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dónde están los libros


[Cristóbal Peña] La Biblioteca Nacional de Perú reclama a Chile la devolución de joyas bibliográficas expoliadas durante la Guerra del Pacífico. Hacia 1880, el principal centro bibliográfico peruano albergaba unos 56 mil volúmenes. Tres años después, al retirarse las tropas chilenas que ocuparon Lima, quedaron poco más de 700. Perú supone que esos libros se encuentran en Chile y reclama su devolución.
En marzo de 1881, dos meses después de la entrada de las tropas chilenas a Lima, el entonces director de la Biblioteca Nacional de Perú, coronel Manuel de Odriozola, acusaba a los ocupantes del "más escandaloso y arbitrio despojo". En una conceptuosa aunque enérgica carta dirigida al Presidente chileno Domingo Santa María, el bibliotecario reclamó que "los libros son llevados en carretas y entiendo que se les embarca con destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como si los libros representaran material de guerra".
Fue el primero de una serie de reclamos históricos por el tema de los libros expoliados. En Perú calculan que fueron cerca de 56 mil los ejemplares sustraídos por tropas chilenas, casi la totalidad del depósito. Por estos días, en medio de asperezas diplomáticas, autoridades limeñas han renovado acciones en favor de una devolución.
Sinesio López, director de la Biblioteca Nacional de Perú, informó hace unas semanas que el tema lleva un par de años alojado en la agenda de conversaciones de ambas cancillerías. Y aunque todavía siguen en eso, conversando, López afirma que en el último tiempo "se han producido avances", lo que no es poco para un asunto que "en algún momento fue muy tenso, que (en Chile) negaron".
La voluntad está. Eso es seguro. El tema, sostienen autoridades chilenas, es dónde se encuentran - en caso de existir- los miles de ejemplares reclamados.

Papel de Envolver
En su ‘Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia' (1904), el historiador peruano Mariano Paz Soldán consigna que, a pocos días de la ocupación, el coronel Pedro Lagos estableció su cuartel en la sede de la Biblioteca de Lima. Al constatar la riqueza del depósito -provisto de códices, incunables (impresos hasta principios del siglo XVI), documentos de la Inquisición y manuscritos de cronistas españoles y virreyes-, ordenó al director que le entregara las llaves.
"Desde ese momento principió el saqueo descarado de ese sagrado depósito", dice Paz Soldán, describiendo el procedimiento usado por las tropas del coronel Lagos. "Se cargaban carros con toda clase de libros, que se llevaban a casa de los chilenos y de allí, después de escoger lo que les convenía, el resto lo vendían en el mercado al precio de seis centavos de libra para envolver especies y cosas por el estilo".
En esos días de convulsión y escasez, los libros servían para envolver pescado y un poco más. "Eran utilizados como medio de pago para obtener alimentos y bebidas" -dice Sergio Villalobos en su estudio ‘Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa'-, y cualquiera podía andar por la calle con una joya bibliográfica bajo el brazo. El escritor Ricardo Palma, por entonces subdirector de la Biblioteca Nacional de Perú, dijo haber comprado a un soldado chileno, "por dos reales de plata", un valioso incunable de 1499 que había sido donado en 1822 por el general San Martín, fundador de la biblioteca.
El mismo Palma hizo un inventario al retiro de los chilenos y no demoró mucho en la tarea. "Biblioteca no existe, pues de los 56 mil volúmenes que ella contuvo, sólo he encontrado 738, la mayor parte en latín, y aún éstos truncos".
Villalobos cree que "una proporción importante" de lo que Perú supone expoliado nunca llegó a Chile. El historiador atribuye gran parte de las pérdidas patrimoniales al saqueo de los propios peruanos, ocurrido en las horas previas a la entrada de los chilenos a Lima, y al tráfico de piezas que posteriormente se dio entre chilenos y peruanos. En esto último coincide la bibliotecaria peruana Sonia Gamboa, para quien "no todos los libros que desaparecieron de la biblioteca viajaron a Chile, sino que muchos de ellos fueron destruidos o vendidos".
Algo similar constató hace 121 años el presidente Santa María. En respuesta a una solicitud de Ricardo Palma en aras a una devolución, en 1884 Santa María respondió que "son pocos los de esta especie, pues la mayor parte se han perdido de aduana en aduana, y de oficina en oficina". Excusándose de no poder "desarmar las bibliotecas en que pudieran encontrarse catalogados", el presidente chileno envió de vuelta una partida de 200 libros con el sello de la biblioteca limeña.
Aunque con ese gesto Chile dio por reparado el daño, Perú siguió reclamando una reintegración. Parte del botín, concluyó el peruano Teodoro Hampe, se encontraría en el Catálogo del Fondo Inquisición del Archivo Nacional chileno. Sin embargo, en la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam, no tienen registro de un solo volumen. "Nuestro catálogo está en línea y cualquiera puede consultarlo", dice la directora de la Dibam, Clara Budnik, poniendo en duda tal versión.

El Incierto Destino del Botín de Guerra
No sólo libros de origen peruano llegaron a Chile en los años de la ocupación. También joyas, muebles, armas y obras de arte, considerados objetos compensatorios o trofeos de guerra. Patricio Lynch, gobernador militar chileno de Perú, documentó entre octubre y diciembre de 1881 el envío a Valparaíso de tres cargamentos con piezas que en parte habían pertenecido al Museo Nacional, el Palacio de la Exposición, la Escuela de Medicina y de Minas, entre otros.
El historiador peruano Mariano Paz Soldán consignó el procedimiento. "No pasaron tres días de la ocupación y ya se veían en las puertas de los nuevos cuarteles carretas cargadas de lujosos muebles, libros, instrumentos y otros artículos (...) Lo de menos valor o estimación se vendió por mercaderes ambulantes a vil precio; los sobrantes, se remitieron al gobierno de Chile".
Sin embargo, con excepción de los trofeos de guerra propiamente tales, distribuidos en museos del país, el destino que tuvieron la mayoría de esos bienes se ha perdido en el tiempo.

9 de mayo de 2005
©tercera

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