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invasores de bagdad


[Ian Frazier] Destruyendo Bagdad.
Hace poco he estado fastidiando a todos mis conocidos contándoles todo lo que sé sobre Hulagu. Lo que pasó fue que hace un par de año Osama bin Laden dijo (en uno de sus intermitentes mensajes de video al mundo) que durante la Guerra del Golfo anterior, Colin Powell y Dick Cheney habían destruido Bagdad peor que Hulagu y los mongoles. Bin Laden no dijo quién era Hulagu, dando por sentado probablemente que no era necesario. Por supuesto, casi nadie en Estados Unidos tenía idea de qué hablaba, así que los boletines de noticias agregaron amablemente que Hulagu, el nieto de Gengis Kan, era un general mongol que saqueó Bagdad en 1258. Más allá de esa nota al pie de página, la prensa en general se encogió de hombros con la inesperada comparación de bin Laden y siguió adelante.
En esa época yo estaba investigando para un libro sobre un tema en el que los mongoles aparecían de vez en cuando. Cualquier que estudie sabe que tiene que concentrarse en su tema y no seguir todas las posibilidades interesantes que se encuentran, o terminará vagando a la deriva en un limbo de déficit de atención. Yo traté de mantenerme en la huella, pero toda vez que encontraba una referencia a Hulagu, o descripciones de las conquistas mongoles en Asia central (se dice que los ejércitos de Gengis Kan mataron a 1.6 millones de personas en la ciudad de Herat, al noroeste de Afganistán en 1222; eso es, 1.6 millones de personas despachadas con flechas, mazas y espadas), el dedo acusador de bin Laden siguió distrayéndome. Me preguntaba cómo podía una figura mundial como Hulagu ser aparentemente tan bien conocida en los rincones más apartados de Asia, y lo opuesto aquí. También me preguntaba, en términos simplemente factuales, si era correcto decir que Cheney y Powell habían sido peores que él. Las ciudades en las que tuvo lugar la historia de los mongoles eran a menudo las mismas sobre las que leía en los diarios de la mañana -Kabul, Qum, Kandahar, Mosul, Karbala, Tikrit. Leyendo sobre la guerra de Iraq parecía conducir inevitablemente a leer sobre los mongoles. También, tengo la creencia posiblemente ingenua de que uno debe entender la mente del enemigo. Finalmente dejé de resistir y me incorporé al llamado mongol.

Para las ciudades y lugares civilizados que se encontraron en el camino de los mongoles, fueron un desastre natural de la magnitud de una colisión de asteroides. Como los hunos y los escitas antes que ellos, llegaron desde las estepas de pastizales de Asia central, que producían sus enormes recursos de caballos y animales de tiro. Después de que Gengis Kan uniera a un grupo de tribus mongolas en una sola horda bajo su mando a principios del siglo 13, atacaron ciudades en China, India, Afganistán, Persia, Turquestán y Rusia. Entre 1211 y 1223 asolaron decenas de ciudades y exterminaron a más de 18.4 millones de personas en China y alrededores solamente. (Estas y otras grandes cantidades de víctimas atribuidas a los mongoles pueden haber inspirado más terror que la verdad histórica). Para cuando murió Gengis Kan en 1227, el imperio mongol se extendía desde el río Volga hasta el Océano Pacífico.
Los mongoles tenían tal cantidad de bueyes y ganado que eran capaces de llevar todo tipo de cosas con ellos -casas enteras, incluso templos- en carromatos gigantes. Los observadores decían que la cantidad de caballos mongoles estaba más allá de todo cálculo, y los guerreros mongoles contaban con varias monturas cada uno. Los mongoles pasaban tanto tiempo a caballo que tenían las piernas torcidas. Si un mongol tenía que cubrir más de 100 pasos, saltaba a un caballo. Un anal ruso contemporáneo describe al ejército mongol que se acercaba a las murallas de Kiev: "El traqueteo de sus innumerables carromatos, el bramido de los camellos y ganado, el relincho de los caballos, y el salvaje grito de batalla, eran tan abrumadores que hacían imposible toda conversación de la gente en la ciudad". Necesariamente, los mongoles hacían gran parte de sus campañas de conquista y saqueo durante las temporadas más cálidas, cuando había suficiente pasto para sus rebaños.
Sostenido por el pasto, el imperio mongol podía ser descrito como alimentado por el solar; era un imperio de tierra. Imperios posteriores, como el británico, se movilizaron por barco y empujados por el viento, eran imperios marítimos. El imperio norteamericano, si acaso es un imperio, se sostiene en el petróleo y es un imperio del aire. Una de las masas continentales más grandes del mundo, Iraq es una importante encrucijada; eventualmente, la mayoría de los aspirantes a imperio pasan por allí.
En la guerra, escribió un historiador, "los mongoles sacaban provecho del terror que inspiraban por su aspecto, su fealdad y su mal olor". Los mongoles eran de cinturas estrechas y pies pequeños, de cabeza grande. Se cortaban el pelo corto atrás y delante, y lo dejaban crecer a los lados. La costumbre les prohibía lavar sus ropas. También contribuía la dieta a su olor, que en algunas épocas del año era sobre todo leche de yegua. En las marchas no había tiempo para ordeñar, así que los jinetes mongoles abrían una vena en el cuello de sus caballos y bebían la sangre, directamente o de un morral. A los mongoles les encantaba la leche de yegua fermentada, llamada kumis. Muchos nobles mongoles morían jóvenes debido a la bebida. Después de una victoria los mongoles las celebraban bebiendo kamis, sentados en bancas hechas de tablas amarradas a las espaldas de sus prisioneros.
Los mongoles también comían en sus largos viajes la carne ablandada debajo de sus sillas de montar; requesón hecho al sol; raíces, perros, ratas -casi todo, de acuerdo a varios observadores. Marco Polo, que viajó con ellos en los años 1275-1292, escribió que comían hámsteres, que eran abundantes en las estepas. Un fraile franciscano que en 1245 trató de localizar a Gran Kan con la esperanza de convertirlo al cristianismo informó que, durante el sitio de una ciudad china, el ejército mongol se quedó sin comida y se comieron a uno de cada diez de sus propios soldados. La gente mediterránea que conocía a los mongoles sólo por su reputación, pensaban que eran criaturas con cabeza de perro que se alimentaban de carne humana.
Otros hechos sobre los mongoles: En las estepas sin árboles eran impactados por los rayos. El trueno les causaba terror. Llevaban armaduras hechas de láminas de hierro cosidos a prendas de piel gruesa, y cascos de hierro que a veces terminaban en una punta. Sus espadas eran cortas y a veces curvas. Las muescas de sus flechas eran demasiado estrechas para los arcos de los occidentales contra los que guerreaban, de modo que no podían recoger las flechas para lanzárselas de vuelta. Los arcos mongoles, hechos de capas de cuernos y tendones en un marco de madera, requerían dos hombres para tensarlos. Los guerreros los llevaban ensartados en estuches parecidos a las pistoleras en sus cinturones. Los mongoles no tenían palabras para ‘derecha' o ‘izquierda', y los llamaban ‘oeste' y ‘este' respectivamente. Cuando alguien les pedía ayuda, replicaban: "Vete, y que Dios te maldiga, porque si él te quisiera como tú a mí, él ya te habría ayudado".
Comentaristas posteriores, tratando de pensar algo positivo que decir sobre los mongoles, siempre dicen que fue el primer pueblo en unir al Este con Occidente, y en llevar noticias verídicas de unos y otros a China y Europa. Los globalmente reveladores libros de Marco Polo no habrían sido posibles sin el salvoconducto que le otorgó el poder mongol. Los mongoles sentían curiosidad por las religiones y eran tolerantes con ellas. A veces los ejércitos mongoles no destruían las iglesias, mezquitas y monasterios. Finalmente, muchas de hordas mongoles combinaron sus creencias chamanísticas con el islam o el budismo prevaleciente en los territorios que arrasaban. A diferencia de bárbaros esteparios anteriores, los mongoles tenía un fuerte cuerpo de leyes, el yasaq, basado en los decretos de Gengis Kan, que en muchos casos siguió en vigor durante siglos en los territorios conquistados. En general, los mongoles estaban bien organizados. En la cúspide de su imperio llegaron a tener un rápido y eficiente servicio postal, de mayor extensión que cualquier correo conocido hasta entonces por el mundo.
Hacia el siglo 15 mejores defensas y una creciente sofisticación en las armas de fuego empezaron a dar a las regiones civilizadas ventaja sobre la guerra de caballería de los mongoles. Los mongoles se hicieron menos peligrosos a medida que adoptaron las suaves costumbres de la gente sobre la que gobernaban. Cuando el imperio mongol finalmente se retiró discretamente a las estepas, la mayoría de los mongoles de convirtieron al budismo tibetano. Sonam Gyatso, que llegó a ser Dalai Lama en 1543, inició un viaje misionero a Mongolia en 1577, realizó muchos milagros en el camino y fue recibido con alegría por los mongoles. En menos de una generación, muchos mongoles se hicieron lamaístas, renunciando no sólo a la guerra sino a toda otra forma de violencia, incluyendo la caza y la halconería. Hoy los budistas tibetanos creen que el santo Sonam Gyatso vive su última reencarnación en la persona de Tenzin Gyatso, el actual Dalai Lama, al que vimos recientemente sonriendo beatíficamente en un anuncio para una marca de ordenadores.
Durante la época de Hulagu, los mongoles estaban todavía a siglos de ser pacíficos. Hulagu -el nombre también se escribe como Halagu, Hülegü, Hulégu, Khulagy, etc.- era Tolui, hijo de Gengis Kan. Hulagu era el tercero de cuatro hermanos, todos ellos famosos: Mongke, que superó a sus rivales para convertirse en kan en 1251, y murió de disentería; Kubilai, probablemente el kan más poderoso de la historia, que ocupó Pekín y fundó una dinastía china que duró casi cien años; Hulagu, un il-khan, o suplente del kan, cuyos dominios estaban en Persia y en occidente; y Arigh-boke, que se rebeló contra Kubilai y guerreó con él durante años hasta que Kubilai lo derrotó.
Debido a que los mongoles absorbían a tantos pueblos y toleraban diferentes religiones, pronto tuvieron budistas, musulmanes, taoístas e incluso cristianos entre ellos. Hulagu fue educado por un sacerdote cristiano nestoriano. La madre de Hulagu, Sorkhaktani, era nestoriana. (Los nestorianos tenían una visión menos exaltada de la divinidad de Cristo, y eran considerados herejes por las iglesias romana y ortodoxa). La principal esposa de Hulagu, Dokuz-khatun, también nestoriana, convencía a menudo a Hulagu de ser indulgente con los cristianos en las tierras que conquistaba. Dokuz-khatum, se dice, era descendiente de uno de los tres reyes magos que visitaron al niño Jesús en el pesebre. Hulagu mismo no llegó a convertirse al cristianismo, pero miembros de la fe en Oriente Medio lo consideraban un adalid. A la muerte de este destructor de multitudes, el jefe de la iglesia siria-jacobita dijo: "La sabiduría de este hombre, y la grandeza de su alma, y sus maravillosas acciones son incomparables... Un gran dolor acongoja a todos los cristianos en todo el mundo".

Así, por un lado tenemos a Hulagu, y por otro, Bagdad. Los mongoles destruyeron ciudades; el islam las construye. En los años que siguieron a la muerte del profeta Mahoma, en 632, sus seguidores árabes difundieron su religión a lo largo del Mediterráneo hasta España al occidente y en Asia central, al este, hasta Pakistán. En el camino fundaron nuevas ciudades o agrandaron antiguas y, de todas las ciudades de los primeros tiempos del islam, Bagdad se convirtió en una maravilla. El califa -el líder espiritual del islam, comparable al Papa- la fundó en 762 y terminó su construcción en 766. Su nombre era Jaffar al-Mansur, y pertenecía a la línea de califas abasidas, que descendían de Abas, el tío paterno del profeta. El califato abasida duró cinco siglos. Mansur eligió la pequeña aldea de Bagdad, en el Tigris, como la sede de su futura capital debido a sus posibilidades para el transporte y la agricultura. También le atraía su lejanía. Quería alejarse de las disputas de facciones que habían surgido en las antiguas capitales del islam, especialmente el cisma sunní-chií, que se produjo poco después de la muerte de Mahoma. Mansur llamó a su ciudad Madinat as-Salaam, "la ciudad de la paz", basándose en un verso que se refiere al Paraíso en el Corán. Sin embargo, el nombre Bagdad prevaleció.
En cuarenta años Bagdad se transformó en el célebre y romántico lugar en que se convertiría para siempre en la imaginación popular. Con califas ilustrados y amantes de la poesía como Harun al-Rashid, el nieto de Mansur, Bagdad atrajo a estudiosos de todos los dominios del islam, siguiendo las enseñanzas de Mahoma de que los hombres cultos están junto a los ángeles y que "la tinta de un erudito es más sagrada que la sangre de los mártires". La predicción de Mansur de que su ciudad sería un cruce de caminos se hizo realidad, y se atiborró de riquezas con el comercio de caravanas que llegaban de los cuatro rincones del mundo conocido. Los poetas que agradaban al califa podían recibir perlas; las concubinas de su harén se vendían por decenas de miles de dirhames de oro. Hacia la época de su fundación apareció en Oriente Medio un método chino para hacer papel con lino y cáñamo, y la nueva tecnología produjo libros en cantidades impensables antes. Casi todo el mundo podía leer y escribir en Bagdad del siglo 9. Mientras Europa todavía enterrada en su Edad Media, Bagdad era una ciudad de vendedores de libros, baños, jardines, zoológicos y bibliotecas. Harun al-Rashid fue el primer califa que jugó ajedrez; los bagdadíes también jugaban damas y blackgammon. Los traductores cogían libros griegos y los traducían al árabe, en el que fueron conservados para ser traducidos a lenguas europeas varios siglos después.
Los palacios de los califas eran de mármol, de maderas preciosas, jade, y alabastro, con fuentes de agua y jardines interiores, y miles de alfombras y gobelinos. Los criados rociaban a los invitados con rociadores de agua de rosas y polvo de almizcle y ámbar. Un poeta escribió: "Vivid largo tiempo, oh Califa, para contentar mi corazón. / A la perfumada sombra de los minaretes del palacio". Florecieron artes y ciencias -literatura, música, caligrafía, filosofía, matemáticas, química, historia. Debido a la necesidad de precisión para fijar el calendario religioso y orientar las mezquitas hacia la Meca, la astronomía era especialmente importante. De los mejores años de Bagdad heredamos palabras como ‘cenit' y ‘nadir', así como ‘álgebra', ‘algoritmo', ‘alcohol', ‘alambique', ‘alquimia'. Aparentemente, la comida también era sublime en Bagdad. Los huertos de la ciudad cultivaban una cornucopia de frutas, especias, pistachos, regaliz. Sus cocineros sabían cómo preparar platos complejos, y dulces como halvah y baklava.
Como ocurra con la mayoría de las épocas de oro, la de Bagdad terminó rápidamente. Un siglo después de Harun al-Rashid, la influencia y gloria de la ciudad había declinado. Cambios políticos debilitaron al califa, limitando su poder temporal a Bagdad y las regiones más cercanas, aunque los sunníes musulmanes en otros lugares todavía aceptaban su autoridad espiritual. La ciudad siguió siendo un centro de riqueza y comercio, y era una importante vista arquitectónica. Un peregrino español, Ibn Jubayr, que visitó Bagdad en 1184, escribió: "El Tigris fluye... entre sus partes orientales y occidentales... como un collar de perlas entre dos pechos". Observó la belleza del palacio del califa reflejada en el agua. El califa Mustasim, el 37 en la línea abasida, que se convirtió en califa en 1242, creía que su casa reinaría hasta el Día de la Resurrección. Los rumores de la proximidad del ejército mongol en 1257 no le inquietaron. Durante el reinado de su padre, los ejércitos del califa tenían pocos rivales que derrotar y expulsaron a los mongoles.

Hulagu partió desde el interior de Mongolia en 1253, marchando hacia el oeste a la cabeza de una inmensa fuerza que incluía a expertos en maquinarias para sitiar de varias nacionalidades. Sus catapultas podían arrojar grandes rocas, y piedras más pequeñas envueltas en combustible en llamas, y sus arqueros podían lanzar saetas untadas en resina ardiente a una distancia de 25 pasos. Mongke Kan, el hermano de Hulagu, le dijo que subyugara a las poblaciones que encontrara en el camino hacia Egipto, protegiendo a los que se sometían y matando o esclavizando al resto. Los mongoles tomaron 18 meses en cruzar Asia hasta Afganistán. Allá, y en las montañas de Persia se pararon para conquistar a los Asesinos, una secta chií extremista que aterrorizaba a los gobernantes vecinos enviando a jóvenes a matarlos en misiones suicidas. Los jóvenes eran drogados con hachís (la fuente de la palabra ‘asesino') y les decían que cuando murieran irían directamente al Paraíso donde les esperaban mujeres y otros placeres. En el asedio sin cuartel, Hulagu sacó con su artillería pesada a los asesinos de sus fortalezas en las montañas y luego los exterminó. Más tarde los historiadores concordaron en que en esto al menos, hizo un favor al mundo.
Para 1257 Hulagu había llegado al oeste de Persia. Desde ahí envió emisarios al califa ordenándole demoler las murallas de Bagdad y cerrar el foso, y presentarse en persona para jurar lealtad a Hulagu. El califa respondió que no les temía, pues contaba con la protección de todo el islam. Le aconsejó a Hulagu volverse por donde había llegado. El ejército mongol había recibido hacía poco refuerzos de otras hordas mongoles, y un contingente de caballería cristiana de Georgia. Los mongoles tenían quizás unos 850.000 soldados; ciertamente tenían más de cien mil. En noviembre de 1257 marcharon sobre Bagdad, dividiendo sus fuerzas a medida que se acercaban, para rodearla. El califa envió un ejército para detener a los que se aproximaban por el oeste, y los repelieron en una primera batalla. En el siguiente enfrentamiento, los mongoles rompieron unos diques e inundaron el terreno detrás del ejército del califa, y los mataron o ahogaron a todos.
Mustasim, el califa, no tenía carácter a la altura de estos problemas. Ha sido descrito como débil, un inseguro vago al que le gustaba beber sherbet en compañía de músicos y payasos. Peor, desde un punto de vista estratégico, Mustasim había indignado recientemente a los chiíes con varios insultos y ofensas, tales como arrojar al río el poema de una famoso poeta chií. Ahora los rencorosos chiíes ofrecieron ayuda a los mongoles en Mosul y otros lugares a lo largo de su marcha. El visir -jefe de gabinete- del califa era un chií de lealtades inciertas. La opinión musulmana ha sostenido después que el visir, al-Alkamzi, traicionó vilmente al califa y conspiró con los mongoles; una exhortación en los libros de texto en las escuelas musulmanas decía: "Que Dios maldiga a quien no maldice a al-Alkamzi". Cuando empezó la batalla, Hulagu, reconociendo la importancia del apoyo chií, prudentemente dispuso destacamentos de guardias de cien jinetes mongoles para proteger los santuarios religiosos de los chiíes en Nayaf y Karbala.
El 29 de enero de 1258, las fuerzas de Hulagu ocuparon posiciones en los lindes orientales de Bagdad y empezaron a bombardearla. Pronto rompieron la muralla exterior. El califa, a quien el visir había advertido que no tratara de huir, ofreció negociaciones. Hulagu, con la ciudad prácticamente en su poder, se negó. El resultado fue que el califa y su séquito salieron de la ciudad, siendo seguidos por lo que quedaba de su ejército, y entregaron sus armas, y los mongoles los mataron a casi todos. Hulagu pidió a los cristianos de Bagdad que se quedaran en una iglesia, que prohibió a sus soldados. Luego, durante un período de siete días, los mongoles saquearon la ciudad, matando (dependiendo de la fuente) a 200.000 soldados, u 850.000, o más de un millón. Los aliados cristianos georgianos de los mongoles se distinguían en particular por su ferocidad en las carnicerías. Los saqueadores arrojaron sus espadas y llenaron de oro sus vainas. La plata y las joyas y el oro se amontonaron en grandes pilas en torno a la tienda de Hulagu. El fuego consumió el palacio del califa, y el humo de sus vigas de madera de áloe, sándalo y ébano llenaron el aire con una fragancia que se olía a cien li. (Un li era el equivalente a 500 arcos -cien li era quizás 48 kilómetros). Tantos libros de las bibliotecas de Bagdad se arrojaron al río Tigris que los caballos podían cruzarlo galopando sobre ellos. El río se puso negro con la tinta de los estudiosos, y rojo con la sangre de los mártires.
Las historias de lo que hizo Hulagu al califa, varían. Una dice que Hulagu jugó con él un rato, cenando con él y conversando de teología y pretendiendo ser su invitado. Un famoso relato describe que Hulagu encerró al califa en un salón lleno de tesoros y le llevaba en bandeja oro en lugar de comida. El califa protestó que no podía comer oro y Hulagu le preguntó porqué no había usado su dinero para fortalecer su ejército y defenderse de los mongoles. El califa dijo: "Fue la voluntad de Dios". Hulagu respondió: "Lo que te va a pasar es también la voluntad de Dios", y le dejó pasar hambre entre los tesoros.

Muchas fuentes concuerdan en que existía el temor de que se produjera un terremoto o alguna otra catástrofe natural si se derramaba la sangre santa del califa. Chiíes entendidos dijeron a Hulagu que ninguna catástrofe se había producido tras las muertes de Juan Bautista, Jesucristo, o el santo chií Hussein, de modo que debía seguir adelante. Para asegurarse, Hulagu hizo enrollar al califa en una alfombra y luego lo hizo arrastrar por caballos hasta su muerte. También asesinó a la familia del califa, excepto su hijo e hija menores. La hija fue embarcada a Mongolia como esclava en el harén de Mongke Kan.
Acumular grandes harenes era una importante ocupación de los kanes. Genghis Khan tenía quinientas esposas y concubinas. Cuando los mongoles ocuparon el lugar, sus capitanes se hicieron con algunas mujeres y cedieron a las más guapas a sus superiores, que las pasaron a su vez a los suyos, y así hasta llegar al kan, que podía elegir entre las bellezas del continente. Genghis Khan tuvo cientos de hijos, así como otros kanes y nobles que descendieron de él durante siglos en la línea de Gengis Kan.
Recientemente un genetista de la Universidad de Oxford, el doctor Chris Tyler-Smith, y genetistas de China y Asia central tomaron muestras de sangre de poblaciones que viven en las regiones cerca del antiguo imperio mongol, y estudiaron los cromosomas Y. Estos son útiles para establecer el linaje porque los cromosomas Y se transmiten de padre en hijo. Tyler-Smith y sus colegas descubrieron que un número anómalamente grande de cromosomas llevaban una firma genética indicando la descendencia de un ancestro común hace mil años. Los científicos especularon que el ancestro fue Gengis Kan (o más exactamente un ancestro de Gengis Kan del siglo 11). Un 8 por ciento de todos los hombres de la región estudiada, o 16 millones de hombres, posee esta impronta cromosomática. Eso es medio por ciento de la población masculina del mundo. Es posible, por eso, que más de 32 millones de personas en el mundo hoy desciendan de Gengis Kan.

La destrucción de Bagdad marcó la cúspide de la carrera de Hulagu. Desde Bagdad intentó continuar y conquistar Egipto, pero fracasó. Después de la muerte de Mongke Kan en1259, la lucha por la sucesión lo alejó de la campaña. Los mongoles lograron arrasar con buena parte de Siria, pero entonces un ejército mongol más pequeño se enfrentó a un ejército de esclavos mercenarios mamelucos de Egipto, que los derrotaron y capturaron y mataron a Kit-Buqa, el mejor general de Hulagu. (Kit-Buqa, por otro lado, era otro de los cristianos en el séquito de Hulagu). El asesinato de una persona tan distinguida era normalmente una garantía de rápida venganza, pero los egipcios lograron derrotar a la siguiente fuerza mongol enviada contra ellos. Como el saqueo de Bagdad, la victoria egipcia sobre los mongoles fue un momento en que la historia cambió. Como resultado, la cultura musulmana de El Cairo no fue aplastada por los mongoles y así durante un tiempo Egipto se convirtió en el centro del islam; y los mongoles nunca extendieron su poder más allá de Asia al África.
Por su crueldad con el califa, Hulagu pudo haberse causado un problema inesperado. Berke, su primo, el jefe de la Horda Dorada de los mongoles de las estepas de Rusia, se había convertido recientemente al islam. Tras la caída de Bagdad, se enfureció quizás por el insulto a su fe; se movilizó para atacar a Hulagu, que tuvo que trasladarse hasta Azerbayán para defenderse del nuevo enemigo. La presencia de una amenaza seria de otros mongoles en su flanco norte acorraló a Hulagu, y no intentó mayores conquistas. En las ciudades que había conquistado a lo largo del Tigris y Eúfrates, dejó a sus vicerreyes en el poder, y recompensó a los serviciales chiíes. Para el astrónomo persa chií Nasir-al-Din Tusi, que había colaborado con los mongoles desde que lo libraran de los asesinos, Hulagu construyó un costoso observatorio, que produjo más tarde la primera explicación científicamente precisa del arco iris. Nasir-al-Din Tusi pidió a Hulagu que lo ungiera califa, pero Hulagu se negó. Ningún otro califa volvería a reinar en Bagdad, ni tendría el islam una capital que compitiera con esa ciudad en la flor de su vida.
Hulagu dejó a tres mil mongoles en Bagdad para que la reconstruyesen, pero no hicieron demasiado. Décadas después todavía era casi una ruina. Algunos de los sistemas de irrigación que destruyó el ejército mongol no fueron reparados sino cuando Iraq empezó a ganar dinero con su petróleo en el siglo 20. De todos modos, los mongoles no tenían talento para construir. Las plagas y el hambre y la desintegración siguieron a la incursión mongol. A veces los lugares que conquistaron tenían que ser vueltos a dominar. La ciudad de Mosul, que al principio se había sometido casi ansiosamente al poder mongol, cambió de actitud después, cuando un nuevo malik, o príncipe, llegó al poder allá. Bajo su liderazgo los habitantes de Mosul -kurdos, árabes, y algunos pueblos tribales- se rebelaron y se fortificaron detrás de las murallas de la ciudad, y los mongoles empezaron su sitio.
Durante un ataque varios soldados mongoles treparon las murallas de Mosul, sólo para ser rodeados y matados hasta el último hombre. Los defensores entonces decapitaron a los mongoles, pusieron las cabezas en una catapulta y las lanzaron contra los mongoles en el exterior. Esta afrenta despertó el lado más siniestro de Hulagu. Después de que sus tropas finalmente tomaran la ciudad, ordenó que le llevaron al malik. Luego lo hizo amarrar dentro de una piel fresca de oveja y lo dejó al sol, donde las alimañas lo comieron vivo durante un mes, hasta que murió.
Hulagu gobernaba sus dominios como il-kan no desde Iraq sino desde el oeste de Persia y la ciudad de Maragha. Su estilo de gobierno parece haber sido una combinación de barbarie y pragmatismo. Cuando uno de sus súbditos se acercó a él a quejarse de un fabricante de limas que había matado a uno de sus parientes, metió manos en el asunto. Preguntó primero sobre el número de fabricantes de limas que había en sus territorios y descubrió que eran pocos. Los mongoles necesitaban limas. Una lima era parte del equipo básico de todo soldado mongol, esencial para mantener afiladas sus flechas. Siguiendo su pesquisa, Hulagu se enteró sin embargo de que el número de fabricantes de sillas de montar era alto. Entonces informó a los demandantes que podían vengarse, pero debían hacerlo con un fabricante de sillas de montar antes que con el fabricante de limas original. Cuando los demandantes hicieron objeciones, Hulagu se deshizo de ellos dándoles una vaca.
Hulagu tenía epilepsia, y con la edad sus ataques aumentaron en frecuencia. En 1264 se preocupó por la aparición de un cometa. Nunca se recuperó de este portento, y murió en febrero de 1265, posiblemente como resultado de un ataque. Se sacrificaron bellas vírgenes para que lo acompañaran a la tumba. Dokuz-khatum, su esposa cristiana, murió cuatro meses después. Tenía 48 años.

La dinastía de il-kanes hulagidas gobernó hasta 1335. Después siguió un período de inestabilidad y rebeliones, con luchas por el poder entre turcos y mongoles persas em Bagdad. Entonces, en 1401, la desdichada ciudad, siempre a merced de desastres, sufrió otro: Timur-Lenk, o (como lo llaman los occidentales) Tamerlane. Este líder tribal turco de los alrededores de Samarkand no era mongol, aunque admiraba y emulaba a los mongoles. Era un devoto musulmán, un estudioso del Corán, uno de los mejores jugadores de ajedrez de su época, y un implacable general cuya crueldad choqueó incluso a las tropas que lideraba. A la cabeza de un ejército turco-mongol, Tamerlane destruyó reinos desde el este del Mediterráneo hasta Rusia e India. En 1393 viajó a Bagdad y le salió comparativamente fácil, porque los habitantes no resistieron. Sin embargo, en1401, sí lo hicieron, y Tamerlane dio a la ciudad tal castigo que terminó con todo lo que los mongoles habían pasado por alto.
El arte de Tamerlane era levantar pirámides con cabezas. Cuando sus fuerzas tomaron Bagdad, no le perdonó la vida casi a nadie y ordenó que cada uno de sus nueve mil soldados le llevara una cabeza (algunas fuentes dicen dos) so pena de su propia vida. Las miles de cabezas fueron apiladas en torres. Tamerlane también ordenó no destruir los hospitales y mezquitas, una pequeña concesión de un musulmán a la antigua capital de su fe. Sin embargo, gracias a él y a Hulagu, de los días dorados de la arquitectura de Harun al-Rashid no queda casi nada. Bagdad no sería una ciudad digna de mención durante quinientos años, hasta que su estratégica ubicación y el petróleo de Iraq llamaran la atención de las potencias mundiales.
Muchos musulmanes creen que la destrucción mongol de Bagdad y del califato fue la peor de las desgracias que han ocurrido al islam. Con ella, el primer período de florecimiento de la doctrina llegó a un definitivo final (aunque su decline actual, por supuesto, había comenzado antes). Especulaciones históricas sobre lo que podría haber pasado si el desastre no hubiese tenido lugar toman varias direcciones, algunas exageradas. Un libro sobre la identidad cultural árabe publicado en los años cincuenta citaba a un alto funcionario del gobierno sirio que dijo que si los mongoles no hubiesen destruido las bibliotecas de Bagdad, la ciencia árabe habría producido la bomba atómica mucho antes que Occidente. Hace poco, cuando los canales de televisión de todas partes pasaban el video de un marine norteamericano disparando contra un prisionero herido en una mezquita de Faluya, un reportaje en un diario sobre la reacción árabe ante el incidente, dijo que un oficial retirado del ejército en El Cairo dijo que los americanos estaban "actuando como Gengis Kan". Se equivocó de mongol, pero la idea era antigua y familiar.
Dada la historia, uno puede ver por qué Hulagu podría estar frente a Osama bin Laden cuando piensa sobre las guerras en Iraq. Entre los musulmanes, la mención de los norteamericanos y de los mongoles en el mismo aliento encontró probablemente una profunda reacción emocional. Pero, dejando la emoción de lado, no es correcto decir que en la primera Guerra del Golfo Dick Cheney y Colin Powell destruyeron Bagdad peor que Hulagu. Incluso con armas modernas, ni se acercaron al apocalíptico efecto que alcanzó Hulagu. Las tropas norteamericanas no entraron a la ciudad en esa guerra, y mataron muchos menos gente que los mejores cálculos de las bajas causadas por Hulagu. De hecho, la primera Guerra del Golfo no terminó con tantas vidas en Bagdad como lo hizo Tamerlane, o incluso los otomanos cuando derrotaron a los persas en 1638. En la categoría de causantes de muerte y destrucción de la ciudad de Bagdad, Cheney y Powell (Primera Guerra del Golfo) aparecen en algún lugar en una atiborrada lista, no entre los primeros lugares. Bin Laden no es una persona de la que uno espera que verifique las fuentes de sus declaraciones, pero en este caso no podría estar más equivocado.
Si realmente cree lo que dice, sin embargo, se puede seguir su lógica: Estados Unidos es igual a los mongoles; los mongoles no perdonaron a nadie; por eso, toda violencia contra semejante azote es justificado. La historia puede ser útil para saber, pero cuando la gente empieza a pensar por sí misma en términos de historia con una H mayúscula, hay que tener cautela. Antes de que Estados Unidos invadiera Iraq, cuando los partidarios de la invasión predecían que sería "la bisagra de la historia", profundos y tenebrosos recelos planeaban cerca. ¿Quién sabe qué es o dónde estaría la bisagra de la historia, o en qué dirección se inclinaría? La historia de nuestra época está normalmente demasiado cerca como para poder verla. El importante sentido de la proporción desaparece, como el de bin Laden. Explotador y destructivo como puede ser Occidente, no está aliado con los mongoles. No destruye por costumbre todo lo que encuentra a su paso y deja sólo ruinas y cadáveres y chacales en el camino. Vamos, seamos serios.
Cuando los británicos expulsaron al ejército turco del sur de Iraq durante la Primera Guerra del Golfo, el general Stanley Maude, el comandante británico, firmó una proclamación en la que se declaraba a sí mismo a cargo de la región, y agregó que sus ejércitos no llegaron "como conquistadores o enemigos sino como liberadores". Entonces, dirigiéndose a la gente de la provincia de Bagdad, dijo: "Desde los días de Hulagu, vuestra ciudad y tierras han estado sometidas a la tiranía de extranjeros, vuestros palacios han sido reducidos a ruinas, vuestras jardines se han hundido en la desolación y vuestros ancestros y vosotros mismos habéis llorado en servidumbre". Los británicos tenían la intención de rectificarlo proporcionando a Iraq una monarquía constitucional como la de ellos. Entonces Iraq tenía sólo tres millones de habitantes, y no estaba ni cerca del poder de fuego que tiene hoy, pero sin embargo partes del país sostuvieron una resistencia que mató a 450 soldados británicos, hirió a muchos más, y continuó durante más de seis meses. Debido a esta y otras dificultades, los iraquíes no eligieron a su primera asamblea parlamentaria sino en 1925, ocho años después de que comenzara la ocupación británica. Una importante fuerza de tropas británicas permaneció en Iraq hasta 1927. La independencia iraquí no se produjo sino cinco años después, en 1932.
Después de la independencia, los disturbios y los asesinatos y la violencia callejera continuaron con una esporádica persistencia que era difícil de trazar. A principios de la Segunda Guerra Mundial, un golpe de oficiales del ejército iraquí partidarios de los nazis provocó otra invasión británica, y la reinstalación del joven rey y su regente, a los que el golpe había derrocado. Durante la ocupación, y antes, los pogroms mataron a cientos de judíos de Bagdad. La fundación del estado judío de Israel despertó la permanente furia de Iraq. Iraq envió tropas a todas las guerras árabes contra Israel y nunca hizo la paz; formalmente, desde 1948 ha estado en un continuo estado de guerra con Israel. En 1958, otro golpe militar mató al rey Faisal II, y toda su familia. Entonces, en 1963, asesinos del Partido Baaz mataron al general que había dirigido el golpe. El más listo y criminal entre los baazistas resultó ser Saddam Hussein.
Menos de un año después de que el general Maude hiciera su proclamación, murió en Bagdad debido al cólera, posiblemente por beber leche no pasteurizada en su café en una celebración en su honor. Maude tenía razón, y estaba históricamente bien informado, al decir que Bagdad y sus alrededores no se habían recuperado nunca desde Hulagu. Que Iraq llegaría a ser un peor caos en el siglo por venir probablemente no lo previó.
Uno de los problemas de Iraq ha sido siempre que es fácil llegar a él. Importantes rutas de larga distancia, tanto por mar como por tierra, convergen en el país; su geografía permitió que Hulagu y Tamerlane, para no mencionar a los árabes y turcos y persas y mamelucos egipcios y otros, pasaran como la brisa. Si los alrededores de Bagdad hubiesen estado densamente forestados, Hulagu no habría invadido. A los jinetes mongoles no les gustaban enredarse en árboles fastidiosos. Si el paisaje iraquí hubiese sido más complejo -montañas cubiertas por nieve, como Afganistán, o densas selvas, como Vietnam-, las tropas americanas no estarían hoy quizás en Bagdad. Para los estrategas estadounidenses de la guerra actual, Iraq les pareció el escenario perfecto para las fuerzas militares ligeras y rápidas que preferían.
Los lugares de fácil acceso terminan finalmente siendo sometidos por cualquiera potencia que haya en el mundo. Estados Unidos tuvo la suerte durante siglos de tener océanos como obstáculos a cada lado. Todo lo que parecía importante estaba aquí; los problemas en otros lugares podían ser ignorados. El otro día, caminando por el sitio del World Trade Center, con su inmenso y cargado vacío arriba, pensaba que nunca me había acostumbrado a tomar en serio el ‘mundo'. Pensaba que era una manera grandilocuente de decir ‘Estados Unidos', como la palabra ‘mundial' en el nombre World Series. Cuando llegaban visitantes de fuera de la ciudad, a veces les llevaba a la terraza de observación arriba de la Torre 2 del World Trade Center, no por las vistas de la ciudad (las del Empire State eran mejores), sino por la amplia perspectiva geográfica que brindaba, con las islas al sur, el distante fragmento del océano, el puente Verrazano-Narrows, y las verdes extensiones de Nueva Jersey casi a nuestros pies.
Desde ese nido de cuervos uno podía imaginar ver más lejos todavía, más allá de la curvatura de la Tierra, hacia el resto del país extendiéndose infinitamente hacia el oeste. Y cuando estábamos parados mirando, estábamos en Estados Unidos, y sólo allá. Nunca pensé que estábamos realmente en el mundo.

5 de junio de 2005
25 de abril de 2005
©new yorker
©traducción mQh

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