¿se desintegra bolivia?
[Héctor Tobar] Bolivia se desboca bajo el blando mando de su presidente.
La Paz, Bolivia. Antes de ser presidente, Carlos Mesa escribió una docena de libros, y algunos aquí dicen que todavía tiene el temperamento de un historiador.
El mes pasado, cuando los manifestantes se echaron a la calle para protestar contra su decisión de subir el precio del combustible, Mesa dijo que no recurriría a la fuerza para restaurar el orden. En una intervención televisada, el presidente declaró solemnemente que no quería mancharse las manos de sangre.
Mesa suplicó a los manifestantes que desistieran. No lo hicieron. Y en los días y semanas que han pasado desde entonces, ha satisfecho muchas de sus exigencias.
"El presidente va en la dirección de cualquiera que proteste", dijo el analista políticos Carlos Valverde Bravo. "Hace acuerdos y promesas de acuerdo al tamaño de la protesta. Si es una protesta masiva, cederá un montón; si es pequeña, cederá algo menos".
Un antiguo vice-presidente que fue llevado al poder por una revolución indígena en octubre de 2003, Mesa se está ganando rápidamente la reputación de retroceder ante las barricadas y los puños en alto.
En las últimas semanas, los políticos indígenas que dominan el altiplano al oeste de Bolivia y la elite oriental de la ciudad rica en petróleo de Santa Cruz han usado tácticas de presión -"huelgas cívicas" y bloqueos de carreteras a nivel regional- para extraer concesiones de Mesa.
El gobierno accedió a cancelar el contrato con la empresa de agua potable de propiedad francesa en la ciudad indígena de El Alto, un suburbio de La Paz, la capital administrativa, que se ha transformado en un caldo de cultivo de la militancia indígena y el nacionalismo. Los residentes dijeron que la compañía no había cumplido su promesa de proveer de agua a toda la comunidad.
En respuesta a las presiones de líderes de Santa Cruz, Mesa anuló parte del aumento de precios del diesel.
"Mesa no está gobernando", dijo Jorge Lazarte, un politólogo de La Paz. "Está siendo gobernado".
El conflicto no es nuevo en Bolivia, una de las sociedades latinoamericanas más fracturadas. En su libro de 1983, Presidentes de Bolivia: Entre urnas y fusiles', Mesa escribió cómo más de un presidente de Bolivia ha debido luchar por impedir la desintegración del país.
Ahora puede estar realmente desintegrándose. La semana pasada Mesa consintió tranquilamente que miles de personas se reunieran en Santa Cruz en un cabildo abierto, que declaró la región oriental "autónoma", en violación de la Constitución boliviana.
En La Paz, el editor del diario La Razón calificó la declaración de Santa Cruz "un acto de sedición". Entre otras cosas, los líderes de Santa Cruz exigieron el derecho a nombrar al prefecto del gobierno regional. Los prefectos -que son gobernadores de hecho- deben ser nombrados por el presidente.
Después de tres semanas de protestas, Mesa una vez más cedió ante las exigencias. El 29 de enero el presidente firmó un decreto convocando a elecciones en junio en las que los nueve prefectos departamentales de Bolivia serán elegidos en votación popular.
"Los prefectos son los representantes del presidente en los departamentos regionales", dijo el analista Valverde Bravo. "Ahora ha accedido a nombrar a cualquiera que gane las elecciones. Lamentablemente, ha demostrado que si se lo presiona lo suficiente, puedes hacer que haga lo que quieres".
Mesa ha demostrado ser un líder tan flexible en parte debido a las circunstancias en que llegó al poder, dicen los observadores. Decenas de personas murieron en las protestas que obligaron al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a abandonar el poder.
"Este gobierno nació del trauma de octubre", dijo Lazarte, el politólogo. "Mesa quiere ser un tipo diferente de presidente, para no sufrir el mismo destino que Sánchez de Lozada".
Mesa se refirió a esos violentos incidentes en su discurso del 9 de enero en el que renunció al uso de la fuerza para restaurar el orden: "No actuaré como mi predecesor". Si finalmente no había otra opción que llamar a los tanques a la calle, dijo Mesa, "no seguiré en este palacio de gobierno".
La evidente debilidad de ese discurso causó entonces más movimientos de protesta, y las divisiones geográficas y étnicas del país se han acentuado.
El líder campesino de izquierdas Evo Morales, un indio aimará que terminó en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2002, denunció la concesiones de Mesa a los líderes de Santa Cruz. Morales dijo que el presidente había cedido ante la ciudad de la "oligarquía" de los descendientes de europeos. En el oeste, algunos líderes indios se manifestaron en defensa del presidente.
Al mismo tiempo, otros líderes regionales han comenzado a exigir sus propias demandas. Para muchos observadores, Bolivia se parece a una familia en la que los hermanos pelean y destrozan la casa mientras su indolente padre se sienta a mirar, incapaz de reunir el coraje o la determinación necesarias para intervenir y restablecer el orden.
"Este gobierno seguirá siendo débil", dijo Marcelo Varnoux, decano del departamento de ciencias políticas y sociales de la Universidad de Nuestra Señora de La Paz. "Se puede todavía debilitar más, porque Mesa está siendo jalado de dos direcciones opuestas, del este y del oeste".
Óscar Ordoñez contribuyó a este reportaje.
8 de febrero de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
El mes pasado, cuando los manifestantes se echaron a la calle para protestar contra su decisión de subir el precio del combustible, Mesa dijo que no recurriría a la fuerza para restaurar el orden. En una intervención televisada, el presidente declaró solemnemente que no quería mancharse las manos de sangre.
Mesa suplicó a los manifestantes que desistieran. No lo hicieron. Y en los días y semanas que han pasado desde entonces, ha satisfecho muchas de sus exigencias.
"El presidente va en la dirección de cualquiera que proteste", dijo el analista políticos Carlos Valverde Bravo. "Hace acuerdos y promesas de acuerdo al tamaño de la protesta. Si es una protesta masiva, cederá un montón; si es pequeña, cederá algo menos".
Un antiguo vice-presidente que fue llevado al poder por una revolución indígena en octubre de 2003, Mesa se está ganando rápidamente la reputación de retroceder ante las barricadas y los puños en alto.
En las últimas semanas, los políticos indígenas que dominan el altiplano al oeste de Bolivia y la elite oriental de la ciudad rica en petróleo de Santa Cruz han usado tácticas de presión -"huelgas cívicas" y bloqueos de carreteras a nivel regional- para extraer concesiones de Mesa.
El gobierno accedió a cancelar el contrato con la empresa de agua potable de propiedad francesa en la ciudad indígena de El Alto, un suburbio de La Paz, la capital administrativa, que se ha transformado en un caldo de cultivo de la militancia indígena y el nacionalismo. Los residentes dijeron que la compañía no había cumplido su promesa de proveer de agua a toda la comunidad.
En respuesta a las presiones de líderes de Santa Cruz, Mesa anuló parte del aumento de precios del diesel.
"Mesa no está gobernando", dijo Jorge Lazarte, un politólogo de La Paz. "Está siendo gobernado".
El conflicto no es nuevo en Bolivia, una de las sociedades latinoamericanas más fracturadas. En su libro de 1983, Presidentes de Bolivia: Entre urnas y fusiles', Mesa escribió cómo más de un presidente de Bolivia ha debido luchar por impedir la desintegración del país.
Ahora puede estar realmente desintegrándose. La semana pasada Mesa consintió tranquilamente que miles de personas se reunieran en Santa Cruz en un cabildo abierto, que declaró la región oriental "autónoma", en violación de la Constitución boliviana.
En La Paz, el editor del diario La Razón calificó la declaración de Santa Cruz "un acto de sedición". Entre otras cosas, los líderes de Santa Cruz exigieron el derecho a nombrar al prefecto del gobierno regional. Los prefectos -que son gobernadores de hecho- deben ser nombrados por el presidente.
Después de tres semanas de protestas, Mesa una vez más cedió ante las exigencias. El 29 de enero el presidente firmó un decreto convocando a elecciones en junio en las que los nueve prefectos departamentales de Bolivia serán elegidos en votación popular.
"Los prefectos son los representantes del presidente en los departamentos regionales", dijo el analista Valverde Bravo. "Ahora ha accedido a nombrar a cualquiera que gane las elecciones. Lamentablemente, ha demostrado que si se lo presiona lo suficiente, puedes hacer que haga lo que quieres".
Mesa ha demostrado ser un líder tan flexible en parte debido a las circunstancias en que llegó al poder, dicen los observadores. Decenas de personas murieron en las protestas que obligaron al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a abandonar el poder.
"Este gobierno nació del trauma de octubre", dijo Lazarte, el politólogo. "Mesa quiere ser un tipo diferente de presidente, para no sufrir el mismo destino que Sánchez de Lozada".
Mesa se refirió a esos violentos incidentes en su discurso del 9 de enero en el que renunció al uso de la fuerza para restaurar el orden: "No actuaré como mi predecesor". Si finalmente no había otra opción que llamar a los tanques a la calle, dijo Mesa, "no seguiré en este palacio de gobierno".
La evidente debilidad de ese discurso causó entonces más movimientos de protesta, y las divisiones geográficas y étnicas del país se han acentuado.
El líder campesino de izquierdas Evo Morales, un indio aimará que terminó en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2002, denunció la concesiones de Mesa a los líderes de Santa Cruz. Morales dijo que el presidente había cedido ante la ciudad de la "oligarquía" de los descendientes de europeos. En el oeste, algunos líderes indios se manifestaron en defensa del presidente.
Al mismo tiempo, otros líderes regionales han comenzado a exigir sus propias demandas. Para muchos observadores, Bolivia se parece a una familia en la que los hermanos pelean y destrozan la casa mientras su indolente padre se sienta a mirar, incapaz de reunir el coraje o la determinación necesarias para intervenir y restablecer el orden.
"Este gobierno seguirá siendo débil", dijo Marcelo Varnoux, decano del departamento de ciencias políticas y sociales de la Universidad de Nuestra Señora de La Paz. "Se puede todavía debilitar más, porque Mesa está siendo jalado de dos direcciones opuestas, del este y del oeste".
Óscar Ordoñez contribuyó a este reportaje.
8 de febrero de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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