pacientes psiquiátricos encarcelados
En Holanda, los niños con problemas psiquiátricos son encarcelados. Dentro, cada 425 reclusos dispone de la atención de 1 psiquiatra.
La Haya, Holanda. Las quince cárceles que hay en Holanda no están en condiciones de ofrecer adecuada atención psiquiátrica; y ello a la vez que ingresan cada vez más jóvenes con algún trastorno psiquiátrico en estas instituciones. Se trata de detenidos, pero también de menores para los que no hay sitio en instituciones psiquiátricas para menores.
Hay una enorme carencia de personal preparado, los trastornos de los jóvenes son descubiertos demasiado tarde, y el tratamiento a menudo se limita al suministro de medicamentos. Esto se desprende de un informe publicado hoy viernes por Inspección de Sanidad (IGZ), sobre una investigación realizada en 2004. Se estima que el 70 por ciento de los jóvenes ingresados en centros penitenciarios para menores sufre algún trastorno psiquiátrico. Se incluyen aquí trastornos del comportamiento y de adaptación.
Oficialmente deben trabajar al menos 1 asistente sanitario por cada 50 chicos, y 1 psiquiatra por cada 58 chicos. Esta proporción varía de cárcel en cárcel. Así, en una de las instituciones no trabaja ningún asistente sanitario. En la práctica la media es de un asistente sanitario por cada 90 muchachos, y 1 psiquiatra debe encargarse de unos 425 muchachos.
Según Inspección hay suficientes expertos en comportamiento en las cárceles; pero no están convenientemente disponibles para el tratamiento de los chicos. Emplean la mayoría del tiempo preparando al personal. Además, casi nunca se dispone en los centros de psicólogos.
También la política sobre medicación deja mucho que desear, según indica el informe. En cinco de las instituciones es el médico de cabecera el que receta los medicamentos, en lugar del psiquiatra. En tres de las instituciones ello ocurre incluso sin que el médico haya visto al paciente. Los supervisores -a veces los guardianes- que distribuyen las medicinas, con frecuencia saben poquísimo del tema, y no tienen ningún conocimiento de, por ejemplo, efectos secundarios.
Para su distribución, los medicamentos se encuentran desenvasados. Al momento de la distribución el supervisor no puede, por lo tanto, revisar si está cometiendo o no algún error. A veces son los guardianes los que distribuyen los medicamentos. Muchas veces no hay tiempo para asegurarse de si los muchachos han tomado o no las pastillas. En la mayoría de las instituciones se olvida con considerable regularidad la distribución de los medicamentos.
Las cárceles para menores son a los ojos de Inspección demasiado suaves cuando se trata de la medicación obligatoria. Las instituciones prefieren encerrar a los menores con una psicosis en una celda de aislamiento que darle medicamentos. Y ello a pesar de que los largos encierros no ayudan, e incluso ocasionan precisamente más daños. Cuando encierra a los chicos, el personal se está alejando demasiado de las reglas. Además no está claro cuándo debe actuar un médico o un psiquiatra.
Cuando la medicación obligatoria resulta verdaderamente inevitable, las cárceles para menores trasladan a los chicos al único departamento forense de observación y seguimiento de Holanda (FOBA). Este departamento está ubicado en Spijkenisse, y cuenta con poco dinero y experiencia, a decir de Inspección. Así, por ejemplo, en FOBA no se encuentra presente un asistente sanitario las 24 horas del día, y el psiquiatra apenas aparece.
25 de febrero 2005
©volkskrant
traducción mQh
Hay una enorme carencia de personal preparado, los trastornos de los jóvenes son descubiertos demasiado tarde, y el tratamiento a menudo se limita al suministro de medicamentos. Esto se desprende de un informe publicado hoy viernes por Inspección de Sanidad (IGZ), sobre una investigación realizada en 2004. Se estima que el 70 por ciento de los jóvenes ingresados en centros penitenciarios para menores sufre algún trastorno psiquiátrico. Se incluyen aquí trastornos del comportamiento y de adaptación.
Oficialmente deben trabajar al menos 1 asistente sanitario por cada 50 chicos, y 1 psiquiatra por cada 58 chicos. Esta proporción varía de cárcel en cárcel. Así, en una de las instituciones no trabaja ningún asistente sanitario. En la práctica la media es de un asistente sanitario por cada 90 muchachos, y 1 psiquiatra debe encargarse de unos 425 muchachos.
Según Inspección hay suficientes expertos en comportamiento en las cárceles; pero no están convenientemente disponibles para el tratamiento de los chicos. Emplean la mayoría del tiempo preparando al personal. Además, casi nunca se dispone en los centros de psicólogos.
También la política sobre medicación deja mucho que desear, según indica el informe. En cinco de las instituciones es el médico de cabecera el que receta los medicamentos, en lugar del psiquiatra. En tres de las instituciones ello ocurre incluso sin que el médico haya visto al paciente. Los supervisores -a veces los guardianes- que distribuyen las medicinas, con frecuencia saben poquísimo del tema, y no tienen ningún conocimiento de, por ejemplo, efectos secundarios.
Para su distribución, los medicamentos se encuentran desenvasados. Al momento de la distribución el supervisor no puede, por lo tanto, revisar si está cometiendo o no algún error. A veces son los guardianes los que distribuyen los medicamentos. Muchas veces no hay tiempo para asegurarse de si los muchachos han tomado o no las pastillas. En la mayoría de las instituciones se olvida con considerable regularidad la distribución de los medicamentos.
Las cárceles para menores son a los ojos de Inspección demasiado suaves cuando se trata de la medicación obligatoria. Las instituciones prefieren encerrar a los menores con una psicosis en una celda de aislamiento que darle medicamentos. Y ello a pesar de que los largos encierros no ayudan, e incluso ocasionan precisamente más daños. Cuando encierra a los chicos, el personal se está alejando demasiado de las reglas. Además no está claro cuándo debe actuar un médico o un psiquiatra.
Cuando la medicación obligatoria resulta verdaderamente inevitable, las cárceles para menores trasladan a los chicos al único departamento forense de observación y seguimiento de Holanda (FOBA). Este departamento está ubicado en Spijkenisse, y cuenta con poco dinero y experiencia, a decir de Inspección. Así, por ejemplo, en FOBA no se encuentra presente un asistente sanitario las 24 horas del día, y el psiquiatra apenas aparece.
25 de febrero 2005
©volkskrant
traducción mQh
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