niños tras las rejas
[Richard C. Paddock] Mientras la miseria causa un aumento de los robos, las cárceles están a punto de explotar. Niños y adultos comparten celdas.
Manila, Filipinas. Ranilyn Geronimo pasó su cumpleaños número 14 en una celda de la cárcel con otras 50 mujeres. Dos meses más tarde, todavía se encuentra allí. La celda está tan hacinada que las reclusas duermen en el suelo formando apretadas hileras; algunas de ellas duermen sobre el lado izquierdo. Durante el día la temperatura sube normalmente por sobre los 38 grados Celsius. Sus mejores amigas están acusadas de homicidios.
Su propio delito: el robo de un pescado.
Ranilyn, a la que su pelo corto da el aspecto de un chiquillo, fue detenida en el puerto de Manila y llevada a la Cárcel Municipal de Navotas hace cuatro meses. Dice que su familia es tan pobre que hasta el día de su detención sólo comía una vez al día. Su fianza se fijó en 37 dólares, pero nadie que ella conozca tiene ese dinero.
En la cárcel, la luz diurna se filtra a través de pequeñas y mugrientas ventanas en lo alto de las paredes de celdas del tamaño de un dormitorio grande. De las vigas, como telarañas, cuelgan hamacas. Algunas de las reclusas tienen llagas rojas en sus brazos y piernas. Unas pocas reclusas tosen con tuberculosis. Durante el mes de mareas altas, el agua de mar se introduce dentro, llegando a veces hasta las rodillas de los presos.
"Cuando pienso en la libertad", dijo Ranilyn, "me dan ganas de llorar".
En todo Filipinas las crecientes penurias económicas y una extendida miseria han desencadenado un fuerte incremento de los delitos contra la propiedad, especialmente el robo. El número de detenciones ha crecido enormemente y el volumen de prisioneros se ha disparado mucho más allá de la capacidad del sistema carcelario.
Los reglamentos federales exigen que los delincuentes juveniles sean albergados separados de los adultos, pero la exigencia es ampliamente ignorada. Los menores son frecuentemente encarcelados con adultos en los centros de detención, y a menudo en la misma celda.
El sistema de tribunales está tan atascado que algunos presos pasan más tiempo en la cárcel de lo que estarían si pudieran ver antes a un juez, declararse culpables y ser sentenciados.
"Miles de niños en las cárceles de Filipinas son sometidos a diario a violencias y traumas, y eso no debería dejarnos dormir en la noche", dijo Nicholas Alipui, representante de UNICEF en Filipinas, que apoya la legislación que exige centros de detención separados para niños.
En febrero la presidente Gloria Macapagal Arroyo, reconoció el desastroso estado de las cárceles del país cuando defendía su decisión no autorizar ejecuciones.
"Sabe, dadas las condiciones de nuestras cárceles, estar en prisión es peor que la muerte", dijo.
Cada vez más los filipinos responsabilizan a Arroyo del continuo deterioro económico del país y de la extendida corrupción que está privando al gobierno de recursos para proporcionar servicios básicos.
"¿Qué tipo de presidente no ayuda a los niños en la cárcel?", preguntó Ranilyn, que cumplió los 14 el 14 de abril. "Algunas presas se enferman y nos les dan medicinas. ¿Por qué no las ayuda?"
Creciente Desesperación
La economía filipina, en el pasado una de las más sólidas del sudeste asiático, se ha deterioriado firmemente en las últimas décadas. Hoy, un tercio de la fuerza de trabajo está desempleada o ha encontrado trabajo en el extranjero. La pobreza es tan extrema en algunas partes del país que la tasa de desnutrición infantil excede la de Corea del Norte, de acuerdo a cifras dadas a conocer el mes pasado por UNICEF.
Arroyo, que asumió el poder con apoyo militar en 2001 y fue elegida para mantenerse en su cargo el año pasado, hace frente a llamados cada vez más numerosos a que renuncie. En los últimos meses se cree que un grupo de oficiales militares activos y en retiro han estado organizándose sigilosamente para derrocarla.
"Estamos maduros para otro golpe", dijo Rex Robles, un comodoro de la Marina y agente de la inteligencia que trabaja ahora como analista de seguridad.
Desde que Arroyo llegara al poder, la cantidad de delitos económicos ha aumentado enormemente incluso en contraste con los delitos violentos que han descendido ligeramente, de acuerdo a estadísticas de la Policía Nacional de Filipinas.
Desde 2000, el año previo a la asunción del poder por Arroyo, hasta 2004, los robos aumentaron en un 44 por ciento, muestran cifras de la policía. Durante el mismo período, la tasa de delitos violentos, incluyendo homicidios, violaciones y atracos, bajaron de 2.73 a 2.46 por cada 100.000 habitantes, muestran los informes.
Muchos de los robos son pequeños, a menudo justo lo suficiente para comer. Pero para los pobres ser atrapado puede significar pasar meses tras las rejas.
Aneza Marivic de la Cruz fue encerrada en octubre en el Internado Femenino de Quezon, acusada de haber robado una bebida energética Milo y cuatro botellitas de champú Head & Shoulders en una tienda de abarrotes.
La mujer de 37 años admite haber colocado esos artículos en una bolsa de compras y tratado de salir de la tienda. Se trataba en total de 491 pesos, unos 9 dólares. Dijo que había pensando venderlos para comprar arroz para cocinar para su marido e hijas, de 4 y 11 años.
La sentencia típica por hurtos menores en Filipinas es seis meses. De la Cruz ha pasado casi 7 meses en la cárcel a la espera de que se vea su caso. Su fianza fue fijada en 92 dólares.
"Nadie en mi familia tiene ese dinero, porque somos muy pobres", dijo De la Cruz, cuya familia tiene poco con qué vivir desde que su marido perdiera su trabajo en 1999.
Limpia e iluminada, la cárcel de Quezon City es una de las mejores cárceles de Manila. Construida para 84 presos, alberga a 581.
De acuerdo a la Oficina de Administración Penitenciaria y Ciencia Penal, las cárceles en la ciudad albergan en promedio más de seis veces su capacidad. La Cárcel del Ayuntamiento de Makati en el rico distrito financiero de Manila es la más hacinada, con 15 veces su capacidad.
En la sórdida cárcel de Navotas, la escasez de fondos es evidente. Aquí 560 presos se hacinan en una cárcel construida para 63. Hace cuatro años la cárcel alojaba a 200 presos. La gendarme Deogracias Tapayan señala que la cárcel está tan llena que cada reclusa cuenta con menos de 0.38 metros cuadrados de espacio.
Durante el día la mayoría de las reclusas se sientan juntas en el suelo de sus celdas apenas iluminadas, a veces a mirar videos, a veces sin hacer nada. Otras presas dan vueltas en los largos pasillos entre hileras de celdas, que se convierten por la noche en un área para dormir. Muchas están esperando sus juicios. Otras están cumpliendo sentencias de hasta tres años.
Mugrientos ventiladores eléctricos proporcionan un pequeño alivio del calor. Cuando se corta la luz, como ocurre a menudo, las reclusas se abanican con pedazos de cartón. El gobierno ha prohibido el karaoke nocturno, una entretención favorita, en todas las cárceles para ahorrar en los costes de la electricidad.
Fuera, los presos y presas más fiables socializan juntos en un pequeño patio, donde cocinan para los otros presos en fogatas, se bañan, lavan la ropa, cortan el pelo y reciben a visitantes. A otros se les permite salir por un corto lapso una vez al día. Los presos comen tres veces al día, normalmente arroz con una pizca de pescado o verduras.
Entre los presos de Navotas hay 18 delincuentes juveniles, de los que Ranilyn es la única niña. Los niños, de entre 15 y 17 años, residen con 10 jóvenes que fueron apresados cuando eran menores de edad pero han cumplido la mayoría de edad en la cárcel a la espera de cargos que incluyen robo, esnifar cola, y homicidio. Algunos de ellos han estado en la cárcel durante un año y medio.
Otro recluso, un violador en la cincuentena, fue asignado a vivir en la celda y supervisar a los niños.
La celda tiene dos literas y carece de ventanas, pero con sólo 28 presos es la menos hacinada de la cárcel. La mayoría de los niños duermen en el piso de cemento sobre pedazos de cartón y sábanas de plástico.
Historia de una Familia
Entre ellos está Robert Laurel, que cumplió 15 el mes pasado. Estaba gorroneando pescado en el Puerto Pesquero de Navotas en enero cuando fue detenido por sospechas de robo.
Robert dijo que su hermano Luis, 12, murió después de ser encarcelado en la misma celda en diciembre de 2003. Luis estaba cumpliendo una sentencia por robar un reloj. Un funcionario de la prisión dijo que la causa de la muerte fue un edema.
Robert, que abandonó la escuela después del primer año básico, tiene un manojo de bigotes que le hacen aparecer mayor de lo que es. Tiene una fea cicatriz en su mejilla que parece se la hicieron con un cuchillo. Robert dijo que estaba tan borracho después de beber un gin barato, que no recuerda cómo ocurrió.
Dijo que fue arrestado dos veces antes por robar, primero un collar y luego unos Levis. Los cargos fueron desechados las dos veces, aunque admite los robos. Esta vez sostiene que detenido injustamente y piensa recusar la acusación, aunque ya ha pasado casi cinco meses en la cárcel.
Robert dijo que iba a menudo al puerto a ayudar a las tripulaciones de pescadores a seleccionar su pesca. Por su trabajo los hombres le daban peces de tan pobre calidad que, de otro modo, era vendido para hacer salsas. Llevaba el pescado a su familia, y vendía algo a sus vecinos para comprar arroz.
El día de su detención, dijo, llevaba unos 5 kilos de pescado en una bolsa de plástico cuando fue detenido por un agente de policía que desconocía el arreglo. Robert dice que no puede mencionar al miembro de la tripulación que le dio el pescado sin meterlo en problemas. Espera que el tribunal escuche su defensa este mes siguiente.
Dijo que preferiría estar en una celda con otros menores, pero no ha tenido problemas con el hombre asignado a la supervisión de los menores en la celda.
"Le llamamos Padre", dijo Robert.
La celda de los niños está al final del pasillo justo al otro lado de las mujeres, una celda que tiene seis literas, un inodoro y una cocinilla para sis 51 ocupantes.
Los hombres están peor: Hay 120 por celda.
Anhelo de Libertad
Ranilyn dice que se siente afortunada porque tiene un hueco para dormir el final del pasillo frente a una pared, y no en el medio.
"Todo el piso está lleno de gente", dijo. "Tienes que decidir de qué lado vas a dormir porque después, en la noche, no te puedes mover".
Pero realmente no hay un debate. La tradición en la celda es dormir sobre el lazo izquierdo.
Ranilyn trabó amistad con tres mujeres, dos acusadas de homicidio y una supuesta traficante de drogas. Dice que las mujeres la protegen y le han enseñado a sobrevivir en la cárcel. Lleva dos brazaletes elásticos, uno rosado y uno azul, que le regalaron para su cumpleaños. Cuando hace poco se produjo un apagón, Ranilyn estaba abanicando a una de sus amigas en una litera de abajo, leyendo una revista con fotos de mujeres ligeras de ropas.
Ranilyn, que dejó la escuela después del cuarto primario, vivía con una tía en Navotas antes de su detención. Dijo que tenía hambre todo el tiempo, pero evitó el hábito de esnifar cola que es común entre los niños del área.
"No es mi vicio", dijo. "Mis vicios son el cigarrillo y el trago".
A veces va al muelle con la esperanza de encontrar comida. Estaba allá en febrero mirnado a unos hombres cargando toneles de pescado cuando vio su oportunidad.
Un pez cayó del barril al suelo; ella caminó hasta allá, lo empujó con el pie y lo recogió.
Momentos más tarde, un guardia de seguridad la golpeó en la nuca con otro pescado. Dijo que el guardia la golpeó hasta que quedó negra y azul, le metió la cara en una caja de pescado y luego la arrestó.
A Ranilyn le gustaría declararse culpable por robar el pescado, que costaba 1.15 dólares, pero no puede mientras un juez no vea su caso.
"No entiendo por qué no puedo salir libre sin fianza", dijo. "Es un delito menor".
Cuando salga, dijo, todo lo que quiere hacer es encontrar un poco de paz encerrándose en la casa de su tía.
"Ahora tengo un objetivo", dijo. "No volver aquí".
6 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Su propio delito: el robo de un pescado.
Ranilyn, a la que su pelo corto da el aspecto de un chiquillo, fue detenida en el puerto de Manila y llevada a la Cárcel Municipal de Navotas hace cuatro meses. Dice que su familia es tan pobre que hasta el día de su detención sólo comía una vez al día. Su fianza se fijó en 37 dólares, pero nadie que ella conozca tiene ese dinero.
En la cárcel, la luz diurna se filtra a través de pequeñas y mugrientas ventanas en lo alto de las paredes de celdas del tamaño de un dormitorio grande. De las vigas, como telarañas, cuelgan hamacas. Algunas de las reclusas tienen llagas rojas en sus brazos y piernas. Unas pocas reclusas tosen con tuberculosis. Durante el mes de mareas altas, el agua de mar se introduce dentro, llegando a veces hasta las rodillas de los presos.
"Cuando pienso en la libertad", dijo Ranilyn, "me dan ganas de llorar".
En todo Filipinas las crecientes penurias económicas y una extendida miseria han desencadenado un fuerte incremento de los delitos contra la propiedad, especialmente el robo. El número de detenciones ha crecido enormemente y el volumen de prisioneros se ha disparado mucho más allá de la capacidad del sistema carcelario.
Los reglamentos federales exigen que los delincuentes juveniles sean albergados separados de los adultos, pero la exigencia es ampliamente ignorada. Los menores son frecuentemente encarcelados con adultos en los centros de detención, y a menudo en la misma celda.
El sistema de tribunales está tan atascado que algunos presos pasan más tiempo en la cárcel de lo que estarían si pudieran ver antes a un juez, declararse culpables y ser sentenciados.
"Miles de niños en las cárceles de Filipinas son sometidos a diario a violencias y traumas, y eso no debería dejarnos dormir en la noche", dijo Nicholas Alipui, representante de UNICEF en Filipinas, que apoya la legislación que exige centros de detención separados para niños.
En febrero la presidente Gloria Macapagal Arroyo, reconoció el desastroso estado de las cárceles del país cuando defendía su decisión no autorizar ejecuciones.
"Sabe, dadas las condiciones de nuestras cárceles, estar en prisión es peor que la muerte", dijo.
Cada vez más los filipinos responsabilizan a Arroyo del continuo deterioro económico del país y de la extendida corrupción que está privando al gobierno de recursos para proporcionar servicios básicos.
"¿Qué tipo de presidente no ayuda a los niños en la cárcel?", preguntó Ranilyn, que cumplió los 14 el 14 de abril. "Algunas presas se enferman y nos les dan medicinas. ¿Por qué no las ayuda?"
Creciente Desesperación
La economía filipina, en el pasado una de las más sólidas del sudeste asiático, se ha deterioriado firmemente en las últimas décadas. Hoy, un tercio de la fuerza de trabajo está desempleada o ha encontrado trabajo en el extranjero. La pobreza es tan extrema en algunas partes del país que la tasa de desnutrición infantil excede la de Corea del Norte, de acuerdo a cifras dadas a conocer el mes pasado por UNICEF.
Arroyo, que asumió el poder con apoyo militar en 2001 y fue elegida para mantenerse en su cargo el año pasado, hace frente a llamados cada vez más numerosos a que renuncie. En los últimos meses se cree que un grupo de oficiales militares activos y en retiro han estado organizándose sigilosamente para derrocarla.
"Estamos maduros para otro golpe", dijo Rex Robles, un comodoro de la Marina y agente de la inteligencia que trabaja ahora como analista de seguridad.
Desde que Arroyo llegara al poder, la cantidad de delitos económicos ha aumentado enormemente incluso en contraste con los delitos violentos que han descendido ligeramente, de acuerdo a estadísticas de la Policía Nacional de Filipinas.
Desde 2000, el año previo a la asunción del poder por Arroyo, hasta 2004, los robos aumentaron en un 44 por ciento, muestran cifras de la policía. Durante el mismo período, la tasa de delitos violentos, incluyendo homicidios, violaciones y atracos, bajaron de 2.73 a 2.46 por cada 100.000 habitantes, muestran los informes.
Muchos de los robos son pequeños, a menudo justo lo suficiente para comer. Pero para los pobres ser atrapado puede significar pasar meses tras las rejas.
Aneza Marivic de la Cruz fue encerrada en octubre en el Internado Femenino de Quezon, acusada de haber robado una bebida energética Milo y cuatro botellitas de champú Head & Shoulders en una tienda de abarrotes.
La mujer de 37 años admite haber colocado esos artículos en una bolsa de compras y tratado de salir de la tienda. Se trataba en total de 491 pesos, unos 9 dólares. Dijo que había pensando venderlos para comprar arroz para cocinar para su marido e hijas, de 4 y 11 años.
La sentencia típica por hurtos menores en Filipinas es seis meses. De la Cruz ha pasado casi 7 meses en la cárcel a la espera de que se vea su caso. Su fianza fue fijada en 92 dólares.
"Nadie en mi familia tiene ese dinero, porque somos muy pobres", dijo De la Cruz, cuya familia tiene poco con qué vivir desde que su marido perdiera su trabajo en 1999.
Limpia e iluminada, la cárcel de Quezon City es una de las mejores cárceles de Manila. Construida para 84 presos, alberga a 581.
De acuerdo a la Oficina de Administración Penitenciaria y Ciencia Penal, las cárceles en la ciudad albergan en promedio más de seis veces su capacidad. La Cárcel del Ayuntamiento de Makati en el rico distrito financiero de Manila es la más hacinada, con 15 veces su capacidad.
En la sórdida cárcel de Navotas, la escasez de fondos es evidente. Aquí 560 presos se hacinan en una cárcel construida para 63. Hace cuatro años la cárcel alojaba a 200 presos. La gendarme Deogracias Tapayan señala que la cárcel está tan llena que cada reclusa cuenta con menos de 0.38 metros cuadrados de espacio.
Durante el día la mayoría de las reclusas se sientan juntas en el suelo de sus celdas apenas iluminadas, a veces a mirar videos, a veces sin hacer nada. Otras presas dan vueltas en los largos pasillos entre hileras de celdas, que se convierten por la noche en un área para dormir. Muchas están esperando sus juicios. Otras están cumpliendo sentencias de hasta tres años.
Mugrientos ventiladores eléctricos proporcionan un pequeño alivio del calor. Cuando se corta la luz, como ocurre a menudo, las reclusas se abanican con pedazos de cartón. El gobierno ha prohibido el karaoke nocturno, una entretención favorita, en todas las cárceles para ahorrar en los costes de la electricidad.
Fuera, los presos y presas más fiables socializan juntos en un pequeño patio, donde cocinan para los otros presos en fogatas, se bañan, lavan la ropa, cortan el pelo y reciben a visitantes. A otros se les permite salir por un corto lapso una vez al día. Los presos comen tres veces al día, normalmente arroz con una pizca de pescado o verduras.
Entre los presos de Navotas hay 18 delincuentes juveniles, de los que Ranilyn es la única niña. Los niños, de entre 15 y 17 años, residen con 10 jóvenes que fueron apresados cuando eran menores de edad pero han cumplido la mayoría de edad en la cárcel a la espera de cargos que incluyen robo, esnifar cola, y homicidio. Algunos de ellos han estado en la cárcel durante un año y medio.
Otro recluso, un violador en la cincuentena, fue asignado a vivir en la celda y supervisar a los niños.
La celda tiene dos literas y carece de ventanas, pero con sólo 28 presos es la menos hacinada de la cárcel. La mayoría de los niños duermen en el piso de cemento sobre pedazos de cartón y sábanas de plástico.
Historia de una Familia
Entre ellos está Robert Laurel, que cumplió 15 el mes pasado. Estaba gorroneando pescado en el Puerto Pesquero de Navotas en enero cuando fue detenido por sospechas de robo.
Robert dijo que su hermano Luis, 12, murió después de ser encarcelado en la misma celda en diciembre de 2003. Luis estaba cumpliendo una sentencia por robar un reloj. Un funcionario de la prisión dijo que la causa de la muerte fue un edema.
Robert, que abandonó la escuela después del primer año básico, tiene un manojo de bigotes que le hacen aparecer mayor de lo que es. Tiene una fea cicatriz en su mejilla que parece se la hicieron con un cuchillo. Robert dijo que estaba tan borracho después de beber un gin barato, que no recuerda cómo ocurrió.
Dijo que fue arrestado dos veces antes por robar, primero un collar y luego unos Levis. Los cargos fueron desechados las dos veces, aunque admite los robos. Esta vez sostiene que detenido injustamente y piensa recusar la acusación, aunque ya ha pasado casi cinco meses en la cárcel.
Robert dijo que iba a menudo al puerto a ayudar a las tripulaciones de pescadores a seleccionar su pesca. Por su trabajo los hombres le daban peces de tan pobre calidad que, de otro modo, era vendido para hacer salsas. Llevaba el pescado a su familia, y vendía algo a sus vecinos para comprar arroz.
El día de su detención, dijo, llevaba unos 5 kilos de pescado en una bolsa de plástico cuando fue detenido por un agente de policía que desconocía el arreglo. Robert dice que no puede mencionar al miembro de la tripulación que le dio el pescado sin meterlo en problemas. Espera que el tribunal escuche su defensa este mes siguiente.
Dijo que preferiría estar en una celda con otros menores, pero no ha tenido problemas con el hombre asignado a la supervisión de los menores en la celda.
"Le llamamos Padre", dijo Robert.
La celda de los niños está al final del pasillo justo al otro lado de las mujeres, una celda que tiene seis literas, un inodoro y una cocinilla para sis 51 ocupantes.
Los hombres están peor: Hay 120 por celda.
Anhelo de Libertad
Ranilyn dice que se siente afortunada porque tiene un hueco para dormir el final del pasillo frente a una pared, y no en el medio.
"Todo el piso está lleno de gente", dijo. "Tienes que decidir de qué lado vas a dormir porque después, en la noche, no te puedes mover".
Pero realmente no hay un debate. La tradición en la celda es dormir sobre el lazo izquierdo.
Ranilyn trabó amistad con tres mujeres, dos acusadas de homicidio y una supuesta traficante de drogas. Dice que las mujeres la protegen y le han enseñado a sobrevivir en la cárcel. Lleva dos brazaletes elásticos, uno rosado y uno azul, que le regalaron para su cumpleaños. Cuando hace poco se produjo un apagón, Ranilyn estaba abanicando a una de sus amigas en una litera de abajo, leyendo una revista con fotos de mujeres ligeras de ropas.
Ranilyn, que dejó la escuela después del cuarto primario, vivía con una tía en Navotas antes de su detención. Dijo que tenía hambre todo el tiempo, pero evitó el hábito de esnifar cola que es común entre los niños del área.
"No es mi vicio", dijo. "Mis vicios son el cigarrillo y el trago".
A veces va al muelle con la esperanza de encontrar comida. Estaba allá en febrero mirnado a unos hombres cargando toneles de pescado cuando vio su oportunidad.
Un pez cayó del barril al suelo; ella caminó hasta allá, lo empujó con el pie y lo recogió.
Momentos más tarde, un guardia de seguridad la golpeó en la nuca con otro pescado. Dijo que el guardia la golpeó hasta que quedó negra y azul, le metió la cara en una caja de pescado y luego la arrestó.
A Ranilyn le gustaría declararse culpable por robar el pescado, que costaba 1.15 dólares, pero no puede mientras un juez no vea su caso.
"No entiendo por qué no puedo salir libre sin fianza", dijo. "Es un delito menor".
Cuando salga, dijo, todo lo que quiere hacer es encontrar un poco de paz encerrándose en la casa de su tía.
"Ahora tengo un objetivo", dijo. "No volver aquí".
6 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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Mauro -