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guerra en la calle de las fianzas


[Paul Pringle] Un mercado de fianzas florece en las sombras de las dos cárceles de Los Angeles. Lucrativas comisiones están nutriendo prácticas de matones.
Frente a Fianzas Bad Boys, alguien ha pintado ilegalmente de rojo el bordillo de la acera. Otra vez. Neil Angos, el jefe de operaciones en Los Angeles de Bad Boys, dijo que sospechaba que sus concurrentes habían mandado pintar de rojo el bordillo y que lo habían hecho al menos una vez antes, para alejar a posibles clientes de llegar hasta la puerta.
"Realmente nos odian", dijo Angos, sacando con el pie la pintura desconchada, que era algo más clara que el rojo oficial del ayuntamiento.
Este es la Calle de las Fianzas -el sucio bloque de edificios en el centro de la ciudad donde la competencia por los compradores de libertad es cada vez más despiadada. En los últimos tiempos, a medida que un creciente número de empresas se rebaten por comisiones cada vez más grandes, investigaciones sobre corrupción han apuntado a Bad Boys y otras empresas de fianzas de California del Sur.
En la Calle de las Fianzas, cerca de una docena de oficinas de fianzas se alinean lado a lado en el pequeño centro comercial de color mostaza y luces de carnaval y un tramo de tiendas vecinas en decadencia de Windex. Están en Vignes Street, al frente de las cárceles Men's Central y Twin Towers.
Las cárceles albergan al sistema penal más grande del país, un mina de oro de 24 horas al día para los vendedores de fianzas. Y aunque pareciera que se pueden hacer bastante beneficios en el negocio de las fianzas, las empresas se hacen una especie de guerrilla urbana por cada dólar.
"Es un negocio sucio", dijo Bertha Comar, propietaria de Fianzas Aliso Village, una diminuta firma en un edificio a prueba de ladrones a pocos pasos del centro comercial. Estaba desplomada sobre su escritorio en una oficina vacía, con una pintura de la Virgen María en la pared detrás de ella y un cartel de la película de gángsteres ‘Scarface, el terror del hampa' a su derecha.
Comar dijo que ella ya no podía competir con las empresas más grandes y pensaba cerrar su negocio pronto. Varios inquilinos de la Calle de las Fianzas dicen que se las arreglan para sobrevivir la refriega, pero otros se quejan de que sus llantas son cortadas y sus parabrisas hechos trizas. Las quejas por el vandalismo incluyen también llamadas hechas por agentes de fianzas haciéndose pasar por clientes e incluso pedidos falsos de pizzas.
"Es estúpido", dijo Comar, que dijo estar atormentada por los pedidos de pizzas, que dijo que habían sido ordenados por alguien en el centro comercial.
Luego están las siempre presentes remolcadoras, que perdonan rápidamente los coches de los clientes que estacionan frente al mercado, pero acosan las oficinas de fianzas en otros tramos de Vignes Street o Bauchet Street, entre ellas Bad Boys.
Vince Ebarb, propietario de Fianzas Anyway, dijo que las remolcadoras "probablemente ganan más dinero que todos... Es una especie de comedia".
Willie McCray no se reía. "¡Se llevaron mi camión!", exclamó, parado en un lote vacío en el estacionamiento del mercado.
El vecino de Lancaster había estado tratando de sacar bajo fianza a su esposa, que estaba acusada de fraude en propiedades inmobiliarias. Agarró algunos folletos y un llavero de promoción de Bad Boys.
"Todos tienen un truco diferente", dijo McCray mirando deprimido la calle buscando su coche.
La fianza se puede dar sin un agente, provisto que el tribunal reciba la suma total en dinero contante o con una garantía, como las actas de propiedad de una casa. Pero la gran mayoría de los acusados utilizan una empresa de fianzas, que normalmente cobran una tarifa fija, no-reembolsable, de 10 por ciento. A veces la comisión se paga en varias mensualidades.
Los agentes entregan al tribunal una promesa escrita de que pagarán toda la fianza si el acusado "se salta": no comparece al juicio. La promesa es respaldada por las compañías de seguro de los agentes.
Sólo un pequeño porcentaje de los acusados desaparece, y la mayoría que sí lo hace es normalmente capturada. El pequeño riesgo de pérdidas, así como la empinada comisión que puede significar una sola fianza, ha ampliado el campo de los vendedores, incluyendo a los de la Calle de las Fianzas.
En los últimos ocho o diez años, el número de agentes de fianzas en el estado se ha duplicado a 2.200, y la comisión promedio en el condado de Los Angeles han saltado de 5.000 a 20.000 dólares, de acuerdo a Frank Repetti, funcionario de las asociaciones de agentes de fianzas de Los Angeles y California.
"No tienes que tener muchas comisiones para hacer dinero", dijo Repetti.
El dinero fácil han sellado el fin de los días en que los negocios familiares dominaban la industria y el mercadeo consistía en un anuncio en las Páginas Amarillas y letreros de neón pestañeando arriba de la puerta: "Cero Renta para Propietarios" o "No Siempre Necesita un Aval".
Empresas nuevas y más grandes han elevado el ramo con comerciales en la radio y televisión -y, en el caso de Bad Boys, con una flota de vehículos pintados con imágenes de un gordo vestido de mujer y la leyenda: "Porque Tu Mamá Te Quiere en Casa".
Las comisiones fijadas por el estado limitan los descuentos, así que empresas como Bad Boys tratan de ganar a la competencia ofreciendo construcciones financieras más creativas. Por ejemplo, dijo Angos: "Tenemos 20 avales" de un acuerdo de fianza.
Bad Boys también paga fianzas incluso de 500 dólares, que algunas agencias rechazan porque no valen la pena.
"La codicia domina a todo el mundo", dijo Joel Díaz, agente de Fianzas Eddie Nardoni. "Hay gente que venderían hasta sus madres".
Siete años tras su fundación, Bad Boys dice que genera 300 millones de dólares al año en fianzas, transformándola en la segunda empresa del estado después de Fianzas Aladdin. Bad Boys se unió a la batalla en la Calle de las Fianzas hace tres años, mudándose a un edificio de cemento al lado del centro comercial. La empresa no fue bien recibida.
"Creo que estoy más seguro en las selvas de África que en la Vignes Street", dijo Jeff Stanley, presidente de Bad Boys, en una conferencia telefónica tras retornar de un safari en ese continente.
Dijo que sus cámaras de seguridad habían una vez captado a un agente de la concurrencia cortando con un cuchillo las llantas de tres coches que pertenecían a empleados de Bad Boys. El cuchillero fue confrontado con el video y accedió a pagar las llantas, dijo Stanley. No quiso decir quién era.
"Hay constantes actos vandálicos contra los vehículos de nuestros empleados y amenazas en su contra", dijo Stanley, ex caza-recompensas cuya empresa tiene tres oficinas en California. "Nunca antes pasamos por algo así... Es una brutalidad".
La empresa lleva luchando 14 meses para remover el rojo del bordillo de la acera. Dos veces ordenaron los funcionarios del estacionamiento que se removiera la pintura ilegal. Pero el ayuntamiento entonces accedió a la petición del dueño del centro comercial de mantener el rojo.
Bad Bods tiene otra pelea entre las manos. El jurado del condado de Los Angeles ha acusado a la empresa por más de 40 cargos de perjurio, falsificación y falso testimonio por haber supuestamente mentido al tribunal sobre sus esfuerzos en trazar a clientes que no se habían presentado. Bad Boys se declaró inocente.
La fiscal de distrito Shirley Sun dijo que agentes inescrupulosos, amparados con regulaciones que ayudaban a escribir cabilderos de las fianzas, pueden ahogar a los jueces con tecnicismos y deberes de abecedario para evitar dar las fianzas infringidas. Algunos han mentido diciendo que los acusados escaparon a México o que han muerto, dijo Sun.
Investigaciones locales y del estado en curso se han concentrado en parte en acusaciones de que agencias de grandes volúmenes quebraron la ley después de pagar las fianzas de demasiadas personas con pocas garantías, privando a los condados y ciudades de millones de dólares en impuestos potenciales por las fianzas impagas, además de los costes de perseguir a los acusados fugitivos.
Fianzas American Liberty cerró en la Calle de las Fianzas después de que las autoridades allanaran sus oficinas en el verano pasado y acusaran al propietario y cinco empleados de secuestros de clientes y extorsión, entre otros delitos. Ellos se declararon inocentes.
En la Calle de las Fianzas llueven los rumores de allanamientos y juicios. Sin embargo, el drama del día a día es de la variedad polvorosa. Los agentes mencionan peleas a gritos en el estacionamiento, ocasionales puñetazos a los coches enganchados y numerosas ocasiones en que un competidor le robó el cliente en la puerta de su negocio.
"Todos están robando en las fianzas", dijo Guy Quinteros, un nervioso hombre de 34 que perdió hace poco su trabajo como agente en Aliso Village. "Lo odio".
Gran parte de la prevaleciente animosidad se deriva de las actividades permanentes en la acera. Bad Boys innovó el uso de los equipos de calle -empleados que reparten volantes y llaveros a las visitas de la cárcel, pero sin estar autorizados a negociar una fianza. La empresa demandó con éxito al ayuntamiento de Los Angeles por el permiso de utilizar esos equipos."Un montón de oficinas de fianzas creen que lo que hacemos es ilegal, pero no lo es", dijo Angos. Estaba trabajando hasta tarde en su oficina, quizás la más formal de la Calle de las Fianzas, con sus muebles oscuros y lisos. El antiguo gerente de software llevaba un traje de hombre de negocios, una vista igualmente poco usual a la sombra de las cárceles.
En la esquina afuera, gente sin casa, muchos recién salidos de las celdas, gritaban obscenidades en la noche. Vendedores de drogas y chulos usan el estacionamiento como una parada, aumentando la tensión de los agentes.
"Uno de cada 10 de los tipos que aparca aquí lleva un arma en su coche", dijo Bert Potter. Estaba en el estacionamiento mirando cómo se llevaban otro coche con la remolcadora. "Vienen a visitar a alguien en la cárcel o están dejando drogas para que las recojan otros".
Potter y Eddie Nardoni son dos curtidos veteranos de la Calle de las Fianzas.
"Es un buen negocio, con buenos beneficios", dijo Nardoni, que llevaba una gorra de béisbol y un nevado mostacho. Estaba terminando la tarde detrás de un largo mostrador en su oficina, con pinturas de payasos en las paredes. Su rostro se ensombreció.
"Pero los beneficios no son lo que eran porque ahora hay más competencia", dijo.
Era un día típico, con aturdidos parientes de los presos entrando a preguntar sobre los costes. Ángel Hernández pasó a preguntar por la fianza de su sobrino.
"Esta parece más grande, bien iluminada", dijo sobre la oficina de Nardoni.
El vecino de 57 de Los Angeles salió a echar una segunda mirada a las otras tiendas en el centro comercial. Apuntó con su dedo el iluminado letrero de la ventana, que anunciaba descuentos en rojo, verde y amarillo.
"Ese apenas tenía un sillón y un escritorio, no parecía un negocio de verdad", dijo. "Y ese otro dice ‘5 Por Ciento de Descuento', pero no me gusta la pinta".
Hernández se fue sin cerrar un trato. El agente Nardono miró marcharse a Díaz. También lo hicieron los agentes sospechosos al acecho en Vignes.
Al lado, se podía palpar el desprecio que siente Potter por la Calle de las Fianzas.
Un hombre de voz suave con una camisa con gruesas letras, Potter presidía sobre raspados escritorios debajo de lámparas austeras, donde dos de sus empleados atendían el teléfono.
Revisó con sus dedos el correo mientras hacía el inventario de las muchas tribulaciones de ganarse la vida en la Calle de las Fianzas.
"La mayoría de esta gente, me entiendes, está tratando de ganar dinero ilegalmente en la calle", dijo. Tu hora pico puede ser la una de la mañana".
Su negocio de reincidentes es muchas veces un asunto de familia. "He trabajado con tres generaciones quizás unas 40 o 50 veces", dijo Potter. "Todavía viven en la misma casa, y hacen las mismas cosas".
Como la mayoría de los agentes, Potter depende de los reincidentes, referencias y anuncios para la parte importante de sus ventas. Su cálculo de los clientes que entran es de un 20 por ciento. Y eso lo llevó de vuelta a las escaramuzas en la Calle de las Fianzas.
"Te dirán que somos gente mala, que te robaremos el dinero", dijo Potter vagamente sobre sus concurrentes, resumiéndolo con una grosería.
Richard Negrete dice que no tiene por qué ser así. Él lanzó sus Fianzas Platinum con su hermano Raymond hace un año después de trabajar para Ebarb en Anyway. Negrete y Ebarb dijeron que siguen siendo amigos.
Platinum, ocupa el segundo piso de un edificio sin ascensor de Vignes, a poca distancia del centro comercial. Paga fianzas de hasta 50.000 dólares por detenciones por violencia doméstica, un creciente sector en la industria. Negrete los llama fianzas de desposorios.
"Nueve de diez veces, es la esposa la que paga", dijo.
El antiguo jugador de rugby de Cal State Chico de 34 años acusó a los atrincherados veteranos de la Calle de las Fianzas de la enrarecida atmósfera.
En los viejos días, dijo, podía adoptar hacia los clientes una actitud de tómelo-o-déjelo, porque tenían pocas alternativas.
"Esos tipos han estado haciendo dinero echados hacia atrás durante demasiado tiempo", dijo Negrete. "Pero ahora hay sangre nueva en el negocio. El juego cambió".

26 de marzo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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