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limpieza de pobres


[Michael Wines] ‘Limpieza' en Zimbabue causa terribles sufrimientos.
Harare, Zimbabue. El gobierno empezó abruptamente a demoler villas miseria y mercadillos callejeros aquí hace tres semanas, expulsando a miles de personas y demoliendo sus casas con excavadoras o quemándolas en lo que funcionarios llaman una limpieza de barriadas ilegales y vendedores del mercado negro.
Pero a medida que la campaña, dirigida contra un 1.5 millones de personas de la enorme clase subproletaria de Zimbabue, se extiende fuera de Harare, se está transformando en una amplia remodelación de la sociedad, un desarraigo forzado de los vecinos más pobres de la ciudad, que se han convertido en los más enconados opositores del presidente Robert G. Mugabe.
Dispersándolos hacia áreas rurales, Mugabe, reelegido para otro término de cinco años en 2002, parece determinado a deshacerse de la mayor amenaza a sus autocráticos 25 años de gobierno ahora que la pobreza y el desempleo alcanzan niveles nunca vistos y la hambruna masiva y el potencial de intranquilidad acecha en el horizonte.
Naciones Unidas calcula que la campaña Operación Murambatsvina, usando una palabra shona que significa "sacar la basura", ha dejado hasta el momento a 200.000 personas sin casa y a 30.000 vendedores callejeros sin empleo. Activistas de derechos humanos y civiles dicen que esas cifras podrían ser varias veces más altas, un panorama que pareció posible durante una visita de 4 días a Harare y Bulawayo, la segunda ciudad del país, y otras paradas entre ellas.
Independientemente de las cifras precisas, la campaña es claramente una de las medidas más agresivas tomadas contra la población de Zimbabue por un gobierno que en los últimos años debe hacer frente a una creciente condena internacional por reprimir a la oposición.
En el camino de Bulawayo a Harare, camionetas y desvencijados carretones crujen bajo las pertenencias de las familias recién expulsadas, y las llamas de los mercadillos parpadean en el crepúsculo. La policía ha levantado barricadas y atraviesa en camiones las villas miseria sembradas de casas aplastadas por excavadoras buscando alguna resistencia ante la continuada purga, pero no hay ninguna.
En los demolidos suburbios de Harare como Mbare y Mabvuku, una barriada de unas 100.000 personas a 16 kilómetros de Harare, la gente sin casa se sienta junto a sus muebles y ropas rescatadas de la destrucción. Allí y en otros lugares duermen a la intemperie, en granjas y en calles, en las gélidas noches del invierno de Zimbabue.
La policía saqueó y quemó manzanas enteras de puestos de vendedores esta semana y en Bulawayo, y la semana pasada en las Cataratas Victoria arrasó con campos de pobladores ilegales, villas miseria y mercadillos callejeros. La campaña se ha extendido a áreas rurales como Rimuka, un suburbio a 137 kilómetros al sudoeste de Harare, donde agentes de policía equipados con armamento anti-disturbios destruyeron el martes casas y puestos.
"A algunos no les dejaron sacar sus cosas", dijo Ignatius Magonese, 62, vecino de Rimuku que estaba jalando las posesiones familiares, amontonadas encima de un remolque soldado con láminas de metal, en la carretera de Harare-Bulawayo. "Echaron abajo las casas con ellos dentro. Luego les dijeron que recogieran sus cosas y se marcharan. Algunos viejos estaban llorando, diciéndose: ‘Este es el fin de mi vida. ¿Dónde dejaré mis cosas? ¿Adónde iré?'"
Mugabe dice que la campaña era una medida retrasada para librar a Zimbabue de lo que dijo el jueves al Parlamento era "un estado de cosas caótico" en las ciudades y pueblos de la nación. Los vendedores callejeros expulsados trabajan en el mercado negro y no pagan impuestos, dijo, y las chozas que están siendo demolidas fueron construidas ilegalmente en lotes de tierra ya ocupados por casas registradas que no han sido demolidas.
"Nuestras ciudades y pueblos se han deteriorado a niveles que eran una causa real de preocupación", dijo Mugabe en un discurso el 27 de mayo. Más allá de sus calles llenas de baches y servicios sobrevaluados, dijo que las áreas urbanas "se habían transformado en refugios de prácticas ilícitas y criminales y actividades que simplemente no se podía permitir que continuaran".
Pero atacando a los residentes de villas miseria y los llamados vendedores del sector informal, cuyos negocios en el mercado negro han suplantado gran parte de la economía oficial dominada por el estado, el gobierno también espera recuperar el control de las divisas extranjeras que la economía oficial necesita desesperadamente.
Eso consolidaría la autoridad de Mugabe en una época en que la crisis económica y humana de Zimbabue parece haberla erosionado. Un analista político de Harare que se negó a ser identificado por temor a represalias, dijo: "Creo que saben lo que va a pasar en el país en unos meses, y quieren limpiar las ciudades y sacar a esta gente de aquí. Es una estrategia del gobierno, sin ninguna duda".
Sin embargo, cualquiera sean los beneficios políticos, testigos y expertos dicen que el impacto sobre los blancos de la campaña ya es catastrófica.
Sin ingresos y sin casas, muchas familias están huyendo hacia el campo, donde la pobreza y la hambruna son todavía peores que en las ciudades, y no hay trabajo. Sin un mercado negro que ofrezca los productos básicos que la economía oficial no ha podido, la escasez de alimentos y gasolina seguramente empeorará.
El gobierno ha detenido a los nuevos sin casa y trasladado a granjas, diciéndoles que se les ofrecerán viviendas legales más adelante. Pero eso es improbable; solamente en Harare, una ciudad de 1.9 millones de habitantes, la lista oficial de espera para una vivienda ya excede las 600.000 familias, dijo Kingsley Kanyuchi, presidente del centro de vecinos en un suburbio de Harare, Glen Norah.
Entretanto, los expulsados están hacinando todavía más atestadas casas de parientes y vecinos, o durmiendo a la intemperie. Abundan las historias de sufrimiento y muerte.
Kanyuchi contó que la semana pasada había topado con una procesión funeral de dos niños que habían muerto de exposición después de ser desalojados. También están aumentando los suicidios debido a las "violentas" expulsiones, dijo el informador especial sobre vivienda adecuada de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Miloon Kothari.
"Es una burda violación de los derechos humanos en términos de las obligaciones internacionales de Zimbabue", dijo el viernes Kothari en una entrevista telefónica desde Ginebra. "La gente está desesperada. Simplemente no tienen dónde ir".
Entrevistas esta semana con víctimas de la campaña sólo han subrayado ese punto. Conversación tras conversación, estaba claro que las demoliciones afectaban a muchos más que solamente a los vecinos y vendedores que eran los objetivos principales.
En Bulawayo, la policía quemó los puestos de cientos de vendedores en el centro de la ciudad, muchos de ellos con permisos municipales, que cargaron en carretillas sus enseres. Destruyendo sus negocios, dijo una mujer de 41 que había vendido ropa traída de la cercana Botsuana., la policía había terminado no sólo con sus posibilidades de alimentar a sus tres hijos, sino también a sus seis parientes en Solusi, a 48 kilómetros al este por un camino de tierra.
La mujer, que tuvo miedo de ser nombrada, dijo que le habían prestado 18 millones de dólares zimbabuenses, unos 720 dólares, a la actual tasa de cambio en el mercado negro, para abrir un puesto y sacar la licencia. "Esta semana debo pagar al banco 2 millones", dijo. "No sé de dónde sacarlos".
En Mabvuku y la vecina Tafara, los suburbios de Harare levantados hace 35 años para alojar a la servidumbre de los ciudadanos blancos, el presidente del centro de vecinos local dijo que la mayoría de las chozas que estaban siendo demolidas habían proporcionado ingresos por concepto de alquiler a los dueños de los lotes, la mayoría de ellos jubilados de la época de la fundación de la zona.
"Cada puesto ha acumulado de tres a cinco familias" viviendo en las extensiones que fueron demolidas, dijo el presidente del centro Joseph Rose. "Había más inquilinos que dueños de estas propiedades. Este área fue levantada para gente de bajos ingresos, y cuando jubilaron, no les pagaron sus pensiones. Así es como vivían -de sus inquilinos".
Los inquilinos se han ido ahora, obligados por la policía a destruir sus propias casas. "Cuando llegué del trabajo el lunes, había un ambiente de locos", dijo Errison Mapani, 26, guardia de seguridad que había alquilado un agregado en los últimos años. "Tuve que dejar mis cosas en la casa de un amigo". Mapani todavía tiene que encontrar un lugar donde vivir. Espera renunciar a su trabajo y mudarse a Mutare, una avanzada rural en la frontera con Mozambique.
Unas 300 personas que se quedaron sin casa cuando las chozas de los campesinos en Ruwa, a 16 kilómetros al este de Harare, fueron arrasadas, dijo Matsakira Nona. Nona dijo que la mitad de los expulsados fueron obligados a marcharse. El resto, incluyendo a sus 10 hijos, han acampado en la esquina de granja durante dos semanas. Antes mantenía a sus hijos vendiendo tomates. La policía se lo ha impedido, dijo.
El plan del gobierno no tiene visas de disminuir. La policía y las excavadoras tienen que llegar todavía a Glen Norah, un enorme suburbio de 35 años a unos 24 kilómetros al sur de Harare. Pero desde una ladera aquí se podía ver humo el miércoles elevándose ensortijado desde los puestos quemados en Glen View, a un kilómetro al otro lado de un valle.
La policía anti-disturbios arrasó varias tiendas de Glen Norah la semana pasada como un ejemplo para los vecinos de lo que les estaba esperando.
"Mire a su alrededor. La gente están desmantelando sus tejados y edificios", dijo el miércoles sobre sus vecinos Kanyuchi, el presidente del centro de vecinos de Glen Norah. "De cada 5 vehículos, dos están cargados de cosas" de familias y vendedores que huyen.

Kanyuchi recorrió el suburbio en un intento de calcular el impacto de la inminente destrucción. Supuso que tres de cada cuatro de las 92.000 familias del área, tenían familias viviendo en los agregados marcados para ser demolidos, y que la mayoría de esas familias -también inquilinos de los jubilados- tenían hijos en las escuelas de la localidad y se verían obligados a dejar los estudios.
Muchos terminarán en lugares como Brunapeg, una aldea en la mitad de ninguna parte a casi 160 kilómetros al sudoeste de Bulawayo, donde los refugiados ya han empezado a aparecer en el hospital de la misión a la búsqueda de comida y ayuda médica.
Brunapeg, el epicentro de una masacre en los años ochenta en la que el ejército de Mugabe asesinó a unos 20.0000 nedebeles étnicos, es ahora el epicentro de una sequía. Mucha gente se está quedando sin harina de maíz, el alimento básico, y sin trigo, el alimento alternativo. Algunos están excavando cacahuetes y recogiendo plantas silvestres para comer, dijo en una entrevista en Bulawayo, Pedro Porrino, un médico español que trabaja allá.
"La situación en las áreas rurales era muy mala", dijo Porrino. "Pero en estos días, con la situación en las ciudades, se está poniendo peor. Estamos recibiendo a más gente, y no tenemos nada que ofrecerles -porque no teníamos nada que ofrecer a la gente que ya estaba aquí".

13 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh


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