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el gueto dorado de moscú


[Kim Murphy] El gueto dorado de los ricos de Moscú. La nueva burguesía comparte con presidentes un elegante suburbio. Los más informados de los ricos gastan generosamente para guardar su anonimato.
Moscú, Rusia. La valla publicitaria aparece en el kilómetro 5 del post-soviético boulevard de sueños caros que es la Carretera Rublyovka. "Cualquier casa", proclama el letrero de un prestigioso constructor. "Con un helicóptero de regalo".
Sólo en el barrio de los millonarios de Rublyovka son las casas tan caras que te regalan un helicóptero como si fuera cambiar de alfombra.
¿Qué tan elite es Rublyovka? Tan pituco que los precios de la propiedad inmobiliaria se han elevado hasta las nubes en Kutuzovsky Prospekt, la avenida "adyacente a Rublyovka" al noroeste de Moscú -presumiblemente porque los que pasan por ella, como casi todos los que son alguien en Rusia, se dirigen probablemente hacia Rublyovka.
La Carretera Rublyovka se cierra dos veces al día cuando el presidente Vladimir V. Putin se traslada entre su trabajo y su mansión en Rublyovka en su Mercedes 600 Pullman negro, provocando un elitista embotellamiento sobre el que despotrican los residentes locales entre sus conocidos condenados a embotellamientos más humildes.
A través de su historia los rusos viven a lo grande, desde los palacios dorados y los huevos de Fabergé a las épicas miserias de la Segunda Guerra Mundial. La prosperidad de hoy no es una excepción. Catorce años después de la llegada del capitalismo, la encuesta anual sobre los ricos de la revista Forbes del año pasado concluyó que Moscú tiene más multimillonarios que cualquier otra ciudad de la Tierra. (Un nuevo sondeo que será publicado hoy muestra que la ciudad descendió ligeramente por debajo de Nueva York, gracias al desastroso efecto del juicio de Yukos Oil sobre las acciones de la compañía).
Los días de los disolutos "nuevos rusos" de los años noventa, famosos por sus informales abrigos marrones, cadenas de oro, corte de pelo al rape y mal gusto, ya desaparecieron. En su lugar hay una unida aristocracia, más discreta en sus apetitos y con fortunas difíciles de imaginar, incluso a una escala internacional.
El valor neto de los 36 hombres y mujeres más ricos del país, de acuerdo a los cálculos de Forbes, es más de 100 billones de dólares, igual al 24 por ciento del producto nacional bruto del país.
En algunos casos, los nuevos "nuevos rusos" son los mismos hombres de negocios que se enriquecieron en las turbias privatizaciones de los años noventa. Ahora la mayoría de ellos tienen entre 30 y 40 años y han transformado sus negocios en operaciones legítimas. Poseen compañías de petróleo y enormes operaciones metalúrgicas, compañías de teléfonos celulares y firmas de desarrollo urbano.
Y después de más de una década de viajes entre París, Londres, Nueva York y Moscú, han empezado a esperar en casa -en barrios como Rublyovka y un creciente número de exclusivos barrios moscovitas- el tipo de comodidades de las que han disfrutado siempre en el extranjero.
Rublyovka, en el pasado el exclusivo retiro de Stalin, Brezhnev y otros líderes soviéticos, se ha transformado en el tema de una novela que es éxito de ventas, ‘Casual', una versión rusa de ‘Mujeres Desesperadas'. El libro es la comidilla de Moscú debido a su retrato sin precedentes del privilegiado estilo de vida detrás de las altas y celosamente vigiladas murallas de Rublyovka.
Los terrenos en la comunidad se arrebatan al equivalente de 5 millones de dólares, y miles de árboles están cayendo bajo las excavadoras para hacer hueco para casas de 10 millones de dólares, algunas con torreones, fachadas de estilo Imperio Ruso, capillas privadas y, en un caso, un puerto deportivo. Pero la pista de los millonarios rusos no termina ahí.
Crocus City, al norte de Moscú, se presenta a sí mismo como el centro comercial de lujo más grande del mundo -y eso es antes de que empiece la construcción en un terreno que será el doble del área de tiendas e incluirá edificios de oficinas de 15 pisos, un embarcadero para yates, una pista de aterrizaje de helicópteros, un hotel de mil habitaciones, un casino de 20 mil metros cuadrados y 16 salas de cine.
Los compradores en esta "ciudad dentro de la ciudad" gastan un promedio de 560 dólares en ropas y zapatos por visita.
(Para que Crocus City no sea desdeñada como un enclave sólo para ricos, el co-propietario Emin Agalarov dice: "Tenemos una tienda de Jlo que se aficha a sí misma como una tienda de 100 dólares. Así, en teoría cualquiera podría venir y comprar algo).
Entretanto, Gucci, Chanel, Dolce & Gabbana, Prada y Armani se han establecido a menos de 15 kilómetros de distancia, en un rincón empedrado de la elegante calle de Tverskaya, en el centro. Están a tiro de piedra de una gama de caros clubes y restaurantes que sólo se distinguen por los serios guardaespaldas que montan guardia junto a coches con ventanas opacas y las bellezas envueltas en joyas y visón dentro -a menudo hasta las 5 o 6 de la mañana.
El Café Galería, el sitio de moda este año, requiere una espera de reserva de una semana para cenar en sus brillantes comedores de columnas blanco y negro. Incluso así no se admite a los que podrían "echar a perder el ambiente", como lo dice el propietario Arkady Novikov.
Rollitos California -en una ciudad repentinamente enloquecida por el sushi, ningún restaurante que se precie de sí mismo puede carecer de él- están a 17 dólares cada uno. Un trozo de cremoso queso burrata con tomates jardineros cuesta 24 dólares. "Prácticamente todos los restaurantes de Moscú tienen este queso. Los rusos no pueden vivir sin él", dice Novikov sobre el codiciado mozzarella, que debe ser importado fresco desde Italia.
Novikov posee una red de restaurantes que han estado en un momento u otro en el centro de la colmena social moscovita, incluyendo el diminuto pero pituco Café Vogue en el centro de la ciudad y el popular Czar's Hunt y los restaurantes Veranda u Dahci en Rublyovka. Opera 6 hectáreas de invernaderos en las afueras de la ciudad para ofrecer a sus clientes rúcola y fresas silvestres durante el invierno ruso.
"La gente está más sofisticada", dice. "La actitud hacia las cosas de la gente con dinero ha cambiado, primero que todo hacia el dinero mismo. Ahora el dinero ya no te cae en la cabeza desde el cielo, como antes, y la cultura de la gente ha cambiado para mejor.
"Hemos aprendido un montón de cosas del Occidente, incluyendo cómo vestirnos, cómo comportarnos y cómo comer".
Ksenia Sobchak, la equivalente rusa de 23 años de Paris Hilton, creció en circunstancias lejos de ser desfavorecidas -su padre era alcalde de San Petersburgo-, pero insiste en que no es una debutante mimada.
"Yo misma nunca me consideré rica, aunque tengo un gran salario. Así que no entiendo cómo me gané esta imagen de niña rica", se pregunta Sobchak, que es anfitriona de un programa de reality television y vive con su millonario novio en un apartamento en la calle de Tverskaya.
Entonces responde a su propia pregunta: "Realmente me gusta la vida social. No me gusta pasar el tiempo en un sillón cómodo en casa. Me gusta salir al cine, ver a los amigos, ir a restaurantes. Para mí, Moscú es la mejor ciudad del mundo. Si quieres divertirte las 24 horas del día, puedes hacerlo".
Este verano Sobchak prepara su matrimonio de la temporada con un hombre de negocios ruso-americano, Alexander Shustorovich, un graduado de Harvard que ayudó a concretar un negocio de 2 mil millones de dólares cuando tenía 30 años. Sonchak está preparando una boda "sencilla" y "bonita" para 300 invitados en un balneario cerca de San Petersburgo.
Hoy los rusos ricos, dice, son sensibles a los problemas que han empujado a la calle a miles de pensionistas para protestar por la pérdida parcial de sus beneficios. Hay 25 millones de rusos que ganan menos de 240 dólares al mes. Muchos de los ricos, dice la célebre joven, recuerda lo que es no tener nada.
"Yo era una Pionera", recuerda, refiriéndose a los viejos campamentos de la juventud comunista. "Recuerdo las canciones sobre Lenin. Recuerdo las enormes colas. Recuerdo haber comprado kilos de bananas verdes y colocarlas debajo de la cama para que maduraran, porque no sabías cuándo volverías a encontrar bananas otra vez".
Las clases ricas rusas, dice Eduard Dorozhkin, editor del diario local de Rublyovka, Na Rublyovkye, "saben que cometieron errores en el pasado, y su error fue mostrar lo ricos que eran. Es una grosería verse rico en un país con tanta gente pobre".
Al mismo tiempo, dicen muchos, la memoria de las penurias es lo que inspira a una abundancia de rusos ricos a gastar sin preocuparse.
"Si los americanos tienen 1 millón de dólares, no van a gastar 200.000 dólares en un coche. Los rusos sí", dice Alla Verber, vice-presidente de Mercury Ltd., que gestiona centros comerciales de lujo en el centro de Moscú. "Los rusos piensan: "Sólo se vive una vez, y sólo Dios sabe qué pasará en cinco años".
Sin embargo, en estos días la mayoría de la ostentación es anónima -un fenómeno atribuible tanto al nerviosismo sobre las medidas represivas del gobierno de la evasión de impuestos y la omnipresente posibilidad de violencia de la mafia como a la persistente sensación de los años soviéticos de que ser espléndidamente rico es estar lejos de la corrección política".
Los muchos todoterrenos en la ciudad y su equivalente ruso más fortificado, el Kombat de 144.000 dólares, tienen cristales opacos. Los vecinos a menudo no tienen ni idea quién vive en el palacio al final de la calle. La revista Arkhidon, el equivalente ruso de Architectural Digest, publica elegantes páginas de mansiones bellamente decoradas y apartamentos en áticos de millones de dólares, pero no dice una palabra sobre sus dueños.
De ‘Casual', de Oksana Robski, se vendieron 50.000 ejemplares en los primeros diez días de publicación, proporcionando a los moscovitas de a pie con otro atisbo en la vida de Rublyovka, que incluso en la era soviética era el famoso enclave de miembros del Politburo, científicos nucleares y presidentes. Hoy, los antiguos presidentes Boris N. Yeltsin y Mijhail S. Gorbachev tienen casas aquí; lo mismo el Premio Nobel Alexander J. Solzhanitsyn.
Sin embargo, el mundo que retrata Robski son la mayor parte de las veces las esposas de Rublyovka: las mujeres delgadas, cuidadosamente peinadas y vestidas por Dior que tuvieron la suerte de engancharse a un magnate de los negocios, y luego pasar gran parte del resto de sus vidas conspirando para no ser desechadas por una mujer más joven.
"El libro era perfecto. Me gustó", dice Roman Kondratov, un peluquero en la peluquería Place in the Sun en Zhukovka, uno de varios barrios exclusivos que forman lo que se conoce como el distrito de Rublyovka.
"Esas mujeres del libro, existen", dice. "Veamos. La típica mujer de Zhukovka: Primero, se levanta a las 2 de la tarde. Hace gimnasia, baño, el pelo. Vienen acá y algunas de ellas parecen árboles de navidad, con joyas por todas partes. Y las cosas sobre las que hablan son alucinantes para mí.
"Donde van de vacaciones. Lo que compran. En general, lo que piensan sobre la ropa. Lo que llevan, lo que llevan sus amigos, dónde compran su ropa, adónde vuelan para ir a comprarla. Las cantidades de dinero sobre la que hablan que gastarán son casi incomprensibles para mí. Y cirugía plástica, interminables charlas sobre cirugía plástica. La mayoría de ella viajan a Estados Unidos, para ver al tío que le hizo el trabajo a Michael Jackson".
Bebiendo un té verde en el elegante restaurante Prichal cerca de su casa en Rublyovka, Robski dice: "Este es mi mundo. Necesito escribir sobre lo que conozco".
¿Y la edad de la autora? "Digamos 28".
"Para mí era importante retratar este mundo no como se refleja en diarios y revistas. Es interesante mostrar que esta gente no sólo visitar peluqueros y se hace la manicura, sino también viven aquí", dice Robski, que lleva una sweater azul pastel y un medallón con un diamante lágrima de 11 carates. "Viven sus vidas y pierden a seres queridos y mueren de enfermedades incurables. Se enamoran y son traicionados. Creo que es idiota decir que sólo los que no tienen nada, tienen sentimientos".
Robski sabía de qué hablaba cuando escribió que al marido de su heroína lo mandaron a matar. Su segundo marido murió de esa manera.
Su próximo libro girará sobre Rublyovka, pero llevará a los lectores mucho más allá. Robski planea escribir sobre la agencia de guardaespaldas mujeres que tuvo alguna vez, proporcionando elegantes guardias armados para los hombres de negocios rusos en todo Rusia.
En realidad, para un número creciente de rusos ricos, incluso Rublyovka es demasiado limitada -especialmente ahora cuando nuevas y horteras dachas se alinean junto a la carretera y los embotellamientos de Putin son simplemente imposibles.
El retratista Nikas Safronov, que por 70.000 ha pintado a muchas de las más importantes mujeres de la sociedad de Rublyovka ("La forma de la nariz, sus ojos, se ven como se hubieran salido del mismo laboratorio", confiesa. "Especial, exquisita, elitaria y cara"), compró recientemente un castillo en las Tierras Altas de Escocia.
El oligarca del petróleo Roman Abramovich, que se cree es el hombre más rico de Rusia con un valor neto de 13.3 billones de dólares, gasta cada vez más tiempo en Gran Bretaña, donde compró recientemente el club de fútbol de Chelsea junto con un apartamento de 9.5 millones de dólares en el área de Knightbridge en Londres y una mansión de 180 hectáreas en Sussex.
No todo el mundo lamenta su partida.
"En el pasado acostumbraba a recoger champiñones y fresas aquí en el bosque. Ahora no se puede colocar un pie ahí", dice Tamara Vorontsova, 74, cuyo chalet está en una calle que es ahora algo más que una entrada que lleva a un conjunto de mansiones detrás de puertas cerradas."Ahora no puedes bajar al río, porque todo está cercado con vallas. Pero tengo que decir que el vecindario ha mejorado".
¿Son buenos vecinos? Vorontsova parece intrigada por la pregunta.
"¿Qué podrías decir? Son ricos. Pero no sabemos nada sobre ellos", dice. "Vienen en coches, se marchan en coche. Viven detrás de rejas, y están rodeados de guardias".

23 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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