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asesino respetuoso de las reglas


[Monica Davey] Acusado de diez asesinatos respetaba rigurosamente las reglas.
Ark City, Kansas. En su fresco uniforme beige, gorra e insignia, Dennis L. Rader había transformado su trabajo aplicar las leyes más mundanas de la ciudad con una inusual seriedad.
Se lo veía a menudo en su camión blanco, con las palabras ‘Oficial de Vigilancia, Park City' pintadas en un costado, recorriendo las calles a 16 kilómetros por hora, a la búsqueda de jardines de césped crecido, o tachos de basura demasiado repletos o perros sueltos frente a sus verjas.
"Lo observaba todo, y debe haber aplicado todas las reglas existentes -porque podía, supongo", dijo Barbara Walters, 69, una auditora jubilada del Servicio de Impuestos Internos, que recusó una multa de 25 dólares impuesta por Rader en 1998, diciendo que su perro, Shadow, estaba suelto.
El abogado de Walters dijo que Rader llegó al tribunal más preparado que algunos abogados de juicios penales, llevando un extenso historial sobre Shadow, un video del perro y un complicado sistema de anotaciones relacionando las acusaciones con las pruebas. Rader, y su pila de papeles, ganaron.
Pero la policía que dice que el hombre era muy estricto cuando se trataba de la más pequeña infracción en su modesto suburbio de Wichita, había para entonces asesinado a diez personas, como el asesino conocido por las siglas B.T.K. [Bind, Torture, Kill].
Los detectives dicen que Rader, que cumplirá 60 el miércoles, casi ciertamente en confinamiento solitario en el que ha estado desde que fuera acusado la semana pasada de diez cargos de asesinato, es uno de los más notorios y elusivos criminales en serie del país, el estrangulador que jugó con Wichita durante tres décadas en cartas y poemas y paquetes y que durante largo tiempo insistió en que el público le llamara B.T.K. por su método preferido: atar, torturar, matar. Los abogados de Rader, que todavía deben presentar una petición ante la corte, no respondieron las llamadas.
Lo más asombroso para el área de Wichita, donde ha pasado su vida Rader, no es solamente que fuera visto como una persona normal, alguien que hacía vida social en el Taco Bell, sino que vivía meticulosa y constantemente de acuerdo a las normas sociales más estrictas -mucho más, a veces, que muchos otros vecinos.
Rader y su esposa de 34 iban a la iglesia todos los domingos. A veces cuando él dejaba una visita al bar de después-del-trabajo para volver apresurado a casa, sus colegas suspiraban aliviados; ahora que no estaba podían seguir bebiendo y contándose chistes picantes. Ya en octavo, Rader fue escogido para la prestigiosa patrulla de la escuela, que llevaba los grandes letreros Pare rojos y dirigía a compañeros de escuela y conductores para cruzar la calle.
"Lo que recuerdo es que al final siempre pensábamos que B.T.K. tenía que ser alguien de aquí, que incluso era probablemente un miembro activo de la comunidad", dijo Richard LaMunyon, que dirigió al Departamento de Policía de Wichita en el punto álgido de la investigación hace años. "Pero supongo que nunca pensamos que iba a ser un miembro activo de esta manera -un líder de la iglesia, jefe de Boy Scout, alguien tan conocido, tan público".
Muchos asesinos en serie han llevado vidas relativamente exitosas, con trabajos y relaciones estables, en contraste con la imagen popular de que son solitarios y vagabundos. Pero expertos en asesinatos en serie dicen que el retrato de Rader lleva la noción de estabilidad, autoridad y prominencia en la comunidad a un nivel rara vez visto.
En Wichita, donde una generación de agentes de policía pasaron sus carreras buscando a B.T.K. -interpretando sus embrollados y espantosos escritos, estudiando decenas de retratos psicológicos y sacando DNA de las mejillas de 4.000 residentes-, los detectives más viejos se acercaron a LaMunyon preguntándose si no deberían haber identificado a Rader, que no se ocultaba, décadas antes. Después de todo, su nombre debió haber aparecido en al menos dos largas listas de sospechosos en los años setenta, dijo LaMunyon, y Rader tenía lazos tenues con tres de las víctimas.
Nacido el 9 de marzo de 1945, Dennis Lynn Rader era el mayor de cuatro niños que crecieron en un barrio obrero de Wichita, una ciudad de menos de 170.000 habitantes. Su padre, Bill, que murió en 1996 después de jubilar como operador de planta en una estación generadora de una compañía de servicios, era estricto, pero no cruel, recordaron amigos de infancia de Rader.
"Rader era un poco testarudo, pero no era vicioso", dijo Lee Rader, 73, que era primo de Bill Rader y vive en Springfield, Missouri. Como muchas familias extensas en tenaces pueblos en todo el Midwest, Lee Rader dijo que no recordaba ni una vez en que la familia de Bill Rader hubiera hecho algo que pudiera llamar la atención, mucho menos violar la ley. "El divorcio, supongo que es lo peor que está pasando", dijo.
La vida de joven de Dennis Rader era simple y felizmente corriente para Roger Farthing, que creció con él. Rader se enfrascaba en novelitas baratas e historietas. Jugaba a los policías y ladrones hasta la noche. Y le hizo una pregunta al maestro el primer día de primero, una pregunta que nadie puede olvidar: ¿A qué hora es el almuerzo?
Años más tarde, Rader recordó esos tiempos más sencillos. En el ‘Riverview Round-Up', un cuestionario para la reunión de la escuela primaria, hizo una lista de sus recuerdos favoritos en grandes letras de bloque: recreo, el cuento antes de dormir, los últimos días de la escuela, una pelea con bolas de nieve que fue parada por el director, las clases de arte, una tienda de caramelos cercana, un viejo tiovivo y, por supuesto, el almuerzo. Interrogado por alguna "gema de sabiduría", Rader escribió: "Hazlo ahora. La vida es complicada y breve, así que hay que ser joven de corazón todo lo posible: Era tan fácil en el 59".
Después de la secundaria, Rader o intentó varios semestres en dos universidades, pero se unió pronto a la Fuerza Aérea, aprendiendo a reparar sistemas de cables y antenas, y dejando Wichita durante cuatro años, lo más prolongado que estaría fuera. Volvió en 1970 y se instaló con Paula Dietz, que ha crecido también aquí, iba a la misma secundaria y vivía a la vuelta de la esquina de una casa ocupada ilegalmente en Park City, donde pronto tendrían un bebé, Brian, y una niña, Kerri.
Cuando asistía a una universidad estatal, Rader trabajó durante un año en una línea de montaje en la Coleman Company, haciendo unidades de calefacción y enfriamiento. De 1973 a 1979 asistió a clases en la Universidad Estatal de Wichita, sacando un diploma de bachiller. Su asignatura era la justicia penal.

Comienzan los Asesinatos
El 15 de enero de 1974, B.T.K. golpeó en Wichita por primera vez, aunque la mayoría de los residentes no se enterarían de las iniciales, o incluso de que había un asesino en serie suelto, durante varios años.
La escena era atroz, algo nunca visto antes en esta ciudad. Cuatro miembros de la familia Otero -Joseph, 38, un oficial retirado de la Fuerza Aérea; Julie, 34, que había trabajado en la Coleman Company hacía un mes; y dos de sus hijos, Josephine, 11, y Joseph II, 9- fueron estrangulados en su casa a mediodía con la cuerda de las persianas venecianas.
Atrás quedó una escena horrorosa, y cuyas detalles se repetirían en futuros asesinatos. El cable del teléfono había sido cortado. Los Otero habían sido amarrados, y la policía observó que los nudos eran particularmente refinados. El asesino se había llevado al menos un recuerdo: un reloj pulsera.
Ninguno de los Otero fue atacado sexualmente, aunque el cuerpo de Josephine fue encontrado parcialmente vestido, colgando del tubo de la alcantarilla en el sótano. No lejos de la niña, allá en el sótano, había semen, y se volvería a encontrar en los asesinatos posteriores. Los detectives se convencieron rápidamente de que tenían que vérselas con un perverso sexual, alguien que se divertía atando a la gente, observarles tratando de respirar y morir lentamente. Algunas de las caras de las víctimas estaban hinchadas, dijeron los detectives, sugiriendo que el asesino las estranguló de a poco, dejándolas respirar antes de volver a estrangularlas.
El caso Otero fue el primero y el último conocido en que B.T.K. matara a un hombre y a un niño: las otras víctimas fueron todas mujeres, aparentemente elegidas al azar, y en edades de 21 a 62. Nueve meses más tarde, después de que la policía anunciara una posible confesión en el caso Otero, apareció la primera carta del asesino. En ella se responsabilizaba de las muertes de los Otero, mencionando detalles que, dijo la policía, sólo el asesino podía saber, y expresó frustración de que otro se llevara el crédito de sus asesinatos. La carta estaba llena de errores tipográficos y ortográficos.
"No puedo pararlo, así que el monstruo seguirá atacando, y me herirá a mí tanto como a la sociedad", decía la carta. Observó que él estaría "esperando en la oscuridad, esperando, esperando", y concluía con una posdata: "Las palabras claves para mí son: atarlos, torturarlos, matarlos B.T.K., ya veis que ha recomenzado. Habrá otra víctima".
Pero para entonces el asesino había vuelto a golpear. Kathryn Bright, que también trabajaba en Coleman, fue matada a puñaladas en su casa en abril. Los cables del teléfono habían sido cortados, y ella fue atada con una cuerda anudada.

En el Negocio de la Seguridad
Poco después Rader empezó a trabajar a fines de 1974 en la ADT, una compañía de seguridad, donde era ampliamente rechazado -especialmente por aquellos debajo de él después de que se transformara en supervisor de los instaladores de alarmas.
"Era completamente competente, organizado y era bueno en lo que hacía, pero era un capataz exigente", dijo Rick Carr, 68, que vendía sistemas para ADT. "Llegó aquí con la actitud de alguien que viene a terminar un trabajo, no a hacerse amigos de nadie".
En su camisa gris del uniforme de la ADT, con el nombre ‘Dennis' sobre el bolsillo, Rader trabajó durante 14 años en lo que otros llamaban "la mazmorra", una sección de la oficina sin ventanas, paredes grises y un puerta de acero. Pero su trabajo también lo sacaba a la calle durante el día, para revisar instalaciones.
En las fiestas junto a la piscina de la compañía en casa de los Carr, en Wichita, Martha Carr, la ex esposa de Carr, dijo que Rader llegaba siempre alegre con su esposa y niños, miraba a los ojos y decía las cosas correctas: que la fiesta estaba espléndida, la comida ordenada con tanto gusto.
Entretanto, Paula Rader era una fabulosa cocinera, y una mujer tranquila y suave que parecía disfrutar de un matrimonio cariñoso y feliz, dijo Carr. "Parecía inocente", dijo Carr, "nada de mundana, ¿entiendes?"
Un tema normal de discusión en ADT, no sorprendentemente, era B.T.K.
"Era el tema de toda la ciudad, pero esta era una compañía de seguridad, y, francamente, B.T.K. aumentó los negocios", dijo Denise Mattocks, 46, que trabajó con Rader durante años.
Mattocks, que entonces era soltera, tenía miedo de B.T.K., dijo, y se lo había contado varias veces a Rader. Como muchos otros en Wichita cuando cundió el pánico, ella habló de chequear su teléfono para ver si tenía tono cada vez que volvía a casa. Rader, recordó ella, no dijo mucho. Cuando se animaba a hablar, se inclinaba hacia su vida en su casa: su esposa, los tomates de su jardín, sus excursiones de Boy Scout.
Rader se hizo un líder Scout cuando su hijo Brian tenía 8 años y pudo unirse a la Tropa 491. Rader impuso a los niños normas estrictas, no dejándoles pasar nada, como hacían algunos padres, y perfeccionando sus habilidades para una insignia, dijo George J. Martin, 70, que ayudaba a dirigir la tropa. Rader era muy capaz, dijo Martin, cuando se trataba de enseñar a los niños a hacer nudos.
"El nudo margarita, el bulín, la vuelta de cabo, el barrilete", recordó. "Dennis los conocía todos".

No Hay Más Cartas
Para fines de los años setenta, B.T.K. había matado a siete personas, dice la policía, y las espeluznantes e hirientes cartas habían empezado a llegar. Una carta fue trazada hasta un fotocopiador de la Universidad Estatal de Wichita. Y en 1979, aparentemente después de que B.T.K. entrara a la casa de una viuda rompiendo la ventana y esperara -en vano- que ella volviera, le envió un poema a la mujer que nunca llegó: "Oh, Anna, Por Qué No Has Venido".
En parte, el poema dice: "Otra vez recorro de paso memorias de espejos y me pregunto por qué no estaba el número ocho". Y entonces las cartas dejaron abruptamente de llegar. La policía dice que B.T.K. mató a tres mujeres más en 1985, 1986 y 1991 -incluyendo dos casos, uno en Park City y otro cercano, que no fueron relacionados públicamente con B.T.K. sino el fin de semana pasado.
Alguna gente, como Al Thimmesch, un agente de policía retirado de Wichita, se pregunta si se encontrarán más víctimas de B.T.K. Pero si la policía tiene razón, los asesinatos en serie terminaron el 19 de enero de 1991, con la muerte de Dolores Davis, cuya casa estaba cerca de Park City.
En mayo de 1999, Rader fue contratado como oficial de vigilancia de Park City, un período que un habitante de este suburbio al norte de Wichita llama el principio de un "reino de terror" para los vecinos de aquí. Los críticos de Rader aquí dicen que se sentaba en el camión esperando que pasara algo malo en sus casas. Hacía numerosas fotos de las casas, dijeron, buscando algo fuera de lugar. Alguna gente insiste que a veces soltaba a los perros él mismo, y luego citaba a declarar a los propietarios.
Rhonda Reno dijo que un día vio a Rader recorrer el jardín de un vecino que estaba enfermo y no podía cortar el césped. Caminando sobre el pasto con una vara de medir, dijo, había medido las infracciones. "Nunca confié en él", dijo Jim Reno, su marido. "Había dos personas a las que yo echaba el ojo aquí en este bloque y una de ellas era él".
Sin embargo, otros sentían simpatía por Rader y encontraban encantador su exagerado entusiasmo por su trabajo.
Ayudaba a los vecinos viejos a atrapar mofetas, y ayudaba a su vecina, una mujer sola, cortando el césped de su jardín y reparado sus grifos estropeados, dijo el vecino. E incluso manipulaba las reglas. Otra mujer, Virginia Jackson, 53, dijo que cuando su boxer se soltó y Rader lo persiguió y, después de una lucha, logró llevarlo de vuelta a casa. Jackson no recibió ninguna notificación.
"Era muy profesional", dijo. "Hacía su trabajo".

Rompiendo el Silencio
En enero pasado, el Wichita Eagle publicó un artículo sobre B.T.K. para marcar el 30 aniversario del asesinato de los Otero y el comienzo del pánico. Para entonces, el caso había sido olvidado por muchos. El artículo sugería que B.T.K. podría haberse mudado o incluso muerto.
Dos meses más tarde, B.T.K. escribió una carta, la primera en un cuarto de siglo. Desde ahí inició un frenesí comunicativo -diez cartas o paquetes enviados a diarios y medios de comunicación, o simplemente dejados en parques. Los llenaba de chucherías, algunas aparentemente de los asesinatos: fotografías, un crucigrama, una muñeca con una bolsa de plástico en la cabeza, un collar, un CD-ROM y el carné de conducir de una víctima.
Para el fin de semana pasado, con la ayuda del CD y evidencias de DNA, la policía detuvo a Rader y anunció con gran fanfarria que B.T.K. había sido capturado.
Retrospectivamente alguna gente se pregunta si no debió la policía de Wichita detenerlo antes. LaMunyon, el ex jefe de policía, responde a los que preguntan que no cree que fuera posible una detención en esos años; el envío postal más reciente de B.T.K., muchos de los cuales tenían un tono más maduro y conciliatorio que años antes, originó toda una nueva sala rellena de evidencias que deberán investigar los detectives.
Sin embargo, reconoció que el nombre de Rader fue probablemente incluido en dos largas listas compuestas por la policía hace años. La policía apuntó los nombres de los empleados de Coleman en algún momento porque las dos primeras mujeres asesinadas habían trabajado ahí y, como se descubrió, Rader mismo. También habían apuntado los nombres de hombres blancos en el estado de Wichita en los años setenta porque una de las cartas había sido copiada en la universidad y que un poema de B.T.K. se parecía a una canción enseñada en un popular seminario de un profesor sobre folklore en la Universidad Estatal.
También había otro vínculo. Aunque la policía no había conectado públicamente la muerte de Marine Hedge, la octava víctima, con B.T.K. hasta el fin de semana pasado, para la época de su muerte, Hedge vivía a seis casas más abajo en la calle de Rader en Park City.
"Creo que la policía cometió errores en esos años", dijo Robert Beattie, un abogado de Wichita que escribe un libro sobre B.T.K. "Estaban buscando a un tipo como Charles Manson".
Charles Liles, un antiguo agente de policía de Wichita, dijo que la policía se concentró muy estrechamente en agresores sexuales convictos más que en alguien que pudiera ser justo uno de ellos.
El reverendo Michael G. Clark, pastor de Rader, lo visitó en la cárcel el miércoles, con una pared de cristal entre el pastor y el presidente de su consejo parroquial. Rader "se encuentra tan bien como era de esperar", dijo Clark. Su propio escepticismo, sin embargo, no ha disminuido. Mientras más lo piensa, dijo Clark, sólo recuerda conservaciones normales con Rader, conversaciones sobre la pesca y la salud de su madre.
"Me di cuenta", dijo Clark, "de que no hay nada que recordar, nada que haga sentido de todo esto".
Entretanto, Park City despidió discretamente a Rader la semana pasada, diciendo solamente que no se había aparecido a trabajar.

Ariel Hart contribuyó a este reportaje desde Atlanta, Michael McElroy desde Wichita y Gretchen Ruethling desde Chicago.

6 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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