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captura de barón no termina la droga


Detener a un barón de la coca es igual de importante que detener a un dealer en una esquina cualquiera. Para el comercio de cocaína, no significa nada.
La fanfarria en torno a la extradición habría sido más convincente si hubiese sido arrestado una década antes. Pero a los 65, encorvado, canoso y regordete, Gilberto Rodríguez Orejuela llevaba el terrible calificativo de barón de la cocaína como la ropa prestada de un hombre más joven.
La semana pasada lo llevaron al Aeropuerto de Opa-locka y luego a Miami en una caravana de todoterrenos, evocativas de la seguridad de una visita presidencial. Era una gran noticia en otra de las guerras perpetuas, una que antecedió a la ‘Guerra contra el terrorismo'. "Un momento crítico en la guerra contra las drogas en nuestro país", dijo el fiscal estadounidense Marcos Daniel Jiménez.
El viejo Gilberto y su hermano Miguel, todavía preso en Colombia, están acusados de la importación en Estados Unidos de unos 220 kilos de coca entre 1999 y 2002, incluso cuando cumplían penas de prisión en Colombia.
Su cartel de Cali emergió en los años noventa como la operación de cocaína más notoria del mundo, ocupando la posición vacante de su rival Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín, que fue matado por maderos colombianos en 1993.
La muerte de Pablo no disminuyó el tráfico de droga. El antiguo presidente colombiano César Gaviria predijo que la muerte de Escobar engendraría "mil Pablos más pequeños". Y tenía razón.

"Obviamente, No Estamos Ganando"
Once años y casi cien extradiciones después, el viejo rival de Pablo, Gilberto, llega aquí con grilletes. Pero ¿está la gente de Opa-locka, que pueden haber visto pasar el sábado pasado la caravana de todoterrenos blindados, más protegida contra azote del crack y de la coca?
Es dudoso. En las últimas dos guerras de esta guerra contra la delincuencia, a pesar de tantos bombásticas detenciones y la confiscación de impresionantes cargamentos de coca y la erradicación química de cultivos de cocaína y la destrucción de muchos laboratorios de coca y el asesinato de Pablo Escobar, el cada vez más agobiante vicio debería haber puesto por las nubes el precio de la cocaína. Pero el mercado tomó la dirección opuesta. El jefe de policía de Opa-locka, Mario Hernández, dijo que el precio bruto de la coca bajó de 64.000 dólares el kilo en los días pioneros de la cocaína, a 15.000 y 18.000 dólares hoy. La oferta ha sobrepasado todos esos éxitos de la guerra contra las drogas. El precio de dos gramos de cocaína ha llegado a su precio más bajo, unos 106 dólares, en 14 años.
"Obviamente, no estamos ganando la guerra", dijo Hubert Williams, presidente de la Police Foundation de Washington, que entrevistó a 300 jefes de policía en todo el país y concluyó que un 60 por ciento creía que el consumo de drogas era ahora un problema más grave que hace cinco años. La encuesta de la Fundación, publicada la semana pasada, indicó que un 67 por ciento de los jefes creía que las campañas anti-drogas de la policía no habían logrado reducir el problema de las drogas. (Comparado con el 60 por ciento en 1996).

Un Problema Complejo
Williams dijo que la mayoría de los jefes creen que el problema es demasiado complejo para un enfoque policial único. Que tenemos que llegar a la esencia del problema y "tratar la compulsión psicológica" que sostiene al tráfico de drogas.
Ya hay informes de Colombia sobre nuevos grupos, dirigidos por el cartel del Norte del Valle, haciéndose con el mercado de Cali. Un inquietante reportaje en el número de noviembre de la revista Wired informa que los campesinos colombianos están cultivando una nueva especie de coca, que es resistente a los herbicidas utilizados por los operativos anti-narcóticos de Estados Unidos.
En el mundo real, la detención del barón de la droga Gilberto Rodríguez Orejuela tienen tanto efecto en el tráfico de drogas como la de un dealer de crack de 17 años en una esquina de Opa-locka. "Hay demasiados factores. Una persona no hace ninguna diferencia", dijo el jefe Hernández. "Hacemos algunos progresos, pero tarde o temprano alguien tomará su lugar".
Hasta que no sepamos cómo controlar la insaciable sed de drogas y la disposición a pagar por el contrabando, la detención de un viejo barón de la coca sólo allanará el camino de mil pequeños Gilbertos.

12 de diciembre de 2004
25 de diciembre de 2004
©miami herald
©traducción mQh

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