policía mata en brasil
[Paulo Prada] Masacre en las afueras de Río renueva preocupación por la criminalidad policial.
Río de Janeiro, Brasil. El asesinato de 30 personas en varios ataques el jueves noche, según se dice por una banda de agentes de policía renegados, subraya uno de los intratables problemas de uno de los países más violentos de América Latina: la corrupción y la infiltración por elementos criminales de las fuerzas policiales de Brasil.
Los detectives están buscando a los asesinos que cruzaron dos suburbios de Río disparando contra transeúntes, parroquianos de bares y otros objetivos aparentemente arbitrarios. Entre los asesinados se encuentran cinco adolescentes, incluyendo a un jugador de billar romano de 14 años, cuando el grupo de hasta unos ocho agresores, algunos con máscaras, dispararon sus pistolas a pie y desde vehículos en movimiento en los barrios obreros de Nova Iguaçu y Queimados.
Sin embargo, inmediatamente después de los asesinatos, la policía de la segunda ciudad de Brasil llegó a una inquietante conclusión: Los asesinos son probablemente miembros de la policía. Los asesinatos, creen los detectives, son un intento de policías renegados de aterrorizar el área e interrumpir una represión en curso de agentes corruptos.
Los ataques consternaron a residentes y funcionarios de una ciudad plagada por una de las tasas de homicidios más alta del planeta. A pesar de las persistentes campañas del gobierno para depurar las fuerzas de seguridad de Brasil, los asesinatos demostraron una vez más que la misma gente encargada de luchar contra el azote de la ciudad de asesinatos, secuestros y otros crímenes violentos a menudo actúan como delincuentes, no como defensores de la ley.
"Hay dos tipos de policías brasileños", dijo en una entrevista telefónica el ministro del secretariado de gobierno para los derechos humanos, Nilmário Miranda. "Está la policía honesta, democrática, que protege a la sociedad, pero también elementos que cometen delitos, corrupción, intimidación y asesinatos.
Entre las pruebas de la implicación de policías se encuentran casquetes de balas calibre 40, una munición usada generalmente por policías. Los asesinos, además, siguieron una ruta que sugiere que sabían que en esas áreas no habría patrullas policiales en ese momento. El motivo, según creen los detectives, es un acto de intimidación después de que la policía detuviera la semana pasada a ocho agentes, que mataron a dos civiles a despecho de una purga realizada asuntos internos.
Mientras que funcionarios policiales y públicos han prometido una justicia rápida y estricta para los asesinos, los asesinatos están obligando a los brasileños a mirar más allá de las atrocidades de los asesinatos para decidir cómo puede el país poner fin a los permanentes problemas en torno a la criminalidad policial. Aparte de los sobornos que normalmente seducen a los agentes de policía -un agente en Brasil gana a menudo menos de 275 dólares al mes-, los cuerpos de policía están contaminados por vínculos con bandas que controlan el tráfico de drogas, las extorsiones y otros delitos.
El más notorio mal de las fuerzas son los escuadrones de la muerte' de la policía que en décadas recientes han hecho ocasionales y sangrientas demostraciones de fuerza y venganza. La masacre del jueves fue el peor ataque desde 1993, cuando agentes de la policía militar mataron a 21 personas en una barriada de Río en venganza por el asesinato de un policía vinculado al tráfico de drogas. Unos meses antes, la policía mató a ocho niños de la calle -delincuentes callejeros vistos como molestias- cuando dormían al lado de la catedral del siglo 17 de la ciudad. En los dos casos hubo pocas condenas.
"Toda esperanza de que ese tipo de acciones eran horrores del pasado ha sido eliminada", dijo Amnistía Internacional, el grupo de derechos humanos con sede en Londres, en una declaración tras la masacre de la semana pasada.
Especialistas en la policía dicen que la corrupción se origina en varios factores. Las fuerzas policiales, dicen algunos, todavía muestran vestigios de la dictadura militar de hace 20 años, durante la cual los enemigos del régimen eran rutinariamente hechos desaparecer en secuestros, encarcelamientos y asesinatos extrajudiciales.
Aunque la policía militar, que son las fuerzas uniformadas encargadas de patrullar las calles, y la vigilancia día a día se hizo autónoma de las fuerzas armadas durante la transición hacia la democracia en los años ochenta, continúa el legado de violencia e impunidad.
La policía hace frente a retos administrativos. La constitución de Brasil ordena la fuerza policial federal, que opera en todo el país, más fuerzas policiales civiles y militares en cada uno de los 27 estados. Pero la eficiencia de los cuerpos, dicen muchos funcionarios, es dificultado por rivalidades, yuxtaposición y una persistente falta de fondos.
Algunos policías dicen que esos problemas son superables. La mayoría de sus males, dicen, se derivan de un problema mayor en el que jeitinho, o componenda, define una inclinación nacional a estirar las reglas y mover influencias, cuando no a pagar directamente sobornos. "No sé si alguna policía en el mundo tiene los fondos que necesita", dijo el coronel Ubiratan Angelo, comandante de un batallón de operaciones especiales en Río. "Un problema más grande es la idea de que siempre hay un modo mejor de hacer las cosas del que está en los reglamentos".
3 de abril de 2005
©boston globe
©traducción mQh
Los detectives están buscando a los asesinos que cruzaron dos suburbios de Río disparando contra transeúntes, parroquianos de bares y otros objetivos aparentemente arbitrarios. Entre los asesinados se encuentran cinco adolescentes, incluyendo a un jugador de billar romano de 14 años, cuando el grupo de hasta unos ocho agresores, algunos con máscaras, dispararon sus pistolas a pie y desde vehículos en movimiento en los barrios obreros de Nova Iguaçu y Queimados.
Sin embargo, inmediatamente después de los asesinatos, la policía de la segunda ciudad de Brasil llegó a una inquietante conclusión: Los asesinos son probablemente miembros de la policía. Los asesinatos, creen los detectives, son un intento de policías renegados de aterrorizar el área e interrumpir una represión en curso de agentes corruptos.
Los ataques consternaron a residentes y funcionarios de una ciudad plagada por una de las tasas de homicidios más alta del planeta. A pesar de las persistentes campañas del gobierno para depurar las fuerzas de seguridad de Brasil, los asesinatos demostraron una vez más que la misma gente encargada de luchar contra el azote de la ciudad de asesinatos, secuestros y otros crímenes violentos a menudo actúan como delincuentes, no como defensores de la ley.
"Hay dos tipos de policías brasileños", dijo en una entrevista telefónica el ministro del secretariado de gobierno para los derechos humanos, Nilmário Miranda. "Está la policía honesta, democrática, que protege a la sociedad, pero también elementos que cometen delitos, corrupción, intimidación y asesinatos.
Entre las pruebas de la implicación de policías se encuentran casquetes de balas calibre 40, una munición usada generalmente por policías. Los asesinos, además, siguieron una ruta que sugiere que sabían que en esas áreas no habría patrullas policiales en ese momento. El motivo, según creen los detectives, es un acto de intimidación después de que la policía detuviera la semana pasada a ocho agentes, que mataron a dos civiles a despecho de una purga realizada asuntos internos.
Mientras que funcionarios policiales y públicos han prometido una justicia rápida y estricta para los asesinos, los asesinatos están obligando a los brasileños a mirar más allá de las atrocidades de los asesinatos para decidir cómo puede el país poner fin a los permanentes problemas en torno a la criminalidad policial. Aparte de los sobornos que normalmente seducen a los agentes de policía -un agente en Brasil gana a menudo menos de 275 dólares al mes-, los cuerpos de policía están contaminados por vínculos con bandas que controlan el tráfico de drogas, las extorsiones y otros delitos.
El más notorio mal de las fuerzas son los escuadrones de la muerte' de la policía que en décadas recientes han hecho ocasionales y sangrientas demostraciones de fuerza y venganza. La masacre del jueves fue el peor ataque desde 1993, cuando agentes de la policía militar mataron a 21 personas en una barriada de Río en venganza por el asesinato de un policía vinculado al tráfico de drogas. Unos meses antes, la policía mató a ocho niños de la calle -delincuentes callejeros vistos como molestias- cuando dormían al lado de la catedral del siglo 17 de la ciudad. En los dos casos hubo pocas condenas.
"Toda esperanza de que ese tipo de acciones eran horrores del pasado ha sido eliminada", dijo Amnistía Internacional, el grupo de derechos humanos con sede en Londres, en una declaración tras la masacre de la semana pasada.
Especialistas en la policía dicen que la corrupción se origina en varios factores. Las fuerzas policiales, dicen algunos, todavía muestran vestigios de la dictadura militar de hace 20 años, durante la cual los enemigos del régimen eran rutinariamente hechos desaparecer en secuestros, encarcelamientos y asesinatos extrajudiciales.
Aunque la policía militar, que son las fuerzas uniformadas encargadas de patrullar las calles, y la vigilancia día a día se hizo autónoma de las fuerzas armadas durante la transición hacia la democracia en los años ochenta, continúa el legado de violencia e impunidad.
La policía hace frente a retos administrativos. La constitución de Brasil ordena la fuerza policial federal, que opera en todo el país, más fuerzas policiales civiles y militares en cada uno de los 27 estados. Pero la eficiencia de los cuerpos, dicen muchos funcionarios, es dificultado por rivalidades, yuxtaposición y una persistente falta de fondos.
Algunos policías dicen que esos problemas son superables. La mayoría de sus males, dicen, se derivan de un problema mayor en el que jeitinho, o componenda, define una inclinación nacional a estirar las reglas y mover influencias, cuando no a pagar directamente sobornos. "No sé si alguna policía en el mundo tiene los fondos que necesita", dijo el coronel Ubiratan Angelo, comandante de un batallón de operaciones especiales en Río. "Un problema más grande es la idea de que siempre hay un modo mejor de hacer las cosas del que está en los reglamentos".
3 de abril de 2005
©boston globe
©traducción mQh
0 comentarios