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campesinos en pekín


[Jehangir S. Pocha] En su lucha por ser oídos, los campesinos se acercan a Pekín, a exigir atención oficial.
Pekín, China. El Congreso Nacional del Pueblo, el parlamento en gran parte ceremonial de China, terminó ayer su sesión legislativa anual con promesas de reforma para aliviar las vidas de los chinos de a pie.
En otras partes en Pekín, más allá de las murallas con frescos del Gran Salón del Pueblo en la Plaza de Tiananmen, donde se habían reunido los delegados, la gente estaba luchando por ponerse en contacto con los líderes de la nación para contarles sus historias de privaciones y batallas con la burocracia china.
Miles de campesinos llegaron a Pekín a pedir a sus representantes que les ayudaran en problemas tales como pensiones no pagadas, casas demolidas ilegalmente y funcionarios locales corruptos. Pero muchos dijeron que los guardias de seguridad los golpearon y les amenazaron si presentaban sus denuncias.
"Incluso si te ven dando vueltas o tratando de entregar una petición, te rodean y empiezan a empujarte y a golpearte", dijo Bao Shi Gao, 39, un mecánico de bicicletas del pueblo de Dong Zhi en la provincia de Anhui al sudeste, que vino a Pekín con dinero prestado para tratar de resolver una letanía de quejas.
A principios de los años ochenta, cuando China empezó sus cambios económicos, Bao dijo que había empezado una pequeña empresa pesquera en su pueblo natal de Ba Li Cun en Anhui. Pero el recién iniciado negocio fue "ocupado por un hombre poderoso de mi pueblo", dijo. Desanimado, Bao se mudó a Dong Zhi en 1991 y se transformó en mecánico de bicicletas. Pero tuvo un conflicto con un funcionario local del que dijo que le cobraba el doble por la electricidad porque no le pagaba unas comidas. "Cuando me quejé un día, envió a matones que me pegaron y destruyeron mi casa".
Cuando Bao llegó a Pekín la semana pasada, dijo, los pocos funcionarios de bajo nivel que pudo ver, le dijeron que volviera a Anhui. Después de que se negara a ello, dijo, fue golpeado en la calle por un grupo de hombres mientras los agentes de policía miraban sin hacer nada.
Los otros demandantes a su alrededor asintieron compasivos.
Cada vez que hay un acontecimiento de gobierno mayor, miles llegan a la ciudad con la esperanza de ganar la atención de los líderes del país. En Pekín ha surgido una enorme colonia llamada la Aldea de los Demandantes, junto a la estación de trenes más grande de la ciudad, para alojarlos. Esperanzados suplicantes pueden compartir una diminuta habitación con cinco otros por medio dólar la noche.
Pero pocos peticionarios parecen tener éxito. En la Plaza de Tiananmen y en torno a otros edificios de gobierno, las calles son bloqueadas cuando hay congresos o reuniones importantes. Furgonetas blindadas de vigilancia patrullan el área, así como agentes de paisano y uniformados que alejan a los curiosos. La policía también patrulla los ferrocarriles y terminales de buses para detectar a peticionarios y aumenta la vigilancia de internet, que es siempre fuerte en China.
"He estado viniendo aquí los últimos tres años, y nunca he logrado hablar con nadie", dijo Wang Heng Mao, 35, del pueblo de Yao Du en la provincia de Anhui. Está suplicando a los funcionarios para que le paguen unos 1.200 dólares en salarios atrasados de un banco estatal que lo despidió hace tres años.
Wang dijo que él inicialmente pensaba que resolver el asunto sería algo simple debido a que tenía toda la documentación relevante y otras pruebas. "Primero fui al ayuntamiento, donde me dijeron que acudiera a los tribunales", dijo. "En los tribunales me dijeron que me dirigiera al banco, y en el banco que volviera a los tribunales. Entonces alguien me dijo que viniera a Pekín. Cuando me recibió aquí un funcionario, me dijo que volviera a mi comarca. Es algo horrible tener que mendigar por algo que te pertenece, pero no tenemos alternativas".
No son solamente los pobres los que acusan a los funcionarios de corrupción.
"Yo era el hombre más rico de mi ciudad. Tenía un buen coche, y todo", dijo Zhou Jun Qi, 45, un peticionario de la ciudad de Liu Zhou en la sureña provincia de Guangxi.
Dijo que había empezado con una fábrica de calcetines en 1993 con un socio americanos e invirtió unos 250.000 dólares, pero peleó con el socio en 1996 y llevó el pleito a tribunales.
"El juez me pidió una mordida, pero me negué", dijo. Poco después, el juez ordenó cerrar la fábrica. Cuando se dio a conocer la resolución en 1998, era a favor de Zhou, pero dijo que cuando abrió las puertas de la fábrica, descubrió que todos sus bienes habían desaparecido.
"Ahora no tengo dinero ni para comer", dijo Zhou, cuya familia extendida vive en la sureña provincia de Guangdong. Debido a que la familia es la única red real de seguridad social en China y Zhou no está cerca, depende de amigos para comer y tener algo de dinero.
Sin embargo, Zhou, como Wang y Bao, conserva alguna fe en el sistema y dijo que piensa que se podrían resolver todos sus problemas si pudiera hablar con algún jefe importante, como el presidente Hu Jintao o el premier Wen Jiabao, que han sido más visibles y más dispuestos que líderes anteriores a intervenir en favor de campesinos pisoteados o engañados.
"Hu Jintao y Wen Jiabao se preocupan realmente de la gente", dijo Zhou. "Son los funcionarios de bajo nivel los que les ocultan las cosas, y nos impiden acercarnos a ellos".
En la rueda de prensa final del parlamento ayer, Wen declaró: "Este será un año de reformas".
Minimizando los problemas internacionales -tales como la renuncia del jefe del ejecutivo Tung Chee-hwa de Hong Kong y la aprobación de una polémica ley anti-secesión que ha aumentado las tensiones con Taiwán-, Wen se concentró en la situación interna.
"Nuestra prioridad es transformar el funcionamiento del gobierno" y aliviar las condiciones de vida los empobrecidos y cada vez más inquietos campesinos de China, dijo.
En el congreso del año pasado, Hu y Wen enmendaron la Constitución china consagrando en ella el término ‘derechos humanos' y extendiendo los derechos de propiedad de los ciudadanos.
Aunque los cambios no han creado un nuevo sistema de supervisión para implementar estas reglas y no ha cambiado mucho a nivel de base, las acciones dieron a peticionarios como Zhou alguna esperanza.
"Tienen que hacer algo por nosotros", dijo. "Tengo plena confianza de que finalmente ganaré mi caso. Estoy decidido a volver el próximo año".

13 de marzo de 2005
16 de marzo de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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