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asombrosos cardenales


[William J. Kolet] Las elecciones papales conocen una sorprendente historia.
Ciudad del Vaticano. Una elección papal realizada durante un chisporroteante verano romano vio colapsar a los cardenales de deshidratación y ataques cardíacos. Finalmente el principal candidato murió y el Papa que emergió de un sudoroso infierno digno de Dante sólo sobrevivió dos semanas y media más.
Otra votación se estiró por más de tres años. Pudo haber sido más larga si los exasperados ciudadanos no hubiesen destruido el tejado del salón de reuniones de los cardenales y los hubiesen sometido a un régimen de pan y agua.
Envuelta en el secreto y empapada en siglos de tradición, la antigua práctica de nombrar un sucesor de San Pedro es un asunto serio -siempre existe la posibilidad de que las cosas se desbanden.
El Padre Thomas Reese, editor del semanario católico America, compara el proceso con un restaurante que quiere atender a los parroquianos con un banquete de gourmet pero "no quiere que fisgoneen en la cocina, por miedo a que pierdan el apetito".
Los 155 cardenales con sotanas de carmesí que se encerraron el lunes en la Capilla Sixtina votarán en el frío abril antes que en el infernal agosto. Gozarán también, en la nueva residencia de 20 millones de dólares Domus Sanctae Marthae, de mayores comodidades que sus predecesores en los rancios y apretados aposentos del Palacio Apostólico.
Pero con el advenimiento de las noticias de 24 horas y la emergencia de una sofisticada tecnología de fisgoneo, ninguna de las cuales existía cuando fue elegido Juan Pablo II, todavía pueden surgir confusiones durante el primer cónclave en un cuarto de siglo.
La palabra ‘cónclave' proviene del latín para "con llave", y refleja la tradición de encerrar a los cardenales en una habitación hasta que terminen su labor. La constitución de Juan Pablo para el cónclave de la semana no menciona la llave; simplemente dice que las puertas de la capilla están cerradas y se apostará a dos guardias suizos en cada puerta.
Históricamente la posibilidad de que ocurra algo inusual aumentaba a medida que se estiraba la elección. En la Edad Media, los electores tomaban su tiempo para elegir Papas, que gozaban que extensos poderes políticos. Eso ha cambiado con el papado: Ningún cónclave del siglo pasado excedió los cinco días.
Sin embargo, incluso en 1978, cuando se realizaron dos elecciones papales en rápida sucesión, el primer voto estuvo teñido de caos.
Los cardenales que eligieron a Juan Pablo II después de votar cuatro veces en dos días se reunieron en agosto, un mes tan agobiantemente tórrido que Roma se queda vacía cuando los habitantes escapan a rincones más fríos de Italia.
"Estábamos muriendo de calor, parecía que nos íbamos a asfixiar y me di cuenta de que algunos cardenales estaban al borde del colapso", recordó en una entrevista con el diario La Stampa el cardenal Giuseppe Siri, un eterno candidato al papado que murió en 1989.
"Entonces me rebelé, y con la autoridad que tenía como miembro del comité supervisor, dije: "Ordeno abrir las ventanas", dijo Siri. "Algunos dijeron: ‘Eminencia, no nos está permitido abrir las ventanas'" porque entonces los fieles que atiborraban la Plaza de San Pedro podrían oír el aplauso de los cardenales cuando eligieran al nuevo Papa.
"Respondí: ‘¿Y qué si nos oyen?' Abrieron las ventanas y el color comenzó a retornar a las caras de los moribundos", dijo.
La locura no había terminado. Se supone que la chimenea de la Capilla Sixtina debe arrojar humo negro si la votación de la mañana o la tarde no entregan un pontífice; el humo blanco indica que los cardenales finalmente han elegido a un Papa.
El humo de Juan Pablo salió gris, provocando un frenético debate entre los periodistas y el público que esperaba en la plaza. Para eliminar esa confusión cuando se elija al sucesor de Juan Pablo II, el Vaticano también hará tañer las campanas.
La idea del moderno cónclave se remonta a 1274, cuando Gregorio X decidió que los cardenales comerían, dormirían y votarían en la misma habitación bajo llave. No es difícil entender por qué -el cónclave en la ciudad de Viterbo al norte de Roma que lo eligió Papa empezó en 1268 y duró más de tres años.
" Hacia el final, la gente de Viterbo se impacientó tanto que sacaron el techo del edificio en el que estaban alojados los cardenales y los pusieron a una dieta de pan y agua", escribe el experto en el Vaticano, John L. Allen Jr., en su libro ‘Conclave'.
Gregorio estaba tan preocupado que se repitiera [su propia elección de varios años], que decretó que los cardenales recibieran un solo plato al día si el cónclave duraba más de tres días, y sólo pan, agua y vino si el estancamiento excedía ocho días.
Los cónclaves de tiempos pasados se cobraban un duro precio.
Ocho cardenales y 40 de sus asistentes murieron de malaria durante un abrasaor cónclave de 19 días en 1623.
Los prelados que se reunieron en 1241 para elegir finalmente al Papa Celestino IV estuvieron encerrados en una habitación durante una romana ola de calor y no volvieron a salir sino 70 días después.
"Los cardenales dejaron memorias quejándose de dolores de cabeza, colapsos, incluso ataques al corazón. El cardenal Roberto di Somercotes, murió", escribe Allen. "El nuevo Papa mismo murió 17 días más después del cónclave".

18 de abril de 2005
16 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
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