Blogia
mQh

nueva estrella en china


[William Grimes] Terminó en una popular telenovela china.
En 1994, recién egresada de la Universidad de Columbia, Rachel DeWoskin se encaminó hacia Pekín y un prometedor trabajo en relaciones públicas. Entonces intervino el destino. En un par de meses, tenía un empleo secundario como Jiexi, la manipuladora y seductora destructora de hogares americana de ‘Chicas Extranjeras en Pekín', una telenovela terriblemente popular que la transformó en una celebridad de la noche a la mañana.
DeWoskin está todavía tratando de descubrir qué pasó. ¿Por qué decidieron los chinos adorar a una no-actriz apenas competente cuya voz es doblada para que su mandarín suene todavía peor de lo que suena? ¿Por qué la vistieron los productores con un brillante traje rojo de mujer de negocios y un abrigo de pieles, cuando se suponía que era una estudiante de un programa de intercambio? ¿Y cómo se explicaba que ganara solamente 80 dólares por episodio de una serie que es vista por 600 millones de espectadores en China?
Estos y otros imponderables dejan perpleja a DeWoskin mientras cuenta, en esta hábil y chiflada comedia de equivocaciones, sus improbables aventuras como una reina de novela y su enredado viaje por la nueva China empresarial.
Hay que reconocer su arrojo. Evaluando el paisaje a su llegada a Pekín, DeWoskin decidió que podía adueñarse de la ciudad a pesar de su vacilante dominio del idioma y casi total falta de credenciales como ejecutiva de relaciones públicas. "Es sólo una ciudad más", concluyó. "Debe ser entendida o descifrada como cualquier otra -sólo hay que conocer el ritmo y las palabras".
No tan rápido. Esos ritmos y palabras pueden ser elusivas. La propiedad inmobiliaria, por ejemplo, exhibía rasgos inusuales. DeWoskin canceló su alquiler porque su apartamento estaba en el Edificio 4 de un enorme complejo, y la palabra para cuatro es homónima de ‘muerte'. (Todavía peor es la combinación de 1 y 4, que significa ‘muerte inminente' y explica por qué los ascensores chinos no muestran el piso 14).
Los ascensores no funcionan de noche, descubrió DeWoskin. Incluso los automáticos vienen equipados con un operador humano para quien el trabajo es una sinecura de toda la vida, o un "bonito cuenco de arroz". Los operadores se marchaban a casa a las 11 de la noche y apagaban la electricidad, lo que quería decir que DeWoskin, después de filmar ‘Chicas Extranjeras', tenía que subir 18 pisos de escaleras sin iluminación para llegar a su apartamento.
Afortunadamente, DeWoski fue asesorada. Se unió rápidamente a un equipo de jóvenes chinos, en proceso de movilidad ascendente, que pueden ser descritos como bohemios ambiciosos, sintonizados a la cultura occidental y libres desde hace poco de perseguir metas personales. Ellos formaban la cara moderna de Pekín, una ciudad cuya fermentación intoxicaba a DeWoskin y a un pequeño ejército de jóvenes occidentales, como su amiga Kate, que anunció ante una perpleja mujer china: "Todo en China es nuevo y terrífico".
Quizás su mejor maestro fue ‘Chicas Extranjeras', que, en su inefable estilo de pacotilla, captó las contradicciones y anhelos de la moderna China. Su historia sobre dos guapos chinos, uno fiel a su patria, el otro fiel a su amor, paraliza a las audiencias. El programa ofrece un poco de todo: padres preocupados, conflictos entre la tradición y la modernidad, hombres casados infelices, esposas obedientes, sexo de tres equis, malentendidos entre Oriente y Occidente y, lo mejor de todo, mujeres occidentales guapas con pelo largo. ‘Chicas Extranjeras' tenía un fresca y permisiva exuberancia, y China no la dejó escapar.
Las chicas representaban al Occidente ilícito y seductor. "Están enamoradas de la cultura china y de las tapas verdes", dice el tema de la canción. "Llevan vidas despreocupadas y alegres". La mejor del lote, sin embargo, era la chica mala Jiexi, cuya tórrida y sacrificada pasión por el casado Tianming cautivó a audiencias de todas las edades. Las mujeres viejas se acercaban a DeWoskin en la calle y, acariciándole el pelo, arrullaban: "El amor con Tianming era de verdad, ¿no?" Las jóvenes se aparecían por su apartamento (su productor entregaba dichoso la dirección) y le ofrecían amistad.
Para su asombro, DeWoskin se transformó en un rol modélico y guía de consumo. "Las mujeres chinas miraban qué productos compraba Jiexi y luego hacían lo mismo: lápiz labial, champiñones crudos, zapatos, y bonito", escribe. El estrafalario ademán de levantar el pulgar con que saludó a sus amigas después de ver a Tianming se transformó en símbolo de su imagen y durante años después, escribe, "policías y extraños me saludaban levantando el pulgar en la calle".
DeWoskin pasó un buen rato riéndose de sí misma. Pero también hace perspicaces comentarios sobre el atractivo de la telenovela. Una escena en la que Jiexi y Tianming son interrumpidos por una mucama en un hotel justo cuando comienzan a hacer el amor apasionadamente encontró eco en los espectadores, escribe, porque China es un país sin privacidad.
"En el mundo de ‘Chicas Extranjeras de Pekín' la gente se espía, se cuentan cosas unas a otras y escriben notas anónimas para revelar los secretos de los demás", escribe. No es difícil imaginar la excitación de los espectadores cuando Jiexi se volvió hacia Tianming y dijo, como sólo una americana podría: "No me importa quién me vea. No tengo nada que ver con nadie. Este asunto es de dos".
Cuando DeWoskin termine de rodar ‘Chicas Extranjeras', la narrativa se pone a divagar. Se transforma en una versión china de ‘Friends', cuando el autor, desempeñando expertamente el papel de perplejo americano, tambalea de un malentendido cultural en otro y luego se apiña con sus amigotes en restaurantes de moda para comentar los acontecimientos.
Lo abandona a fines de 1990. Pekín ya no es tan terrífica. Se parece mucho a Hong Kong. En el aeropuerto, un deleitado aduanero le ofrece una cariñosa despedida. "Jiexi", le dice, "en China serás siempre bienvenida".

21 de mayo de 2005
13 de mayo de 2005
©new york times
©traducción mQh

0 comentarios