hablan disidentes católicos
[Alan Cooperman y Daniel Williams] Juan Pablo silenció a muchos, dicen sus críticos.
Ciudad del Vaticano. Algunas medidas cuantitativas del papado de Juan Pablo UII son bien conocidas: Visitó más países, nombró más santos y publicó más documentos doctrinarios que cualquier otro Papa. Pero hay otra estadística que es rara vez mencionada: Según algunas estimaciones, el Vaticano silenció o reprendió a más de 100 teólogos católicos durante el reinado de 26 años de Juan Pablo.
Mientras los 115 cardenales se preparan para entrar en cónclave este lunes y elegir al siguiente Papa, los disidentes están pidiendo una nueva apertura y la disposición a debatir tópicos tales como la ordenación de mujeres, el uso del condón para combatir el sida y la homosexualidad.
"La represión del pensamiento, la pérdida de ideas, la clausura de la discusión -esos no son actos de fe. Eso no es el Espíritu Santo", dijo Sor Joan Chittister, una monja benedictina de Erie, Pensilvania. "La unidad es buena, pero tiene un lado oscuro".
Chittister es uno de los varios críticos del legado de Juan Pablo que ha sido llevada a Roma por una red internacional de disidentes, Nosotros Somos la Iglesia, en un intento de ampliar el debate preliminar al cónclave. Sintiéndose excluidos de un intercambio normal con los líderes de la iglesia, están auspiciando una serie de ruedas de prensa, con la esperanza de causar algún impacto a través de los medios de comunicación.
Sus llamados a una mayor tolerancia de la disensión se hacen eco de teólogos como el Padre Hans Kung, de Alemania, y el Padre Charles E. Curran, de Estados Unidos, que fueron despojados de la autoridad de enseñar en universidades católicas durante el papado de Juan Pablo. Ni Kung ni Curran han ido a Roma, pero están hablando. "Ahora mucha gente espera un Papa que desbloquee seriamente las reformas" y "tenga el coraje de empezar de nuevo", dijo Kung en una declaración.
Defensores de las víctimas de abusos sexuales, feministas católicas y grupos que quieren un mayor papel para los laicos en el gobierno de la iglesia están también pidiendo un Papa que permita un debate más abierto. Giovanni Avena, editor del boletín católico Adista, dijo que Juan Pablo creó un "ambiente medieval" en el Vaticano al enfatizar el ritual para los fieles comunes y restringir la discusión de problemas importantes en su círculo íntimo. Dijo que la decisión de prohibir que el Colegio Cardenalicio hablara con la prensa después del funeral de Juan Pablo era una muestra de esa actitud.
"Quieren que todo el mundo observe los rituales. Así prohíben el acceso a la realidad", dijo Avena, un sacerdote que trabajó en campañas con jóvenes en Sicilia para apartarlos de la mafia. "No hay participación de verdad. Es por eso que en Italia las plazas están llenas de gente para este tipo de espectáculo, y las iglesias vacías. Los disidentes están simplemente pidiendo que se restaure la ciudadanía al pueblo de la iglesia, a la comunidad de creyentes".
Según todos los indicios los cardenales se concentrarán en una gama diferente de problemas. Antes de que dejaran de hablar con los periodistas el sábado, señalaron la difusión del islam, la decreciente vitalidad de la iglesia en Europa, el reto del pentecostalismo en América Latina y la rápida marcha de la biotecnología como sus prioridades más importantes.
Pero los disidentes se han animado con los comentarios de algunos cardenales sobre la importancia de la "colegialidad", que en la jerga de la iglesia se refiere al principio de que todos los obispos, no sólo el Papa, gobiernan la iglesia. En opinión de algunos prelados, Juan Pablo fue un gran evangelizador, pero un administrador descuidado que dejó demasiada autoridad en la curia, la burocracia del Vaticano. Al menos sobre este punto los disidentes están de acuerdo.
"Mientras empeoraba la salud del Papa se desvió mayor autoridad hacia los funcionarios del Vaticano", dijo Lavinia Byrne, comentarista británica sobre asuntos católicos. "El balance de poder se torció a medida que se retiraba el poder de los obispos y de las iglesias nacionales y locales y se investía en el centro". Byrne fue monja hasta 2000, cuando abandonó la orden, el [Instituto de la Santísima Virgen María], después de negarse a repudiar los argumentos a favor de la ordenación de las mujeres en su libro Mujeres en el Vaticano'.
"Quiero que se reabra el debate", dijo. "Los argumentos contra la ordenación de mujeres no han sido nunca realmente explicitados. No es que crea que debe haber mujeres sacerdotes de la noche a la mañana, pero ¿por qué no podemos hablar sobre el tema?"
La respuesta de los funcionarios del Vaticano es que el asunto fue firmemente resuelto por Juan Pablo en 1994 en una breve carta en la que dice que Jesús había nombrado solamente a hombres como sus apóstoles y que la iglesia "no tenía ninguna autoridad" para ordenar a mujeres. Esa conclusión, agregó, "debe ser sostenida por todos los fieles de la iglesia".
Más ampliamente la iglesia católica, como todos los credos, debe definir y proteger su "verdadero tesoro", las doctrinas que considera esenciales, dijo el Padre Augustine DiNoia, un sacerdote estadounidense que es el segundo funcionario en importancia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento del Vaticano encargado de velar por la ortodoxia y de disciplinar a los teólogos que rompen filas.
"En teología como en softball", dijo DiNoia, "no puedes jugar si no aceptas las reglas".
Curran, que sigue siendo sacerdote, fue obligado a renunciar a su cátedra en la Universidad Católica de Washington en 1986 debido a que difería de la iglesia en cuanto a la contracepción, la esterilización, la homosexualidad y el divorcio. Esta semana, estuvo en desacuerdo con lo que llamó la "presuposición fundamental" en el enfoque de DiNoia -y en el del difunto Papa- de la disensión.
"La presuposición de Juan Pablo II era que la iglesia enseña la verdad sobre la humanidad", dijo Curran en una entrevista telefónica desde la Universidad Metodista del Sur, de Texas, donde es profesor. "Pero la tradición católica acepta que haya diferentes niveles de verdad, y más importantemente, la historia nos recuerda que la jerarquía de la iglesia necesita aprender la verdad antes de poder enseñarla".
Curran observó que la iglesia católica aceptó durante mucho tiempo la esclavitud, prohibió el cobro de intereses sobre las deudas, se opuso a la democracia y combatió la libertad de conciencia, que un Papa del siglo 19 llamó "la cloaca por donde escurre toda la basura".
"Juan Pablo II dijo que la esclavitud era intrínsecamente mala. Si es intrínsecamente mala, ¿por qué no la condenó la iglesia romana sino hasta fines del siglo 19?", dijo Curran. "El hecho de que hayamos cambiado nuestra doctrina sobre temas importantes como la esclavitud muestra que la jerarquía de la iglesia debe enseñar lo mismo que aprender -y por eso no puede estar absolutamente convencida de lo que enseña".
La represión de los teólogos por parte de Juan Pablo empezó con su primer viaje como Papa al extranjero. En 1979 viajó a México y puso fin al movimiento de la teología de la liberación, que se había organizado entre los pobres y que el pontífice consideraba que estaba contagiado con el marxismo. Entre los actos finales de su pontificado estuvo la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe de que el Padre Roger Haight, un sacerdote jesuita de Nueva York, no podía enseñar teología en una universidad católica debido a los errores doctrinales en su libro Jesus: Symbol of God' [Jesús, Símbolo de Dios].
El número exacto de teólogos castigados por el Vaticano es incierto, debido a que muchos casos fueron tratados privadamente, de acuerdo al Padre Thomas Reese, editor de la revista jesuita América. Pero dijo que teólogos católicos habían mencionado una cifra de 100 sacerdotes. "Una iglesia que no puede discutir abiertamente los problemas es una iglesia que se refugia en un gueto intelectual", escribió Reese en un editorial titulado Sobre los retos del nuevo Papa'.
En 1998 Juan Pablo decretó que las conferencias nacionales de obispos no podían presentar doctrinas teológicas a menos que fueran unánimes o fuesen aprobadas previamente por Roma. Alentó los sínodos, masivas reuniones de obispos de varios países, pero bajo un férreo control. El Papa se reservaba el derecho se definir sus programas y escribir las conclusiones.
"Cuando tienes sínodos y les preguntan que compartan sus preocupaciones, pero luego les dicen que hay cosas que no pueden discutir, eso es una represión del pensamiento socava la creatividad de toda la iglesia", dijo Chittister.
Jason Berry, un periodista de New Orleans y co-autor de Vows of Silence' [Votos de Silencio], un libro publicado en 2004 sobre los abusos sexuales en la iglesia, dijo que cree que la experiencia de Juan Pablo en Polonia bajo el nazismo y el comunismo lo llevaron a "romantizar el sacerdocio como una casta caballeresca". Incluso enfrentado a abundantes pruebas de abusos sexuales, "el Papa que dijo: No tengáis miedo', fue incapaz de una introspección sin temores del sacerdocio" y clausuró el debate sobre el celibato, la homosexualidad y la falta de sacerdotes, dijo.
En opinión de Berry el epítome de este enfoque de repliegue fue el sostenido rechazo del Vaticano a investigar las acusaciones de abusos sexuales por nueve hombres, incluyendo a dos sacerdotes, contra Marcial Maciel, el fundador mexicano de la Legión de Cristo, un movimiento de renovación dentro de la iglesia. Este año, un fiscal de la iglesia dijo que el caso había sido reabierto -un año después de ser presentado.
Como católico, dijo Berry, sentía un gran pesar por la muerte del Papa. Pero también dijo que estaba desalentado de la servil cobertura de prensa que no incluyó ninguna mención de los posibles defectos del Papa. "Con toda esa hagiografía por video que vemos, nadie quiere hablar sobre eso, pero creo que tenemos la obligación de ser honestos", dijo.
Muchos de los críticos de Juan Pablo dicen que fue sin embargo un gran Papa. Nosotros Somos la Iglesia, fundado en Roma en 1996, sacó una declaración alabando los intentos de Juan Pablo por liberar a Polonia y su renuncia al histórico anti-semitismo de la iglesia.
Curran dijo que admiraba las críticas del Papa al capitalismo y al excesivo individualismo, así como sus posiciones contra la guerra y la pena de muerte. "Estaba de acuerdo con él en casi todo, excepto cuando hablaba sobre la iglesia, las mujeres y el sexo", dijo.
Kung, un profesor nacido en Suiza de la Universidad de Tubingen, elogió la piedad personal de Juan Pablo y sus viajes a 130 países.
"Pero pronto las apariciones triunfales serán recuerdos desteñidos, y los discursos defendiendo los derechos humanos en el mundo serán palabras al viento", escribió Kung. "Entretanto, en la iglesia hay una crisis de esperanza y confianza".
16 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh
Mientras los 115 cardenales se preparan para entrar en cónclave este lunes y elegir al siguiente Papa, los disidentes están pidiendo una nueva apertura y la disposición a debatir tópicos tales como la ordenación de mujeres, el uso del condón para combatir el sida y la homosexualidad.
"La represión del pensamiento, la pérdida de ideas, la clausura de la discusión -esos no son actos de fe. Eso no es el Espíritu Santo", dijo Sor Joan Chittister, una monja benedictina de Erie, Pensilvania. "La unidad es buena, pero tiene un lado oscuro".
Chittister es uno de los varios críticos del legado de Juan Pablo que ha sido llevada a Roma por una red internacional de disidentes, Nosotros Somos la Iglesia, en un intento de ampliar el debate preliminar al cónclave. Sintiéndose excluidos de un intercambio normal con los líderes de la iglesia, están auspiciando una serie de ruedas de prensa, con la esperanza de causar algún impacto a través de los medios de comunicación.
Sus llamados a una mayor tolerancia de la disensión se hacen eco de teólogos como el Padre Hans Kung, de Alemania, y el Padre Charles E. Curran, de Estados Unidos, que fueron despojados de la autoridad de enseñar en universidades católicas durante el papado de Juan Pablo. Ni Kung ni Curran han ido a Roma, pero están hablando. "Ahora mucha gente espera un Papa que desbloquee seriamente las reformas" y "tenga el coraje de empezar de nuevo", dijo Kung en una declaración.
Defensores de las víctimas de abusos sexuales, feministas católicas y grupos que quieren un mayor papel para los laicos en el gobierno de la iglesia están también pidiendo un Papa que permita un debate más abierto. Giovanni Avena, editor del boletín católico Adista, dijo que Juan Pablo creó un "ambiente medieval" en el Vaticano al enfatizar el ritual para los fieles comunes y restringir la discusión de problemas importantes en su círculo íntimo. Dijo que la decisión de prohibir que el Colegio Cardenalicio hablara con la prensa después del funeral de Juan Pablo era una muestra de esa actitud.
"Quieren que todo el mundo observe los rituales. Así prohíben el acceso a la realidad", dijo Avena, un sacerdote que trabajó en campañas con jóvenes en Sicilia para apartarlos de la mafia. "No hay participación de verdad. Es por eso que en Italia las plazas están llenas de gente para este tipo de espectáculo, y las iglesias vacías. Los disidentes están simplemente pidiendo que se restaure la ciudadanía al pueblo de la iglesia, a la comunidad de creyentes".
Según todos los indicios los cardenales se concentrarán en una gama diferente de problemas. Antes de que dejaran de hablar con los periodistas el sábado, señalaron la difusión del islam, la decreciente vitalidad de la iglesia en Europa, el reto del pentecostalismo en América Latina y la rápida marcha de la biotecnología como sus prioridades más importantes.
Pero los disidentes se han animado con los comentarios de algunos cardenales sobre la importancia de la "colegialidad", que en la jerga de la iglesia se refiere al principio de que todos los obispos, no sólo el Papa, gobiernan la iglesia. En opinión de algunos prelados, Juan Pablo fue un gran evangelizador, pero un administrador descuidado que dejó demasiada autoridad en la curia, la burocracia del Vaticano. Al menos sobre este punto los disidentes están de acuerdo.
"Mientras empeoraba la salud del Papa se desvió mayor autoridad hacia los funcionarios del Vaticano", dijo Lavinia Byrne, comentarista británica sobre asuntos católicos. "El balance de poder se torció a medida que se retiraba el poder de los obispos y de las iglesias nacionales y locales y se investía en el centro". Byrne fue monja hasta 2000, cuando abandonó la orden, el [Instituto de la Santísima Virgen María], después de negarse a repudiar los argumentos a favor de la ordenación de las mujeres en su libro Mujeres en el Vaticano'.
"Quiero que se reabra el debate", dijo. "Los argumentos contra la ordenación de mujeres no han sido nunca realmente explicitados. No es que crea que debe haber mujeres sacerdotes de la noche a la mañana, pero ¿por qué no podemos hablar sobre el tema?"
La respuesta de los funcionarios del Vaticano es que el asunto fue firmemente resuelto por Juan Pablo en 1994 en una breve carta en la que dice que Jesús había nombrado solamente a hombres como sus apóstoles y que la iglesia "no tenía ninguna autoridad" para ordenar a mujeres. Esa conclusión, agregó, "debe ser sostenida por todos los fieles de la iglesia".
Más ampliamente la iglesia católica, como todos los credos, debe definir y proteger su "verdadero tesoro", las doctrinas que considera esenciales, dijo el Padre Augustine DiNoia, un sacerdote estadounidense que es el segundo funcionario en importancia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento del Vaticano encargado de velar por la ortodoxia y de disciplinar a los teólogos que rompen filas.
"En teología como en softball", dijo DiNoia, "no puedes jugar si no aceptas las reglas".
Curran, que sigue siendo sacerdote, fue obligado a renunciar a su cátedra en la Universidad Católica de Washington en 1986 debido a que difería de la iglesia en cuanto a la contracepción, la esterilización, la homosexualidad y el divorcio. Esta semana, estuvo en desacuerdo con lo que llamó la "presuposición fundamental" en el enfoque de DiNoia -y en el del difunto Papa- de la disensión.
"La presuposición de Juan Pablo II era que la iglesia enseña la verdad sobre la humanidad", dijo Curran en una entrevista telefónica desde la Universidad Metodista del Sur, de Texas, donde es profesor. "Pero la tradición católica acepta que haya diferentes niveles de verdad, y más importantemente, la historia nos recuerda que la jerarquía de la iglesia necesita aprender la verdad antes de poder enseñarla".
Curran observó que la iglesia católica aceptó durante mucho tiempo la esclavitud, prohibió el cobro de intereses sobre las deudas, se opuso a la democracia y combatió la libertad de conciencia, que un Papa del siglo 19 llamó "la cloaca por donde escurre toda la basura".
"Juan Pablo II dijo que la esclavitud era intrínsecamente mala. Si es intrínsecamente mala, ¿por qué no la condenó la iglesia romana sino hasta fines del siglo 19?", dijo Curran. "El hecho de que hayamos cambiado nuestra doctrina sobre temas importantes como la esclavitud muestra que la jerarquía de la iglesia debe enseñar lo mismo que aprender -y por eso no puede estar absolutamente convencida de lo que enseña".
La represión de los teólogos por parte de Juan Pablo empezó con su primer viaje como Papa al extranjero. En 1979 viajó a México y puso fin al movimiento de la teología de la liberación, que se había organizado entre los pobres y que el pontífice consideraba que estaba contagiado con el marxismo. Entre los actos finales de su pontificado estuvo la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe de que el Padre Roger Haight, un sacerdote jesuita de Nueva York, no podía enseñar teología en una universidad católica debido a los errores doctrinales en su libro Jesus: Symbol of God' [Jesús, Símbolo de Dios].
El número exacto de teólogos castigados por el Vaticano es incierto, debido a que muchos casos fueron tratados privadamente, de acuerdo al Padre Thomas Reese, editor de la revista jesuita América. Pero dijo que teólogos católicos habían mencionado una cifra de 100 sacerdotes. "Una iglesia que no puede discutir abiertamente los problemas es una iglesia que se refugia en un gueto intelectual", escribió Reese en un editorial titulado Sobre los retos del nuevo Papa'.
En 1998 Juan Pablo decretó que las conferencias nacionales de obispos no podían presentar doctrinas teológicas a menos que fueran unánimes o fuesen aprobadas previamente por Roma. Alentó los sínodos, masivas reuniones de obispos de varios países, pero bajo un férreo control. El Papa se reservaba el derecho se definir sus programas y escribir las conclusiones.
"Cuando tienes sínodos y les preguntan que compartan sus preocupaciones, pero luego les dicen que hay cosas que no pueden discutir, eso es una represión del pensamiento socava la creatividad de toda la iglesia", dijo Chittister.
Jason Berry, un periodista de New Orleans y co-autor de Vows of Silence' [Votos de Silencio], un libro publicado en 2004 sobre los abusos sexuales en la iglesia, dijo que cree que la experiencia de Juan Pablo en Polonia bajo el nazismo y el comunismo lo llevaron a "romantizar el sacerdocio como una casta caballeresca". Incluso enfrentado a abundantes pruebas de abusos sexuales, "el Papa que dijo: No tengáis miedo', fue incapaz de una introspección sin temores del sacerdocio" y clausuró el debate sobre el celibato, la homosexualidad y la falta de sacerdotes, dijo.
En opinión de Berry el epítome de este enfoque de repliegue fue el sostenido rechazo del Vaticano a investigar las acusaciones de abusos sexuales por nueve hombres, incluyendo a dos sacerdotes, contra Marcial Maciel, el fundador mexicano de la Legión de Cristo, un movimiento de renovación dentro de la iglesia. Este año, un fiscal de la iglesia dijo que el caso había sido reabierto -un año después de ser presentado.
Como católico, dijo Berry, sentía un gran pesar por la muerte del Papa. Pero también dijo que estaba desalentado de la servil cobertura de prensa que no incluyó ninguna mención de los posibles defectos del Papa. "Con toda esa hagiografía por video que vemos, nadie quiere hablar sobre eso, pero creo que tenemos la obligación de ser honestos", dijo.
Muchos de los críticos de Juan Pablo dicen que fue sin embargo un gran Papa. Nosotros Somos la Iglesia, fundado en Roma en 1996, sacó una declaración alabando los intentos de Juan Pablo por liberar a Polonia y su renuncia al histórico anti-semitismo de la iglesia.
Curran dijo que admiraba las críticas del Papa al capitalismo y al excesivo individualismo, así como sus posiciones contra la guerra y la pena de muerte. "Estaba de acuerdo con él en casi todo, excepto cuando hablaba sobre la iglesia, las mujeres y el sexo", dijo.
Kung, un profesor nacido en Suiza de la Universidad de Tubingen, elogió la piedad personal de Juan Pablo y sus viajes a 130 países.
"Pero pronto las apariciones triunfales serán recuerdos desteñidos, y los discursos defendiendo los derechos humanos en el mundo serán palabras al viento", escribió Kung. "Entretanto, en la iglesia hay una crisis de esperanza y confianza".
16 de abril de 2005
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