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gigante de las rosas enanas


[Emily Green] Ralph Moore, creador de casi todas las mini rosas en el mercado, todavía está buscando la flor perfecta. Después de ocho décadas y cientos de híbridos, dice, "todavía no lo he logrado".
Si alguna vez vio una rosa en miniatura y se sorprendió de cómo lo hacen, la respuesta es: es el trabajo de toda una vida, y no son ellos los que las hacen, sino él. Ralph Moore. En una carrera que lleva 77 años, el fundador de Sequoia Nursery [Vivero de Secoya] en Visalia ha creado solo un mercado para rosales que pueden crecer en el alféizar de una ventana. Prácticamente todas las miniaturas en el mercado son híbridos que se derivan de cientos de miniaturas que ha inscrito en la Sociedad Americana de la Rosa.
Ha visto rosas con buenas flores pero malas hojas, buenas hojas y malas flores. Rosas que tienden a sacar manchas negras, a enmohecer, a marchitarse. Rosas bonitas que mueren jóvenes, rosas feas que crecen con vigor. Ha producido miniaturas tan pequeñas como una uña, y las ha cruzado para darles una forma de planta más grande. Su búsqueda de las plantas más resistentes y bonitas para los jardines americanos ha sido tan sostenido, tan refinado, que el ingeniero genético de rosas David Byrne, de la Universidad A&M de Texas, lo llama el ‘David Austin de las rosas en miniatura'. Marilyn Wellan, presidente de la Sociedad Americana de la Rosa, está de acuerdo y agrega: "Creo que es uno de los rosalistas más grandes de todos los tiempos'.
Sin embargo, la paradoja sobre el hibridador de rosas más importante de Estados Unidos es que, en la medida en que es conocido más allá de los círculos de especialistas, es famoso por su modestia. Parece reluctante a reconocer el propio mérito de sus creaciones. "Es fácil decir: ‘Yo hice esto'", dice, "cuando en realidad sería más honesto decir: ‘Yo estaba ahí cuando ocurrió'".
Tradicionalmente, abril es el mes más ajetreado. Él, la gerente general de viveros Carolyn Supinger y el supervisor de producción Burling Leong deben derrotar a las abejas en el primaveral estallido de flores, cortando las rosas justo en el momento antes de que abran, seleccionar el polen de las partes masculinas, echarlo sobre las flores con líneas femeninas de hibridación, y luego cubrir las flores fertilizadas para que no se introduzcan otros pólenes.
Pero por primera vez desde que produjo su primer híbrido de rosa en 1928, Moore no estaba para la hibridación de esta primavera. Estaba en el hospital luchando contra una anemia hemolítica. Su hija Eleanor Bergthold, estaba a su lado cuando volvió a casa antes este mes. Casi inmediatamente llegaron representantes de UC Davis para avanzar sobre los preparativos para que ceda su propiedad a la universidad, que quiere sacar las rosas y vender el terreno para financiar una cátedra sobre hibridación de rosas, que será llamada en honor de Moore.
Otros habrían dejado de trabajar, pero Leong seguía moviéndose entre las flores, recogiendo polen en frascos cuidadosamente etiquetados. Supinger todavía estaba enviando catálogos de primavera, junto con marcadores de libros con los poemas que escribe Moore cuando está entre las rosas.
Parece cariñosamente elegíaco, pero de acuerdo a un admirador y colega de Moore, Scott Lohn, un rosalista y propietario de Uncommon Rose, en Corvallis, Oregon, la serenidad no es firmeza ante una crisis. Es un modo de vida.
"La Sequoia Nursery ha tenido siempre ese aire de estar fuera del tiempo", dice. "La vida de Ralph ha sido su trabajo. Se entregó tanto que él y su gente han creado una pequeña burbuja en el tiempo. Ya no salen a mirar fuera. Es una maravillosa pequeña cápsula de tiempo donde la magia ha estado haciendo burbujas durante décadas".
El día de nuestra entrevista, Moore está todavía recuperándose después de la única hospitalización en sus 98 años. Cuando Bergthold nos recibe a mí y al fotógrafo en el chalé junto al vivero, el hombre de ojos brillantes sentado ante nosotros nos da una sola recomendación. "No oigo muy bien", dice. No grita. De hecho, para un hombre que es casi sordo, todavía conserva el tono perfecto.
Es una entrevista de conjeturas: Responde preguntas cuando puede anticiparlas o cuando Bergthold encuentra el ángulo estratégico para su oído y se las grita. Más tarde, Supinger y un surtido de auto-declarados ‘fanáticos de las rosas' llenan las lagunas.
Se hace instantáneamente claro por qué es Moore modesto: Proviene de una familia de granjeros de Central Valley. Aquí, los niños demasiado grandes para sus pantalones bombachos reciben patadas en el trasero.No sólo él nació en Visalia, dice, sino también su padre. Su abuelo vino del Este cuando tenía 20. Talaron robles, criaron ganado, plantaron patatas, tomates y melones. En las paredes cuelgan toda clase de recuerdos: una caja con su primera navaja para injertos, fotografías del primer carro de melones de su padre.
Su padre tenía un "método único para vender melones", dice. "Colocaban campanillas en los caballos, que los cocheros hacían sonar al doblar las esquinas. Dejaba que los competidores vendieran fruta durante el sol de mediodía, y mantenía sus melones frescos todo el día y luego, al atardecer, cuando las familias se reunían en los porches, hacía pasar sus caballos recorriendo el pueblo y tocando las campanillas", dice, riéndose. "Para cuando se veía aparecer el carro de vuelta por el pueblo, las familias ya estaban paradas en la esquina, esperando".
Abrió su primer vivero cuando estaba en la escuela secundaria -en el jardín de sus padres, donde presentó su "primer espectáculo individual de rosas". Conoció a su difunta esposa, Ann, en la iglesia presbiteriana local, luego estudió en la universidad. Pronto tuvieron dos hijas, Eleanor y Mona. "Nunca seguí un curso de negocios", dice. "Nunca estudié botánica, y nunca estudié genética".
No, el estadista de la hibridación de la rosa americana gastaba más tiempo en su jardín que en el aula, en la iglesia antes que en la universidad, y es un creacionista. Nada lo hará desprenderse de la creencia de que Dios creó a la rosa antes que hombres como él empezaran a juguetear con ellas.
Aunque estaba cruzando rosas en los años 20, su primera hibridación seria no fue con rosas sino con crespones y lilas. Creó la lila ‘Cielo Azul' de Monrovia. ("Creo que es más lavanda que azul", dice).
El camino hacia el vivero de flores empezó en 1935, cuando vio su primera rosa en miniatura, ‘Roulettii', un diminuto espécimen de Suiza, y se enganchó. Pronto se puso a trabajar en ella y en una miniatura de Inglaterra, ‘Oakington Ruby'. Cuando fundó la Sequoia Nursery en 1937 con "800 dólares y un sueño", vio el potencial para las flores miniaturas en los patios, jardines de niños y alféizares.
Adoraba el reto de las miniaturas. "Un cosa chica tiene que ser más perfecta que una más grande", dice, "porque se la mira más de cerca".
Sin embargo, trabajar con miniaturas no era necesariamente algo pequeño. Un importante beneficio de cruzar plantas tan pequeñas fue mejorar la forma, hábito y follaje de las grandes. "Si hay algo que Ralph me ha enseñado", dice Lohn, "es que la planta es tanto o más importante que la flor".
La contribución de Moore es única porque nadie tuvo la paciencia de aislar los rasgos buenos de las antiguas rosas, las rosas silvestres y miniaturas. Desde temprano, Moore se dio cuenta de que una rosa del tamaño de un orégano no era solamente bonita, sino además mutante. Las plantas eran a menudo estériles. Cuando la semilla estaba fértil, había un precioso trabajo por hacer. Moore estudió cuáles eran las mejores donantes de polen.
Una vez que descubría las líneas fértiles, el único modo de probarlas era cruzándolas. En el vivero. Supinger y Leong muestran cómo se hace, Leong demostrando cómo ella recogía el polen, guardaba y aplicaba a recipientes femeninos, y Supinger dirigiendo la excursión hacia el vivero donde bandejas tras bandejas de plantas surgen de los almácigos.
Normalmente cultivan miles al año, dice Supinger. Las cruzas se hacen en abril, las semillas se recogen en otoño, luego se plantan en el invierno. A la primavera siguiente, tendrán invernadero tras invernadero de plantas de 20 centímetros de alto reventando en los almácigos. "Lo primero que hacen es florecer", dice Supinger. "Es asombroso".
Cien, quizás 200, son traspasadas a almácigos más grandes, dice, donde serán estudiadas por su forma, aspecto y follaje. Luego sus posibilidades de supervivencia son como las de ganar la lotería. De las innumerables plantas -¿cientos de miles? ¿millones?, nadie sabe- que comenzaron en estos terrenos en 1937, sólo 500 plantas han sido seleccionadas para recibir un nombre y ser lanzadas al mercado.
¿No es un poco duro?
"Es necesario", dice Supinger. "A veces Moore comete errores. Pero los admite". Un rechazo fue rescatado por una empleada del vivero, Sue Salvatore, que pensaba que Moore había tirado la rosa equivocada. Cuando la llevó de vuelta una brazada de luminosas flores de color de clementinas, él no sólo lanzó la rosa, sino además la bautizó ‘Gracias a Sue'.
De vuelta en la casa, Moore se niega a nombra su rosa ‘favorita'. "Todavía no la he hecho", dice. "Sería perfecta". Por su risa, parece claro que cree que sólo Dios podría crear esa rosa.
Pero evidencias de parcialidad, si no de favoritismo, se puede encontrar en las plantas que regala a los amigos, plantas en su vivero que deja que se transformen en arbustos maduros. Cuando cortamos un ramillete de las rojas rosas ‘Linda Campbell' de un bello espécimen en la puerta del vivero y la llevamos dentro, está claramente agradado. "Ah, es una buena rosa".
Es un cuchillero loco convertido en una sonriente reina madre. Para crearla, tomó la difícil especie japonesa Rosa rugosa y la cruzó con la rosa miniatura ‘Anytime'. Para probarla, se la envió a una colega rosalista, la difunta Linda Campbell, en Denver.
Moore descubrió que conservaba las flores carmesí de la rugosa, pero se deshizo del hábito de arquearse y las feroces espinas. Conservó el aroma, pero tomó una planta que florecía una vez al año y la convirtió en una rosa que florece 10 meses de 12 en climas cálidos. Distribuía las flores en un prado uniforme sobre follaje denso y fuerte. Para el rosalista de Los Angeles, Kim Rupert, tiene un único temple occidental. "Soporta temperaturas de menos 6 a 43 grados Celsius en verano con ecuanimidad", dice. "Es una obra maestra de Moore".
O una de ellas. Pocos americanos saben que en 1954, cuando estábamos absorbidos con los tés híbridos, Moore creó una respuesta sin espinas y de florecimiento repetido a la floreciente ‘Cecile Brunner'. "‘Renae' nació antes de tiempo", dice Supinger.
Un tema recurrente en el trabajo de Moore es carmenar nuevas variedades de padres notoriamente difíciles. Una profunda convicción entre hibridadores, dice Lohn, es que la Rosa bracteata, o la espinosa rosa silvestre Macartney, es "una tierra de nadie llena de callejones sin salida". No para Moore. En el vivero de Lohn en Oregon está creciendo una ‘Precious Dream'.
"Si existiera una planta perfecta para el jardín moderno, sería esta", dice Lohn. "No es nunca demasiado grande, tiende a crecer a un máximo de 90 por 90 centímetros. Está completamente cubierta con hojas bonitas y brillantes hasta el suelo mismo y presenta una masa de flores albaricoques y corales. Su fragancia es algo elusiva, parecida a los melocotones maduros, y tiende a hacerse más intenso a medida que la flor madura".
El último catálogo de la Sequoia Nursery anuncia otro impacto de Moore: ‘Otoño Persa'. Es la segunda generación de una flor desértica de ojos rojos, conocida antes como Rosa persica. Sin embargo, era tan inusual entre las rosas, tan difícil de cruzar que se le ha sacado de entre las rosas y otorgado su propio gene, la Hulthemia persica. Usando un híbrido desarrollado en Inglaterra, Moore hizo una cruza con ramilletes de flores doradas, naranjas y rojas sobre un botón redondeado. Tiene flores delicadas con ojos rojos, más como una amapola que como rosa, y se vería espectacular en un jardín mediterráneo.
Cuando nos acercamos al fin de la entrevista, Moore parece sentirse moderadamente culpable de haber preferido una rosa por sobre otra. Adora sus rosas rayadas, incluso las rugosas rayadas. Pero recuerda el placer de desarrollar los adornados sépalos como perejil de sus rosas encrestadas, especialmente ‘Crested Sweetheart', con exuberantes flores a la antigua, y fuerte aroma.
O quizás lo más importante es entender a la planta. Medio siglo antes de la actual moda por las rosas "de raíces fuertes", Moore argumentaba contra los injertos y las plantas de raíces fuertes para ahorrar a los jardineros injertos fracasados, chupones, raíces renegadas. A la cabeza de los demás, enfatizaba la importancia de la estructura del follaje y el atractivo general y salud de las plantas.
Es un jardinero, dice Lohn. Ahora lo que tiene enfrente. Para Lohn, Moore tiene sólo una obra maestra, y no es una rosa, sino su vida. "Hace seis años estaba de visita en Sequoia Nursery, y me dijo: ‘Tengo un programa de trabajo de 15 años'", dice Lohn. "Tenía entonces 92 años. ¿Cuánta gente en sus noventa tiene este deseo ardiente de completar este tipo de trabajo? Es como si hablaras con alguien de 20".
"Tú piensas: ‘Dios mío, si todo el mundo fuera como él, sería un mundo maravilloso'".

Se puede escribir a la autora a: emily.green@latimes.com.

21 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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