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la mujer detrás de playboy


[Amy Wallace] Durante cuarenta años, Marilyn Grabowski ha definido qué es sexy para las páginas de Playboy.
Marilyn Grabowski, editora de fotografía, está en un brillante estudio en Santa Mónica, tomando las medidas de Miss Septiembre.
La joven mujer, una delgada pelirroja, está balanceándose sobre una angosta silla, apenas cubierta con una crinolina chartreuse, medias negras y zapatos de taco stiletto verde lima. Grabowski lleva leggings, botas de esquimal Ugg y una ajustada chaqueta deportiva Armani, todo negro, y cuando pasa por encima de un lío de cables eléctricos que alimentan de energía 10 enormes focos (cada uno tan estrechamente ajustada que el equipo se refiere a ellos como "la bombilla del trasero", "la bombilla de la cara" y "la bombilla de los muslos"), se ve ágil y alerta, como una juez en un torneo de perros.
La pantorrilla de la modelo del poster está demasiado baja, observa Grabowski, inspirando a un ayudante a apuntalarla con un saco de arena.
"¡Abre esos ojos!", ordena Grabowsky alegremente, y Miss Septiembre obedece. Sin embargo, falta algo.
"Algunas chicas tienen una viveza natural. Con otras, no sabes qué va a pasar", explica Grabowski, mandando a un estilista de vestuario a una cocina cercana. El estilista vuelve con dos heladas latas de Coca-Cola, que la Playmate aprieta obedientemente contra su pecho, creando una reacción instantánea.
"Ah, eso está mucho mejor", dice Grabowski, volviéndose hacia el fotógrafo. "Anda. Tómala".
En mayo pasado, Grabowski, que sólo dice que tiene "más de 60", celebró su 40 aniversario en Playboy, que él mismo recién llegó a los 50. Eso significa que ella, como cualquier otra mujer, ha ayudado a definir lo que generaciones de americanos verán como sexi.
Con los años, Grabowski ha convencido a estrellas de cine como Sharon Stone y Kim Basinger a posar para la revista -y al hacer así telegrafiar su opinión de que en la escala de Eros, lo clásico definitivamente triunfa sobre lo ordinario. Ha celebrado la musculatura, acentuando los rasgos de Amazona de atletas como Gabrielle Reece. Mirar el torso de Reece -bronceado, como un trofeo- es entender por qué lo fuerte es sexi.
Sin embargo, Grabowki no es una snob. Fue ella quien primero descubrió a Pamela Anderson y presionó a Hugh Hefner, el empijamado fundador de Playboy, para que la colocara en la portada. "Le dije: ‘Pam, puedes ser una gran celebridad. Todo lo que tienes que hacer es hacerlo'", recuerda. "Los hombres han mantenido a Pam oprimida durante un largo tiempo".
Hefner dice que él se dio cuenta hace años atrás que ‘Mo', como él la llama, era su arma secreta. "Cuando empecé Playboy, yo estaba más interesado en la conexión romántica entre los sexos que entre amigotes en un vestuario", dice Hefner, explicando que aun cuando los "libros para damas" como Maxim, Stuff y FHM traten de birlarle a sus lectores más jóvenes, Grabowski colocó a Playboy en otro nivel. En manos de un hombre, lo sexi sería una fórmula más descarada. Grabowski llevó sentido del humor -incluso un poco de malicia. "La participación de la mujer es clave", dice Hefner. "Si no tienes eso en mente, vas a pasar un buen rato en el vestuario. Solo".
El papel de Grabowski como árbitro de lo que es sexi es incluso más notable si se considera la incómoda relación que tiene con su propia apariencia. Gracias a un descuidado cirujano plástico, dice, una operación para corregir una lesión facial casi la deja sin nariz. Cuarenta operaciones e injertos de piel después, Grabowski se ve ahora asombrosamente parecida a Joni Mitchell, pero cuando apunta a la mitad de su cara, y dice: "No es una nariz perfecta, pero es una nariz", es fácil ver qué quiere decir.
Grabowski cree que su timidez la hace trabajar mejor. "El lado positivo es que yo me identifico con estas chicas", dice, y no solamente con las muchas que se han sometido a cirugía plástica ellas mismas. Algunas tratan de llegar a ser Playmate una y otra vez cuando no lo logran a la primera. "Esto es Miss América para un montón de chicas", dice Grabowski. "Las entiendo. Ellas saben que estoy a cargo y saben que soy la jefa, pero también saben que yo me identifico con ellas".
Además, Grabowski sabe lo que es el negocio al otro lado de la cámara. Con los años, muchos fotógrafos han insistido en hacer su retrato. El difunto Helmut Newton, un amigo íntimo, incluso la incluyó en uno de sus libros, junto a una foto de Sofía Loren.
No todo lo que Grabo cree que es sexy aparece en Playboy. Le gustaría, por ejemplo, fotografiar a una Playmate saliendo de los servicios para hombres y zambulléndose en una piscina completamente vestida. Pero eso no le gusta a Hef. "A él le gusta la chica elegante fundamental", dice. "A Hef le gustan las copas de coñac. A veces le digo: ‘Bueno, es tu revista'. Y él me dice: ‘Así es'".
Hefner prefiere las fotografías con tramas fáciles de leer. En un número reciente, por ejemplo, aparecía una mujer repantigada sobre lo que parecía ser un escritorio, con una corbata sobre sus hombros, y con una libreta de citas abierta en una página que dice, con una femenina y rizada letra manuscrita: "¡Cócteles de oficina!" Menos exitosa fue otra toma de una mujer posando frente a lo que parecía ser la puerta de su casa, en la noche, con una pila de cartas y postales desparramadas a sus pies.
"La idea era que volvía a casa después de una fiesta y se paró a leer el correo", dice Grabowski, haciendo una mueca. "Incluso contándolo suena flojo". La modelo fue reposicionada en un lugar donde la historia es más fácil de seguir: un tocador.
Durante sus primeros años en Playboy (recuerda la época de antes del advenimiento de la radical raya del bikini -una moda que encuentra fea e insiste en que Playboy no la comenzó)-, no se atrevió a decirle a su católica madre dónde trabajaba. Finalmente le envió una subscripción -después de trabajar allí ya veinte años. Ahora que ha cumplido sus segundos 20 años, dice, "amenazo con jubilarme todas las semanas". Pero no es lo que quiere. El equipo de Playboy es su familia.
"Nunca me casé, nunca tuve hijos", dice, hojeando una pila de fotografías de ella con George Plimpton, George Hamilton, Jacqueline Bisset, Dudley Moore y Steve Martin. Ríe. "Estas son fotos muy antiguas. ¡Aquí hay una foto que en aparezco con vaqueros planchados!"
Hace dos años, cuando los gerentes de Playboy propusieron cerrar el estudio de Santa Mónica donde trabaja Grabowski, pensó que todo había terminado. "Le dije: ‘Hef, me voy el Día de Acción de Gracias. Te adoro, pero me voy'", recuerda Graboswki, que vive a menos de un kilómetro de la oficina y empieza cada día con una caminata de dos horas en la Mansión Playboy. Su respuesta: "No termina hasta que no termina". El estudio sigue abierto.
Arny Fraytag, un fotógrafo de Playboy se reunió hace poco con ella para hablar sobre dónde fotografiar a una rubia de la Universidad de Houston que era una candidata a poster.
"¿Qué te parece la ducha?", preguntó Freytag.
"No creo que se vea bien con el pelo mojado", replicó Grabowski. "Me gustaría hacerlas en el hipódromo, con un caballo corriendo de un lado a otro detrás de ella".
"¿Qué te parece un Ferrari?", propuso Freytag.
Grabowski sacudió su cabeza, mirando las pruebas. "Se ve como el tipo de chica que juega muy mal al tenis, pero a nadie le importa".

14 de marzo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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