iglesia con rock
[Monte Reel] Sacerdotes brasileño recurren a canciones y bailes para contener declive de la iglesia.
Sao Paulo, Brasil. Mete a 15.000 cuerpos hombro a hombro en una inmensa y vieja bodega, ponles a cantar a todo pulmón y siente subir la temperatura.
"¿Cuánta gente está sudando?"
El Padre Marcelo Rossi está parado ante una destellante extensión de manos alzadas, entusiasmando a la multitud, y una gota de sudor hace un brillante riachuelo detrás de su oreja izquierda y se escurre hacia su tirilla.
"Sudar hace bien", dice. "Saca las cosas malas. Ahora, poned las manos en el corazón y decid conmigo: Liberémosnos de la envida, de la codicia..."
Si Rossi suena más como un profesor de gimnasia que como cura católico, es probablemente porque él era uno. Eso era antes de que el Papa Juan Pablo II visitara Brasil en 1997 y se reuniera con Rossi y otros jóvenes sacerdotes, instándoles a encontrar modos de contener la erosión del catolicismo en un país donde el protestantismo evangélico está amenazando su predominio de varios siglos.
"Nos dijo que despertáramos, que necesitamos hacer algo para atraer a la iglesia a la gente joven", dijo Rossi, justo antes de que su banda de rock cristiano de cinco músicos iniciara la misa vespertina del jueves. "Así que hice la promesa de que en adelante usaría todas las herramientas disponibles: la televisión, la radio, las películas, internet. Todo".
Brasil es el hogar para más católicos que cualquier otro país del mundo. Pero si el movimiento evangélico continúa creciendo al ritmo de los últimos años, las estadísticas sugieren que para 2022 los católicos serán una minoría en un país que en 1980 tenía un 90 por ciento de católicos.
Tomando ejemplo de los evangélicos, Rossi se ha transformado en el más visible de un creciente número de sacerdotes brasileños que conservan las creencias básicas del Vaticano, pero las difunden con un estilo informal que tiene por objetivo conectarse con las clases medias y bajas.
En cualquier centro comercial de esta extensa metrópolis, un comprador puede encontrar los videos de Rossi, Aerobic para el Señor' o de su largometraje, María, Madre del Hijo de Dios', la cuarta película más taquillera de 2004 en Brasil. En una tienda de discos, uno puede hojear los álbumes que han dado a Rossi múltiples nominaciones para los Grammy Latinos. En un quiosco de revistas cualquier revista de Caras -el equivalente de People- probablemente incluirá su foto.
El movimiento católico carismático ha estado activo en Brasil en los últimos años, pero Rossi y otros están tratando de hacerlo más atractivo. Hoy, las misas cantadas se pueden oír en iglesias mucho más apagadas que la de Rossi, donde algunos sacerdotes decididamente tradicionales han empezado a ofrecer servicios regulares carismáticos. En el proceso, han aprendido a ser más expresivos con sus manos y voces, para cantar canciones cristianas modernas en lugar de los clásicos cánticos y plegarias y para evitar los respingos cuando estallan los aplausos.
"El movimiento carismático se está institucionalizando, justo en los últimos dos años o algo así", dijo Antonio Flavio Pierucci, de la Universidad de Sao Paulo. "Ahora lo apoyan los obispos. Han descubierto que pueden utilizarlo como una alternativa a los que quieren que la iglesia sea más liberal y de izquierdas".
La predominancia histórica del catolicismo en Brasil significa que ha estado siempre entrelazado con la política. En los años sesenta y setenta, la teología de la liberación echó raíces aquí. Su posición básica era que las autoridades de la iglesia debían ser activistas sociales, ayudando a la gente a "liberarse" de la pobreza y la opresión -incluso si eso significaba luchar contra regímenes políticos que creían que estaba en el origen de la miseria.
Los teólogos de la teología de la liberación llamaron a esta idea una "opción preferente", dirigida a perturbar la complacencia de los ricos. A Juan Pablo, sin embargo, no le gustaban los tintes marxistas del movimiento. El Papa censuró a sus líderes más polémicos y el movimiento destiñó, aunque todavía tiene adherentes en la iglesia.
Para los sacerdotes que llegaron en una edad en que la teología de la liberación dominaba la discusión en Brasil, el movimiento carismático es inquietante no por su falta de formalidad sino por lo que ven como un cambio de foco de los problemas sociales a los personales. El Padre Julio Lancelotti, un sacerdote que trabaja en una residencia de niños con el síndrome de inmunodeficiencia y sida, lamentó lo que ve como un énfasis evangélico en el individuo como un medio de atraer a los pobres.
"La iglesia se convirtió en algo parecido a los evangélicos, concentrándose en los individuos en lugar de lo colectivo", dijo Lancelotti. "Pero eso fue porque en el pasado la iglesia decidió dar a los pobres la opción preferente, y los pobres tomaron esa opción y eligieron a los evangélicos".
Cuando la mayoría de los brasileños dice "evangélicos", se refieren a una versión de iglesias protestantes que incluye a los bautistas, pentecostales, la Asamblea de Dios y la Iglesia Universal del Reino de Dios. En todos los barrios pobres de Sao Paulo, donde los edificios industriales abandonados están salpicados de pintadas y rodeados de verjas improvisadas, las recién construidas iglesias evangélicas surgen de las ruinas con paredes de espejos.
A veces, las iglesias se han expandido más rápidamente de lo que permiten sus alrededores, lo que requiere soluciones creativas. En la Iglesia Bautista de Agua Branca, la congregación creció demasiado para su edificio alquilado de ladrillos, de modo que compró a un circo una tienda gigante de rayas blancas y azules lo suficientemente grande como para acomodar a las multitudes de 1.500 personas que atrae los domingos. Algunos de los que asisten vienen de barriadas extremadamente pobres, llamadas favelas, donde tanto evangélicos como católicos han hecho incursiones.
Alexandre Ferreira, 21, se levantó el miércoles pasado a las 3 de la mañana y empezó a empujar un carro de dos ruedas a través de las calles, cargándolo con restos de diarios y cualquier cosa que pueda vender a una empresa de reciclaje. A las 2 de la tarde volvió a la favela para dormir algunas horas. Luego, a las 6:30, con su camisa blanca manchada y arrugada, llegó a Agua Branca.
Durante cuatro noches a la semana, Ferreira se sienta en un aula con otros 15 adultos para aprender a leer y escribir. Como la inmensa mayoría de los brasileños, nació en una familia católica y fue educado como tal, pero se acercó a la iglesia bautista cuando un vecino le informó sobre sus programas gratuitos de alfabetización.
"Me gustaría tener un mejor trabajo y no soy quisquilloso. Cualquier trabajo sería mejor", dijo Ferreira, que dijo que nunca fue capaz de terminar la escuela porque su familia no podía pagar el alquiler de una casa y tenían que mudarse frecuentemente.
Lograr que gente como Ferreira visite regularmente la iglesia ha ayudado a la iglesia bautista a crecer firmemente en Brasil, incluso aunque los recién llegados no se unan formalmente a la iglesia y quizás se acerquen a ella sólo como un modo de progresar ellos mismos.
"Creo que estamos más cerca de las necesidades de la gente", dijo Ed Rene Kivitz, el pastor de Agua Branca, comparando a su iglesia con la tradición católica. "Tratamos de hablar el idioma de ahora y de hacer una conexión entre la vida espiritual y la vida real. Aquí no hablemos del Dios en los cielos. Hablamos de Dios en la Tierra".
Es ese tipo de diálogo práctico el que el Padre Euclydes Pizzamiglio, un sacerdote católico de la Iglesia de San Antonio en un sector residencial de la ciudad, ha estado tratando de incorporar en sus servicios. Su iglesia no se parece en nada a la bodega de rayas de Rossi o a las salas de culto brillantemente iluminadas y decoradas con sencillez de los evangélicos. Aquí en la arquitectura hay ángeles, puertas con hojas doradas, vitrales y un tabernáculo gótico. Los cirios y tenues luces tiemblan entre las sombras.
Pizzamiglio se coloca a sí mismo en el segmento conservador de los católicos y se siente claramente incómodo con el estilo eclesiástico más suelto. Pero cada domingo Pizzamiglio sube el tono de su misa normalmente discreta para un servicio más emocional. No fue su idea; lo exigió la congregación.
Pizzamiglio claramente no está ansioso de unirse completamente al movimiento carismático. Una vez, dijo, alguien de los asistentes a la misa del domingo quería instituir los "bautismos espirituales", pero intervino un obispo, recordando a los feligreses de la congregación que ellos ya se habían bautizado.
Sin embargo, Pizzamiglio reconoce que su servicio carismático es visitado por multitudes más grandes que para las misas tradicionales. Así, esos últimos domingos de mes, mueve su cuerpo un poco más, habla un poco más informalmente y canta con los demás.
"No es un gran ajuste", dijo. "Del mismo modo que altero la misa para niños de los sábados, cambio un poco la misa del último domingo del mes".
14 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
"¿Cuánta gente está sudando?"
El Padre Marcelo Rossi está parado ante una destellante extensión de manos alzadas, entusiasmando a la multitud, y una gota de sudor hace un brillante riachuelo detrás de su oreja izquierda y se escurre hacia su tirilla.
"Sudar hace bien", dice. "Saca las cosas malas. Ahora, poned las manos en el corazón y decid conmigo: Liberémosnos de la envida, de la codicia..."
Si Rossi suena más como un profesor de gimnasia que como cura católico, es probablemente porque él era uno. Eso era antes de que el Papa Juan Pablo II visitara Brasil en 1997 y se reuniera con Rossi y otros jóvenes sacerdotes, instándoles a encontrar modos de contener la erosión del catolicismo en un país donde el protestantismo evangélico está amenazando su predominio de varios siglos.
"Nos dijo que despertáramos, que necesitamos hacer algo para atraer a la iglesia a la gente joven", dijo Rossi, justo antes de que su banda de rock cristiano de cinco músicos iniciara la misa vespertina del jueves. "Así que hice la promesa de que en adelante usaría todas las herramientas disponibles: la televisión, la radio, las películas, internet. Todo".
Brasil es el hogar para más católicos que cualquier otro país del mundo. Pero si el movimiento evangélico continúa creciendo al ritmo de los últimos años, las estadísticas sugieren que para 2022 los católicos serán una minoría en un país que en 1980 tenía un 90 por ciento de católicos.
Tomando ejemplo de los evangélicos, Rossi se ha transformado en el más visible de un creciente número de sacerdotes brasileños que conservan las creencias básicas del Vaticano, pero las difunden con un estilo informal que tiene por objetivo conectarse con las clases medias y bajas.
En cualquier centro comercial de esta extensa metrópolis, un comprador puede encontrar los videos de Rossi, Aerobic para el Señor' o de su largometraje, María, Madre del Hijo de Dios', la cuarta película más taquillera de 2004 en Brasil. En una tienda de discos, uno puede hojear los álbumes que han dado a Rossi múltiples nominaciones para los Grammy Latinos. En un quiosco de revistas cualquier revista de Caras -el equivalente de People- probablemente incluirá su foto.
El movimiento católico carismático ha estado activo en Brasil en los últimos años, pero Rossi y otros están tratando de hacerlo más atractivo. Hoy, las misas cantadas se pueden oír en iglesias mucho más apagadas que la de Rossi, donde algunos sacerdotes decididamente tradicionales han empezado a ofrecer servicios regulares carismáticos. En el proceso, han aprendido a ser más expresivos con sus manos y voces, para cantar canciones cristianas modernas en lugar de los clásicos cánticos y plegarias y para evitar los respingos cuando estallan los aplausos.
"El movimiento carismático se está institucionalizando, justo en los últimos dos años o algo así", dijo Antonio Flavio Pierucci, de la Universidad de Sao Paulo. "Ahora lo apoyan los obispos. Han descubierto que pueden utilizarlo como una alternativa a los que quieren que la iglesia sea más liberal y de izquierdas".
La predominancia histórica del catolicismo en Brasil significa que ha estado siempre entrelazado con la política. En los años sesenta y setenta, la teología de la liberación echó raíces aquí. Su posición básica era que las autoridades de la iglesia debían ser activistas sociales, ayudando a la gente a "liberarse" de la pobreza y la opresión -incluso si eso significaba luchar contra regímenes políticos que creían que estaba en el origen de la miseria.
Los teólogos de la teología de la liberación llamaron a esta idea una "opción preferente", dirigida a perturbar la complacencia de los ricos. A Juan Pablo, sin embargo, no le gustaban los tintes marxistas del movimiento. El Papa censuró a sus líderes más polémicos y el movimiento destiñó, aunque todavía tiene adherentes en la iglesia.
Para los sacerdotes que llegaron en una edad en que la teología de la liberación dominaba la discusión en Brasil, el movimiento carismático es inquietante no por su falta de formalidad sino por lo que ven como un cambio de foco de los problemas sociales a los personales. El Padre Julio Lancelotti, un sacerdote que trabaja en una residencia de niños con el síndrome de inmunodeficiencia y sida, lamentó lo que ve como un énfasis evangélico en el individuo como un medio de atraer a los pobres.
"La iglesia se convirtió en algo parecido a los evangélicos, concentrándose en los individuos en lugar de lo colectivo", dijo Lancelotti. "Pero eso fue porque en el pasado la iglesia decidió dar a los pobres la opción preferente, y los pobres tomaron esa opción y eligieron a los evangélicos".
Cuando la mayoría de los brasileños dice "evangélicos", se refieren a una versión de iglesias protestantes que incluye a los bautistas, pentecostales, la Asamblea de Dios y la Iglesia Universal del Reino de Dios. En todos los barrios pobres de Sao Paulo, donde los edificios industriales abandonados están salpicados de pintadas y rodeados de verjas improvisadas, las recién construidas iglesias evangélicas surgen de las ruinas con paredes de espejos.
A veces, las iglesias se han expandido más rápidamente de lo que permiten sus alrededores, lo que requiere soluciones creativas. En la Iglesia Bautista de Agua Branca, la congregación creció demasiado para su edificio alquilado de ladrillos, de modo que compró a un circo una tienda gigante de rayas blancas y azules lo suficientemente grande como para acomodar a las multitudes de 1.500 personas que atrae los domingos. Algunos de los que asisten vienen de barriadas extremadamente pobres, llamadas favelas, donde tanto evangélicos como católicos han hecho incursiones.
Alexandre Ferreira, 21, se levantó el miércoles pasado a las 3 de la mañana y empezó a empujar un carro de dos ruedas a través de las calles, cargándolo con restos de diarios y cualquier cosa que pueda vender a una empresa de reciclaje. A las 2 de la tarde volvió a la favela para dormir algunas horas. Luego, a las 6:30, con su camisa blanca manchada y arrugada, llegó a Agua Branca.
Durante cuatro noches a la semana, Ferreira se sienta en un aula con otros 15 adultos para aprender a leer y escribir. Como la inmensa mayoría de los brasileños, nació en una familia católica y fue educado como tal, pero se acercó a la iglesia bautista cuando un vecino le informó sobre sus programas gratuitos de alfabetización.
"Me gustaría tener un mejor trabajo y no soy quisquilloso. Cualquier trabajo sería mejor", dijo Ferreira, que dijo que nunca fue capaz de terminar la escuela porque su familia no podía pagar el alquiler de una casa y tenían que mudarse frecuentemente.
Lograr que gente como Ferreira visite regularmente la iglesia ha ayudado a la iglesia bautista a crecer firmemente en Brasil, incluso aunque los recién llegados no se unan formalmente a la iglesia y quizás se acerquen a ella sólo como un modo de progresar ellos mismos.
"Creo que estamos más cerca de las necesidades de la gente", dijo Ed Rene Kivitz, el pastor de Agua Branca, comparando a su iglesia con la tradición católica. "Tratamos de hablar el idioma de ahora y de hacer una conexión entre la vida espiritual y la vida real. Aquí no hablemos del Dios en los cielos. Hablamos de Dios en la Tierra".
Es ese tipo de diálogo práctico el que el Padre Euclydes Pizzamiglio, un sacerdote católico de la Iglesia de San Antonio en un sector residencial de la ciudad, ha estado tratando de incorporar en sus servicios. Su iglesia no se parece en nada a la bodega de rayas de Rossi o a las salas de culto brillantemente iluminadas y decoradas con sencillez de los evangélicos. Aquí en la arquitectura hay ángeles, puertas con hojas doradas, vitrales y un tabernáculo gótico. Los cirios y tenues luces tiemblan entre las sombras.
Pizzamiglio se coloca a sí mismo en el segmento conservador de los católicos y se siente claramente incómodo con el estilo eclesiástico más suelto. Pero cada domingo Pizzamiglio sube el tono de su misa normalmente discreta para un servicio más emocional. No fue su idea; lo exigió la congregación.
Pizzamiglio claramente no está ansioso de unirse completamente al movimiento carismático. Una vez, dijo, alguien de los asistentes a la misa del domingo quería instituir los "bautismos espirituales", pero intervino un obispo, recordando a los feligreses de la congregación que ellos ya se habían bautizado.
Sin embargo, Pizzamiglio reconoce que su servicio carismático es visitado por multitudes más grandes que para las misas tradicionales. Así, esos últimos domingos de mes, mueve su cuerpo un poco más, habla un poco más informalmente y canta con los demás.
"No es un gran ajuste", dijo. "Del mismo modo que altero la misa para niños de los sábados, cambio un poco la misa del último domingo del mes".
14 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
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