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la campaña de abbas


Preocupa al Washington Post que Abbas haya llamado a Israel "enemigo sionista".
El candidato presidencial Mahmoud Abbas ha sido un decidido y resuelto opositor de la violencia contra Israel y partidario de compromisos palestinos para avanzar hacia una solución de dos estados. Fue el primer líder político que se pronunció públicamente contra los atentados suicidas y el uso de las armas contra los israelíes. A diferencia del primer ministro Ariel Sharon, apoyó sin reservas la ‘hoja de ruta' del presidente Bush para un acuerdo de paz palestino-israelí. Es por eso que algunas de las palabras y acciones de Abbas durante la campaña para ganar los votos palestinos el domingo han provocado tanta inquietud. Antes que rechazar a los militantes armados, se ha subido a sus espaldas, llamándoles "héroes" y jurando protegerlos. Antes que preparar a los palestinos para hacer compromisos, ha reiterado el inalcanzable objetivo de Yasser Arafat del "derecho a retornar" de los refugiados. Indignado por un enfrentamiento entre militantes y el ejército israelí que terminó con la vida de jóvenes palestinos aparentemente inocentes, se refirió a Israel como "el enemigo sionista".
Muchos palestinos y algunos israelíes desdeñan las declaraciones de Abbas como retórica electoral. Algunos dicen que puede incluso ser efectiva para crear una base política popular para el político de 69 años -una base de la que carece hasta ahora. Pero no era necesario que Abbas apelara a la línea dura de la opinión pública palestina. Marwan Barghouti, que representa esa opinión y es el único rival de la carrera presidencial, retiró su candidatura hace algunas semanas. El jueves, el candidato volvió a posiciones centristas, prometiendo negociar con Sharon después de las elecciones y reiterando su disposición a "implementar íntegramente" la hoja de ruta. Sin embargo, para hacer eso Abbas deberá convencer a los palestinos de que abandonen los lemas vetustos y las peticiones maximalistas que él mismo ha estado expresando, y desarmar a los militantes que dispararon salvas en su honor.
El nuevo líder palestino, a diferencia de Arafat, parece tener una estrategia positiva. Es co-optar a los militantes seculares e islamistas convenciéndoles de que declaren una tregua unilateralmente y participen en el sistema político palestino. Abbas buscará, a cambio, protegerles de la que ha sido una mortífera campaña israelí de asesinatos selectivos y liberando a los que se encuentran ahora en cárceles israelíes. La virtud del plan es podría, en teoría, lograr una separación de los movimientos políticos radicales palestinos de las redes terroristas y formar un gobierno verdaderamente democrático. Pero los militantes -y en especial el movimiento islámico de Hamas- pueden no acceder; Hamas tiene la intención de lograr su propio objetivo, que es obligar a Israel a realizar "bajo fuego" la retirada anunciada de la Franja de Gaza. Incluso si algunos grupos renuncian a la violencia, Abbas deberá inevitablemente hacer frente a un núcleo irreducible de combatientes. Si no los neutraliza, la hoja de ruta no llegará más allá de sus pasos iniciales.
Abbas necesitará un montón de ayuda para terminar con este problema. Para comenzar, Israel debe dar tiempo al nuevo presidente para que continúe la prosecución de su estrategia política y debe estar dispuesto a responder al cese el fuego palestino con al menos una tregua tácita de su parte. Sharon necesitará ser pinchado sobre ese punto por el gobierno de Bush. Entretanto, será esencial que los gobiernos árabes, como el de Egipto y Jordania, hagan claro que tratarán a los grupos que continúen actuando con violencia como enemigos del estado palestino. Nada de esto resultará a menos que Abbas fije un nuevo tono como el presidente palestino elegido. El domingo heredará la presidencia de una causa importante pero perpetuamente contraproducente. Debe mostrar desde el principio que quiere llevarla por derroteros diferentes.

9 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh

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