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clérigos en siria


[Anthony Shadid] Una fuerza imprevisible: el clero sancionado por el estado en Siria.
Damasco, Siria. Incluso antes de que el mensaje se diera a conocer en el sermón del viernes, el medio ya está zumbando con la eficiencia que hace de la mezquita de Abu Nour uno de los más asombrosos ejemplos del evangelismo musulmán.
En su edificio de granito blanco y mármol negro de nueve pisos, sus ventanas adornadas con un arabesco de piedra, dos pantallas como de cine exhiben un discurso de casi 20 años del difunto gran mufti de Siria ante los miles de fieles en las alfombras rojas que esperan en el templo las oraciones del viernes. Arriba, a lo largo de las cuatro columnas que sostienen el techo abovedado, cuatro televisores emiten las mismas imágenes. Una leyenda debajo de las imágenes dirige a los fieles a http://www.abunour.net/ y a otra página en la red. Los sitios reciben 200.000 visitas al mes.
Dentro de cubículos separados por cortinas, los intérpretes entregan versiones en inglés, ruso y francés de los sermones árabes. En la página web y en devedés, ese y otros sermones son ofrecidos en otros idiomas: español, japonés, turco y chino.
El sermón que oímos es manso, una homilía sobre la importancia del conocimiento en el islam. La comunicación es lo que cuenta, y ahora son impulsados por la creciente religiosidad de la sociedad siria, generosa y orientada hacia las donaciones, y tolerados por un gobierno ostensiblemente laico.
Como en prácticamente todos los países árabes, un renacimiento religioso que lleva ya una generación está remodelando Siria, largo tiempo conocida por ser el estado más secular de Oriente Medio. Durante décadas, la Hermandad Musulmana fue una de las caras más visibles del activismo musulmán, llevando al país al borde de la guerra civil a principios de los años ochenta antes de desencadenar una represión cuyo legado todavía arroja sombras sobre el país. La Hermandad sigue siendo una fuerza en Siria, pero en términos de instituciones, organización y seguidores, es la versión del islam aprobada por el estado -Abu Nour es un ejemplo- la que redunda en la mayor influencia y puede emerger como una de las tendencias más dinámicas en una época de cambios.
Sus instituciones están difundiendo su influencia en Siria, con acceso tanto a dinero como a los medios de comunicación. Aunque son cuidadosos a la hora de expresar críticas, sus predicadores tienen un mayor alcance que otros en su misión revitalizadora. El gobierno traza líneas rojas, pero ve en su mensaje moderado un contrapeso al islam más radical, y en su fuerza, un aliado en su enfrentamiento con Estados Unidos.
El espacio del que han empezado a disfrutar la transforma en una fuerza imprevisible en un país diverso de 18 millones de habitantes. Mientras es retratado a menudo como un estado que se bambolea entre la dictadura y la democracia, Siria es mucho más complicada, su destino mucho más opaco. Hay en operación luchas entre fuerzas seculares y religiosas, entre gobierno y figuras de la oposición y, en Abu Nour y otros lugares, entre el clero respaldado por el gobierno y una tendencia más radical mantenida a flote por la guerra de Iraq. Todos están dando forma a la identidad de un país cuyas perspectivas de cambio -todavía indefinidas y furiosamente debatidas- es un tema obligado.
El sentimiento de transición es tan fuerte que algunos predicadores aliados del gobierno ya han empezado a pensar en su reputación en el caso de que haya disturbios o que caiga el gobierno. Al otro lado de la frontera el ejemplo es Iraq, donde el clero, tanto chií como sunní, emergieron de las caóticas secuelas de la invasión norteamericana en 2003 como una de las pocas instituciones capaces de ejercer alguna influencia.

Haciendo Tiempo
"En esta fase están simplemente haciendo tiempo, sabiendo que las cosas les resultarán como quieren, que sus capacidades de organización les permitirán rellenar cualquier laguna", dijo Ammar Abdulhamid, un editor que dirige una organización no-gubernamental en Damasco que se concentra en la conciencia cívica. "No tienen prisa. Han estado haciendo tiempo durante décadas, y son muy pacientes".
Siria y en particular su capital sigue siendo mucho más secular que muchas otras ciudades árabes -El Cairo o Bagdad, por ejemplo. El empedrado Casco Viejo de Damasco ha sufrido un renacimiento. Sus características casas, con sus balcones suspendidos sobre sinuosos callejones, albergan alegres bares y elegantes restaurantes que atienden hasta bien entrada la noche a las clases adineradas de Siria.
Pero la lucha por la identidad de Siria a menudo se libra en esferas donde el estado tiene poco que decir. Los fieles están trazando fronteras entre ellos y el gobierno baazista que llegó al poder hace más de 40 años en nombre del nacionalismo árabe secular. El velo de las mujeres es la manifestación más común, y su dispersión en la década pasada sigue siendo asombrosa. Otras expresiones exteriores de devoción son también comunes: los hombres llevan barba y se privan de llevar anillos de oro, que se dice que el profeta Mahoma desalentó. Más y más sirios se acercan a las mezquitas, incluso en los más lujosos barrios de la capital.
Durante gran parte de la independencia siria, la Hermandad Musulmana atendió esos sentimientos religiosos, especialmente entre los sunníes, que constituyen la mayoría en Siria. (El presidente Bashar Assad y sus aliados más cercanos pertenecen a la minoría alauita, una versión del islam chií). Pero en un sangriento enfrentamiento con el gobierno a fines de los años setenta y principios de los ochenta, miles de partidarios de la Hermandad fueron matados o encarcelados, y sus dirigentes obligados a exiliarse.
El grupo sigue siendo un comodín en la política siria. Algunas figuras de la oposición -divididos y con el apoyo de varios miles- han llamado a acercarse a la Hermandad como un modo de fortalecer sus posiciones. Desde el exilio la Hermandad ha instado en abril a un diálogo nacional. El gobierno mismo ha coqueteado con la idea de la reconciliación, aunque sigue estando dividido.
"Nos preocupa la influencia de la Hermandad, dijo el ministro de Información Mehdi Dakhlallah, considero un reformista en el gobierno. "Personalmente estoy contra la coalición entre religión y política, especialmente en sociedad de religiones múltiples, como Siria y el Líbano".
Con más influencia hay toda una generación de clérigos apoyados por el gobierno, que gozan de libertad de predicación, aceptan estudiantes y hacen proselitismo como quieren. Apoyan la visión conservadora de la sociedad, pero con una mensaje políticamente apagado.
"No estoy hablando en nombre de Dios", dijo Mohammad Habash, un influyente clérigo. "Eso no conviene a nadie".

Mensaje de Pluralismo
Habash es un miembro independiente de inefectivo parlamento sirio y director del Centro de Estudios Islámicos. Delgado, con entradas prominentes y barba recortada, entrega un mensaje de pluralismo que evoca el impulso reformista del islam político que se observa entre algunos activistas en Egipto, Turquía y Jordania.
Con permiso del gobierno y financiamiento de la clase empresarial dominada por los sunníes en Damasco, Habash ha organizado foros y coordina grupos de estudios diariamente. Lee todos los días un sermón de una hora para una radio privada, y está planeando un programa de dos horas para un nuevo canal de televisión sirio. Evita todo programa político, pero trató -sin éxito, según dijo- de reconciliar al gobierno con la Hermandad.
Algunos de los colegas de Habash, especialmente los que esperan cambios fundamentales en Siria, le han instado a mantener su distancia del gobierno para conservar su reputación. Sigue siendo cuidadoso con sus críticas. Pero ha llamado al cambio, advirtiendo que el gobierno tendrá problemas si las reformas no son sinceras.
"Si pierden esta oportunidad", dijo, "el futuro de la vida política de Siria será muy difícil".
Casi desde el alba del islam en el siglo 7, el clero ha luchado con dónde trazar la línea entre su independencia y su autoridad. A menudo la ha trazado cerca de los gobernantes, cuyas órdenes eran absolutas, y algunos en Siria todavía utilizan un antiguo término para describir a la generación de hoy: mushayikh al-sultan, el clero está en deuda con el poder (y se hacen ricos en el camino).
Pero Siria está sufriendo los dolores de revisar lo que constituye la autoridad y la legitimidad que proporciona, mientras el gobierno lucha por justificar su poder, romper su aislamiento y derrotar los intentos norteamericanos de socavarlo. Incluso si el clero no representa una amenaza para su autoridad, tiene mucho que decir a la hora de definir las ideologías que subyacen en la identidad siria -sea el nacionalismo árabe, el patriotismo sirio, el liberalismo laico o el universalismo musulmán. Algunos dicen que es casi seguro que aumenta la influencia del clero en cualquiera transición que sufra Siria.
"En una democracia, estarían en el poder, pero no ahora", dijo Haitham Maleh, abogado y activista de la oposición que ha intentado defender a los detenidos de la Hermandad Musulmana. "Si se sintieran protegidos, dirían: ‘Aquí estamos'".
La lucha por la identidad se siente quizás más agudamente en Aleppo, una bonita ciudad de 2 millones de habitantes en el norte de Siria que ha estado tratando durante largo de tiempo compitiendo por influencia con Damasco y es considerada como una de las ciudades más religiosamente conservadoras del país.
En su Casco Viejo, entre tenderetes de cardamomo, jenjibre, comino, hibisco y limones secos, las en el pasado omnipresentes fotografías del presidente y de su difunto padre y predecesor, Hafez Assad, son ahora superadas por pancartas religiosas que celebran el día de nacimiento del profeta Mahoma. Pintadas en su barrio más viejo, dicen: "Dios" y "Mahoma".

Distancia de la Política
El principal clérigo de la ciudad es Ahmad Hassoun, 55, un carismático y antiguo miembro del parlamento. Se rumorea ampliamente que facilita el pasaje de combatientes a Iraq, una acusación que rechaza. Es partidario de un islam moderado, que evite la política y luche por la justicia. Al mismo tiempo, denuncia al nacionalismo árabe que apuntala al gobierno, aunque apoya lo que describe como el intento de Assad de reformar la dirigencia que "en 40 años se ha acostumbrado a tomar decisiones por sí misma".
En Damasco, se hace eco de sus palabras Salah Eddin Kuftaro, que supervisa la enorme infraestructura de la mezquita de Abu Nour. El nacionalismo árabe, dijo -un concepto usado por muchos para referirse al gobierno baazista- no ha significado más que "debilidad y derrota".
La oficina de Kuftaro, adornada con un retrato de su padre, el último gran mufti de Siria, y un retrato más pequeño del presidente, se encuentra en el cuarto piso de un edificio que atiende a 7.000 alumnos de 60 nacionalidades, de los 3.000 de hace 10 años. Su presupuesto anual es de casi 1.5 millones de dólares. Una habitación alberga 13 ordenadores, usados para poner al día las dos páginas en la red de la mezquita. Sus obras de caridad asisten a 1.500 huérfanos.
Kuftaro dijo que su padre le dio un consejo sabio: "Nuestro distanciamiento de la política nos procura éxitos". Sigue firmemente aliado con el gobierno. Pero agregó: "Es importante que hablemos de política, aunque no la ejercitemos".
"Lo que se pide al gobierno sirio es que acelere las reformas", dijo, con un traje oscuro de rayas diplomáticas. "La marea está llegando y será abrumadora. El tsunami de los halcones americanos no mostrará piedad para con nadie".
Este viernes, mientras miles de personas se dispersaban tras el sermón semanal, Kuftaro se reunía con el presidente del parlamento sirio, Mahmoud Abrash. Sentados en sillas, intercambiaron amenidades. Charlaron. Les hicieron fotografías. Entonces Kuftaro habló, reflexionando sobre la línea entre lo que se espera de él y lo que él esperaba.
"Dios bendiga al parlamento y al presidente", dijo a Abrash. "Usted está logrando que triunfe la religión".
"¡Viva la religión!", declaró entonces Kuftaro. "¡Viva el parlamento!"

27 de mayo de 2005
©washington post
©traducción mQh

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