esquivando el servicio
[Steven Lee Myers] En Rusia, el sueño de un joven: cómo evitar el servicio militar obligatorio.
San Petersburgo, Rusia. Los diagnósticos del hospital, de muchos años, son parte del plan de Fyodor Sozontov. Con los papeles puede probar que padece de algo.
Lee lentamente las descripciones médicas demasiado difíciles de pronunciar: osteochondrosis, arachnoiditis y angiodistonia cerebral. Sin embargo, la comisión de reclutamiento se mostró escéptica. Durante el primer examen, obligatorio para todos los estudiantes secundarios, los oficiales lo declararon apto para el servicio militar.
"Pero eso fue un examen superficial", dijo. "Prácticamente no examinaron nada".
Fyodor, 17, de voz suave y atlético, está empezando un rito de pasaje de los jóvenes de la Rusia actual: evitar el servicio militar.
La experiencia moldea casi toda en su vida actual. Está entrando en la adultez con el deseo de estudiar en la universidad, a pesar de no tener ninguna meta académica concreta, o, si eso fracasa, de convencer a las autoridades -y a veces a sí mismo- de que está enfermo.
"Sería mejor", dijo, "que el ejército estuviera formado por gente que quiere la carrera militar".
En teoría todos los rusos de 18 a 27 años deben servir dos años en las fuerzas armadas. En la práctica, caso el 90 por ciento lo evita. La mayoría lo logra sacando provecho de diferentes tipos de aplazamientos, incluyendo uno por estudiar en la universidad y por no aprobar el examen médico.
En teoría los dos se pueden obtener con sobornos -algo por lo que Fyodor no tiene ninguna inclinación ni, evidentemente, podría pagar.
"Dicen que sirves a tu país, que lo defiendes", dijo. "Pero es una pregunta difícil. Tendrías que vivir aquí para entenderlo".
Fyodor es sólo algo mayor de la nueva Rusia que emergió de la Unión Soviética. Nació en 1987 en Checoslovaquia, donde sus padres trabajaron brevemente -su padre como ingeniero de una base militar soviética cercana. Dos años después volvió con ellos a Leningrado, como se llamaba entones San Petersburgo, cuando el dominio soviético de Europa del Este empezó a derrumbarse con el sistema soviético.
Creció en la época en que su país adoptó, todavía torpemente, la libertad, la democracia y el capitalismo. Sus padres sienten nostalgia por la época soviética. Él ciertamente no. Pero lo que ha estado ocurriendo en Rusia con el presidente Vladimir V. Putin le da pocas esperanzas o inspiración. De hecho, lo desalienta.
"No pensamos que sea mejor que la Unión Soviética", dijo. "Lo que tenemos ahora es su legado".
La corrupción y el soborno infectan las escuelas, el sistema médico, la policía. Él no es excesivamente político, pero Fyodor se queja de que el sistema hace poco por terminar con la pobreza, el hambre y las desigualdades sociales. Lo peor, dijo, es que la sociedad ahora está dominada por un frío individualismo.
"Al gobierno no le importa", dijo. "Quizás Putin está tratando de hacer algo, pero para la mayoría de la gente lo importante es sacar algo, meterse algo en el bolsillo. Sólo piensan en sí mismos".
Pudo comparar a Rusia cuando hizo su primer viaje al extranjero.
Un profesor de su escuela organizó un viaje en bus para pasar dos semanas en la República Checa. Le encantaba.
"Aquí es más limpio", dijo. "La gente de la República Checa es más amistosa. Y entienden mejor por qué trabajan, por qué ganan dinero.
"En Rusia en realidad tenemos una bardak", agregó, usando una jerga para burdel y que significa barullo.
En muchos sentidos, Fyodor es un típico adolescente ruso; en otros, no lo es. No bebe alcohol -algo que hace regularmente el 40 por ciento de los colegiales rusos, de acuerdo a cálculos recientes. No usa drogas. No fuma. Y resiste testarudamente la presión de sus amigos para que lo haga.
"Algunos de mis amigos dicen que no quieren morir sanos", dijo.
Vive en Kupchino, un vecindario de sombríos edificios de la era soviética, lejos del bello casco histórico de San Petersburgo. El patio de su edificio de apartamentos es un lugar de miedo, un punto de encuentro de alcohólicos y matones y "de gente de cara muy triste".
Fyodor hace lo posible por evitarlos, así como evita a los cabezas rapadas, la perniciosa subcultura de la juventud rusa, especialmente en San Petersburgo.
Sería difícil encontrar a alguien tan diferente de ellos. Él es delgado, con el pelo ondulado y largo, a menudo con una coleta. Aborrece la agresión que dice que está profundamente enraizada en la cultura rusa. En casa, toca la guitarra, rasgueando canciones de grupos como Depeche Mode y Nirvana, con Igor, su hermano menor.
Es de cuerpo fino, pero en muy buenas condiciones. Eso es el resultado de su pasión por el wushu, el arte marcial chino que enfatiza la defensa personal, los movimientos físicos precisos y una intensa disciplina mental. Practica cuatro veces a la semana.
Lamenta la calidad de la educación de las escuelas rusas, pero según sus propias confesiones, es un estudiante promedio. De hecho, no está claro si pensaría en estudiar en la universidad si no fuera un modo de evitar el servicio militar. Lo calificó de ser el mayor estimulante de la educación superior.
Las razones de Fyodor para no querer hacer el servicio son comunes. Desprecia la autoridad, por ejemplo, especialmente la de los militares. "Simplemente no aguanto las órdenes", dijo.
"Si alguien me ordenara limpiar un retrete, mi respuesta sería: Hazlo tú mismo'".
Otras razones incluyen la desgastante guerra en Chechenia, el brutal sistema de iniciación entre los reclutas y notorios casos de maltratos a los conscriptos por parte de oficiales".
La mejor esperanza de Fyodor para evitar el servicio militar sigue siendo la universidad, pero a medida que rinde los exámenes finales de la secundaria este mes, no ha ganado ninguna medalla de oro ni de plata por prestación académica, que facilitaría su camino hacia la admisión en la universidad.
En el primero de cinco exámenes sacó la nota más alta -un 5-, pero en el segundo sólo un 4. "No está mal", dijo, "pero no es excelente". Todavía no tiene los resultados del tercero, y debe terminar dos más antes de la graduación el 21 de junio. Los exámenes de admisión en la universidad serán tomados más tarde este verano.
Los próximos meses son cruciales para determinar su futuro, que es por lo que su familia ha recolectado los viejos diagnósticos médicos.
Cuando se le pregunta qué es precisamente lo que tiene, da respuestas vagas. De niño se cayó, dice. Cuando tenía 10, dice, se golpeó la cabeza con la esquina de la cama. También ofreció una lista de otros males. "No puedo estar en clases demasiado tiempo", dijo. "Me sangra la nariz. Me duele la cabeza". También mencionó una presión alta y una "mala adaptación a la sociedad".
Sus planes de futuro son igualmente vagos. Después de la universidad dijo que le gustaría convertirse en maestro de wushu, y enseñarlo a otros. El wushu, dijo, le había enseñado una filosofía básica.
"El mejor guerrero", dijo, "sabe que lo mejor es evitar el combate".
11 de junio de 2005
©hnew york times
©traducción mQh
Lee lentamente las descripciones médicas demasiado difíciles de pronunciar: osteochondrosis, arachnoiditis y angiodistonia cerebral. Sin embargo, la comisión de reclutamiento se mostró escéptica. Durante el primer examen, obligatorio para todos los estudiantes secundarios, los oficiales lo declararon apto para el servicio militar.
"Pero eso fue un examen superficial", dijo. "Prácticamente no examinaron nada".
Fyodor, 17, de voz suave y atlético, está empezando un rito de pasaje de los jóvenes de la Rusia actual: evitar el servicio militar.
La experiencia moldea casi toda en su vida actual. Está entrando en la adultez con el deseo de estudiar en la universidad, a pesar de no tener ninguna meta académica concreta, o, si eso fracasa, de convencer a las autoridades -y a veces a sí mismo- de que está enfermo.
"Sería mejor", dijo, "que el ejército estuviera formado por gente que quiere la carrera militar".
En teoría todos los rusos de 18 a 27 años deben servir dos años en las fuerzas armadas. En la práctica, caso el 90 por ciento lo evita. La mayoría lo logra sacando provecho de diferentes tipos de aplazamientos, incluyendo uno por estudiar en la universidad y por no aprobar el examen médico.
En teoría los dos se pueden obtener con sobornos -algo por lo que Fyodor no tiene ninguna inclinación ni, evidentemente, podría pagar.
"Dicen que sirves a tu país, que lo defiendes", dijo. "Pero es una pregunta difícil. Tendrías que vivir aquí para entenderlo".
Fyodor es sólo algo mayor de la nueva Rusia que emergió de la Unión Soviética. Nació en 1987 en Checoslovaquia, donde sus padres trabajaron brevemente -su padre como ingeniero de una base militar soviética cercana. Dos años después volvió con ellos a Leningrado, como se llamaba entones San Petersburgo, cuando el dominio soviético de Europa del Este empezó a derrumbarse con el sistema soviético.
Creció en la época en que su país adoptó, todavía torpemente, la libertad, la democracia y el capitalismo. Sus padres sienten nostalgia por la época soviética. Él ciertamente no. Pero lo que ha estado ocurriendo en Rusia con el presidente Vladimir V. Putin le da pocas esperanzas o inspiración. De hecho, lo desalienta.
"No pensamos que sea mejor que la Unión Soviética", dijo. "Lo que tenemos ahora es su legado".
La corrupción y el soborno infectan las escuelas, el sistema médico, la policía. Él no es excesivamente político, pero Fyodor se queja de que el sistema hace poco por terminar con la pobreza, el hambre y las desigualdades sociales. Lo peor, dijo, es que la sociedad ahora está dominada por un frío individualismo.
"Al gobierno no le importa", dijo. "Quizás Putin está tratando de hacer algo, pero para la mayoría de la gente lo importante es sacar algo, meterse algo en el bolsillo. Sólo piensan en sí mismos".
Pudo comparar a Rusia cuando hizo su primer viaje al extranjero.
Un profesor de su escuela organizó un viaje en bus para pasar dos semanas en la República Checa. Le encantaba.
"Aquí es más limpio", dijo. "La gente de la República Checa es más amistosa. Y entienden mejor por qué trabajan, por qué ganan dinero.
"En Rusia en realidad tenemos una bardak", agregó, usando una jerga para burdel y que significa barullo.
En muchos sentidos, Fyodor es un típico adolescente ruso; en otros, no lo es. No bebe alcohol -algo que hace regularmente el 40 por ciento de los colegiales rusos, de acuerdo a cálculos recientes. No usa drogas. No fuma. Y resiste testarudamente la presión de sus amigos para que lo haga.
"Algunos de mis amigos dicen que no quieren morir sanos", dijo.
Vive en Kupchino, un vecindario de sombríos edificios de la era soviética, lejos del bello casco histórico de San Petersburgo. El patio de su edificio de apartamentos es un lugar de miedo, un punto de encuentro de alcohólicos y matones y "de gente de cara muy triste".
Fyodor hace lo posible por evitarlos, así como evita a los cabezas rapadas, la perniciosa subcultura de la juventud rusa, especialmente en San Petersburgo.
Sería difícil encontrar a alguien tan diferente de ellos. Él es delgado, con el pelo ondulado y largo, a menudo con una coleta. Aborrece la agresión que dice que está profundamente enraizada en la cultura rusa. En casa, toca la guitarra, rasgueando canciones de grupos como Depeche Mode y Nirvana, con Igor, su hermano menor.
Es de cuerpo fino, pero en muy buenas condiciones. Eso es el resultado de su pasión por el wushu, el arte marcial chino que enfatiza la defensa personal, los movimientos físicos precisos y una intensa disciplina mental. Practica cuatro veces a la semana.
Lamenta la calidad de la educación de las escuelas rusas, pero según sus propias confesiones, es un estudiante promedio. De hecho, no está claro si pensaría en estudiar en la universidad si no fuera un modo de evitar el servicio militar. Lo calificó de ser el mayor estimulante de la educación superior.
Las razones de Fyodor para no querer hacer el servicio son comunes. Desprecia la autoridad, por ejemplo, especialmente la de los militares. "Simplemente no aguanto las órdenes", dijo.
"Si alguien me ordenara limpiar un retrete, mi respuesta sería: Hazlo tú mismo'".
Otras razones incluyen la desgastante guerra en Chechenia, el brutal sistema de iniciación entre los reclutas y notorios casos de maltratos a los conscriptos por parte de oficiales".
La mejor esperanza de Fyodor para evitar el servicio militar sigue siendo la universidad, pero a medida que rinde los exámenes finales de la secundaria este mes, no ha ganado ninguna medalla de oro ni de plata por prestación académica, que facilitaría su camino hacia la admisión en la universidad.
En el primero de cinco exámenes sacó la nota más alta -un 5-, pero en el segundo sólo un 4. "No está mal", dijo, "pero no es excelente". Todavía no tiene los resultados del tercero, y debe terminar dos más antes de la graduación el 21 de junio. Los exámenes de admisión en la universidad serán tomados más tarde este verano.
Los próximos meses son cruciales para determinar su futuro, que es por lo que su familia ha recolectado los viejos diagnósticos médicos.
Cuando se le pregunta qué es precisamente lo que tiene, da respuestas vagas. De niño se cayó, dice. Cuando tenía 10, dice, se golpeó la cabeza con la esquina de la cama. También ofreció una lista de otros males. "No puedo estar en clases demasiado tiempo", dijo. "Me sangra la nariz. Me duele la cabeza". También mencionó una presión alta y una "mala adaptación a la sociedad".
Sus planes de futuro son igualmente vagos. Después de la universidad dijo que le gustaría convertirse en maestro de wushu, y enseñarlo a otros. El wushu, dijo, le había enseñado una filosofía básica.
"El mejor guerrero", dijo, "sabe que lo mejor es evitar el combate".
11 de junio de 2005
©hnew york times
©traducción mQh
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Alex -