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américa en las elecciones ucranianas


[Jefferson Morley] Mientras Ucrania se prepara para votar -otra vez- para elegir un nuevo presidente este domingo, la prensa internacional online continúa haciéndose preguntas sobre la injerencia extranjera y la inquietante posibilidad de que produzcan incidentes violentos.
El lunes el Kyiv Post informaba que un agente de seguridad ucraniano y miembro del Parlamento ha acusado a los presidentes de Rusia y Ucrania de estar proporcionando armas a bandas que apoyan al favorito del Kremlin, el primer ministro Víctor Yanukovich. La intervención rusa ha sido persistente y bien documentada. El presidente ruso Vladimir Putin viajó a Ucrania una vez más para apoyar abiertamente a Yanukovich.
Las acusaciones más recientes, recogidas por MosNews en Moscú, agregaron otro giro a la ya melodramática historia. La semana pasada los médicos llegaron a la conclusión de que alguien había en realidad intentado envenenar al líder Víctor Yuschenko, el candidato pro-occidental, con una dosis de dioxina casi mortal.
Pero en este ambiente altamente cargado, las acusaciones de Yanukovich de la injerencia de Estados Unidos en la política ucraniana, de las que se hizo eco Putin y la prensa local, son especialmente provocadoras. Una semanario ucraniano, ‘2000', afirmó que la ‘revolución naranja' de Yuschenko era una campaña coordinada por "el centro de operaciones psicológicas de la OTAN" en Porto, Portugal. Citando fuentes anónimas, el reportaje dice que la operación hace uso de frecuencias ultra-sónicas y de drogas para influir en los manifestantes.
El escepticismo sobre la llamada ‘revolución naranja' de Ucrania también ha estado echando brotes en la prensa europea. En un artículo de The Guardian, el historiador Timothy Garton Ash citó un informe del Times londinense que describe a las muchedumbres opositoras en Kiev como "turbas". Observó que un experto del Tagesspiele, de Berlín, comparó las tácticas de la oposición con las del cerebro comunista V.I. Lenin.
El columnista del Guardian, Jonathan Steele escribió que la lucha por las elecciones ucranianas no eran una contienda entre la libertad y el totalitarismo como la retratan algunos en Occidente, sino más bien un "golpe de estado post-moderno" orquestado por Estados Unidos.
"Interferir en elecciones extranjeras con la excusa de un interés imparcial en ayudar a la sociedad civil se ha transformado en una justificación del golpe de estado post-moderno", escribió Steele. "Los instrumentos de la democracia son usados selectivamente para derrocar a dictadores poco populares una vez que se ha encontrado un candidato o régimen sucesor".
"En el caso de Ucrania, esto es jugar con fuego", argumentó. "El país no está solamente dividido geográfica y culturalmente -una receta para la partición e incluso la guerra civil: es también un importante vecino de Rusia. Putin ha sido torpe, pero acusar a Rusia de imperialismo porque muestra un estrecho interés en los países adyacentes y en las minorías rusas que viven en ellos, es una salvaje exageración".
Garton Ash respondió que los movimientos de oposición democrática en Europa del Este han estado oyendo esos mismos argumentos de Europa Occidental durante más de 25 años.
"Esos movimientos de oposición, se nos dice, amenazan la ‘estabilidad' europea. Detrás o más allá de ellos, están los sucios nacionalistas y/o la CIA. Debemos respetar las legítimas preocupaciones de Moscú (un argumento usado originalmente para justificar la continuada existencia del Muro de Berlín). Se abrirá una horrorosa caja de Pandora si... (rellénese este espacio con: el movimiento de Solidaridad de Polonia, las manifestaciones de Leipzig -perdón, turbas- en 1989, los estudiantes contra Milosevic en Belgrado, la revolución de las rosas en Georgia, o ahora la de Ucrania).
Ash reconoció que "hay una posibilidad real de violencia" en Ucrania y "de una dolorosa división entre el este de Ucrania, más orientado hacia Rusia, y el oeste, más orientado hacia Occidente". Pero por esa razón dice que la reacción compulsiva de que "si los estadounidenses están ahí, debe haber algo malo", es idiota.
"Se robaron las elecciones. La mayoría de los revolucionarios naranja quieren que su país goce de más libertades, derechos y oportunidades como las que gozamos en Europa Occidental, antes que seguir asociados a una Rusia cada vez más autoritaria. ¿No es eso una buena cosa para ellos y nosotros?"
Ash, un crítico de la invasión norteamericana de Iraq, dice que el caso de Ucrania muestra la diferencia entre los enfoques europeo y norteamericano de conflictos internacionales. Cuando líderes extranjeros se reunieron para mediar en las acusaciones de fraude electoral el mes pasado, los participantes incluían a un importante funcionario de la Unión Europea, los presidentes polaco y lituano, y un importante funcionario ruso, "pero no, que yo sepa, de ningún alto funcionario norteamericano... Esta es una versión de nuestro modelo europeo para una revolución pacífica, con el objetivo de unirse a Europa, no a Estados Unidos. Ahora debemos decidir de si la apoyamos, con todos los medios pacíficos a nuestra disposición".
El Kyiv Post es difícilmente una parte desinteresada en el debate. Fundado por un norteamericano de origen ucraniano, el Post ha estado publicando editoriales contra la cultura política autoritaria de Ucrania durante años. Pero observan que muchos países además de Estados Unidos han apoyado las campañas por la democracia en Ucrania.
"También han sido apoyadas por Dinamarca, Reino Unido, Suecia, Suiza, Holanda, Canadá, Noruega y la Unión Europea. Es difícilmente una conspiración norteamericana", concluyó el Post de ayer.
"Hay una buena y una mala promoción de la democracia", continuaba el diario. "Una persona razonable podría decir, por ejemplo, que la guerra de Ira representa el último tipo. Pero nadie serio argumentaría que la explosión de la democracia ucraniana haya sido negativa y nadie creería que Estados Unidos o el Occidente en general tengan que pedir excusas por lo que han estado haciendo en Ucrania".
"Estados Unidos ha hecho su parte de cosas sucias en el mundo", concluyen los editores. "Apoyar a la democracia ucraniana no es una de esas cosas".

21 de diciembre de 2004
25 de diciembre de 2004
©washington post
©traducción mQh
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