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novios en bagdad


[Louise Roug] Las bodas aumentan después de años de represión. Algunos ven la tendencia como un abrazo de la vida frente a la muerte.
Bagdad, Iraq. Los negocios del dejota de bodas van viento en popa en la capital iraquí.
El encargado de fiestas del elegante Club de Caza de la ciudad no puede encontrar suficiente diseñadores florales para responder a las demandas de decoración.
Abrumado por las demandas de contratos matrimoniales, dos jueces de Basra están rechazando a novias y novios.

Y una serie sin guión que sigue la vida de las parejas a medida que preparan sus bodas es uno de los programas más populares de la televisión iraquí.
Desde que Saddam Hussein fuera derrocado hace dos años, las nupcias en Iraq se han disparado, dicen coordinadores de eventos, jueces y clérigos. Aunque no hay estadísticas nacionales fiables, los que están en el negocio calculan que los ‘Sí quiero' se han duplicado desde los intranquilos meses de antes y después de la invasión norteamericana de Iraq en 2003.
Algunos dicen que las mejores condiciones de vida están empujando a los iraquíes hacia el altar. Otros especulan que muchas bodas fueron pospuestas debido a la guerra, y las parejas se están poniendo al día. Y están los que tienen una opinión más existencial, que ven la celebración de bodas como una réplica a la muerte misma.
"La gente tiende a compensar sus pérdidas", dijo Nagham Azzawi, cuya hermana está planeando casarse este año. "Es la respuesta natural a todas las muertes que estamos viendo".
Debajo de arañas de cristal, Wisam Hajjaj estaba tocando un mix funky de música tradicional y occidental. A los 48, dice ser "el dejota más viejo de Bagdad".
En una reciente fiesta de compromiso, sonaba como el más ruidoso cuando subió el volumen a niveles ensordecedores.
Mujeres mayores con las manos teñidas de gena y largas abayas negras cogieron a parientes más jóvenes con ropas coloridas y apretadas, con las cabezas descubiertas, para avanzar hacia la pista.
En la parte de atrás del salón de banquetes de mármol, la novia, Marwa, la hermana de Azzawi, y su novio, estaban sentados en un pequeño podio envuelto con gasa blanca y azul cielo. Frente a ellos hay una mesa con decoraciones y pasteles escarchados que hacían juego con su vestido turquesa.
"Estoy muy feliz", dijo Marwa sobre su inminente matrimonio, el que, a diferencia de muchos en Iraq, no es un matrimonio convenido. "Lo quiero, y él me quiere a mí".
Aunque faltan meses para la boda, Marwa, 25, y su novio, Adil Kamil, podrían empezar a vivir juntos como hombre y mujer si quisieran. Kamil había esperado este momento durante tiempo -el anuncio oficial de su matrimonio.
"Estoy siempre pensando en ella", dijo Kamil, 29. "Me ha gustado durante años. Pero la situación económica, y la situación de seguridad en general, me impidieron pedir su mano".
Un trabajo estable como oficinista en el ministerio del Petróleo le había permitido construir un pequeño nido, y las perspectivas eran aun mejores, dijo. Seis de sus siete mejores amigos estaban también comprometidos o se habían casado recientemente.
"El ambiente se ha vuelto más conveniente para que se casen los jóvenes", dijo Kamil.
Ali Mukhtar, el encargado de fiestas del Club de Caza, dijo que los primeros cuatro meses después de la invasión fueron flojos. No había bodas en el club, que era una antigua guarida del difunto Uday Hussein, uno de los hijos de Saddam Hussein. Pero los negocios empezaron a tomar vuelo poco a poco, dijo. En estos días, Mukhtar, que se encargó a ajustar el color del vestido de la novia con los pasteles, coordina una docena de bodas al mes.
Se queja de que en estos días lo tiene que hacer todo él. Miembros claves del personal se han marchado. Algunos fueron asesinados en la fortuita y desenfrenada violencia de Bagdad. No ha tenido demasiado éxito en remplazarlos. "No es fácil encontrar buenos decoradores", dijo Mukhtar con un pequeño suspiro.
La escasez de personal también aflige al tribunal de Basra, en territorio musulmán chií al sur.
"Aquí somos sólo dos jueces, y a veces no podemos terminar los contratos dentro del horario de trabajo", dijo Ahmad Shaheeb Ahmad, un juez. A veces, "le decimos a la gente que se casa que venga otro día".
El funcionario jefe, Mohammed Jasim Mohammed, dijo que el número de contratos se había cuadruplicado, de 6.015 en 2002 a cerca de 24.000 en 2004. Similar a una licencia de matrimonio, el contrato puede ser complementado con una ceremonia religiosa. Pero muchos iraquíes, independientemente de su afiliación religiosa, no creen que el matrimonio sea legal si no es oficiado por un clérigo.
Hace dos años, los dos hijos de Mohammed se negaban incluso a pensar en el matrimonio. Desde entonces encontraron trabajo y renovadas esperanzas, y se casaron los dos. "Muchos jóvenes están pasando por lo mismo, lo que les da ánimo para casarse a su vez", dijo Mohammed.
En el tribunal, Thair Hamad, 24, estaba esperando por sus papeles. "Estuve listo para casarme después de que mejorara mi situación económica", dijo. "Ahora que ya no estamos amenazados por el interminable servicio militar, llegué a la conclusión de que ahora tengo que sentar cabeza".
Durante el reinado de Hussein, para casarse los hombres debían contar con el permiso del gobierno.
"Ahora son más capaces económicamente y el temor a Saddam ha desaparecido", dijo el jeque Abaas Zubaidi, un imán del barrio de Karada, de Bagdad. "Tenemos mucho optimismo sobre el futuro, y esto también alienta a la gente a empezar una familia".
Demógrafos de Naciones Unidas han observado antes la tendencia.
"Durante guerras o conflictos violentos los matrimonios y la crianza de niños y esas cosas son en general dejadas para más adelante", dijo Joe Chamie, un experto en demografía iraquí y ex director de la división de población de Naciones Unidas. "Cuando el conflicto se normaliza o es menos violento, uno espera alguna recuperación en el número de matrimonios y nacimientos".
En áreas relativamente tranquilas como el sur chií y el norte kurdo, el auge de las bodas puede indicar una creencia en el futuro, dijo el profesor de sociología Qassim Hussein Salih. "Pero no en Bagdad, donde las mañanas son aderezadas con polvos explosivos, donde la gente muere todos los días".
La desesperación puede llevar a la gente a casarse, dijo Salih, que enseña en la Universidad de Bagdad.
"No debe ser visto necesariamente como una señal de optimismo", dijo. "Los iraquíes no ven el fin de la situación actual, así que se han adaptado psicológicamente".
La cantidad de dinero que pague el novio a su novia y su familia, conocida como mahr, ha desaparecido, dijo, y "los años pasan".
"Las chicas se preocupan de que pueden llegar a viejas sin casarse".
El preludio el matrimonio es un intrincado cortejo de la novia y su familia por el novio, sus padres, hermanos, vecinos y amigos. No sólo se casan dos personas, sino dos familias.
Para celebrar, la mayoría ofrece de tres a cinco fiestas, incluyendo la fiesta de compromiso, la celebración de la firma del matrimonio y la boda misma.
Otros hermanos de Azzawi se casaron antes de Marwa, pero las festividades nunca fueron tan extravagantes. "Queríamos crear un espacio de felicidad", dijo su hermana Nagham. "Hace mucho tiempo que no teníamos un motivo para estar felices".
Para la fiesta de compromiso en el Club de Caza, la familia gastó más de 2.5 millones de dinares iraquíes, unos 2.000 dólares.
Como es costumbre, los padres del novio pagarán la cuenta de la boda porque la familia de la novia pagó la fiesta de compromiso. Los gastos de compromiso mellaron los ahorros de Azzawi, pero no tenía muchas cosas en que gastar el dinero. La familia no sale mucho, dijo Nagham Azzawi.
Gastar 2.000 dólares en una fiesta de compromiso está en la parte de abajo de la escala, dijo el coordinador de eventos Mukhtar.
"Es cosa tuya", dijo la novia Rajhad Sadhan. "Si quieres una boda elegantes, tienes que gastar dinero".
Una mujer parlanchina con una blusa que mostraba el abdomen y pantalones a media pierna rosados, Sadhan había recién montado una fiesta en el club, con su novio Mohammed Karofa, para celebrar su compromiso.
"Pensábamos que no vendría nadie debido a la situación de seguridad", dijo. "Pero para sorpresa nuestra, llegó mucha gente porque se aburrían y querían divertirse".
Una bailarina del vientre y un dejota trabajaron para unos 200 invitados. Con tarjetas de invitación, regalos para los invitados, golosinas y flores, los costes de la fiesta llegan a uno 7.000 dólares.
Cada dinar valió la pena, dijo.
Para una pocas parejas afortunadas, un canal de televisión local cubre todos los gastos de la boda, y sigue a la pareja con un equipo de televisión cuando pintan sus casas, compran muebles o los trajes de boda en preparación del gran día. El programa, ‘Futuro Próspero', es uno de los grandes éxitos en el canal Sharqiya.
Dana Rahman, famosa experta en bodas de Bagdad, es dueña de Al Wiyah Rose, junto al Club Wiyah, el exclusivo local de sus fiestas.
"Las bodas elegantes que organizo pueden llegar a los 7.000 dólares", se jactó.
A pesar de sus elevados precios, Rahman organiza unas 35 bodas por semana -un máximo, dijo, en su negocio que empezó hace cinco años.
"Inmediatamente después de la guerra tuve a muchos clientes hawaseem", dijo Rahman. Hawaseem, el epíteto para los saqueadores que robaron casas y tiendas en la caótica secuela de la invasión norteamericana, en la jerga de Bagdad también significa robo.
"Venían a gastar dinero como locos. Luego, el día de la fiesta, llegaban sus parientes y resultaban ser gente muy barata".
La guerra y la continuada violencia llevó más que hawaseem a la capital.
En Bagdad, era normal que las bodas se estiraran hasta la madrugada. Ahora, los invitados ya están en casa a las nueve de la noche. Nadie quiere conducir después de que oscurece.
En el Club de Caza, el portero junto a las puertas de hierro forjado blande tanto una lista de invitados como una pistola.
Una tarde hace poco un BMW negro pasó a gran velocidad por las calles del centro de Bagdad, con el capó cubierto de cintas y engalanado con flores. Al pasar frente a un patrullero de la policía, varios hombres que venían en el séquito detrás del BMW dispararon alegremente sus armas al aire. A los pocos minutos habían sido detenidos y esposados por los agentes.
El novio y la novia siguieron sin ellos.
Nagham Azzawi contemplaba la proximidad del amor y la muerte.
El día después de la fiesta de su hermana allá, asistió al funeral de un familiar que había muerto en las calles de Bagdad, víctima del fuego cruzado. También hace poco había perdido a una amiga cercana que había sido alcanzada por una bala perdida cuando salía de su cocina para hablar mejor por el celular.
Hizo una pausa. El recuerdo de la fiesta de su hermana estaba fresco.
"Como dirían los franceses: ‘C'est la vie'".

Caesar Ahmed y Zainab Hussein en Baghdad y Othman Ghanim en Basra contribuyeron a este reportaje.

13 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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