billetes alevosamente falsos 1
[Stephen Mihm] Gobierno norcoreano falsifica dólares. Enseguida se enfada tras ser descubierto.
El 2 de octubre de 2004, el buque carguero Ever Unique, navegando desde Yantai, China, con bandera panameña, atracó en el Puerto de Newark. Cuando las grúas descargaban los contenedores del barco, que transportaban una variedad de artículos comerciales, los estibadores seleccionaron un contenedor y lo colocaron en un camión, que lo trasladó a un almacén a unos kilómetros del lugar. Allá, agentes del FBI y del Servicio Secreto, que habían montado una emboscada, se reunieron alrededor del contenedor y lo rompieron. Debajo de cajas de cartón que contenían juguetes de plástico, encontraron más de 300 mil dólares en billetes falsos de cien dólares, ocultos en compartimentos de doble fondo.
Las falsificaciones eran casi perfectas. Exhibían la misma variación de tintas de alta tecnología que los billetes americanos y estaban impresas en papel con la misma y precisa combinación de fibras. Las imágenes grabadas eran, si acaso, todavía mejores que las producidas por la Oficina de Grabado e Impresión de Estados Unidos. Sólo cuando fueron sometidas a un sofisticado análisis forense se pudo confirmar que eran imitaciones.
Falsificaciones de esta calidad superior -conocidas como superbilletes- han sido detectadas por funcionarios policiales antes, en otras partes del mundo, pero el transporte de Newark marcaba su primera aparición conocida en Estados Unidos, al menos en esas cantidades. Los agentes federales detectaron pronto más envíos. En otro buque llegaron a Newark, dos meses después, billetes falsos por un valor de tres millones de dólares; los superbilletes también empezaron a verse en la Costa Occidental, comenzando con un envío de 700 mil dólares que llegaron en lancha a Long Beach, California, en mayo de 2005, en herméticos paquetes de plástico y envueltos como momias en rollos de tela.
En las semanas y meses que siguieron, los investigadores federales arrestaron a un puñado de sospechosos de la falsificación en una serie de operaciones con el nombre en clave Royal Charm and Smoking Dragon [Encanto Real y Dragón Humeante]. En agosto pasado, tras una serie de detenciones, funcionarios del ministerio de Justicia iniciaron acusaciones en Nueva Jersey y California que revelaron que las falsificaciones fueron compradas y luego requisadas como parte de una operación que terminó con la captura de varios individuos acusados de ser contrabandistas y traficantes de armas. De algunos de ellos se sospechaba que tenían conexiones con bandas internacionales de delincuentes que operaban desde el sudeste asiático.
Las detenciones también impulsaron una acusación más transcendental. Después de dar a conocer las acusaciones, funcionarios policiales y del gobierno de Estados Unidos empezaron a decir en público algo que habían estado diciendo durante mucho tiempo en privado: las falsificaciones no estaban siendo producidas por delincuentes de poca monta ni siquiera incluso por carteles de sofisticados criminales, sino por el gobierno de Corea del Norte. "Los norcoreanos han negado que estuvieran implicados en la distribución y producción de falsificaciones, pero las evidencias son abrumadoras", me dijo hace poco Daniel Glaser, subsecretario para delitos económicos y financiamiento del terrorismo del ministerio de Hacienda. "No hay ninguna duda en cuanto a la implicación de Corea del Norte".
En septiembre pasado, el ministerio de Hacienda inició acciones para demostrar su malestar. El ministerio anunció que estaba reclasificando al Banco Delta Asia, un banco en Macao con estrechos lazos con Corea del Norte, como un "consorcio dedicado en lo esencial al lavado de dinero", una declaración que condujo al cierre del banco y al congelamiento de varias cuentas claves en el extranjero que pertenecían a miembros de la elite gobernante de Corea del Norte. En una declaración pública, funcionarios del ministerio de Hacienda acusaron al Banco Delta Asia de facilitar las actividades ilícitas de Corea del Norte por aceptar, entre otras cosas, "grandes depósitos de dinero en efectivo" de Corea del Norte, "incluyendo dinero norteamericano falso, y accediendo a colocar ese dinero en circulación".
La falsificación de dinero estadounidense por Corea del Norte es, para algunos, una provocación menor si se la juzga por las normas de ese país. Después de todo, Corea del Norte ha exportado tecnología para construir misiles en flagrante violación de normas internacionales; ha mantenido durante décadas una campaña de secuestros de ciudadanos de otros países; ha abandonado sus promesas de no producir armas nucleares; y, hace poco, el 4 de julio, lanzó misiles balísticos a despecho de advertencias de varios países, incluyendo Estados Unidos.
Pero varios antiguos y actuales funcionarios del gobierno de Bush con los que hablé hace algunos meses mantienen que la falsificación es en varios aspectos importantes una ofensa comparable. Michael Greem, ex hombre clave para Asia del Consejo de Seguridad Nacional, me dijo que en el pasado la falsificación ha sido vista como un "acto de guerra". Un importante funcionario de gobierno, que habló a condición de mantener el anonimato debido a lo delicado de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, accedió a que la falsificación puede ser considerada por algunos como un acto hostil contra otro país según el derecho internacional y agregó que las falsificaciones, al crear desconfianza en el dinero estadounidense, representaban una "amenaza para el pueblo norteamericano".
Independientemente de si la falsificación constituye o no una amenaza económica, el problema de las falsificaciones norcoreanas está agravando las relaciones diplomáticas entre los dos países. De acuerdo a algunos analistas, el congelamiento de las cuentas bancarias de Corea del Norte ayuda a explicar la decisión del régimen de lanzar misiles el 4 de julio. Bill Richardson, gobernador de Nuevo México y ex embajador norteamericano ante Naciones Unidas, visitó Corea del Norte en el otoño pasado, no mucho después de las confiscaciones del ministerio de Hacienda. Cuando hablé con él a mediados de julio, me dijo que el lanzamiento de misiles era en parte una protesta contra las acciones del ministerio. "Cuando estuve en Pyongyang en octubre pasado", dijo, "mi interlocutor tocó el tema de las falsificaciones y del congelamiento de las cuentas como dos importantes fuentes de irritación para el gobierno". Continuó: "El tema de la falsificación, y el cierre del Banco Delta Asia, es un importante factor que contribuye a explicar la postura de Kim Jong Il".
¿Cuánta importancia ha de otorgársele a la falsificación? ¿Vale la pena agregarla a una situación diplomática que ya es bastante volátil? El actual gobierno surcoreano, que ha hecho de la détente con Corea del Norte un elemento central de su política exterior, ha evitado una confrontación abierta con el régimen sobre este tema. Incluso muchos funcionarios policiales norteamericanos que, sin embargo, se muestran irritados por las falsificaciones de Corea del Norte, cuestionan la opinión de que la falsificación represente una amenaza urgente. En una declaración ante el Congreso en abril, Michael Merritt, subdirector de investigaciones para el Servicio Secreto, que es responsable de proteger la moneda del país frente a falsificadores, dijo que no era probable que el superbillete "causara un efecto adverso en la economía norteamericana, si se considera el bajo volumen de los billetes falsificados".
Sin embargo, el gobierno de Bush está adoptando una postura dura. En respuesta a una pregunta después de un discurso en septiembre en Filadelfia, el presidente Bush mismo propuso que la falsificación es una de las afrentas más graves del régimen. "Corea del Norte es un país que ha declarado descaradamente que tienen armas nucleares", dijo. "Falsifican nuestro dinero. Y están matando de hambre a su propio pueblo".
Las falsificaciones eran casi perfectas. Exhibían la misma variación de tintas de alta tecnología que los billetes americanos y estaban impresas en papel con la misma y precisa combinación de fibras. Las imágenes grabadas eran, si acaso, todavía mejores que las producidas por la Oficina de Grabado e Impresión de Estados Unidos. Sólo cuando fueron sometidas a un sofisticado análisis forense se pudo confirmar que eran imitaciones.
Falsificaciones de esta calidad superior -conocidas como superbilletes- han sido detectadas por funcionarios policiales antes, en otras partes del mundo, pero el transporte de Newark marcaba su primera aparición conocida en Estados Unidos, al menos en esas cantidades. Los agentes federales detectaron pronto más envíos. En otro buque llegaron a Newark, dos meses después, billetes falsos por un valor de tres millones de dólares; los superbilletes también empezaron a verse en la Costa Occidental, comenzando con un envío de 700 mil dólares que llegaron en lancha a Long Beach, California, en mayo de 2005, en herméticos paquetes de plástico y envueltos como momias en rollos de tela.
En las semanas y meses que siguieron, los investigadores federales arrestaron a un puñado de sospechosos de la falsificación en una serie de operaciones con el nombre en clave Royal Charm and Smoking Dragon [Encanto Real y Dragón Humeante]. En agosto pasado, tras una serie de detenciones, funcionarios del ministerio de Justicia iniciaron acusaciones en Nueva Jersey y California que revelaron que las falsificaciones fueron compradas y luego requisadas como parte de una operación que terminó con la captura de varios individuos acusados de ser contrabandistas y traficantes de armas. De algunos de ellos se sospechaba que tenían conexiones con bandas internacionales de delincuentes que operaban desde el sudeste asiático.
Las detenciones también impulsaron una acusación más transcendental. Después de dar a conocer las acusaciones, funcionarios policiales y del gobierno de Estados Unidos empezaron a decir en público algo que habían estado diciendo durante mucho tiempo en privado: las falsificaciones no estaban siendo producidas por delincuentes de poca monta ni siquiera incluso por carteles de sofisticados criminales, sino por el gobierno de Corea del Norte. "Los norcoreanos han negado que estuvieran implicados en la distribución y producción de falsificaciones, pero las evidencias son abrumadoras", me dijo hace poco Daniel Glaser, subsecretario para delitos económicos y financiamiento del terrorismo del ministerio de Hacienda. "No hay ninguna duda en cuanto a la implicación de Corea del Norte".
En septiembre pasado, el ministerio de Hacienda inició acciones para demostrar su malestar. El ministerio anunció que estaba reclasificando al Banco Delta Asia, un banco en Macao con estrechos lazos con Corea del Norte, como un "consorcio dedicado en lo esencial al lavado de dinero", una declaración que condujo al cierre del banco y al congelamiento de varias cuentas claves en el extranjero que pertenecían a miembros de la elite gobernante de Corea del Norte. En una declaración pública, funcionarios del ministerio de Hacienda acusaron al Banco Delta Asia de facilitar las actividades ilícitas de Corea del Norte por aceptar, entre otras cosas, "grandes depósitos de dinero en efectivo" de Corea del Norte, "incluyendo dinero norteamericano falso, y accediendo a colocar ese dinero en circulación".
La falsificación de dinero estadounidense por Corea del Norte es, para algunos, una provocación menor si se la juzga por las normas de ese país. Después de todo, Corea del Norte ha exportado tecnología para construir misiles en flagrante violación de normas internacionales; ha mantenido durante décadas una campaña de secuestros de ciudadanos de otros países; ha abandonado sus promesas de no producir armas nucleares; y, hace poco, el 4 de julio, lanzó misiles balísticos a despecho de advertencias de varios países, incluyendo Estados Unidos.
Pero varios antiguos y actuales funcionarios del gobierno de Bush con los que hablé hace algunos meses mantienen que la falsificación es en varios aspectos importantes una ofensa comparable. Michael Greem, ex hombre clave para Asia del Consejo de Seguridad Nacional, me dijo que en el pasado la falsificación ha sido vista como un "acto de guerra". Un importante funcionario de gobierno, que habló a condición de mantener el anonimato debido a lo delicado de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, accedió a que la falsificación puede ser considerada por algunos como un acto hostil contra otro país según el derecho internacional y agregó que las falsificaciones, al crear desconfianza en el dinero estadounidense, representaban una "amenaza para el pueblo norteamericano".
Independientemente de si la falsificación constituye o no una amenaza económica, el problema de las falsificaciones norcoreanas está agravando las relaciones diplomáticas entre los dos países. De acuerdo a algunos analistas, el congelamiento de las cuentas bancarias de Corea del Norte ayuda a explicar la decisión del régimen de lanzar misiles el 4 de julio. Bill Richardson, gobernador de Nuevo México y ex embajador norteamericano ante Naciones Unidas, visitó Corea del Norte en el otoño pasado, no mucho después de las confiscaciones del ministerio de Hacienda. Cuando hablé con él a mediados de julio, me dijo que el lanzamiento de misiles era en parte una protesta contra las acciones del ministerio. "Cuando estuve en Pyongyang en octubre pasado", dijo, "mi interlocutor tocó el tema de las falsificaciones y del congelamiento de las cuentas como dos importantes fuentes de irritación para el gobierno". Continuó: "El tema de la falsificación, y el cierre del Banco Delta Asia, es un importante factor que contribuye a explicar la postura de Kim Jong Il".
¿Cuánta importancia ha de otorgársele a la falsificación? ¿Vale la pena agregarla a una situación diplomática que ya es bastante volátil? El actual gobierno surcoreano, que ha hecho de la détente con Corea del Norte un elemento central de su política exterior, ha evitado una confrontación abierta con el régimen sobre este tema. Incluso muchos funcionarios policiales norteamericanos que, sin embargo, se muestran irritados por las falsificaciones de Corea del Norte, cuestionan la opinión de que la falsificación represente una amenaza urgente. En una declaración ante el Congreso en abril, Michael Merritt, subdirector de investigaciones para el Servicio Secreto, que es responsable de proteger la moneda del país frente a falsificadores, dijo que no era probable que el superbillete "causara un efecto adverso en la economía norteamericana, si se considera el bajo volumen de los billetes falsificados".
Sin embargo, el gobierno de Bush está adoptando una postura dura. En respuesta a una pregunta después de un discurso en septiembre en Filadelfia, el presidente Bush mismo propuso que la falsificación es una de las afrentas más graves del régimen. "Corea del Norte es un país que ha declarado descaradamente que tienen armas nucleares", dijo. "Falsifican nuestro dinero. Y están matando de hambre a su propio pueblo".
23 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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