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los criminales y el mal


[Benedict Carey] Psiquiatras y neurólogos estudian conductas que sólo se pueden entender si se utiliza el concepto del mal o de la presencia del demonio en sus almas.
Los asesinos depredadores a menudo hacen mucho más que cometer asesinatos. Algunos han engañado a sus víctimas llevándolas a cámaras hechas en casa para torturarlas prolongadamente. Otros tienen gustos exóticos: la vivisección, la humillación sexual, las quemaduras. Muchos realizan sus tenebrosos rituales por placer, entre otras cosas.
Entre ellos, unos científicos forenses han comenzado a pensar que esta gente no está solamente perturbada mentalmente sino son demoníacas. Demoníacas en tanto que su habitual y deliberada crueldad desafía toda explicación psicológica o intento de tratamiento.
La mayoría de los psiquiatras evita aplicadamente la palabra ‘mal', diciendo que su uso precipita un peligroso deslizamiento desde lo clínico hacia los juicios morales que podría colocar a gente en el pabellón de la muerte innecesariamente y enturbiar la comprensión de los criminales violentos.
Sin embargo, muchos examinadores forenses de carrera dicen que su trabajo los obliga a meditar sobre el concepto de mal, y algunos reconocen que no pueden encontrar otro término para algunos individuos estudiados por ellos.
En un intento de estandarizar qué hace de un crimen algo particularmente atroz, un grupo de la Universidad de Nueva York ha desarrollado lo que llama una escala de depravación, que mide el horror de un acto por la suma de sus detalles macabros.
Una prominente experto de la personalidad de la Universidad de Columbia ha publicado una jerarquía de 22 niveles de conducta maligna, derivada de biografías detalladas de más de 500 criminales violentos.
Ahora está escribiendo un libro en el que insta a sus colegas a no retroceder al pensar en términos del mal al estudiar a algunos criminales, incluso si la palabra Mal no pueda ser utilizada en un examen o diagnóstico oficial.
"Estamos hablando de gente que comete actos espeluznantes, que lo hacen repetidas veces, que saben lo que están haciendo, y que lo hacen en tiempos de paz" sin estar bajo ninguna amenaza para sí mismos, dijo el doctor Michael Stone, psiquiatra de Columbia, que ha estudiado varios cientos de asesinos en el Centro Psiquiátrico de Mid-Hudson, en Nueva Hampton, Nueva York, y otros en el Centro Psiquiátrico de Creedmoor, en Queens, donde tiene su consulta y enseña. "Sabemos por experiencia cómo son y cómo se comportan" y es hora, dijo, que "dar el nombre apropiado" a su conducta.
Líderes religiosos, partidarios de la teoría de la evolución e investigadores en psicología occidentales concuerdan en que casi todos los seres humanos tienen la capacidad de cometer actos brutales, incluso cuando no se encuentran directamente amenazados. En los famosos experimentos con electrochoque del doctor Stanley Milgram en los años sesenta, los participantes aplicaron lo que pensaban que eran dolorosas descargas eléctricas a otro ciudadano simplemente porque fueron alentados a hacerlo por una figura de autoridad como parte de un experimento en aprendizaje.
En el mundo real, las macabras imágenes que nos llegan de Iraq -las decapitaciones a manos de rebeldes iraquíes y las torturas de Abu Ghraib, incluyendo a guardias pavoneándose- muestran lo lejos que pueden ir los individuos cuando creen que tienen una justificación.
En los campos de prisioneros de los nazis, como durante las purgas en Kosovo y Camboya, los historiadores descubrieron que oficinistas, maestros, burócratas y otros ciudadanos normalmente pacíficos cometieron algunos de los más espantosos actos de violencia, aparentemente arrastrados por esa suerte de demencia colectiva que la filósofa Hannah Arendt describió como la trivialidad del mal.
"El mal es endémico, es constante, es un potencial en todos nosotros. Casi todos han cometido actos malvados", dijo el doctor Robert I. Simon, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Georgetown y autor de ‘Bad Men Do What Good Men Dream'.
Simon considera que el concepto del mal no tiene asunto en la psiquiatría forense, en parte porque el mal se encuentra en última instancia en los ojos de quien mira, modelado por valores políticos, culturales y religiosos. Los terroristas del 11 de septiembre pensaban que servían a Dios, sostiene; los que matan en clínicas de aborto también dicen lo mismo. Por otro lado, la mayoría de la gente está de acuerdo en que los criminales más transcendentes de la historia son Hitler y Pol Pot.
"Cuando empiezas a hablar sobre el mal, los psiquiatras saben lo mismo que el resto del mundo", dijo Simon. "Nuestras opiniones pueden tener más peso bajo la pátina o la autoridad de la profesión, pero el punto es que tú o yo podemos decir que alguien es malo. Pero ¿qué sacamos con eso?"
Stone sostiene que una de las ventajas posibles de incluir una consideración del mal puede proporcionar una evaluación más clara sobre quiénes deberían ser retirados de la sociedad para no permitírseles que vuelvan a ella. Dijo que no era partidario de la pena de muerte. Y su interés en el mal comenzó mucho antes de que el presidente Bush empezara a utilizar la palabra para describir a los terroristas o a regímenes hostiles.
La jerarquía del mal de Stone está llena de los nombres de muchos criminales infames que fueron ejecutados o encerrados de por vida: Theodore R. Bundy, el antiguo estudiante de leyes condenado por el asesinato de dos jóvenes mujeres en Florida y relacionado con decenas de otros asesinatos en los años setenta; John Wayne Gacy, de Illinois, el asesino convicto que estranguló a las más de 30 niños y los enterró debajo de su casa; y Ian Brady, que, con su novia Myra Hindley, torturó y mató a niños en Inglaterra en los años sesenta en un caso conocido como los ‘Moors Murders' [asesinatos en el pantano].
Pero otro asesino en la jerarquía es Albert Fentress, un antiguo maestro de Poughkeepsie, Nueva York, examinado por Stone, que mató y comió a un adolescente en 1979. Fentress pidió ser dado de alta de un hospital mental del estado, y en 199 un jurado aceptó su liberación; más tarde retiró su petición cuando los fiscales anunciaron que un nuevo testigo declararía contra él.
En una audiencia de 2001, Stone se manifestó contrario a la libertad de Fentress, y la idea de que el asesino pudiera ser considerado listo para volver a la sociedad todavía provoca el asombro del psiquiatra.
Investigadores han descubierto que es más probable que alguna gente que comete crímenes violentos vuelva nuevamente a matar o a mutilar, y un modo de medir ese potencial es mediante una examinación estructurada llamada la lista psicopática.
Como parte de una entrevista en profundidad, un examinador adiestrado califica al delincuente con un test de personalidad de 20 categorías. Incluyen facilidad de palabra y simpatía superficial, auto-estima hinchada, mentira patológica, inclinación al tedio y vacío emocional. Los sujetos obtienen cero puntos si la descripción no es aplicable, dos si es altamente aplicable y uno si es parte o a veces de la verdad.
El psicólogo que ideó la lista, el doctor Robert Gare, profesor emérito en la Universidad de British Columbia en Vancouverm dijo que el promedio total varía de menos 5 en la población en general a menos 20 en las poblaciones carcelarias, hasta 30 o 40 en asesinos depredadores altamente psicóticos. En una serie de estudios, los criminalistas han concluido que la gente con alto puntaje son dos a cuatro veces más propensas a cometer otro asesinato si se las deja en libertad. Más del 90 por ciento de los hombres y mujeres arriba en la lista de la jerarquía de Stone pueden ser calificados como psicópatas.
En los últimos años, neurólogos han encontrado evidencias de que los resultados psicopáticos reflejan diferencias físicas de las funciones cerebrales. En abril pasado, investigadores canadienses y estadounidenses informaron que en estudios de neurología [brain-imaging] los psicópatas procesaron algunas palabras abstractas -gracia, futuro, poder, por ejemplo- de manera diferente a no-psicópatas.
Además, hallazgos preliminares de nuevas investigaciones en neurología han revelado aparentes incongruencias en el modo en que los psicópatas procesan mentalmente algunas fotografías, como descripciones gráficas de escenas de accidentes, dijo el doctor Kent Kiehl, profesor de psiquiatría en Yale, un importante autor.
Nadie sabe lo importantes que son esas diferencias, o si son el resultado de factores genéticos o sociales. Familias rotas y traumas de infancia son comunes entre asesinos violentos; también lo es el narcicismo maligno, un tipo de personalidad caracterizado no sólo por la exageración sino además por fantasías de poder y éxito sin límites, un profundo sentido de justificación y la necesidad de admiración excesiva.
"Hay un grupo que llamo depredadores letales, que son psicópatas, sádicos, y cuerdos, y algunos dicen que este se acerca al concepto de mal, y por buenas razones", dijo Hare. "Yo diría que hay gente para la que los actos malvados -lo que consideraríamos actos crueles- no son gran cosa. Y estoy de acuerdo con Michael Stone en que las circunstancias y el contexto son menos importantes que quiénes son".
Sin embargo, las listas, escalas y otros análisis psicológicos no son tests de sangre y su uso en apoyo de conceptos tan cargados como ‘el mal' podría ser contraproducente, dicen muchos psiquiatras. No todos los depredadores violentos son psicópatas, primero, ni son la mayoría de los psicópatas criminales violentos. Y sugerir que la psicopatía o alguna otra descripción es una medición fiable del mal, dicen, sería irresponsable y en última instancia pondría en peligro la credibilidad de la profesión.
En los años ochenta y noventa, un psiquiatra en Dallas se ganó el nombre de Dr. Muerte al declarar ante la corte, en una amplia variedad de casos, que estaba seguro de que los acusados cometerían más crímenes en el futuro -aunque él no los había examinado. Muchos fueron condenados a muerte.
"Estoy de acuerdo en que alguna gente no puede ser rehabilitada, pero el riesgo de usar la palabra ‘mal' es que puede significar una cosa para un psiquiatra, y otra para otro, y entonces tenemos un problema", dijo el doctor Saul Faerstein, psiquiatra forense en Beverly Hills. "No sé si queremos que los psiquiatras seamos porteros, tomando en algunos casos decisiones sobre la vida y la muerte, basados en un concepto que no es médico".
Incluso si se usa juiciosamente, dicen otros expertos, el concepto del mal es demasiado poderoso y podría obscurecer los problemas mentales y elucubraciones intelectuales que motivan a los asesinos violentos, y a veces les permite eludir ser detectados. Bundy, el asesino en serie, era muy romántico, amable y atento con sus propias novias, mientras que llamaba a sus víctimas ‘carga' y ‘mercadería dañada', observó Simon.
Gacy, un empresario exitoso y elegante, supuestamente creó la figura de un payaso para subir el ánimo de niños enfermos. "Era muy normal, un tipo muy funcional en muchos aspectos", dijo el doctor Richard Rappaport, un psiquiatra forense en La Costa, California, que examinó a Gacy todos los años antes de que fuera ejecutado.
"Creo que la principal razón por la que es mejor evitar el término ‘mal' es que es una motivación sobrenatural de conductas criminales", dijo el doctor Park Dietz, psiquiatra forense en Newport Beach, California, que examinó al asesino en serie convicto Jeffrey Dahmer, así como a Lyle y Erik Menéndez, que fueron condenados por el asesinato de sus padres en Beverly Hills.
"Esto podría ocultar una sutil e importante verdad sobre muchas de estas personas, como la alta tasa de desórdenes de personalidad', dice Dietz. Agregó: "El hecho es que no hay muchos en los que yo pueda encontrar rasgos compensatorios o alguna humanidad. Por lo que sabemos, las causas de su conducta son biológicas, psicológicas y sociales, y no incluyen demostrablemente el trabajo de Lucifer".
Los doctores que sostienen que el mal tiene un lugar en la medicina legal están conscientes de los riesgos, pero dicen que en algunos casos vale la pena correrlos. Dicen que es posible -de hecho, es necesario para entender a muchos asesinos depredadores- conservar en tu cabeza muchas dimensiones disparatadas: que la persona en cuestión pueda ser narcisista, que quizás fue violada por un familiar, o incluso que es encantadora, amable e inteligente, pero también en un sentido demoníaco. Mientras el término puede no ser apropiado para ser utilizado en un tribunal o en un diagnóstico clínico, dicen, es un elemento de la naturaleza humana que no puede ser ignorado.
La doctora Angela Hegarty, directora de psiquiatría en Creedmoor que trabaja con Stone, dijo que era escéptica sobre el uso del concepto del mal pero se daba cuenta que en su trabajo ella estaba constantemente pensando y hablando sobre el tema. En 11 años como examinadora forense, en este país y en Europa, dijo, conoció a cuatro criminales violentos que eran tan crueles, sádicos y egoístas que ningún otro término se aplicaba a ellos mejor que este.
Uno de ellos era un hombre que mató espeluznantemente a su esposa e hijitos y que mostraba más molestia que remordimiento, más auto-compasión que interés por los afectados por los asesinatos. En una ocasión, perdió completamente los estribos cuando un asistente de personal en la clínica donde vivía llegó tarde con un video, atrasando la proyección de una película. El hombre se puso agresivo, dijo, insistiendo en la puntualidad.

8 de febrero de 2005
©new york times
©traducción mQh
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