proteger incluso a su propia gente.
La fuerza policial, de uniforme gris, conocida por sus iniciales en español PFP, está ahora bajo investigación federal, el último de los problemas del asediado sistema policial de México. Los mexicanos dicen que una delincuencia desenfrenada y una aplicación de la ley deficiente han socavado la confianza en la transición democrática iniciada cuando la elección del presidente Fox en 2000 puso fin a siete décadas de gobierno uni-partidista.
Calificando la lucha contra la delincuencia como "la batalla más difícil" de su mandato, Fox despidió la semana pasada al comisario y otros siete funcionarios de alto rango del cuerpo y ordenó su re-estructuración. "No descansaremos sino hasta que hayamos limpiado completamente las fuerzas policiales", dijo Fox.
Los mexicanos dicen que han visto numerosas de esas "limpiezas"en años recientes, pero pocos esfuerzos sostenidos contra el crimen violento, la corrupción oficial y la impunidad.
"El sistema está tan podrido que ya no importa a quién nombren como jefe máximo", dice Tania Lara Ortiz, 27, una contable que fue agredida y robada este mes en un autobús de Ciudad de México.
La PFP empezó con altas esperanzas de ganarse el respeto de una ciudadanía cansada de la delincuencia. La mayoría de los mexicanos viven a merced de agentes de policía municipales, que son generalmente corruptos y pobremente adiestrados. En la última década se ha presenciado el firme crecimiento de siete agencias federales de policía diferentes, con poderes limitados y tareas especiales.
La más grande es la PFP. Sus agentes custodian yacimientos petrolíferos, puertos y otras instalaciones federales, e implementan leyes federales contra el tráfico de drogas y de armas. Tienen atribuciones para participar en la prevención local de la delincuencia cuando son invitados por las autoridades locales, y la demanda de sus servicios ha aumentado fuertemente en los últimos años.
Pero esa presión, dijeron veteranos del cuerpo, socavaron su efectividad y su identidad como policías honestos. En entrevistas y en declaraciones ante las pesquisas sobre los linchamientos del 23 de noviembre, agentes y ex agentes dijeron que los imperativos políticos para conseguir victorias rápidas contra la delincuencia habían obligado al cuerpo a incorporar cada vez más de sus 14.000 miembros de otras agencias de policía y de las fuerzas armadas mexicanas.
La fusión creó divisiones y un desorden operacional dentro del cuerpo, dijeron estos críticos, mientras sus jefes militares fomentaron una cultura del secreto que favoreció la corrupción e hizo al cuerpo menos responsable ante la supervisión y autoridades civiles.
La violencia de la multitud que expuso las fallas del cuerpo fue sólo la última en una serie de escándalos este año, alimentando la impresión de que México es inmerso en el caos.
En Ciudad Juárez, por ejemplo, un grupo de agentes de la policía local y estatal está bajo investigación por el asesinato de cientos de mujeres. El cuerpo de investigaciones criminales entero del estado de Morelos fue suspendido por sospechas de que sus agentes trabajaban como escoltas en el transporte aéreo de cocaína hacia Cuernavaca, un balneario donde pasan los fines de semana los ricos de Ciudad de México. Al menos 31 miembros de la inteligencia del ejército y de un batallón de paracaidistas, reclutados para luchar contra los carteles de la droga a lo largo de la frontera con Tejas, han desertado y formado su propia y violenta banda dedicada al tráfico de drogas.Este mes en Cancún los delegados del estado del despacho del fiscal general federal y los contrapartes del FBI mexicano fueron arrestados por sospechas de proteger o trabajar para bandas de traficantes rivales acusadas recientemente de nueve asesinatos en el balneario caribeño.
Fox alega que esos escándalos han salido a la luz precisamente porque está combatiendo la corrupción, y no por ignorarla, como hacían sus predecesores. Más de 32.000 personas implicadas en el tráfico de drogas han sido detenidas desde 2000, dice, y se ha desmantelado a 51 bandas de secuestradores.
"Hemos logrado contener el crecimiento de la delincuencia en general y reducir ligeramente la incidencia de crímenes federales", dijo Fox la semana pasada.
Pero las cifras crudas dicen poco a las víctimas.
Los estudios indican que cerca del 80 por ciento de todos los delitos que se cometen en México no son reportados, en gran parte debido a la poca confianza que tiene la gente en el sistema judicial mexicano y, en muchos casos, porque saben o sospechan que los culpables son los policías mismos. Después de una ola de asesinatos y secuestros, unas 250.000 desfilaron en junio por las calles del centro de Ciudad de México pidiendo que los agentes de policía rindan cuentas.
"El estado no sabe cómo modernizar sus instituciones y ganarse la confianza de sus ciudadanos", dice Ernesto López Portillo, director del Instituto para la Seguridad y la Democracia, una de las muchas organizaciones privadas que llamaron a la marcha. "Gasta sus recursos en más fuerza, en más represión, más armas, más tecnología, pero eso no hace que la gente se sienta más protegida".
Se suponía que la PFP sería diferente y, al principio, lo fue.
Exigía que sus reclutas tuviesen estudios universitarios y los sometía durante cuatro meses a un riguroso adiestramiento físico, psicológico y educativo. Cientos de jóvenes idealistas, hombres y mujeres, creyeron que una carrera en la policía sería respetable y se enlistaron. Ganaban más -unos 800 dólares al mes- que los policías locales, más bonos por buenos resultados y hoja de servicio.
Impresionados por los resultados, gobernadores y alcaldes empezaron a pedir que agentes de la PFP manejaran la ley en algunas comunidades, remplazando a los agentes corruptos. Pronto la academia no pudo producir cadetes con la suficiente rapidez.
Omar Fayad, el jefe de la primera fuerza, dijo que el cuerpo había cambiado radicalmente luego de su partida en 2000. Ansioso por expandir sus filas y mostrar resultados rápidos en la lucha contra la delincuencia, el gobierno introdujo agentes que provenían del Ejército, la Marina y la policía federal de tráfico, incluyendo a muchos sin diplomas universitarios. Un oficial de la Marina quedó a cargo, remplazando a Fayad, un abogado que ahora es miembro del Congreso.
Los agentes con estudios universitarios son hoy 1.785, apenas un 12 por ciento del cuerpo.
"Se perdieron muchas de las ideas originales", dijo Fayad. "La PFP se transformó en una imitación de la fuerza paramilitar, con regulaciones más parecidas a las del Ejército que a las de una fuerza de policía ciudadana".
La corrupción y el secreto echaron raíces. Varios agentes están bajo investigación por secuestros, extorsión, tráfico de inmigrantes ilegales y por aceptar mordidas en la compra de vehículos y chalecos antibala. El personal asignado del Ejército y de la Marina del cuerpo sigue estando sujeto a la jerarquía y justicia militares, haciendo que los delitos que cometan no puedan ser sometidos a inspecciones civiles.
Un problema mayor, dijo Fayad y otros veteranos de la PFP, es una estructura de mando poco funcional que puede haber contribuido al retraso en responder a la violencia de la multitud el mes pasado. Dicen que la fuerza se ha transformado en una coalición de facciones con cadenas de mando rivales, lo que refleja su estructura diversa.
Las tensiones entre las facciones quedaron claras tras los asesinatos de los agentes encubiertos en un barrio pobre en las afueras de Ciudad de México. Cientos de agentes, la mayoría de ellos graduados universitarios, montaron una manifestación callejera y amenazaron con declarar una huelga si Fox no retiraba a sus superiores de la Marina, de los que dicen que no son adecuados para la jefatura en tierra.
Grupos de ciudadanos que cabildean para mejores agencias policiales insisten en que Fox vaya más allá y revierta la tendencia de confiar a los militares las labores policiales de México.
Pero Fox ha estado atado de pies y manos por un Congreso dominado por la oposición y ha sido incapaz de hacer aprobar la mayoría de sus promesas de reforma.
Los grupos de ciudadanos dicen que él podría actuar por cuenta propia para instituir procedimientos de responsabilidad que permitieran a las autoridades civiles revisar los presupuestos de las agencias de policía, sus operaciones, promociones, estadísticas y casos de abuso de poder."La sociedad civil no sabe nada de lo que pasa en la policía sino hasta que estalla algún escándalo demasiado grande como para ser ocultado", dice el cruzado anti-delincuencia López Portillo. "Hasta el mes pasado, no sabíamos nada sobre la PFP, excepto la propaganda de la PFP en la televisión sobre su propia mística".
20 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
Ese era al menos el retrato en los divertidos reclames de televisión ensalzando a la Policía Federal Preventiva de México y sus habilidades de Spiderman. Concebida hace seis años como un cuerpo de elite de jóvenes agentes con educación universitaria y muy bien pagados, se fanfarroneaba de estar al margen de la corrupción y comprometido con un ideal: "Inteligencia y disciplina contra la delincuencia".
Esta imagen auto-complaciente fue consumida por las llamas el mes pasado. Una multitud rodeó y desarmó a tres agentes encubiertos del cuerpo, aparentemente al confundirlos con secuestradores, y quemaron vivos a dos de ellos mientras eran filmados por cámaras de televisión. Los pelotones de refuerzo tardaron tres horas y media en llegar -la realidad de una fuerza policial incapaz de proteger incluso a su propia gente.
La fuerza policial, de uniforme gris, conocida por sus iniciales en español PFP, está ahora bajo investigación federal, el último de los problemas del asediado sistema policial de México. Los mexicanos dicen que una delincuencia desenfrenada y una aplicación de la ley deficiente han socavado la confianza en la transición democrática iniciada cuando la elección del presidente Fox en 2000 puso fin a siete décadas de gobierno uni-partidista.
Calificando la lucha contra la delincuencia como "la batalla más difícil" de su mandato, Fox despidió la semana pasada al comisario y otros siete funcionarios de alto rango del cuerpo y ordenó su re-estructuración. "No descansaremos sino hasta que hayamos limpiado completamente las fuerzas policiales", dijo Fox.
Los mexicanos dicen que han visto numerosas de esas "limpiezas"en años recientes, pero pocos esfuerzos sostenidos contra el crimen violento, la corrupción oficial y la impunidad.
"El sistema está tan podrido que ya no importa a quién nombren como jefe máximo", dice Tania Lara Ortiz, 27, una contable que fue agredida y robada este mes en un autobús de Ciudad de México.
La PFP empezó con altas esperanzas de ganarse el respeto de una ciudadanía cansada de la delincuencia. La mayoría de los mexicanos viven a merced de agentes de policía municipales, que son generalmente corruptos y pobremente adiestrados. En la última década se ha presenciado el firme crecimiento de siete agencias federales de policía diferentes, con poderes limitados y tareas especiales.
La más grande es la PFP. Sus agentes custodian yacimientos petrolíferos, puertos y otras instalaciones federales, e implementan leyes federales contra el tráfico de drogas y de armas. Tienen atribuciones para participar en la prevención local de la delincuencia cuando son invitados por las autoridades locales, y la demanda de sus servicios ha aumentado fuertemente en los últimos años.
Pero esa presión, dijeron veteranos del cuerpo, socavaron su efectividad y su identidad como policías honestos. En entrevistas y en declaraciones ante las pesquisas sobre los linchamientos del 23 de noviembre, agentes y ex agentes dijeron que los imperativos políticos para conseguir victorias rápidas contra la delincuencia habían obligado al cuerpo a incorporar cada vez más de sus 14.000 miembros de otras agencias de policía y de las fuerzas armadas mexicanas.
La fusión creó divisiones y un desorden operacional dentro del cuerpo, dijeron estos críticos, mientras sus jefes militares fomentaron una cultura del secreto que favoreció la corrupción e hizo al cuerpo menos responsable ante la supervisión y autoridades civiles.
La violencia de la multitud que expuso las fallas del cuerpo fue sólo la última en una serie de escándalos este año, alimentando la impresión de que México es inmerso en el caos.
En Ciudad Juárez, por ejemplo, un grupo de agentes de la policía local y estatal está bajo investigación por el asesinato de cientos de mujeres. El cuerpo de investigaciones criminales entero del estado de Morelos fue suspendido por sospechas de que sus agentes trabajaban como escoltas en el transporte aéreo de cocaína hacia Cuernavaca, un balneario donde pasan los fines de semana los ricos de Ciudad de México. Al menos 31 miembros de la inteligencia del ejército y de un batallón de paracaidistas, reclutados para luchar contra los carteles de la droga a lo largo de la frontera con Tejas, han desertado y formado su propia y violenta banda dedicada al tráfico de drogas.Este mes en Cancún los delegados del estado del despacho del fiscal general federal y los contrapartes del FBI mexicano fueron arrestados por sospechas de proteger o trabajar para bandas de traficantes rivales acusadas recientemente de nueve asesinatos en el balneario caribeño.
Fox alega que esos escándalos han salido a la luz precisamente porque está combatiendo la corrupción, y no por ignorarla, como hacían sus predecesores. Más de 32.000 personas implicadas en el tráfico de drogas han sido detenidas desde 2000, dice, y se ha desmantelado a 51 bandas de secuestradores.
"Hemos logrado contener el crecimiento de la delincuencia en general y reducir ligeramente la incidencia de crímenes federales", dijo Fox la semana pasada.
Pero las cifras crudas dicen poco a las víctimas.
Los estudios indican que cerca del 80 por ciento de todos los delitos que se cometen en México no son reportados, en gran parte debido a la poca confianza que tiene la gente en el sistema judicial mexicano y, en muchos casos, porque saben o sospechan que los culpables son los policías mismos. Después de una ola de asesinatos y secuestros, unas 250.000 desfilaron en junio por las calles del centro de Ciudad de México pidiendo que los agentes de policía rindan cuentas.
"El estado no sabe cómo modernizar sus instituciones y ganarse la confianza de sus ciudadanos", dice Ernesto López Portillo, director del Instituto para la Seguridad y la Democracia, una de las muchas organizaciones privadas que llamaron a la marcha. "Gasta sus recursos en más fuerza, en más represión, más armas, más tecnología, pero eso no hace que la gente se sienta más protegida".
Se suponía que la PFP sería diferente y, al principio, lo fue.
Exigía que sus reclutas tuviesen estudios universitarios y los sometía durante cuatro meses a un riguroso adiestramiento físico, psicológico y educativo. Cientos de jóvenes idealistas, hombres y mujeres, creyeron que una carrera en la policía sería respetable y se enlistaron. Ganaban más -unos 800 dólares al mes- que los policías locales, más bonos por buenos resultados y hoja de servicio.
Impresionados por los resultados, gobernadores y alcaldes empezaron a pedir que agentes de la PFP manejaran la ley en algunas comunidades, remplazando a los agentes corruptos. Pronto la academia no pudo producir cadetes con la suficiente rapidez.
Omar Fayad, el jefe de la primera fuerza, dijo que el cuerpo había cambiado radicalmente luego de su partida en 2000. Ansioso por expandir sus filas y mostrar resultados rápidos en la lucha contra la delincuencia, el gobierno introdujo agentes que provenían del Ejército, la Marina y la policía federal de tráfico, incluyendo a muchos sin diplomas universitarios. Un oficial de la Marina quedó a cargo, remplazando a Fayad, un abogado que ahora es miembro del Congreso.
Los agentes con estudios universitarios son hoy 1.785, apenas un 12 por ciento del cuerpo.
"Se perdieron muchas de las ideas originales", dijo Fayad. "La PFP se transformó en una imitación de la fuerza paramilitar, con regulaciones más parecidas a las del Ejército que a las de una fuerza de policía ciudadana".
La corrupción y el secreto echaron raíces. Varios agentes están bajo investigación por secuestros, extorsión, tráfico de inmigrantes ilegales y por aceptar mordidas en la compra de vehículos y chalecos antibala. El personal asignado del Ejército y de la Marina del cuerpo sigue estando sujeto a la jerarquía y justicia militares, haciendo que los delitos que cometan no puedan ser sometidos a inspecciones civiles.
Un problema mayor, dijo Fayad y otros veteranos de la PFP, es una estructura de mando poco funcional que puede haber contribuido al retraso en responder a la violencia de la multitud el mes pasado. Dicen que la fuerza se ha transformado en una coalición de facciones con cadenas de mando rivales, lo que refleja su estructura diversa.
Las tensiones entre las facciones quedaron claras tras los asesinatos de los agentes encubiertos en un barrio pobre en las afueras de Ciudad de México. Cientos de agentes, la mayoría de ellos graduados universitarios, montaron una manifestación callejera y amenazaron con declarar una huelga si Fox no retiraba a sus superiores de la Marina, de los que dicen que no son adecuados para la jefatura en tierra.
Grupos de ciudadanos que cabildean para mejores agencias policiales insisten en que Fox vaya más allá y revierta la tendencia de confiar a los militares las labores policiales de México.
Pero Fox ha estado atado de pies y manos por un Congreso dominado por la oposición y ha sido incapaz de hacer aprobar la mayoría de sus promesas de reforma.
Los grupos de ciudadanos dicen que él podría actuar por cuenta propia para instituir procedimientos de responsabilidad que permitieran a las autoridades civiles revisar los presupuestos de las agencias de policía, sus operaciones, promociones, estadísticas y casos de abuso de poder."La sociedad civil no sabe nada de lo que pasa en la policía sino hasta que estalla algún escándalo demasiado grande como para ser ocultado", dice el cruzado anti-delincuencia López Portillo. "Hasta el mes pasado, no sabíamos nada sobre la PFP, excepto la propaganda de la PFP en la televisión sobre su propia mística".
20 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
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jorge pedro -