Blogia
mQh

mujeres en el nuevo iraq


[Ángeles Espinosa] Las mujeres iraquíes han pagado su precio en las guerras de Sadam Husein, en las que perdieron a maridos, padres o hijos. Estas víctimas representan el 55% de una población que supera los 25 millones de habitantes. Hoy, muchas afrontan graves problemas de delincuencia y temen quedar excluidas del debate público en el nuevo Iraq.
Maria Madik ha tirado la toalla. Después de tres guerras y 12 años de sanciones, el caos que se ha instalado en su país tras la invasión estadounidense le ha hecho aceptar un trabajo fuera de Iraq. Muchas otras iraquíes seguirían su camino si tuvieran ocasión. Las mujeres son la mitad del país que ha llevado la peor parte desde que en la calle reina la violencia.
La exigencia de que constituyan un tercio de las candidaturas les garantiza un porcentaje de los escaños de la Asamblea Nacional, pero no su participación en la sociedad, por la que deben seguir luchando.
Las iraquíes también pagaron su precio en las guerras de Sadam. Viudas, huérfanas o tempranamente privadas de sus hijos muertos en combate, hoy representan el 55% de una población que supera los 25 millones de habitantes. Sin embargo, la dictadura les proporcionaba una seguridad física que se evaporó con la llegada de las tropas norteamericanas y la desaparición del aparato policial.
El año pasado, la Organización para la Libertad de las Mujeres en Iraq (OLMI) reveló que durante los primeros 12 meses de ocupación habían recogido testimonios de más de 400 violaciones, un delito casi desconocido hasta entonces. Luego, el estruendo de los coches bomba ha encubierto sus denuncias.
Los peligros reales y percibidos de violencia sexual han creado un clima de miedo y ayudado a los sectores más reaccionarios de la sociedad a apartar a las iraquíes de la vida pública. Los asesinatos de Aquila al Hachemi (miembro del Consejo de Gobierno, el 20 septiembre de 2003) o de Wijdan al Juzai (candidata del Movimiento Progresista Independiente, el 24 de diciembre de 2004) han sido sólo los más prominentes. Nadie lleva la cuenta de cuántas traductoras, lavanderas o maestras han perdido la vida por causas políticas o simplemente criminales.
Para Lahib al Samarrai, el mensaje está claro: "Quieren convencernos de que el lugar de la mujer está en casa y cualquier actividad pública va contra la particular interpretación del islam que hacen un puñado de fanáticos".
Pero Lahib, que trabaja como secretaria de dirección, es una sunní laica y liberal, y las iraquíes no están organizadas en un bloque compacto. La prueba de fuego será la redacción de la Constitución en la Asamblea Nacional que salga de las elecciones del domingo. Un avance de lo que se juegan las mujeres se vivió el año pasado cuando los islamistas del Consejo de Gobierno (tanto sunníes como chiíes) trataron de derogar la Ley del Estatuto Personal, el código de familia vigente en Iraq desde 1959, y pasar sus competencias a la jurisdicción religiosa de cada comunidad.
La mayoría de las iraquíes, fueran de la confesión que fueran, pusieron el grito en el cielo. Yanar Mohamed, una de las líderes de la OLMI, recibió amenazas de muerte por su campaña en contra de esa medida, que puso de relieve el riesgo que representa la adopción de la ley islámica. Sin embargo, las candidatas de los partidos islamistas se hacen eco de las opiniones de los clérigos para los que la sharía (ley islámica) debe de ser la fuente de la Constitución, lo que en última instancia limitaría el papel de la mujer en la sociedad.
"Un gobierno guiado por el islam protege los derechos de la mujer", aseguró Yunan al Ubaidi, candidata de la Alianza Unida Iraquí, durante una reciente visita a Ammán para asistir a un seminario de formación de líderes políticos. "Quienes critican que nuestra Constitución esté basada en el islam no reconocen la rica historia islámica de Iraq", subrayó.
Es lo mismo que defienden los clérigos desde los púlpitos de sus mezquitas. Y la mayoría de los candidatos favoritos en las elecciones del domingo son clérigos convertidos en políticos. Sin duda, las iraquíes laicas temen que las elecciones sancionen un liderazgo religioso. Como advierte Hana Edwar, una candidata que encabeza una organización paraguas de 80 grupos de mujeres, "incluso los iraquíes que se describen como liberales no creen en absoluto que las mujeres deban tener un papel destacado en el proceso político". Maria Madik une a su condición de mujer su pertenencia a la minoría cristiana, una comunidad que también se siente amenazada por el avance islamista, pero sobre todo es una joven llena de entusiasmo y energía. Si el nuevo Iraq cierra el paso a las decenas de miles de mujeres que como ella quieren trabajar por su país, se privará de un empuje muy valioso para el desarrollo social y retrasará su avance hacia la modernidad.

27 de enero de 2005
29 de enero de 2005
©periodista digital
©el país

0 comentarios