repensando las elecciones
[Samir S.M. Sumaidaie]El embajador iraquí ante Naciones Unidas escribe que posponer las elecciones no es una idea completamente mala.
El gobierno interino iraquí debe tomar una dura decisión: seguir adelante con las elecciones convocadas para el 30 de enero o postergarlas. De momento de ha mantenido firme en su decisión de ceñirse al programa. El argumento para hacerlo es apremiante. Legalmente, el gobierno interino está obligado por las estipulaciones de la Ley Administrativa de Transición, que determina que las elecciones sean realizadas ante de fines de enero de 2005, y por la Resolución 1546 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que confirmó la convocatoria y proporcionó a la decisión una dimensión internacional.
Moralmente, posponer las elecciones sería visto por los insurgentes como una victoria, estimulándoles a redoblar sus esfuerzos por descarrilar el proceso político. Además, una enorme sección del pueblo iraquí espera ansiosamente las elecciones y, si son aplazadas, se sentirá mermada en sus derechos legítimos. Posponer las elecciones por algunos meses tampoco significará necesariamente una mejora significativa de las condiciones de seguridad. De hecho, probablemente crearía una población disgustada y partidos inquietos en el sur de Iraq, además de los violentos y envalentonados insurgentes del noroeste.
Pero realizar las elecciones en las circunstancias presentes, cuando una parte considerable del país no cuenta con seguridad, nada más que por realizarlas, produciría una asamblea nacional desproporcionada y no representativa. Lejos de estabilizar el país, podría transformarse en la fórmula para una rebelión mayor. Si entonces la asamblea nacional procede a redactar la Constitución permanente, un número considerable de iraquíes se sentirán marginados y timados. Que no participen no se deberá a que no tengan ganas de votar, sino más bien a la falta de seguridad.
Hasta ahora el problema se ha presentando en debates públicos en Iraq y en Estados Unidos en términos binarios: O posponemos las elecciones, o las realizamos como convenido. Sin embargo, hay una tercera posibilidad: seguir adelante con las elecciones, pero establecer criterios de participación que deberían ser cumplidos antes de que la recién elegida asamblea nacional se avoque a escribir la Constitución permanente. Una condición que podría ser aceptaba por los participantes políticos más importantes en el país, podría definirse en términos de diferencias en votación. Por ejemplo, si la participación en dos o tres provincias fuera menor que la mitad del resto del país, la asamblea podría considerar que no está suficientemente equilibrada para comprometer al país a una Constitución permanente.
Por supuesto, la idea puede ser implementada en más de una manera. Un mecanismo posible podría ser dejar una cantidad de escaños vacantes para las provincias subrepresentadas. Los detalles podrían ser definidos y no está fuera del alcance del ingenio de los líderes políticos iraquíes idear un mecanismo que sea a la vez viable y justo. Esa solución tendría el mérito de satisfacer a todos los que quieren realizar las elecciones tan pronto como posible, y privar así a los terroristas de una victoria, al mismo tiempo que proporcionar un gobierno legítimamente elegido que podría concentrarse en estabilizar al país. Cuando esto se logre, otra ronda de votaciones proporcionaría una asamblea nacional más representativa que concitaría la confianza del país para redactar una Constitución permanente.
¿Cuál es el inconveniente? Uno, obvio, es el retraso en la redacción de la Constitución permanente. En mi opinión, este es un precio que vale la pena pagar a cambio de una mayor estabilidad. Otro inconveniente es que los insurgentes consideren una victoria el aplazamiento indefinido de la Constitución. Pero esa idea presupone que un gobierno elegido, actuando con la ayuda de la comunidad internacional, no lograría hacer progresos significativos en el frente del orden público. Esto no está de ninguna manera predeterminado. De hecho, una gobierno elegido tendría más posibilidades de estabilizar Iraq que el actual gobierno interino.
Se podría argumentar que la Ley Administrativa de Transición ya contiene un válvula de seguridad bajo la forma de un referéndum que especifica que si tres provincias iraquíes rechazan el borrador de una Constitución permanente, esta tiene que volver a ser redactada. Eso no es lo mismo, porque sin suficientes garantías especificadas de antemano, la ruta hacia un referéndum podría ser en realidad muy accidentada. Necesitamos implementar un poderoso mensaje de participación, de asociación e incluso de estima mutua, e implementarlo ahora.
En estos momentos necesitamos tanta comprensión como fuerza, y sabiduría no menos que objetivos claros. Si se puede alcanzar un consenso, Iraq se puede acercar a la comunidad internacional y pedir al Consejo de Seguridad una resolución que endorse su decisión de posponer la redacción de la Constitución permanente. Incluso si eso demuestra ser difícil o si demanda demasiado tiempo, se podría argumentar que un consenso dentro de Iraq (vale decir, una resolución unánime o casi unánime de la asamblea nacional interina respaldada por el gobierno interino y algunos partidos políticos claves) sería suficiente para adaptar el proceso político a las realidades actuales.
Otra cosa podría ayudar: un retraso de las elecciones de justo dos o tres semanas, fundamentalmente para dar tiempo a preparaciones realistas para los electores de fuera del país y para asegurar y preparar mejor las elecciones en Iraq. Sólo se ha considerado una semana para la inscripción de votantes iraquíes en 14 países. Considerando que los electores deben inscribirse en persona, esa semana difícilmente será suficiente. Y asume que para entonces, todos esos países habrán accedido a permitir que se realicen las elecciones en sus territorios. Hasta hoy sólo uno de esos países ha accedido.
El proceso electoral está sujeto a un esquema impracticable. Mientras debemos demostrar nuestro compromiso con el proceso político general y sus fechas, no debemos dejarnos esclavizar por estas.
El escritor es el embajador iraquí ante Naciones Unidas.
28 de diciembre de 2004
30 de diciembre de 2004
©washington post
©traducción mQh
Moralmente, posponer las elecciones sería visto por los insurgentes como una victoria, estimulándoles a redoblar sus esfuerzos por descarrilar el proceso político. Además, una enorme sección del pueblo iraquí espera ansiosamente las elecciones y, si son aplazadas, se sentirá mermada en sus derechos legítimos. Posponer las elecciones por algunos meses tampoco significará necesariamente una mejora significativa de las condiciones de seguridad. De hecho, probablemente crearía una población disgustada y partidos inquietos en el sur de Iraq, además de los violentos y envalentonados insurgentes del noroeste.
Pero realizar las elecciones en las circunstancias presentes, cuando una parte considerable del país no cuenta con seguridad, nada más que por realizarlas, produciría una asamblea nacional desproporcionada y no representativa. Lejos de estabilizar el país, podría transformarse en la fórmula para una rebelión mayor. Si entonces la asamblea nacional procede a redactar la Constitución permanente, un número considerable de iraquíes se sentirán marginados y timados. Que no participen no se deberá a que no tengan ganas de votar, sino más bien a la falta de seguridad.
Hasta ahora el problema se ha presentando en debates públicos en Iraq y en Estados Unidos en términos binarios: O posponemos las elecciones, o las realizamos como convenido. Sin embargo, hay una tercera posibilidad: seguir adelante con las elecciones, pero establecer criterios de participación que deberían ser cumplidos antes de que la recién elegida asamblea nacional se avoque a escribir la Constitución permanente. Una condición que podría ser aceptaba por los participantes políticos más importantes en el país, podría definirse en términos de diferencias en votación. Por ejemplo, si la participación en dos o tres provincias fuera menor que la mitad del resto del país, la asamblea podría considerar que no está suficientemente equilibrada para comprometer al país a una Constitución permanente.
Por supuesto, la idea puede ser implementada en más de una manera. Un mecanismo posible podría ser dejar una cantidad de escaños vacantes para las provincias subrepresentadas. Los detalles podrían ser definidos y no está fuera del alcance del ingenio de los líderes políticos iraquíes idear un mecanismo que sea a la vez viable y justo. Esa solución tendría el mérito de satisfacer a todos los que quieren realizar las elecciones tan pronto como posible, y privar así a los terroristas de una victoria, al mismo tiempo que proporcionar un gobierno legítimamente elegido que podría concentrarse en estabilizar al país. Cuando esto se logre, otra ronda de votaciones proporcionaría una asamblea nacional más representativa que concitaría la confianza del país para redactar una Constitución permanente.
¿Cuál es el inconveniente? Uno, obvio, es el retraso en la redacción de la Constitución permanente. En mi opinión, este es un precio que vale la pena pagar a cambio de una mayor estabilidad. Otro inconveniente es que los insurgentes consideren una victoria el aplazamiento indefinido de la Constitución. Pero esa idea presupone que un gobierno elegido, actuando con la ayuda de la comunidad internacional, no lograría hacer progresos significativos en el frente del orden público. Esto no está de ninguna manera predeterminado. De hecho, una gobierno elegido tendría más posibilidades de estabilizar Iraq que el actual gobierno interino.
Se podría argumentar que la Ley Administrativa de Transición ya contiene un válvula de seguridad bajo la forma de un referéndum que especifica que si tres provincias iraquíes rechazan el borrador de una Constitución permanente, esta tiene que volver a ser redactada. Eso no es lo mismo, porque sin suficientes garantías especificadas de antemano, la ruta hacia un referéndum podría ser en realidad muy accidentada. Necesitamos implementar un poderoso mensaje de participación, de asociación e incluso de estima mutua, e implementarlo ahora.
En estos momentos necesitamos tanta comprensión como fuerza, y sabiduría no menos que objetivos claros. Si se puede alcanzar un consenso, Iraq se puede acercar a la comunidad internacional y pedir al Consejo de Seguridad una resolución que endorse su decisión de posponer la redacción de la Constitución permanente. Incluso si eso demuestra ser difícil o si demanda demasiado tiempo, se podría argumentar que un consenso dentro de Iraq (vale decir, una resolución unánime o casi unánime de la asamblea nacional interina respaldada por el gobierno interino y algunos partidos políticos claves) sería suficiente para adaptar el proceso político a las realidades actuales.
Otra cosa podría ayudar: un retraso de las elecciones de justo dos o tres semanas, fundamentalmente para dar tiempo a preparaciones realistas para los electores de fuera del país y para asegurar y preparar mejor las elecciones en Iraq. Sólo se ha considerado una semana para la inscripción de votantes iraquíes en 14 países. Considerando que los electores deben inscribirse en persona, esa semana difícilmente será suficiente. Y asume que para entonces, todos esos países habrán accedido a permitir que se realicen las elecciones en sus territorios. Hasta hoy sólo uno de esos países ha accedido.
El proceso electoral está sujeto a un esquema impracticable. Mientras debemos demostrar nuestro compromiso con el proceso político general y sus fechas, no debemos dejarnos esclavizar por estas.
El escritor es el embajador iraquí ante Naciones Unidas.
28 de diciembre de 2004
30 de diciembre de 2004
©washington post
©traducción mQh
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