victoria de las elecciones en café
[Anthony Shadid] En la intersección del nuevo y del viejo Iraq, lo que importa es la votación misma.
Bagdad, Iraq. En Shahbandar, un célebre café de Bagdad cuyo nombre evoca un tiempo (el pasado) y un ambiente (el intelectual), tres hombres se sentaron a fumar cigarrillos y a matar el tiempo bebiendo un azucarado té el jueves y debatieron sobre lo que significan las elecciones venideras para un país golpeado por tres décadas de tiranía, guerra y amargas desilusiones.
"Ir a votar es una victoria para el pueblo iraquí", dijo Ali Danif, 45, escritor.
"Las elecciones son más importantes que los candidatos", insistió Jamal Karim, su locuaz amigo.
Para no quedarse atrás, un sonriente Suheil Yassin intervino diciendo: "Mi deseo es morir en la puerta de uno de los locales de votación", una expresión que era deliberadamente dramática. "Quiero ser el mártir de las urnas".
Las primeras elecciones competitivas de Iraq en décadas son un asunto torpemente contenido. La violencia acecha ominosamente el proceso, que terminará con la elección de un nuevo parlamento el 30 de enero. Los nombres de los candidatos no han sido publicados, por temor a que sean asesinados. Las manifestaciones son pocas, los carteles son a menudo despegados y casi nadie conoce algún programa electoral, mucho menos sus candidatos.
Pero en Shahbandar, un café de más un siglo que ha sido durante largo tiempo el corazón intelectual de esta fatigada ciudad, donde hombres con desgastadas chaquetas de traje y jerseyes se reúnen a debatir en pequeños círculos, hay un marcado optimismo sobre lo que significan las elecciones para la gente que anhela un cambio decisivo después de casi dos años de ocupación. Para muchos de los hombres reunidos aquí, sentados debajo de retratos de la historia de Bagdad, las elecciones son más importantes que los candidatos.
"Sin elecciones, habrá tiranía", dijo Kadhim Hassan, 37, escritor.
La luz al fin de la mañana bañaba el atiborrado café con un suave brillo y Hassan estaba sentado en una angosta banca de madera. Calificó la votación de "momento histórico", luego su cara adquirió una expresión adusta. "La guerra y los desastres", dijo, sacudiendo la cabeza -para eso son buenos los iraquíes.
"Ahora la mayoría de la gente cree que están viviendo en la oscuridad", dijo Hassan. "Es hora de salir a la luz".
Shahbandar, con su tejado abovedado y sus paredes de ladrillos, es un artefacto de lo que alguien podría llamar una época más civilizada de Bagdad, antes de que las conversaciones giraran sobre los secuestros que se han transformado en una epidemia, antes de las frustraciones con la electricidad que aún no mejora, antes de las quejas sobre las colas en las gasolineras que se extienden por kilómetros y duran ya más de un mes.
Viejas pipas de agua están ordenadas en hileras, junto con samovares y jarras de bronce acumulando polvo. Afuera está la conejera de librerías a lo largo de la calle de Mutanabi, llamada según un sabio del siglo 10, cuyas palabras todavía son recitadas de memoria por casi todos los árabes. En la esquina está la Qushla, la sede en Bagdad del gobierno otomano, que cayó en la Primera Guerra Mundial. Fue en esa época que el café fue renovado y llamado oficialmente con el nombre de sus antiguos dueños, quienes comenzaron a atraer a los hombres de letras de la ciudad.
Shahbandar no tiene mesas de backgammon, naipes ni dominós, el equipaje de la mayoría de los cafés árabes. En su lugar hay conversaciones -un buen montón-, especialmente al mediodía, cuando el espacio en los sofás es limitado y las colillas de cigarrillos se apilan en el suelo.
"No me convencen las elecciones", declara Abdel-Rahman Abbas, 60, ex empleado municipal con un cuidado mostacho y una chaqueta deportiva azul. "Los americanos pueden hacer lo que quieran, y ya tomaron una decisión".
Abbas estaba preocupado. Compartía el cinismo de muchos sobre los más importantes partidos políticos iraquíes, la mayoría de los cuales operaban en el exilio durante el régimen de Saddam Hussein. Dijo que pensaba que las elecciones sólo intensificarían las divisiones sectarias que, a pesar de las provocaciones, todavía no habían estallado. Y expresó una nostalgia evocada a menudo: En su mente, la monarquía que cayó en 1958 sería un gobierno tan bueno como cualquiera.
"No es más que un juego", dijo.
Pero Abbas es una voz solitaria. No es que los otros pensaran que las elecciones serán pacíficas; pocos son los que no predicen la violencia. Pero muchos de los escritores, críticos literarios e intelectuales parecían estar diciendo que el precio valía la pena de pagar.
Para los más entusiastas en Shahbandar, el ambiente recordaba otros momentos críticos en Bagdad desde la invasión norteamericana de marzo de 2003: El optimismo aumentaba en cada momento decisivo, anunciado como un nuevo comienzo, incluso si resultaba ser de corta duración.
"Si hubieran hecho las elecciones primero, no tendríamos la situación que tenemos ahora", dijo Heidar Mohammed, 37, vendedor de libros. "Si hubiera habido elecciones, la gente habría aceptado al gobierno desde el principio".
Un barbudo con una abultada mochila distribuyó octavillas entre los parroquianos. Una decía: "Hacia un Iraq democrático, unido y justo". Detrás de él había un vendedor de diarios pregonando sus mercaderías: "¡Lea el diario! ¡150 dinares!" Uno de los titulares anunciaba los daños causados el miércoles por la explosión de tres coches-bomba en Mosul, la tercera ciudad del país.
"Un país no progresa sin hacer sacrificios", dijo Mohammed.
Mencionó la guerra de Irán-Iraq y la batalla de 1988 para recuperar la península de Faw en el Golfo Pérsico. Murieron miles, dijo, "en nombre de la locura de Saddam. Si perdemos 100 o 200 personas como mártires de las elecciones, el sacrificio valdrá la pena".
"Es el precio que tenemos que pagar", agregó Mohammed Thamer, poeta. "No tenemos alternativa, no hay solución".
Junto a la puerta del café, chocan el pasado y el futuro de Iraq. En las paredes adentro hay fotografías de la historia de Iraq: el equipo de lucha con los torsos desnudos de 1936, la corte del Rey Faisal después de la Primera Guerra Mundial, el funeral del Rey Ghazi en 1939. Afuera, los carteles de la campaña electoral con promesas como: "Elecciones son seguridad y estabilidad". "Iraq primero", dice otro.
Danif, Karim y Yassin, amigos que se reúnen todos los jueves en el café, sonrieron cuando hablaron sobre la votación. Como otros, saben poco de los candidatos, los partidos o sus programas. Pero celebran lo que significan las elecciones.
"En política no confío en nadie", dijo Karim, 48. "Sólo confío en el pueblo iraquí".
Yassin sorbió de su té, luego habló
"Con las elecciones", dijo, "se pasarán las páginas del régimen totalitario y nunca volverán a ser abiertas".
La embajada norteamericana ha hecho esfuerzos por limitar su participación pública en las elecciones, y los militares norteamericanos, que desplegarán sus 150.000 tropas durante las elecciones, se mantendrán alejados de los colegios electorales. Dado el nivel de descontento y escepticismo sobre Estados Unidos en Iraq, puede ser la mejor manera de asegurar la legitimidad de las elecciones.
"A veces cuando los norteamericanos dicen Buenos días', nos ponemos desconfiados", dijo Yassin, crítico literario.
Pero no había nada de la furiosa indignación sobre la ocupación mostrada a menudo en lugares como Ciudad Sáder, leal al clérigo militante chií, o en barrios predominantemente sunníes, como Adhamiyah. En lugar de eso, los tres hombres dijeron que esperarían.
"Terminará, tarde o temprano", dijo Yassin. "Lo dice la historia".
En las paredes hay fotografías de una ocupación anterior: la entrada en Bagdad en 1917 del general de división británico Stanley Maude a la cabeza del ejército que había derrotado a los otomanos, el pontón que construyó en el Tigris, un puesto militar británico de 1923. Maude murió en la guerra; Iraq no alcanzó la independencia sino en 1932.
"Los norteamericanos se marcharán", dijo Karim. "Se marcharán como otros que ocuparon Iraq, tarde o temprano".
Entretanto, los tres hombres dijeron que tenían esperanzas.
"Tengo optimismo, mil por ciento", exclamó Danif.
Karim asintió. "Yo soy dos veces más optimista", dijo.
Yassin sonrió. "Soy optimista, pero sé que habría obstáculos y dificultades". Asintió con los otros y dijo: "Es sólo el principio".
16 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh
"Ir a votar es una victoria para el pueblo iraquí", dijo Ali Danif, 45, escritor.
"Las elecciones son más importantes que los candidatos", insistió Jamal Karim, su locuaz amigo.
Para no quedarse atrás, un sonriente Suheil Yassin intervino diciendo: "Mi deseo es morir en la puerta de uno de los locales de votación", una expresión que era deliberadamente dramática. "Quiero ser el mártir de las urnas".
Las primeras elecciones competitivas de Iraq en décadas son un asunto torpemente contenido. La violencia acecha ominosamente el proceso, que terminará con la elección de un nuevo parlamento el 30 de enero. Los nombres de los candidatos no han sido publicados, por temor a que sean asesinados. Las manifestaciones son pocas, los carteles son a menudo despegados y casi nadie conoce algún programa electoral, mucho menos sus candidatos.
Pero en Shahbandar, un café de más un siglo que ha sido durante largo tiempo el corazón intelectual de esta fatigada ciudad, donde hombres con desgastadas chaquetas de traje y jerseyes se reúnen a debatir en pequeños círculos, hay un marcado optimismo sobre lo que significan las elecciones para la gente que anhela un cambio decisivo después de casi dos años de ocupación. Para muchos de los hombres reunidos aquí, sentados debajo de retratos de la historia de Bagdad, las elecciones son más importantes que los candidatos.
"Sin elecciones, habrá tiranía", dijo Kadhim Hassan, 37, escritor.
La luz al fin de la mañana bañaba el atiborrado café con un suave brillo y Hassan estaba sentado en una angosta banca de madera. Calificó la votación de "momento histórico", luego su cara adquirió una expresión adusta. "La guerra y los desastres", dijo, sacudiendo la cabeza -para eso son buenos los iraquíes.
"Ahora la mayoría de la gente cree que están viviendo en la oscuridad", dijo Hassan. "Es hora de salir a la luz".
Shahbandar, con su tejado abovedado y sus paredes de ladrillos, es un artefacto de lo que alguien podría llamar una época más civilizada de Bagdad, antes de que las conversaciones giraran sobre los secuestros que se han transformado en una epidemia, antes de las frustraciones con la electricidad que aún no mejora, antes de las quejas sobre las colas en las gasolineras que se extienden por kilómetros y duran ya más de un mes.
Viejas pipas de agua están ordenadas en hileras, junto con samovares y jarras de bronce acumulando polvo. Afuera está la conejera de librerías a lo largo de la calle de Mutanabi, llamada según un sabio del siglo 10, cuyas palabras todavía son recitadas de memoria por casi todos los árabes. En la esquina está la Qushla, la sede en Bagdad del gobierno otomano, que cayó en la Primera Guerra Mundial. Fue en esa época que el café fue renovado y llamado oficialmente con el nombre de sus antiguos dueños, quienes comenzaron a atraer a los hombres de letras de la ciudad.
Shahbandar no tiene mesas de backgammon, naipes ni dominós, el equipaje de la mayoría de los cafés árabes. En su lugar hay conversaciones -un buen montón-, especialmente al mediodía, cuando el espacio en los sofás es limitado y las colillas de cigarrillos se apilan en el suelo.
"No me convencen las elecciones", declara Abdel-Rahman Abbas, 60, ex empleado municipal con un cuidado mostacho y una chaqueta deportiva azul. "Los americanos pueden hacer lo que quieran, y ya tomaron una decisión".
Abbas estaba preocupado. Compartía el cinismo de muchos sobre los más importantes partidos políticos iraquíes, la mayoría de los cuales operaban en el exilio durante el régimen de Saddam Hussein. Dijo que pensaba que las elecciones sólo intensificarían las divisiones sectarias que, a pesar de las provocaciones, todavía no habían estallado. Y expresó una nostalgia evocada a menudo: En su mente, la monarquía que cayó en 1958 sería un gobierno tan bueno como cualquiera.
"No es más que un juego", dijo.
Pero Abbas es una voz solitaria. No es que los otros pensaran que las elecciones serán pacíficas; pocos son los que no predicen la violencia. Pero muchos de los escritores, críticos literarios e intelectuales parecían estar diciendo que el precio valía la pena de pagar.
Para los más entusiastas en Shahbandar, el ambiente recordaba otros momentos críticos en Bagdad desde la invasión norteamericana de marzo de 2003: El optimismo aumentaba en cada momento decisivo, anunciado como un nuevo comienzo, incluso si resultaba ser de corta duración.
"Si hubieran hecho las elecciones primero, no tendríamos la situación que tenemos ahora", dijo Heidar Mohammed, 37, vendedor de libros. "Si hubiera habido elecciones, la gente habría aceptado al gobierno desde el principio".
Un barbudo con una abultada mochila distribuyó octavillas entre los parroquianos. Una decía: "Hacia un Iraq democrático, unido y justo". Detrás de él había un vendedor de diarios pregonando sus mercaderías: "¡Lea el diario! ¡150 dinares!" Uno de los titulares anunciaba los daños causados el miércoles por la explosión de tres coches-bomba en Mosul, la tercera ciudad del país.
"Un país no progresa sin hacer sacrificios", dijo Mohammed.
Mencionó la guerra de Irán-Iraq y la batalla de 1988 para recuperar la península de Faw en el Golfo Pérsico. Murieron miles, dijo, "en nombre de la locura de Saddam. Si perdemos 100 o 200 personas como mártires de las elecciones, el sacrificio valdrá la pena".
"Es el precio que tenemos que pagar", agregó Mohammed Thamer, poeta. "No tenemos alternativa, no hay solución".
Junto a la puerta del café, chocan el pasado y el futuro de Iraq. En las paredes adentro hay fotografías de la historia de Iraq: el equipo de lucha con los torsos desnudos de 1936, la corte del Rey Faisal después de la Primera Guerra Mundial, el funeral del Rey Ghazi en 1939. Afuera, los carteles de la campaña electoral con promesas como: "Elecciones son seguridad y estabilidad". "Iraq primero", dice otro.
Danif, Karim y Yassin, amigos que se reúnen todos los jueves en el café, sonrieron cuando hablaron sobre la votación. Como otros, saben poco de los candidatos, los partidos o sus programas. Pero celebran lo que significan las elecciones.
"En política no confío en nadie", dijo Karim, 48. "Sólo confío en el pueblo iraquí".
Yassin sorbió de su té, luego habló
"Con las elecciones", dijo, "se pasarán las páginas del régimen totalitario y nunca volverán a ser abiertas".
La embajada norteamericana ha hecho esfuerzos por limitar su participación pública en las elecciones, y los militares norteamericanos, que desplegarán sus 150.000 tropas durante las elecciones, se mantendrán alejados de los colegios electorales. Dado el nivel de descontento y escepticismo sobre Estados Unidos en Iraq, puede ser la mejor manera de asegurar la legitimidad de las elecciones.
"A veces cuando los norteamericanos dicen Buenos días', nos ponemos desconfiados", dijo Yassin, crítico literario.
Pero no había nada de la furiosa indignación sobre la ocupación mostrada a menudo en lugares como Ciudad Sáder, leal al clérigo militante chií, o en barrios predominantemente sunníes, como Adhamiyah. En lugar de eso, los tres hombres dijeron que esperarían.
"Terminará, tarde o temprano", dijo Yassin. "Lo dice la historia".
En las paredes hay fotografías de una ocupación anterior: la entrada en Bagdad en 1917 del general de división británico Stanley Maude a la cabeza del ejército que había derrotado a los otomanos, el pontón que construyó en el Tigris, un puesto militar británico de 1923. Maude murió en la guerra; Iraq no alcanzó la independencia sino en 1932.
"Los norteamericanos se marcharán", dijo Karim. "Se marcharán como otros que ocuparon Iraq, tarde o temprano".
Entretanto, los tres hombres dijeron que tenían esperanzas.
"Tengo optimismo, mil por ciento", exclamó Danif.
Karim asintió. "Yo soy dos veces más optimista", dijo.
Yassin sonrió. "Soy optimista, pero sé que habría obstáculos y dificultades". Asintió con los otros y dijo: "Es sólo el principio".
16 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh
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