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uniones forzadas de niñas afganas


[Matthew Pennington] Continúa tradición de vender a niñas como novias de hombres más ricos y viejos.
Kabul, Afganistán. Bibi, de 14, no ha visto nunca al padre que quiere venderla para que se case con un desconocido.
Se escondió cuando él, hace un mes, envió a la policía a su pueblo natal en el norte de Afganistán. Su hermano mayor, Kareem, se negó a entregarla y fue encarcelado. Pero Bibi encontró refugio en una pariente compasiva en Kabul, donde vive ahora temiendo que su padre la encuentre algún día.
El pariente, Shahnoz, dijo que el padre de la niña no tiene interés en buscar una pareja conveniente para su hija y sólo quiere poner sus manos sobre la dote que recibiría.
"Como si ella fuera un cheque", dijo Shahnoz, cuyo marido es un primo de la madre de Bibi. "Es guapa y él la quiere vender en matrimonio".
La historia de Bibi está lejos de ser única. A pesar de la re-emergencia de la democracia y los derechos de la mujer en Afganistán, funcionarios de derechos humanos dicen que en un 60 a 80 por ciento de los matrimonios en el país las mujeres son obligadas a la unión.
En áreas rurales "la tradición es tan poderosa que las mujeres creen que son realmente propiedad de sus parientes masculinos. Les obedecen digan lo que digan", dijo Sima Samar, presidente de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, el grupo observador de derechos humanos más importante del país.
Niñas y mujeres son a menudo casadas por motivos económicos o para solucionar conflictos entre familias, incluso aunque ambas prácticas son contrarias a las leyes civiles e islámicas. Mientras los matrimonios convenidos por las familias son la norma en este conservador país musulmán, se supone que debe contar con el consentimiento de la novia y novio.
En el caso de Bibi el novio es un hombre mayor, rico, que busca una segunda esposa. Sus parientes calculan que está dispuesto a pagar unos 7.000 dólares por ella -una pequeña fortuna en uno de los países más pobres del mundo.
"Mi padre no se preocupa de mi vida", dijo Bibi en una entrevista, balbuciendo en su pañuelo de algodón blanco. "Nunca me compró ropa o comida. Mi familia es mi madre y Kareem".
Bibi, Shahnoz y Kareem -que salió hace poco de la cárcel- accedieron a hablar con la Associated Press con la esperanza de que la publicidad en torno al caso de la niña pueda impedir que su desconocido padre la obligue a casarse. El padre, Rafur, no pudo ser localizado para ser entrevistado.
Como muchos afganos, sólo tiene un nombre.
Shahnoz dice que no quiere que Bibi sufra el mismo destino que la madre de la niña, obligada violentamente a una unión sin amor. Después de que muriera su primer marido, fue obligada a casarse con Rafur, su cuñado, que la golpeó cuando ella se resistió. El matrimonio -un arreglo tradicional para una viuda afgana- se rompió dos años después.
Rafur sólo volvió a sus vidas cuando Bibi cumplió 14 y él consideró que estaba lista para casarse -aunque tiene todavía dos años menos que la edad legal para las mujeres.
La caída de los talibanes inauguró nuevas oportunidades para las mujeres afganas. Millones de niñas han vuelto a la escuela tres años después de que las fuerzas encabezadas por Estados Unidos sacaran al represivo régimen islámico. También han vuelto muchas a trabajar, especialmente en las ciudades.
La nueva constitución consagra los derechos de la mujer, y las mujeres pueden votar en elecciones democráticas. También tienen protección legal -al menos en teoría.
Fawzia Amini, subdirectora del departamento de leyes y derechos del ministerio de Asuntos de la Mujer, dijo que su departamento investiga al año unos 500 casos de abusos contra las mujeres -habitualmente maridos que golpean a sus esposas.
Dijo que las víctimas pueden buscar ayuda jurídica para divorciarse, pero ese paso es tan perjudicial socialmente para una mujer que normalmente es mejor tratar de obligar al marido a colaborar con las autoridades y rescatar el matrimonio. Dijo que el año pasado hubo sólo 10 o 15 divorcios en el tribunal familiar de Kabul, una ciudad de unos 4 millones de habitantes.
"Nuestra cultura no permite el divorcio. Las mujeres divorciadas llevan una vida difícil. Nadie se ocupa de ellas", dijo Amini. "No hay protección legal de las mujeres divorciadas. En general, pierden su parte de la dote y pierden a sus hijos".
Una mujer de 24 decidió hacerlo esta semana. Entró cojeando a la oficina en Kabul de la comisión de derechos humanos una brillante mañana de primavera, con su cara cubierta por una burqa azul, pidiendo su ayuda para divorciarse.
Su marido, ahora en la cárcel, la había golpeado salvajemente con una vara después de que su madre la acusara de robar carne de la cacerola. Las fotografías proporcionadas por la comisión muestran a la mujer con el pie derecho y el brazo izquierdo escayolados. Los verdugones que le dejó la paliza cubrían su espalda.
Shamsullah Ahmadzai, de la unidad de supervisión e investigación, dijo que las represivas tradiciones y confusión moral de 25 años de guerra han dejado un violento legado en Afganistán y que esas palizas son cosas habituales.
Dijo que la continuada influencia de los señores de la guerra -algunos en posiciones de poder en el gobierno- socavan el alcance de la ley, empeorando la situación.
Shahnoz dijo que Bibi, que es analfabeta, no está lista para casarse. Como muchas niñas y mujeres pashtún, sale rara vez de su casa y no sabe siquiera cómo se ve su padre, aunque vive en la misma aldea en la norteña provincia de Takhar de Afganistán.
"Si fuera a la escuela, aprendería quizás sobre el mundo y tendría más confianza en sí misma. Tal como es, si un hombre la habla, su corazón se pone a latir violentamente. Ni siquiera puede decir hola", dijo Shahnoz.

14 de marzo de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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