católicos salen del sótano
[Philip P. Pan] A pesar de la vigilancia oficial, los católicos chinos están avanzando.
Wuqiu, China. En un embarrado camino de este pueblo rural de la norteña provincia de Hebei en China, cerca de los verdes campos de trigo recién plantados, la policía hizo guardia en torno a una majestuosa catedral de ladrillos, impidiendo entrar a los visitantes. Pero después de medianoche, cuando los aldeanos con linternas empezaron a llegar para la misa, fue posible deslizarse dentro.
Julius Jia Zhiguo, 71, obispo de la clandestina iglesia católica china, estaba esperando. Un leve sonrisa cruzó su arrugada cara mientras explicaba que la policía había restringido sus movimientos durante más de una década. "No han cesado nunca de tratar de controlar la iglesia clandestina", dijo.
Entonces Jia se puso una sotana blanca y celebró misa en la catedral, que fue construida hace dos años con el beneplácito tácito de funcionarios de la localidad. Cientos de aldeanos se unieron a él, como hacen todas las noches en Wuqiu, y la policía no intentó impedirlo.
La escena ilustra el mezclado legado del Papa Juan Pablo II y el reto que espera a su sucesor, Benedicto XVI, en el país más populoso del mundo. Casi aplastados durante la persecución religiosa de la Revolución Cultural, los católicos de China montaron un extraordinario retorno durante el papado de Juan Pablo. Pero siguen separados del resto de la iglesia, y entre ellos, porque nunca logró su objetivo de normalizar las relaciones con China.
Unos 5 millones de católicos chinos pertenecen a las iglesias patrióticas' aprobadas por el gobierno que rechazan la plena autoridad del Vaticano, de acuerdo al gobierno chino. El Vaticano calcula que otros 8 millones realizan su culto en iglesias ilegales clandestinas que han desafiado al Partido Comunista permaneciendo fieles al Papa.
Y sin embargo aquí la posición de la iglesia es probablemente la más fuerte desde la revolución comunista de 1949, cuando Pekín rompió vínculos con el Vaticano. Aunque la policía continúa acosando y encarcelando a sacerdotes y obispos de la iglesia clandestina, varios pueden operar abiertamente. Al mismo tiempo, el Vaticano ha infiltrado poco a poco a la iglesia oficial del gobierno, ganándose a muchos de sus clérigos y ejerciendo una influencia sin precedentes sobre sus operaciones.
Esos triunfos dan a Benedicto mayor influencia en sus esfuerzos por restaurar las relaciones diplomáticas con China y conciliar a los católicos del país con la iglesia. Pero también refuerzan la tradicional sospecha del gobierno chino de que la iglesia es una fuerza hostil que ayudó a subvertir el gobierno comunista de Europa del Este y está determinada a hacer lo mismo en China.
Aperturas y Represiones
Todos excepto 9 de los 70 obispos de la iglesia oficial del gobierno han declarado en secreto su lealtad a Roma y ahora reconocen al Vaticano, de acuerdo a Ren Yanli, el más importante estudioso chino de la iglesia. Y casi todos los nuevos obispos aprobados por el gobierno en los últimos cinco años fueron nombrados de antemano, secretamente, por Juan Pablo, dijo uno de los obispos, que habló a condición de mantener el anonimato.
"El gobierno sabe que sólo pedimos que aprueba a un obispo después de que el Papa lo ha aprobado primero", dijo. "No les gusta, pero no tienen opción. Saben que la gente no aceptará a un obispo que no haya sido nombrado por el Papa". De hecho, dijo Ren, "el gobierno ha perdido el control de la iglesia patriótica".
Los esfuerzos del gobierno por aplastar a la iglesia clandestina también han fracasado. Especialmente aquí en Hebei, hogar de casi un cuarto de todos los católicos de China, muchos clérigos clandestinos realizan ahora sus deberes tan abiertamente que llamarles clandestinos' parece un término equivocado.
En los últimos años sacerdotes ordenados por el obispo Jia han construido espaciosas nuevas iglesias en varias aldeas cercanas, algunas de ellas más grandes que las iglesias aprobadas por el gobierno. Funcionarios locales hacen la vista gorda porque simpatizan con los feligreses o quieren cobrarles permisos y multas, dijeron sacerdotes.
"Las autoridades religiosas no están de acuerdo, pero a los otros funcionarios de aquí no les interesa", dijo uno de los jóvenes sacerdotes mientras dada un tour de su alta y recargada iglesia, una de las más grandes de la región. Dijo que se apresuró a construirla mientras el gobierno se ocupaba de la epidemia de SARS. "Sabíamos que si la terminábamos, no la echarían abajo", dijo.
Otro sacerdote clandestino, un enjuto octogenario que pidió ser identificado sólo por su nombre cristiano, José, recorre su parroquia en motocicleta, celebrando misa en un pueblo diferente cada día de la semana, usualmente en la casa de algún feligrés pero casi siempre con el conocimiento del gobierno. "Generalmente la policía no me molesta porque saben que no hago problemas", dijo.
En otras áreas, sin embargo, la policía no ha cesado de perseguir a la iglesia clandestina. Los católicos de la vecina ciudad de Baoding, por ejemplo, han soportado una dura represión durante varios años, y el obispo local, Su Zhimin, 72, está incomunicado desde 1997.
En Wuqiu, Jia dijo que había sido prisionero en su iglesia intermitentemente desde 1989. La policía normalmente lo sigue cuando le permiten salir del edificio, dijo, y a menudo lo detienen para interrogarlo durante semanas y a veces meses de una vez.
El miércoles docenas de policías cayeron sobre Wuqiu y arrestaron a siete sacerdotes clandestinos que había llegado para asistir a un retiro espiritual organizado por Jia, de acuerdo a la Fundación Cardenal Kung, un grupo monitor con sede en Estados Unidos.
Jia dijo que las autoridades también le dificultaban ocuparse del orfelinato de la iglesia, el hogar de más de 80 niños incapacitados. La policía trata de impedir que los visitantes entren al edificio y exigen una alta multa toda vez que alguien confía a un huérfano a su cuidado. También han ordenado a los hospitales locales no tratar a los niños, dijo.
Pero, en general, las condiciones están mejorando, dijo Jia.
Los signos de tolerancia se producen después de décadas de persecución de los católicos durante el gobierno de Mao Tse-Tung. En los años cincuenta la formación de Jia fue interrumpida cuando la policía cerró su seminario y arrestó a sus profesores. En 1963 el gobierno detuvo a Jia por tratar de proteger a un sacerdote y lo sentenció a 15 años de trabajos forzados.
Desde su liberación en 1978, dos años después de la muerte de Mao y cuando empezaba el papado de Juan Pablo II, Jia reinició sus estudios para el sacerdocio. Fue ordenado en la iglesia clandestina en el verano de 1980. Varios meses después, Juan Pablo lo nombró obispo de la diócesis de Zhending. El gobierno intentó convencerlo de que se uniera a la iglesia oficial pero él se negó.
Divisiones y Temores
La ruptura entre las dos iglesias católicas de China es a menudo personal, con miembros clandestinos que fueron encarcelados y torturados durante la Revolución Cultural china que no están dispuestos a perdonar a los vecinos que lo pasaron mejor porque se unieron a la iglesia oficial. La ruptura complica las conversaciones para la normalización.
El gobierno chino ha planteado dos condiciones para reiniciar los lazos con el Vaticano. Quiere que la Santa Sede suspenda sus relaciones con Taiwán y deje de interferir en los "asuntos internos" de China.
El Vaticano ha indicado que está dispuesto a cumplir la primera condición y ha disminuido sus lazos diplomáticos con Taiwán. Pero diplomáticos dijeron que la segunda exigencia de China era más problemática porque el Vaticano no estaba dispuesto a renunciar al poder del Papa para nombrar obispos. En su lugar propuso un compromiso que permitiría a China a controlar a los candidatos o nominar a finalistas para que el Papa eligiera. El Vaticano ha llegado a acuerdos similares con otros gobiernos autoritarios.
Pero Liy Bainan, el vice-presidente del cuerpo que gobierna a la iglesia católica, dijo que el gobierno se mostraba cauteloso. "Recordamos lo que pasó en Polonia y en la antigua Unión Soviética", dijo. "Nadie puede negar que el Papa y el Vaticano jugaron un importante papel allí y los que fomentaron los grandes cambios en Europa del Este quieren que eso ocurra también en China".
Lius dijo que el gobierno superó sus temores y estuvo tan cerca de llegar a un acuerdo con el Vaticano en 1999 que empezó a preparar la misa que celebraría Juan Pablo en el antiguo Templo del Cielo de Pekín.
Pero el acuerdo se desbarató cuando funcionarios chinos se apresuraron a nombrar a cinco obispos en enero de 2000, aparentemente para colocarlos en posición para controlar al Papa. Muchos obispos y sacerdotes de la iglesia oficiales reaccionaron boicoteando la ceremonia de ordenación. Los estudiantes del seminario nacional gestionado por el gobierno se negaron a asistir.
El incidente asombró a los líderes chinos porque parecía confirmar sus peores temores sobre la influencia del Papa, y los condujo a revaluar la idea de llegar a un acuerdo con el Vaticano, dijo gente familiarizada con las conversaciones. Las relaciones sufrieron otro bajón cuando Juan Pablo canonizó a docenas de católicos chinos, una decisión que Pekín condenó como interferencia.
Después, el partido lanzó una campaña para reafirmar el control de la iglesia, despidiendo a profesores y expulsando a estudiantes del seminario nacional. La represión fue reducida después de que los estudiantes de otro seminario se unieran y se negaran a responder preguntas sobre su lealtad, dijeron participantes.
En los últimos años, dijo Jia, ha dado su bendición a varios sacerdotes de la iglesia oficial que juraron discretamente su lealtad al Papa. Pero eso ha llevado a los sacerdotes clandestinos en su diócesis a acusarlo de traicionar al Vaticano.
"Si el Vaticano y China pudieran establecer relaciones, estos problemas podrían ser resueltos", dijo Jia. "Todos rogamos por ese día... Lo mismo que el Señor se arrastraba con el peso de la cruz a su espalda, nuestra iglesia se arrastra con la cruz y lo sigue".
1 de mayo de 2005
28 de abril de 2004
©washington post
©traducción mQh
Julius Jia Zhiguo, 71, obispo de la clandestina iglesia católica china, estaba esperando. Un leve sonrisa cruzó su arrugada cara mientras explicaba que la policía había restringido sus movimientos durante más de una década. "No han cesado nunca de tratar de controlar la iglesia clandestina", dijo.
Entonces Jia se puso una sotana blanca y celebró misa en la catedral, que fue construida hace dos años con el beneplácito tácito de funcionarios de la localidad. Cientos de aldeanos se unieron a él, como hacen todas las noches en Wuqiu, y la policía no intentó impedirlo.
La escena ilustra el mezclado legado del Papa Juan Pablo II y el reto que espera a su sucesor, Benedicto XVI, en el país más populoso del mundo. Casi aplastados durante la persecución religiosa de la Revolución Cultural, los católicos de China montaron un extraordinario retorno durante el papado de Juan Pablo. Pero siguen separados del resto de la iglesia, y entre ellos, porque nunca logró su objetivo de normalizar las relaciones con China.
Unos 5 millones de católicos chinos pertenecen a las iglesias patrióticas' aprobadas por el gobierno que rechazan la plena autoridad del Vaticano, de acuerdo al gobierno chino. El Vaticano calcula que otros 8 millones realizan su culto en iglesias ilegales clandestinas que han desafiado al Partido Comunista permaneciendo fieles al Papa.
Y sin embargo aquí la posición de la iglesia es probablemente la más fuerte desde la revolución comunista de 1949, cuando Pekín rompió vínculos con el Vaticano. Aunque la policía continúa acosando y encarcelando a sacerdotes y obispos de la iglesia clandestina, varios pueden operar abiertamente. Al mismo tiempo, el Vaticano ha infiltrado poco a poco a la iglesia oficial del gobierno, ganándose a muchos de sus clérigos y ejerciendo una influencia sin precedentes sobre sus operaciones.
Esos triunfos dan a Benedicto mayor influencia en sus esfuerzos por restaurar las relaciones diplomáticas con China y conciliar a los católicos del país con la iglesia. Pero también refuerzan la tradicional sospecha del gobierno chino de que la iglesia es una fuerza hostil que ayudó a subvertir el gobierno comunista de Europa del Este y está determinada a hacer lo mismo en China.
Aperturas y Represiones
Todos excepto 9 de los 70 obispos de la iglesia oficial del gobierno han declarado en secreto su lealtad a Roma y ahora reconocen al Vaticano, de acuerdo a Ren Yanli, el más importante estudioso chino de la iglesia. Y casi todos los nuevos obispos aprobados por el gobierno en los últimos cinco años fueron nombrados de antemano, secretamente, por Juan Pablo, dijo uno de los obispos, que habló a condición de mantener el anonimato.
"El gobierno sabe que sólo pedimos que aprueba a un obispo después de que el Papa lo ha aprobado primero", dijo. "No les gusta, pero no tienen opción. Saben que la gente no aceptará a un obispo que no haya sido nombrado por el Papa". De hecho, dijo Ren, "el gobierno ha perdido el control de la iglesia patriótica".
Los esfuerzos del gobierno por aplastar a la iglesia clandestina también han fracasado. Especialmente aquí en Hebei, hogar de casi un cuarto de todos los católicos de China, muchos clérigos clandestinos realizan ahora sus deberes tan abiertamente que llamarles clandestinos' parece un término equivocado.
En los últimos años sacerdotes ordenados por el obispo Jia han construido espaciosas nuevas iglesias en varias aldeas cercanas, algunas de ellas más grandes que las iglesias aprobadas por el gobierno. Funcionarios locales hacen la vista gorda porque simpatizan con los feligreses o quieren cobrarles permisos y multas, dijeron sacerdotes.
"Las autoridades religiosas no están de acuerdo, pero a los otros funcionarios de aquí no les interesa", dijo uno de los jóvenes sacerdotes mientras dada un tour de su alta y recargada iglesia, una de las más grandes de la región. Dijo que se apresuró a construirla mientras el gobierno se ocupaba de la epidemia de SARS. "Sabíamos que si la terminábamos, no la echarían abajo", dijo.
Otro sacerdote clandestino, un enjuto octogenario que pidió ser identificado sólo por su nombre cristiano, José, recorre su parroquia en motocicleta, celebrando misa en un pueblo diferente cada día de la semana, usualmente en la casa de algún feligrés pero casi siempre con el conocimiento del gobierno. "Generalmente la policía no me molesta porque saben que no hago problemas", dijo.
En otras áreas, sin embargo, la policía no ha cesado de perseguir a la iglesia clandestina. Los católicos de la vecina ciudad de Baoding, por ejemplo, han soportado una dura represión durante varios años, y el obispo local, Su Zhimin, 72, está incomunicado desde 1997.
En Wuqiu, Jia dijo que había sido prisionero en su iglesia intermitentemente desde 1989. La policía normalmente lo sigue cuando le permiten salir del edificio, dijo, y a menudo lo detienen para interrogarlo durante semanas y a veces meses de una vez.
El miércoles docenas de policías cayeron sobre Wuqiu y arrestaron a siete sacerdotes clandestinos que había llegado para asistir a un retiro espiritual organizado por Jia, de acuerdo a la Fundación Cardenal Kung, un grupo monitor con sede en Estados Unidos.
Jia dijo que las autoridades también le dificultaban ocuparse del orfelinato de la iglesia, el hogar de más de 80 niños incapacitados. La policía trata de impedir que los visitantes entren al edificio y exigen una alta multa toda vez que alguien confía a un huérfano a su cuidado. También han ordenado a los hospitales locales no tratar a los niños, dijo.
Pero, en general, las condiciones están mejorando, dijo Jia.
Los signos de tolerancia se producen después de décadas de persecución de los católicos durante el gobierno de Mao Tse-Tung. En los años cincuenta la formación de Jia fue interrumpida cuando la policía cerró su seminario y arrestó a sus profesores. En 1963 el gobierno detuvo a Jia por tratar de proteger a un sacerdote y lo sentenció a 15 años de trabajos forzados.
Desde su liberación en 1978, dos años después de la muerte de Mao y cuando empezaba el papado de Juan Pablo II, Jia reinició sus estudios para el sacerdocio. Fue ordenado en la iglesia clandestina en el verano de 1980. Varios meses después, Juan Pablo lo nombró obispo de la diócesis de Zhending. El gobierno intentó convencerlo de que se uniera a la iglesia oficial pero él se negó.
Divisiones y Temores
La ruptura entre las dos iglesias católicas de China es a menudo personal, con miembros clandestinos que fueron encarcelados y torturados durante la Revolución Cultural china que no están dispuestos a perdonar a los vecinos que lo pasaron mejor porque se unieron a la iglesia oficial. La ruptura complica las conversaciones para la normalización.
El gobierno chino ha planteado dos condiciones para reiniciar los lazos con el Vaticano. Quiere que la Santa Sede suspenda sus relaciones con Taiwán y deje de interferir en los "asuntos internos" de China.
El Vaticano ha indicado que está dispuesto a cumplir la primera condición y ha disminuido sus lazos diplomáticos con Taiwán. Pero diplomáticos dijeron que la segunda exigencia de China era más problemática porque el Vaticano no estaba dispuesto a renunciar al poder del Papa para nombrar obispos. En su lugar propuso un compromiso que permitiría a China a controlar a los candidatos o nominar a finalistas para que el Papa eligiera. El Vaticano ha llegado a acuerdos similares con otros gobiernos autoritarios.
Pero Liy Bainan, el vice-presidente del cuerpo que gobierna a la iglesia católica, dijo que el gobierno se mostraba cauteloso. "Recordamos lo que pasó en Polonia y en la antigua Unión Soviética", dijo. "Nadie puede negar que el Papa y el Vaticano jugaron un importante papel allí y los que fomentaron los grandes cambios en Europa del Este quieren que eso ocurra también en China".
Lius dijo que el gobierno superó sus temores y estuvo tan cerca de llegar a un acuerdo con el Vaticano en 1999 que empezó a preparar la misa que celebraría Juan Pablo en el antiguo Templo del Cielo de Pekín.
Pero el acuerdo se desbarató cuando funcionarios chinos se apresuraron a nombrar a cinco obispos en enero de 2000, aparentemente para colocarlos en posición para controlar al Papa. Muchos obispos y sacerdotes de la iglesia oficiales reaccionaron boicoteando la ceremonia de ordenación. Los estudiantes del seminario nacional gestionado por el gobierno se negaron a asistir.
El incidente asombró a los líderes chinos porque parecía confirmar sus peores temores sobre la influencia del Papa, y los condujo a revaluar la idea de llegar a un acuerdo con el Vaticano, dijo gente familiarizada con las conversaciones. Las relaciones sufrieron otro bajón cuando Juan Pablo canonizó a docenas de católicos chinos, una decisión que Pekín condenó como interferencia.
Después, el partido lanzó una campaña para reafirmar el control de la iglesia, despidiendo a profesores y expulsando a estudiantes del seminario nacional. La represión fue reducida después de que los estudiantes de otro seminario se unieran y se negaran a responder preguntas sobre su lealtad, dijeron participantes.
En los últimos años, dijo Jia, ha dado su bendición a varios sacerdotes de la iglesia oficial que juraron discretamente su lealtad al Papa. Pero eso ha llevado a los sacerdotes clandestinos en su diócesis a acusarlo de traicionar al Vaticano.
"Si el Vaticano y China pudieran establecer relaciones, estos problemas podrían ser resueltos", dijo Jia. "Todos rogamos por ese día... Lo mismo que el Señor se arrastraba con el peso de la cruz a su espalda, nuestra iglesia se arrastra con la cruz y lo sigue".
1 de mayo de 2005
28 de abril de 2004
©washington post
©traducción mQh
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