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[Bob Thompson] Con su época histórica, Ridley Scott se abalanza en un territorio volátil y pesado.
Pasadena, California. Son los musulmanes contra los cristianos, y ahora los musulmanes están ganando. Grandes bolas de fuego cruzan el cielo nocturno y explotan en las almenas de Jerusalén. Vociferantes atacantes musulmanes derriban una sección de la muralla de la ciudad. Defensores cristianos aullando se arrojan en la grieta.
Sir Ridley Scott ha invadido Oriente Medio. ¿Puede ser bueno para la civilización occidental?

La épica de la cruzada de 130 millones de dólares, ‘El reino de los cielos', del director británico empezará a ser exhibida el viernes en unas 8.000 salas en todo el mundo. En tiempos menos difíciles, un drama costumbrista violento escenificado en 1187 no parecería más relevante que, digamos, una trilogía fantasiosa contra el trasfondo de la tercera era de la Tierra del Medio. Sin embargo, después del 11 de septiembre de 2001, y la invasión norteamericana de Afganistán e Iraq, antecedentes históricos de este tipo de conflicto entre Oriente y Occidente puede ser extremadamente oportuno.
Cinco días después de los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono, el presidente Bush llamó a una "cruzada" contra el terrorismo. Fue ampliamente reprendido por usar una palabra que conlleva connotaciones negativas en países que los cruzados originales trataron de conquistar.
Las palabras importan -pero en estos días, las imágenes importan más. Cuando se trata de moldear una interpretación pública de la era de las cruzadas y de su legado, la versión de Hollywood podría tener más impacto que miles de libros. Esto por esto que mucho antes de que Scott hubiera terminado su película, estaba siendo atacado por gente que teme las repercusiones que puede traer ‘El reino de los cielos'.
Aunque no siempre temen el mismo tipo de repercusión.
"Es la versión de Osama bin Laden de la historia. Redundará en beneficio de los fundamentalistas islámicos", se quejó el eminente historiador de las cruzadas Jonathan Riley-Smith de la Universidad de Cambridge, ante el Telegraph en enero de 2004 tras ver publicidad inicial de la película.
"Creo que esta película enseña a la gente a odiar a los musulmanes", dijo en agosto al New York Times el profesor de derecho islámico de la Universidad de California en Los Angeles después de leer un resumen proporcionado por el diario, que vio como plagado de estereotipos.
Scott dice que estuvo "consternado e irritado" por esos ataques, especialmente los de Riley-Smith. "¿Cómo puede un historiador decir eso?", se queja. "Es como si yo fuera a un especialista que te dice que tienes cáncer y todavía no te he examinado".
Dentro de poco, entonces, en una sala cerca de usted: Hollywood se encuentra con la historia -y el sangriento siglo 12 con el sangriento 21.

A la Sombra del 11 de Septiembre
La idea original de Ridley Scott no era hacer una película sobre las cruzadas polémica. Sólo quería hacer una película sobre un caballero.
El director de ‘Alien', ‘Blade Runner', ‘Thelma y Louise', ‘Gladiador' y ‘Black Hawk derribado', es pelirrojo y tiene una barba blanquecina -tiene 67- y, en esta azul mañana californiana, la resignada expresión de un hombre que estaría mucho más a gusto sudando en alguna locación en Marruecos que atrapado en un hotel lujoso con la prensa del espectáculo.
Nacido en Inglaterra en 1937, Scott dice que creció adorando a John Wayne y Charlton Heston. En bellas artes fumaba Gauloises y se emborrachaba on Ingmar Bergman y Akira Kurosawa -artistas que, dice, "no sólo consideran el material, también toman en cuenta la luz que hay en el árbol al fondo". Tanto con Hollywood como con el cine alternativo como parte de lo que llama su "ADN", ha combinado la fórmula de hacer cine con un rico y enmarcado estilo gráfico que lo ha mantenido en el mercado desde su primera película, ‘Los duelistas', de 1977.
Siempre supo, dice, que quería hacer películas sobre lo que llama las "figuras icónicas" tan amadas de Hollywood: extraños que "están al borde de la sociedad" y desarrollan sus propios códigos éticos. Policías, por ejemplo, o cowboys. O esos tíos medievales con corazas de metal pesado y códigos de caballería.
En el otoño de 2001, después de unas malas salidas, finalmente empezó a ocurrir.
Scott estaba trabajando en un proyecto diferente con el guionista William Monahan cuando él tocó el tema. "Yo dije: ‘¿Qué sabes sobre caballeros?'", dice Scott, "y él dijo: ‘¿Con corazas? ¿Armaduras pesadas y maya de metal?'" El director rió. Sabía que había encontrado a quien buscaba.
Esta conversación tomó lugar "a la sombra del 11 de septiembre", dice. Está seguro de que su película de caballeros habría ocurrido con o sin ese cataclismo ni las guerras que lo siguieron -también dijo que el 11-9 y la fuerte reacción a la observación sobre las cruzadas de Bush, fue parte de la razón por la que decidió no utilizar la palabra en el título.
Sin embargo, el trasfondo serían las cruzadas. Eso fue producto de Monahan. El guionista había argumentado que estas reñidas guerras religiosas ofrecían el contexto más dramático en el que desarrollar el caballeresco héroe de Scott.
¿Pero qué cruzada? La historia les ofrecía un montón de opciones.

Las cruzadas históricas fueron variadas y complejas, y es difícil para un no especialista moderno seguir la línea justa. La era de las cruzadas empezó el 27 de noviembre de 1095 cuando el Papa Urbano II -diseñando un horripilante pero en gran parte imaginario retrato de los crímenes de los musulmanes contra los cristianos de Oriente- llamó a voluntarios armados a realizar actos de penitencia que les ayudarían a encontrar la salvación. Debían marchar en ayuda de sus hermanos ortodoxos en Constantinopla -que habían pedido ayuda para defenderse de los turcos de Seljuk- y, mientras estaban en ello, traer de Jerusalén el santo sepulcro.
El fin del movimiento ha sido a menudo fechado junto con la caída del último bastión de los cruzados en el continente en Oriente Medio en 1291. Muchos historiadores encuentran esta definición demasiado estrecha, porque deja fuera varios intentos posteriores, para no mencionar las cruzadas más cerca de casa contra una variedad de paganos europeos, herejes y enemigos políticos del papado. Pero no importa: 20th Century Fox no va a financiar un espectáculo extravagante de Ridley Scott sobre la Cruzada Albigense o la Guerra de las Vísperas Sicilianas.
Los cineastas pudieron haber optado por la caótica pero triunfante Primera Cruzada, que culminó en 1099 cuando Jerusalén cayó ante los soldados cristianos después de 461 años de dominio musulmán. Un pequeño problema: Tendrían que tratar la tendencia de esos cruzados pioneros a masacrar a los judíos europeos que encontraban en el camino hacia el Oriente y la brutal masacre de los musulmanes de Jerusalén, una aventura extravagantemente insensata que terminó con el ejército cristiano occidental luchando contra no musulmanes en Palestina y contra los cristianos ortodoxos en Constantinopla (que saquearon despiadadamente). O pudieron haber elegido la más documentada Tercera Cruzada, en la que el rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León se enfrentó al legendario Salah al-Din Yusuf ibn Ayyub, mejor conocido como Saladino, el líder kurdo que había unido recientemente a los musulmanes de Siria y Egipto.
Sin embargo, Scott y Monahan se conformaron con un período dramático justo antes de la Tercera Cruzada, cuando los barones cruzados que hacían la guerra en lo que se había llegado a conocer como el Reino Latino de Jerusalén se vieron obligados a defenderse del creciente poder de Saladino. El rey Ricardo sólo aparece tardíamente en un papel secundario. El héroe de la película es Balian de Ibelin, un barón del Reino Latino cuyo derecho histórico a la fama es que dirigió la defensa de Jerusalén contra Saladino.
Una consecuencia involuntaria de esta opción fue la acusación del autor James Reston Jr. de que Scott, Monahan y Fox se habían apropiado de porciones de su libro de 2001 ‘Guerreros de Dios', una popular historia de la Tercera Cruzada cuyos capítulos iniciales destacan muchos de los mismos personajes que la película. El libro de Reston vivió una subida de las ventas después del 11 de septiembre y fue comprado como opción por el veterano productor Mike Medavoy, de Phoenix Pictures. Medavoy, a su vez, la envió a Scott, del que sabía que tenía interés en el tema.
Reston y sus abogados han amenazado con un juicio.
Fox, Scott y Monahan han negado la acusación. "No hubo ningún plagio, punto", escribió Monahan en un e-mail. "He estado trabajando sobre la caída del Reino Latino en los últimos treinta años".
Una consecuencia más positiva de elegir este segmento de la historia fue que debido a que Balian era un nombre que pocos espectadores conocerían, los cineastas lo podían transformar en el tipo de héroe que quisieran. Lo convirtieron en Orlando Bloom, llevando este vez una cimitarra en lugar del arco de duende de ‘El Señor de los Anillos'.
También consiguió una historia completamente imaginaria -y un punto de vista distintivamente no del siglo 12.

No Me Interesa la Religión
Balian es un hombre con una misión. Un herrero francés cuya amada esposa se ha suicidado recién, mata a un maligno sacerdote que falta el respeto a la mujer muerta, y luego se marcha a Jerusalén. Espera compensar los pecados de ella y los suyos, pero, terminado su peregrinaje, sus oraciones no obtienen respuesta.
"Parece que he perdido mi religión", le dice a un compañero, un miembro de una orden de monjes combatientes llamados los hospitalarios que hace de guía espiritual.
"No le doy importancia a la religión", dice el hospitalario. "He visto en la palabra ‘religión' la demencia de los fanáticos de todas las denominaciones ante la voluntad de Dios". La santidad, explica, se encuentra en "la acción justa y el coraje para defender a los que no pueden defenderse a sí mismos".
Son palabras que deben ser respetadas. Balian, que ya ha sido hecho caballero, toma partido por la facción de Jerusalén que cree que la coexistencia pacífica con los musulmanes. En el pequeño feudo que heredó inverosímilmente de su padre largo tiempo desaparecido, se arremanga la camisa para ayudar a su fuerza de trabajo mixta de musulmanes, cristianos y judíos para hacer florecer el desierto. Cuando estalla la guerra y alguna pobre gente corre el riesgo de ser aplastada por la caballería de Saladino, dirige una carga aparentemente desesperada para rescatarlos.
Oh, y se enamora de la Reina de Jerusalén, y ella de él, pero rechaza que el asqueroso militarista de su marido sea asesinado para que él se pueda casar y quedarse con el trono. Previsiblemente, Saladino y el Reino Latino están pronto en guerra, aunque Saladino -representado con la arrugada gravedad del actor y director sirio Ghassan Massoud, que hace aparecer a Bloom como su tuviera 12 años -tiene que ser provocado.

¿Qué hay de malo con esta película, desde un punto de vista histórico?
Es difícil empezar. Así que empecemos con las buenas noticias.
"Creo que hace un muy buen trabajo de presentar la textura material y el aspecto de la vida en la Edad Media", dice Nancy Caciola, que enseña historia medieval en la Universidad de California, San Diego, y a la que Fox contrató para que viajara a Pasadena y hablara con los periodistas. Caciola aprueba particularmente el hecho de que el Jerusalén de Scott es "polvoriento, lleno de vendedores callejeros, animales y carros -sabes, no es un lugar de aspecto prístino".
"Visualmente es impresionente. Las batallas se ven fantásticas", dice Jonathan Phillips, de la Universidad de Londres, autor de ‘The Fourth Crusade and the Sack of Constantinople' [La Cuarta Cruzada y el Saqueo de Constantinopla] que hace poco fue invitado a ser fragmentos de la película y oír a Scott sobre el asunto.
Y sin embargo: "Cuando dio la charla del pre-estreno", dice Phillips, "puso gran énfasis en la cantidad de investigación que se hizo. Yo aprecio que al hacer una película para una audiencia masiva hay que tomar algunas libertades -pero debería reconocerse".
Las pequeñas y medianas imprecisiones son numerosas. Para tomar un ejemplo: "La historia de amor es un non sequitur", dice Phillips. La verdadera reina amaba a su marido, el que aunque no era ciertamente de primera, tampoco era el ogro idiota en que lo transforma la película.
Para ser justos, Scott admite algunas de estas cosas. "Hicimos un poco de trampa", dice sobre una modesta manipulación de la cronología para propósitos dramáticos, o sobre una imprecisión biográfica en el modo en que termina la película. "No creo que interese a alguien, realmente, excepto a los historiadores".
Probablemente tiene razón. Pero Caciola, Phillips y otros historiadores con conocimiento del período se preocupan menos de este nivel de delitos históricos menores de lo que ven como una serie de delitos graves contra el pasado.
Veamos la actitud escéptica que exhibe el personaje de Bloom y la película como un todo hacia la religión. "Dios comprenderá", dice Balian en un momento, "y si no comprende, entonces no es Dios". Dice Caciola: "No creo que ese sea el modo en que pensaba la gente de la Edad Media". En cuanto a lo que Scott describe como el permanente descenso de su héroe en el agnosticismo, el historiador de la Universidad de Saint Louis, Thomas Madden, lo pone en duda. En la Edad Media, dice Madden, perder la fe en Dios era visto como una forma de demencia.
Veamos el paraíso multicultural que Balian y sus aliados están tratando de construir en Jerusalén. Es verdad que los señores cristianos de la ciudad permitían a sus súbditos musulmanes que practicaran libremente su religión, tal como los musulmanes lo permitieron a los cristianos cuando Jerusalén estaba en sus manos. Pero esto era pragmatismo de la clase dominante, y nada más. En palabras de Caciola la tolerancia del pluralismo religioso como un sistema de valores "es una construcción post-Ilustración".
O el retrato que hace la película de un paciente, el bondadoso Saladino que comparte los sueños utópicos de Balian: "El principal problema que tengo es Saladino", dice Phillips. "Sí, es un hombre honorable", como lo retrata la película. Pero eso difícilmente significa que quiere una paz permanente. Si no expulsa a los cristianos "perderá todo su apoyo y respaldo y su base política".
Entretanto Khaled Abou El Fadl, el profesor de la Universidad de California en Los Angeles que atacó la película de Scott, ha llenado su copia del guión de comentarios garabateados sobre su imagen de los musulmanes. "¡Típico!", escribe sobre una escena en la que Balian, sin coraza, y un agresivo "caballero sarraceno" se pelean en el desierto. Y: "¿Esta es la imagen de tolerancia que se supone vivían Jerusalén durante el dominio cristiano?" Y: "¡Dios mío! ¡Es la imagen típica del clérigo musulmán!"
Este último comentario se refiere a un ulema fanático que enfada particularmente a Abou El Fadl. "Es como si no pudiera haber un clérigo musulmán que tenga valores morales o que represente una tradición ética", dice.
En la versión definitiva, el papel del ulema parece haber sido reducido. (‘El reino de los cielos' fue reducida de más de tres horas a dos y quince minutos; Scott dice que la versión más larga aparecerá en su DVD de director). Otras cosas que molestaban a Abou El Fadl han desaparecido enteramente. La semana pasada el Consejo sobre las Relaciones Americano-Islámicas [Council on American-Islamic Relations] anunció su opinión sobre la película de que ofrece "una descripción equilibrada y positiva de la cultura musulmana durante las Cruzadas".
Sin embargo, la fuerte reacción de Abou El Fadl sobre la probabilidad de que algunos musulmanes vean la película de Scott a través de sus lentes históricas propias y radicalmente diferentes.
Parece justo. Pero si excavamos un poco más, nos encontramos ante una paradójica complicación.
Esas lentes musulmanes no es tan diferente como esperábamos.
Y aquí es donde la historia de las Cruzadas -y su relación con el 11 de septiembre- se pone fascinante y rara.

Saladino, Hemos Vuelto
Un año después de los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono, Jonathan Riley-Smith, de Cambridge -el temprano crítico de Scott que es quizás el mejor conocido historiador vivo de las cruzadas- fue invitado a Virginia a dictar una charla en la Universidad de Old Dominion. También habló con analistas de la CIA y del FBI sobre el uso retórico de las cruzadas por Osama bin Laden.
Riley-Smith publicó su propia versión de la charla de Old Dominion como ‘El islam y las Cruzadas en la historia y la imaginación, 8 de noviembre de 1898-11 de septiembre de 2001'.
"Uno a menudo lee que los musulmanes heredaron de sus ancestros medievales amargos recuerdos de la violencia de los cruzados", escribió. "Nada está más alejado de la realidad".
Lo que realmente pasó, de acuerdo a los historiadores de las cruzadas -el análisis de Riley-Smith se deriva en parte del trabajo de Carole Hillenbrand de la Universidad de Edimburgo, cuyo libro ‘The Crusades: Islamic Perspectives' es el más importante trabajo de análisis del punto de vista musulmán- es que después de que los musulmanes expulsaran a los cruzados, ellos en general olvidaron este desagradable episodio. Si se detenían en él, era con lo que Riley-Smith describe como "indiferencia y complacencia". Después de todo, ellos habían ganado -fueron tiempos grandiosos. También desde su punto de vista hicieron frente a retos mucho más grandes, entre ellos la terrible carnicería cometida por los descendientes mongoles de Genghis Khan.
Entretanto en Europa las cruzadas siguieron estando en el centro. Fueron presentados por los cronistas medievales como la cúspide de la caballería, ridiculizadas por filósofos ingleses como su intolerancia religiosa, rehabilitadas por los historiadores del siglo 19 como gloriosos antecedentes del nacionalismo y retratadas -primero con la aprobación, luego con la desaprobación- como precursoras del colonialismo europeo. A través de todo esto, la figura de Saladino se estableció en la imaginación europea como el más valioso y caballeroso de los enemigos de los cruzados, tal como en ‘El reino de los cielos'. En Damasco, en contraste, se dejó que su tumba decayera.
La mención de Ruley-Smith del 8 de noviembre de 1898 se refiere a una extraordinaria manifestación de este contraste. Ese día el Emperador Wilhelm II de Alemania "puso una bandera de satén y una corona con una leyenda dedicada al ‘Héroe el Sultán Saladino', en la tumba de Saladino, la que tuvo algún problema en ubicar. Luego pagó para restaurar la tumba e incluyó "otra corona, esta vez de bronce, con la inscripción ‘De un emperador a otro'".
Pero la visión de las cruzadas en el mundo musulmán estaba a punto de cambiar. Empezó a mirar estas guerras antiguas a través de lentes europeas, y vio lo que era: opresión colonial.
El jefe del Imperio Otomano, que estaba perdiendo rápidamente territorios a los europeos, respondió diciendo que sus enemigos habían empezado una nueva cruzada. La Primera Guerra Mundial y sus secuelas resultaron en la renovación de la presencia británica y francesa en los viejos territorios cruzados de Palestina, el Líbano y Siria -"Mirad, Saladino, hemos regresado", proclamó un gobernador militar francés. La metáfora de la cruzada fue recogida por los nacionalistas árabes. Saladino fue revivido como un personaje inspirador. Más tarde en el siglo, sería recogido por gente como Hafez Assad, de Siria, y por Saddam Hussein, de Iraq.
Los islamitas radicales adoptaron la metáfora y la ampliaron. Argumentaron, observa Riley-Smith, que "toda ofensiva que incluya un intento de hegemonía económica o política contra el islam en cualquier parte por aquellos que se llaman cristianos" era una forma de cruzada, lo mismo que acciones similares por substitutos como el ‘estado cruzado' de Israel. Esas nociones ayudan a nutrir a al Qaeda -y son ampliamente compartidas por musulmanes moderados que no pensarían en iniciar ellos mismos ningún acto de violencia.
"He hecho innumerables entrevistas desde el 11 de septiembre", dice Madden, de la Universidad de Saint Louis, y los entrevistadores a menudo preguntan "cómo las cruzadas ‘crearon' la situación en Oriente Medio. Mi respuesta es que no tienen nada que ver con la situación actual. Pero sí con la redefinición de las cruzadas que surgió del colonialismo del siglo 19 -eso es lo que hicieron".
Las actuales interpretaciones musulmanas de las cruzadas son una forma de ‘memoria recuperada', dice más de un historiador de las cruzadas, y esa interpretación, verdadera o falsa, es poderosa. ¿Es un milagro que una película de cruzados de Hollywood -cualquier película de Hollywood- parezca a algunos como una piedra cinematográfica lanzada directamente contra el nido de víboras de la política?

No Es un Documental
Una película. Miles de palabras. ¿Qué agregará, al final, ‘El reino de los cielos'?
Cualquiera sean sus intenciones, la película de caballeros de Riley-Scott no puede escapar de la época histórica que es su escenario ni la época en que fue rodada. Es probable que sea considerada tanto como una inofensiva versión de Hollywood como una peligrosa provocación; tanto históricamente evocadora e históricamente obtusa. Para un observador moderadamente neutral, no aparecerá como dirigida intencionalmente contra algo, excepto el fanatismo religioso de todos los colores. Pero como lo puso uno de los expertos históricos importados de Fox, la película con toda seguridad va a ser "interpretada por muchos analistas".
El guionista Monahan está de acuerdo. "Las películas son eventos culturales de tan alto voltaje", explica, "que a veces hace que la gente salga del letargo para desatar una retórica pragmática, independientemente de la película". La película que él y Scott hicieron no tiene nada que ver con el 11 de septiembre, dice, y, para ser precisos, bueno, Shakeapeare también modificaba la historia: "Lo que usas como dramaturgo, es lo que sirve".
"Este no es un documental", advirtió a la prensa en Pasadena otro experto de Fox, el historiador medievalista y de la historia del cine, Hamid Dabashi. "Esto es una obra de arte".
Quizás lo mejor sea que juzgue la historia.
Sin embargo, si uno habla lo suficiente con Dabashi y otros que han visto la película, es probable que surja una secuencia particularmente impresionante. Es también la única que Scott -el hombre con instintos de Hollywood y el ADN visual- menciona cuando se le pide que mencione las imágenes más significativas de la película.
Empieza cercana y personal, en medio de esa desesperada batalla para defender la brecha en la muralla de Jerusalén. Orlando Bloom ha perdido su casco -como todas las estrellas en semejantes batallas, para que los fans no les pierdan de vista entre las verraqueantes y ensangrentadas masas- y él está metiendo cuchilla como un loco, a veces subexpuestas, a veces en cámara lenta.
Pero entonces la cámara de Scott nos eleva en el aire sobre la muralla derruida. Vemos cómo los soldados se hacen cada vez más pequeños y se extiende el horizonte. Es como si hubiéramos adoptado el punto de vista de Dios, desde el cual es mucho más difícil -de hecho, imposible- justificar la barbarie abajo.
"Eso claramente habla por sí mismo", dice Scott. "Y ahí es donde creo que la gráfica es mejor que las palabras".

5 de mayo de 2005
29 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh

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