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el embaucador en jefe


Pese a que Bush pretende haber sido engañado sobre las armas de destrucción de masiva de Iraq, todos sabemos que él participó activamente en el engaño y planeaba invadir Iraq mucho antes del 11 de septiembre de 2001.
Hace tiempo que perdimos la esperanza de que el presidente Bush reconozca sus numerosos errores, o que demuestre que ha aprendido de ellos. Incluso así no estábamos preparados para la épica negación que exhibió Bush en su entrevista del otro día con Charles Gibson, de ABC News, que presumiblemente consideraba una importante charla de despedida del público estadounidense.
Sonó bastante mal cuando Bush declaró vanamente que espera que los estadounidenses crean que es un tipo que "no vendió su alma a la política". (Suponemos que no debemos recordar cómo su equipo desplazó al senador John McCain de las primarias de 2000 con ataques racistas o cómo falsificó el historial de guerra del senador John Kerry en 2004).
Se nos puso la piel de gallina oír decirle a Gibson que lo único que realmente echará de menos cuando deje el cargo es dejar de ver a los familiares de los soldados caídos, porque lo hacen sentirse bien acerca de la guerra. Pero los comentarios de Bush de que su decisión de invadir Iraq se basó en "errores cometidos" compite con la reinvención de la historia y rechazo a aceptar responsabilidad que hizo suyos Richard Nixon.
Llegado un momento, le preguntaron a Bush si habría hecho las cosas de otro modo. "Lo que más lamento de la presidencia es el fracaso de la inteligencia sobre Iraq", dijo. "Un montón de gente puso en juego su reputación para decir que las armas de destrucción masiva" eran una causal de guerra.
Después de todo lo que sabe la opinión pública estadounidense sobre cómo Bush y el vicepresidente Dick Cheney manipularon al Congreso, a la opinión pública y a todos los que pudieron intimidar o mentir, Bush todavía actúa como si hubiera decidido invadir Iraq repentinamente después de haber recibido información de vida o muerte sobre el arsenal de Saddam Hussein.
La verdad es que Bush, Cheney y el ministro de Defensa Donald Rumsfeld habían estado cociendo el ataque contra Iraq antes del 11 de septiembre de 2001. Justificaron esa guerra innecesaria utilizando informes de inteligencia que sabían o debían haber sabido que eran erróneos. Y fue la presión de la Casa Blanca y de un Pentágono terriblemente politizado que empujó a gente como el secretario de Estado Colin Powell y George Tenet, director de la Central de Inteligencia, a ignorar las evidencias contrarias y despilfarrar su reputación con afirmaciones exageradas sobre armas de destrucción masiva.
Pese a todo, Bush dijo que "dejaré la presidencia con mi cabeza en alto". Y, presumiblemente, con los ojos cerrados antes los desastres con que está agobiando al pueblo estadounidense y su sucesor.

7 de diciembre de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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