la ley contra las tribus
[Anthony Shadid] Predicando el imperio de la ley en un país tribal. El reto de un gobernador iraquí: Hacer funcionar la democracia.
Basra, Iraq. Mohammed Musabah llega a su trabajo a una hora diferente cada día. Son precauciones de seguridad, explicó el nuevo gobernador de Basra. Los partidos políticos de la ciudad que se oponen a él, algunos apenas más que bandas armadas, están determinadas a verlo fracasar. Hasta cuatro de cada cinco de sus agentes son leales a sus enemigos. Y en un país corroído por la corrupción, él quiere ser un político honesto.
"Seguro, al principio era demasiada presión", admitió.
Musabah sonrió, como de costumbre. Después de un mes en el trabajo, dijo, está aprendiendo a hacerle frente.
Mientras Iraq negocia el elevado drama de la política a un nivel nacional, con un parlamento preparándose para abordar las cuestiones fundamentales del futuro estado -el papel de la religión, el federalismo y los derechos de las mujeres-, Musabah es el hombre punta de la tarea más mundana de lograr que el gobierno funcione realmente. Su éxito en la segunda ciudad más grande de Iraq, cicatrizada por tres de guerra en 25 años y olvidada durante un lapso similar, puede ir lejos a la hora de asegurar que la democracia institucional sea algo más que una promesa en Iraq. Su fracaso podría sugerir que los problemas de Iraq son simplemente más grandes que sus buenas intenciones.
Después de un día en la oficina, una ordenada habitación con una fuente en una esquina, lujosos muebles de cuero y máquinas de aire acondicionado permanente en todas las paredes, Musabah explicó los principios que pensaba que serían su legado: transparencia, credibilidad a los ojos de su electorado y el imperio de la ley en el sur de Iraq donde el mundo de los jeques tribales y clérigos religiosos dominan la ley.
Con una ocasional mueca, se volcaría al trabajo entre manos. Había problemas menores: las demandas de compensación por una clínica requisada hace una década. Lo intratable: una furiosa disputa tribal sobre una muerte en una fiesta de bodas, y trabajadores municipales desencantados que predicen que este verano habrá menos electricidad que en el último. Y lo ominoso: los rivales que siempre están conspirando.
"Hay muchas dificultades, y no las ocultaremos a nuestro pueblo", dijo Musabah, desde detrás de su escritorio.
Pero, se preocupaba, sus opositores "están esperando que cometa algún error".
Elección de Compromiso
A los 43, Musabah, un hombre rechoncho con una cara jovial, es un novicio en la política. Antes de asumir el cargo, era un hombre de negocios y portavoz de un importante grupo islámico conocido como el Partido de la Virtud, que obtuvo buenos resultados en las elecciones locales de enero en el sur de Iraq. Su partido obtuvo 12 de los 41 escaños del consejo provincial de Basra, en segundo lugar tras la coalición de partidos islámicos rivales que obtuvo 20 escaños. Cuando esa coalición no pudo ponerse de acuerdo en un candidato a gobernador, Musabah se transformó en la opción de compromiso.
Se ajusta a la imagen de un tecnócrata. Dos pilas de folletos de un metro y medio se erigen a un lado de un escritorio. Su oficina está desprovista de símbolos religiosos, excepto una placa de oro en su mesa de trabajo que dice: En nombre de Dios, el piadoso y misericordioso'. Con un presupuesto de apenas 23.000 dólares para una ciudad de 1 millón y medio de habitantes, tiene un personal reducido. Dos de sus seis hermanos son ayudantes voluntarios.
En un país donde el poder a menudo se traduce en grandilocuencia, Musabah es tranquilo, serio, casi tímido. No tiene tarjeta de visita, ni correo electrónico. Escucha más que habla durante jornadas de trabajo de 12 horas, y salpica su lenguaje de formalidades receptivas. "Dios le pagará", es su favorita. A menudo dice: "A su servicio" -son las palabras con que recibió a sus primeros invitados, una delegación de periodistas locales.
"Nos gustaría ser la lengua con la que habla el pueblo", declarí Hatim Bajari, el presidente de la Unión de Periodistas de Basra. "No deberíamos ocultar nada. Nosotros seremos los ojos controlando el bien y el mal".
Musahab asintió, sonriendo. "Prometimos a la gente que no les ocultaríamos nada", respondió.
Llevaron té. (Hacia el final del día, se habían servido más de 100 tazas de té). Y a su tiempo los periodistas hicieron sus peticiones: dinero para una nueva sede y una oficina para un reportero en la sede provincial.
"Llevo apenas 25 días", dijo Musabah. "Dadme una oportunidad".
Puerta Abierta
De los sísmicos cambios en Iraq desde la caída de Saddam Hussein en el otoño de 2003, uno de los más notables es quizás la relación de la gente con el poder. Ya no es remoto, fortificado detrás de capas de temor e intimidación, y ha sido desmitificado. Durante la reunión de 20 minutos el lenguaje fue informal, sin las oberturas serviles antes obligatorias incluso en reuniones de bajo nivel durante el gobierno de Hussein.
"Tenemos la puerta abierta todo el tiempo", dijo Musabah a los periodistas. "Necesitamos que los medios de comunicación se impliquen en todos los problemas, grandes y pequeños".
Llegó otra delegación del ministerio de Irrigación. Sus miembros se quejaron sobre los funcionarios del Partido Baaz de Hussein que todavía trabajaban como colegas. Le mostraron al gobernador una petición que habían enviado también a las oficinas de partidos musulmanes en Basra, muchos de los cuales operan misteriosas milicias armadas clandestinas que intimidan, secuestran y a veces ejecutan a los que creen enemigos.
"No lo hagan", les dijo el gobernador en un raro ataque de ira. "Es un error actuar fuera de la ley".
Los hombres miraron avergonzados. "Que sea la voluntad de Dios", respondió uno.
En las calles de Basra y Bagdad, a veces se hacen bromas sobre palabras que suenan como si hubieran sido importadas con la invasión norteamericana -"pluralismo" y "transparencia", por ejemplo. Musabah parece tomarlas en serio.
"Se impondrá el respeto de la ley", dijo a la delegación, "no el gobierno de las tribus".
En la oficina de Musabah, como en gran parte de Iraq, la autoridad sigue siendo un concepto ambiguo. ¿En qué se basa, dice la pregunta: en Dios, en las armas, en el dinero o en las tradiciones? Musabah tiene su respuesta, aunque dice que comprende el legado de su país de un poder caprichoso y se da cuenta de que su administración carece de la fuerza institucional que necesita para respaldar su autoridad.
"Tendremos éxito si implementamos la ley", dijo después de una reunión con la delegación. "Somos un gobierno que respeta la ley y eso es lo que he prometido a todo el mundo. Nadie está por encima de la ley, ni yo".
Repitió las palabras, como para convencerse: "Somos un gobierno que respeta la ley".
Sólo unos minutos separaron las reuniones de Musabah hoy. En los intervalos, garabateaba rápidamente en la larga pila de memos ante él. Cuando entraba otro grupo, se levantaba de su silla y saludaba cálidamente a los visitantes.
"¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos!", dijo a la delegación de sabeanos, una antigua secta religiosa que se encuentra en el sur de Iraq y que es considerada protegida por la ley islámica. "¿Cómo es su situación? Será buena, si Dios lo quiere".
Los sabeanos le trajeron un ramo de flores del tamaño de un tronco y una copia de su libro santo, el Tesoro, que uno de ellos besó antes de entregar a Musabah. "Yo debería visitaros", les dijo Musabah, "no vosotros a mí". Sonrieron, intercambiaron más saludos y luego fueron al grano: Tenían miedo de quedar marginados bajo la nueva orientación islámica de Iraq.
"Nuestra tierra es la tierra de Iraq", dijo Haithem Rissen, el jefe de la delegación.
Debido a que usualmente comparten los mismos conservadores objetivos sociales, los partidos islámicos que controlan Basra están a menudo agrupados de un modo que oculta las divisiones originadas en la historia y en lealtades. El Partido de la Virtud de Musabah, por ejemplo, es un retoño del movimiento dirigido por el padre de Moqtada Sáder, un joven y estridente clérigo anti-norteamericano cuya milicia combatió dos veces contras tropas norteamericanas el año pasado. Mientras Sáder sirve a la calle, el Partido de la Virtud apela a los profesionales e intelectuales.
La disputa entre los partidos religiosos es feroz, mucho más intensa que su lucha contra los grupos laicos. Musabah opina que los otros partidos islámicos con la mayor amenaza para su éxito, incluso si se refrena de atacarlos, como hizo durante la campaña.
"Hay muchos otros partidos y movimientos tratando de inflamar la situación", dijo.
Como en otras ciudades del sur de Iraq, la disputa es usualmente resuelta dentro de las fuerzas de seguridad formadas en los últimos dos años. Musabah estima que 75 a 80 por ciento de los policías de Basra no son leales a él sino a partidos islámicos rivales. En su primer mes, despidió a dos de los más poderosos oficiales de policía, ambos discípulos del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Iraq, un importante partido chií.
"Nosotros representamos la ley", dijo a una delegación de tres agentes de policía que eran los siguientes en su sarta de reuniones. "Somos legales. Somos elegidos".
Se quejaron de que otros agentes eran leales a partidos: se preocupaban de que las tribus ignoraran su autoridad.
"Dile que el gobernador es tu tribu", dijo Musabah.
Luego entró una delegación de miembros de una tribu, con el pañuelo de cabeza a cuadros negros y túnicas de jefes tribales. A un lado estaba el apenado hermano de un hombre matado en una fiesta de bodas hace cuatro meses por una bala perdida. Al otro estaban dos jeques tribales tratando de que desistiera de su demanda de que 17 personas de la familia del novio se mudaran a otra ciudad, como castigo.
Hicieron crujir con los puños los brazos de las sillas. Apuntaron con el dedo. Los gritos eran interrumpidos por ocasionales: "¡Dejadme hablar!" El jeque Alí Almerian, el hermano chico y enjuto hermano del hombre asesinado, se volvió hacia el gobernador. "Si no resolvéis el problema", dijo en un árabe tosco y rural, "¡correrá más sangre!" Se hicieron más llamados al hombre a desistir. "¡Nunca! ¡No habrá negociaciones!"
Musabah seguía tras su escritorio, sereno. La riña continuó durante media hora hasta que él hizo una sugerencia: Invitó a todas las partes a la oficina del gobernador la próxima semana, y encontrarían un compromiso.
Hijo de Basra
Para muchos en Basra, Musabah sigue siendo una cantidad desconocida. De momento, los que se han encontrado con él dicen que sabe escuchar y que es honesto y amable. Las quejas que se oyen a menudo son sobre la nueva generación de líderes orientados religiosamente en Basra: Tiene poca experiencia y no demasiada educación. (Trabajó durante dos años como agrimensor). Los ruidosos elementos laicos en la ciudad se preocupan de que su apariencia de moderado oculte un conservadurismo más draconiano.
"La elección fue excelente, pero resultado malo", dijo Saleh Najim, decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Basra.
Musabah habla poco de religión. Dijo que no se consideraba ya miembro del Partido de la Virtud, sino más bien "hijo de Basra". En cuanto a la fe, dijo, era mejor dejarlo en manos de otros. "Trataremos a todos de la misma manera", dijo. "Los problemas religiosos no tienen nada que ver con los asuntos de gobierno. Esa es la perspectiva de los clérigos".
Su día estaba por terminar, y las bandejas de té seguían llegando. Entregó un permiso de portar armas a un sacerdote católico y se reunió con contratistas que estaban luchando por impedir el colapso del alcantarillado de Basra. Los capataces de una fundición del estado suplicaron por dinero para hacer andar su fábrica. Un clérigo local preguntó si había fondos disponibles para reconstruir una mezquita de un barrio. El secretario de Musabah, Furat Salih, le trajo un trozo de papel manuscrito que reportaba los cortes de electricidad en Basra, un informe que recibe diariamente.
Pronto llegó una delegación de obreros de obras públicas. Estaban nerviosos y algo cínicos. Las horas de apagón provocan quizás las quejas más grandes de los habitantes de Basra, y los obreros dijeron que no sabían qué hacer. Sus equipos tenían 25 años. Las soluciones, dijeron se quedaban en el papel.
"Estamos sufriendo y sufriremos más este verano. No tenemos repuestos ni generadores", dijo Maytham Wasfi, subdirector general de los servicios de electricidad en el sur de Iraq. "La electricidad se agota, especialmente en el sur".
Musabah dio un respingo, luego trató de tranquilizarlos.
"Vamos a ser muy francos con las masas", dijo.
21 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
"Seguro, al principio era demasiada presión", admitió.
Musabah sonrió, como de costumbre. Después de un mes en el trabajo, dijo, está aprendiendo a hacerle frente.
Mientras Iraq negocia el elevado drama de la política a un nivel nacional, con un parlamento preparándose para abordar las cuestiones fundamentales del futuro estado -el papel de la religión, el federalismo y los derechos de las mujeres-, Musabah es el hombre punta de la tarea más mundana de lograr que el gobierno funcione realmente. Su éxito en la segunda ciudad más grande de Iraq, cicatrizada por tres de guerra en 25 años y olvidada durante un lapso similar, puede ir lejos a la hora de asegurar que la democracia institucional sea algo más que una promesa en Iraq. Su fracaso podría sugerir que los problemas de Iraq son simplemente más grandes que sus buenas intenciones.
Después de un día en la oficina, una ordenada habitación con una fuente en una esquina, lujosos muebles de cuero y máquinas de aire acondicionado permanente en todas las paredes, Musabah explicó los principios que pensaba que serían su legado: transparencia, credibilidad a los ojos de su electorado y el imperio de la ley en el sur de Iraq donde el mundo de los jeques tribales y clérigos religiosos dominan la ley.
Con una ocasional mueca, se volcaría al trabajo entre manos. Había problemas menores: las demandas de compensación por una clínica requisada hace una década. Lo intratable: una furiosa disputa tribal sobre una muerte en una fiesta de bodas, y trabajadores municipales desencantados que predicen que este verano habrá menos electricidad que en el último. Y lo ominoso: los rivales que siempre están conspirando.
"Hay muchas dificultades, y no las ocultaremos a nuestro pueblo", dijo Musabah, desde detrás de su escritorio.
Pero, se preocupaba, sus opositores "están esperando que cometa algún error".
Elección de Compromiso
A los 43, Musabah, un hombre rechoncho con una cara jovial, es un novicio en la política. Antes de asumir el cargo, era un hombre de negocios y portavoz de un importante grupo islámico conocido como el Partido de la Virtud, que obtuvo buenos resultados en las elecciones locales de enero en el sur de Iraq. Su partido obtuvo 12 de los 41 escaños del consejo provincial de Basra, en segundo lugar tras la coalición de partidos islámicos rivales que obtuvo 20 escaños. Cuando esa coalición no pudo ponerse de acuerdo en un candidato a gobernador, Musabah se transformó en la opción de compromiso.
Se ajusta a la imagen de un tecnócrata. Dos pilas de folletos de un metro y medio se erigen a un lado de un escritorio. Su oficina está desprovista de símbolos religiosos, excepto una placa de oro en su mesa de trabajo que dice: En nombre de Dios, el piadoso y misericordioso'. Con un presupuesto de apenas 23.000 dólares para una ciudad de 1 millón y medio de habitantes, tiene un personal reducido. Dos de sus seis hermanos son ayudantes voluntarios.
En un país donde el poder a menudo se traduce en grandilocuencia, Musabah es tranquilo, serio, casi tímido. No tiene tarjeta de visita, ni correo electrónico. Escucha más que habla durante jornadas de trabajo de 12 horas, y salpica su lenguaje de formalidades receptivas. "Dios le pagará", es su favorita. A menudo dice: "A su servicio" -son las palabras con que recibió a sus primeros invitados, una delegación de periodistas locales.
"Nos gustaría ser la lengua con la que habla el pueblo", declarí Hatim Bajari, el presidente de la Unión de Periodistas de Basra. "No deberíamos ocultar nada. Nosotros seremos los ojos controlando el bien y el mal".
Musahab asintió, sonriendo. "Prometimos a la gente que no les ocultaríamos nada", respondió.
Llevaron té. (Hacia el final del día, se habían servido más de 100 tazas de té). Y a su tiempo los periodistas hicieron sus peticiones: dinero para una nueva sede y una oficina para un reportero en la sede provincial.
"Llevo apenas 25 días", dijo Musabah. "Dadme una oportunidad".
Puerta Abierta
De los sísmicos cambios en Iraq desde la caída de Saddam Hussein en el otoño de 2003, uno de los más notables es quizás la relación de la gente con el poder. Ya no es remoto, fortificado detrás de capas de temor e intimidación, y ha sido desmitificado. Durante la reunión de 20 minutos el lenguaje fue informal, sin las oberturas serviles antes obligatorias incluso en reuniones de bajo nivel durante el gobierno de Hussein.
"Tenemos la puerta abierta todo el tiempo", dijo Musabah a los periodistas. "Necesitamos que los medios de comunicación se impliquen en todos los problemas, grandes y pequeños".
Llegó otra delegación del ministerio de Irrigación. Sus miembros se quejaron sobre los funcionarios del Partido Baaz de Hussein que todavía trabajaban como colegas. Le mostraron al gobernador una petición que habían enviado también a las oficinas de partidos musulmanes en Basra, muchos de los cuales operan misteriosas milicias armadas clandestinas que intimidan, secuestran y a veces ejecutan a los que creen enemigos.
"No lo hagan", les dijo el gobernador en un raro ataque de ira. "Es un error actuar fuera de la ley".
Los hombres miraron avergonzados. "Que sea la voluntad de Dios", respondió uno.
En las calles de Basra y Bagdad, a veces se hacen bromas sobre palabras que suenan como si hubieran sido importadas con la invasión norteamericana -"pluralismo" y "transparencia", por ejemplo. Musabah parece tomarlas en serio.
"Se impondrá el respeto de la ley", dijo a la delegación, "no el gobierno de las tribus".
En la oficina de Musabah, como en gran parte de Iraq, la autoridad sigue siendo un concepto ambiguo. ¿En qué se basa, dice la pregunta: en Dios, en las armas, en el dinero o en las tradiciones? Musabah tiene su respuesta, aunque dice que comprende el legado de su país de un poder caprichoso y se da cuenta de que su administración carece de la fuerza institucional que necesita para respaldar su autoridad.
"Tendremos éxito si implementamos la ley", dijo después de una reunión con la delegación. "Somos un gobierno que respeta la ley y eso es lo que he prometido a todo el mundo. Nadie está por encima de la ley, ni yo".
Repitió las palabras, como para convencerse: "Somos un gobierno que respeta la ley".
Sólo unos minutos separaron las reuniones de Musabah hoy. En los intervalos, garabateaba rápidamente en la larga pila de memos ante él. Cuando entraba otro grupo, se levantaba de su silla y saludaba cálidamente a los visitantes.
"¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos!", dijo a la delegación de sabeanos, una antigua secta religiosa que se encuentra en el sur de Iraq y que es considerada protegida por la ley islámica. "¿Cómo es su situación? Será buena, si Dios lo quiere".
Los sabeanos le trajeron un ramo de flores del tamaño de un tronco y una copia de su libro santo, el Tesoro, que uno de ellos besó antes de entregar a Musabah. "Yo debería visitaros", les dijo Musabah, "no vosotros a mí". Sonrieron, intercambiaron más saludos y luego fueron al grano: Tenían miedo de quedar marginados bajo la nueva orientación islámica de Iraq.
"Nuestra tierra es la tierra de Iraq", dijo Haithem Rissen, el jefe de la delegación.
Debido a que usualmente comparten los mismos conservadores objetivos sociales, los partidos islámicos que controlan Basra están a menudo agrupados de un modo que oculta las divisiones originadas en la historia y en lealtades. El Partido de la Virtud de Musabah, por ejemplo, es un retoño del movimiento dirigido por el padre de Moqtada Sáder, un joven y estridente clérigo anti-norteamericano cuya milicia combatió dos veces contras tropas norteamericanas el año pasado. Mientras Sáder sirve a la calle, el Partido de la Virtud apela a los profesionales e intelectuales.
La disputa entre los partidos religiosos es feroz, mucho más intensa que su lucha contra los grupos laicos. Musabah opina que los otros partidos islámicos con la mayor amenaza para su éxito, incluso si se refrena de atacarlos, como hizo durante la campaña.
"Hay muchos otros partidos y movimientos tratando de inflamar la situación", dijo.
Como en otras ciudades del sur de Iraq, la disputa es usualmente resuelta dentro de las fuerzas de seguridad formadas en los últimos dos años. Musabah estima que 75 a 80 por ciento de los policías de Basra no son leales a él sino a partidos islámicos rivales. En su primer mes, despidió a dos de los más poderosos oficiales de policía, ambos discípulos del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Iraq, un importante partido chií.
"Nosotros representamos la ley", dijo a una delegación de tres agentes de policía que eran los siguientes en su sarta de reuniones. "Somos legales. Somos elegidos".
Se quejaron de que otros agentes eran leales a partidos: se preocupaban de que las tribus ignoraran su autoridad.
"Dile que el gobernador es tu tribu", dijo Musabah.
Luego entró una delegación de miembros de una tribu, con el pañuelo de cabeza a cuadros negros y túnicas de jefes tribales. A un lado estaba el apenado hermano de un hombre matado en una fiesta de bodas hace cuatro meses por una bala perdida. Al otro estaban dos jeques tribales tratando de que desistiera de su demanda de que 17 personas de la familia del novio se mudaran a otra ciudad, como castigo.
Hicieron crujir con los puños los brazos de las sillas. Apuntaron con el dedo. Los gritos eran interrumpidos por ocasionales: "¡Dejadme hablar!" El jeque Alí Almerian, el hermano chico y enjuto hermano del hombre asesinado, se volvió hacia el gobernador. "Si no resolvéis el problema", dijo en un árabe tosco y rural, "¡correrá más sangre!" Se hicieron más llamados al hombre a desistir. "¡Nunca! ¡No habrá negociaciones!"
Musabah seguía tras su escritorio, sereno. La riña continuó durante media hora hasta que él hizo una sugerencia: Invitó a todas las partes a la oficina del gobernador la próxima semana, y encontrarían un compromiso.
Hijo de Basra
Para muchos en Basra, Musabah sigue siendo una cantidad desconocida. De momento, los que se han encontrado con él dicen que sabe escuchar y que es honesto y amable. Las quejas que se oyen a menudo son sobre la nueva generación de líderes orientados religiosamente en Basra: Tiene poca experiencia y no demasiada educación. (Trabajó durante dos años como agrimensor). Los ruidosos elementos laicos en la ciudad se preocupan de que su apariencia de moderado oculte un conservadurismo más draconiano.
"La elección fue excelente, pero resultado malo", dijo Saleh Najim, decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Basra.
Musabah habla poco de religión. Dijo que no se consideraba ya miembro del Partido de la Virtud, sino más bien "hijo de Basra". En cuanto a la fe, dijo, era mejor dejarlo en manos de otros. "Trataremos a todos de la misma manera", dijo. "Los problemas religiosos no tienen nada que ver con los asuntos de gobierno. Esa es la perspectiva de los clérigos".
Su día estaba por terminar, y las bandejas de té seguían llegando. Entregó un permiso de portar armas a un sacerdote católico y se reunió con contratistas que estaban luchando por impedir el colapso del alcantarillado de Basra. Los capataces de una fundición del estado suplicaron por dinero para hacer andar su fábrica. Un clérigo local preguntó si había fondos disponibles para reconstruir una mezquita de un barrio. El secretario de Musabah, Furat Salih, le trajo un trozo de papel manuscrito que reportaba los cortes de electricidad en Basra, un informe que recibe diariamente.
Pronto llegó una delegación de obreros de obras públicas. Estaban nerviosos y algo cínicos. Las horas de apagón provocan quizás las quejas más grandes de los habitantes de Basra, y los obreros dijeron que no sabían qué hacer. Sus equipos tenían 25 años. Las soluciones, dijeron se quedaban en el papel.
"Estamos sufriendo y sufriremos más este verano. No tenemos repuestos ni generadores", dijo Maytham Wasfi, subdirector general de los servicios de electricidad en el sur de Iraq. "La electricidad se agota, especialmente en el sur".
Musabah dio un respingo, luego trató de tranquilizarlos.
"Vamos a ser muy francos con las masas", dijo.
21 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
0 comentarios